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Capítulo 4. Dolor profundo

Por Kelly

Me acerqué a los dos cajones, estaban cerrados y uno al lado del otro.

Tenía un nudo en la garganta, me sentía como aquella niña indefensa, cuando perdí a mi madre, un dolor profundo me invadió.

No podía ni hablar.

Quise pensar en cualquier cosa, pero la imagen de mi padre, abrazándome con sus cálidos brazos, se adueñó de mí.

Luego de un largo rato, el maleducado, se acercó y se presentó.

Lo miré con bronca, se acercó con la intención de decirme que estaba a cargo, supongo.

Su aspecto era de cansancio, pero su ropa estaba impecable.

Yo no me saqué los anteojos, porque mis ojos estaban rojos, por llorar y por el cansancio de manejar toda la noche.

Por ese motivo lo pude observar mejor.

Le dije quién era en cuanto estuve segura de no romper en llanto, él ya lo sabía.

Quiso ser amable diciendo que lamentaba las circunstancias en que nos conocíamos.

Ya nos conocíamos, yo nací en el campo, aunque está visto que para él, yo debía ser un cero a la izquierda, también lo había visto cuando se murió mi madre.

Definitivamente es bastante pedante.

No le contesté nada, me quedé parada frente a los dos cajones, mientras veía que la gente se acercaba para saludarlo.

Yo no existía para nadie, a lo mejor para mi padre tampoco existía.

Me senté, estaba agobiada, parecía que el único que había perdido a alguién era él.

Definitivamente lo odio.

Me arrepentí de no decirle a Carolina que me acompañe.

Pedí un café, lo hice en voz alta, ya que me estaban ignorando.

¿De verdad nadie sabía que Mateo tenía una hija?

Llegaron el intendente y el gobernador de la provincia, me di cuenta por que todos estaban revoloteando detrás de ellos y al gobernador, lo conocía por verlo en tv, en algún programa, aunque realmente no sigo muchos los programas sobre política.

Por supuesto que al que conocían y saludaban, fue al señorito.

Esta vez sí me asombró, cuando se acercó a mí, para presentarme como la hija de mi padre.

Nos dieron las condolencias a los dos, me sonaron falsos y que solo estaban allí, porque realmente somos muy ricos y tenemos no sé qué cantidad de tierras y no sé cuántas empresas.

Por fin se fueron, no soporto hacer sociales por compromiso y menos en esas circunstancias.

Rodolfo, me ofreció ir con él al entierro ¿Y mi auto?

Ya debía saber que le iba a decir que no, lo hizo por eso, porque no es un hombre agradable y ni siquiera lo disimula.

Durante el entierro, me sequé las lágrimas y suspiré hondo, tragándome el resto de ellas, justo se acercó Rodolfo para preguntarme si quería ir a la casa.

Para él, yo necesitaba una invitación.

Lo odio.

Sin embargo, cuando lo miré a los ojos, pude ver el dolor que él tenía, por la situación que estábamos viviendo.

Sus ojos de un color entre grises y verdes, estaban rojos, al menos le duele la muerte de su padre y supongo que del mío también.

Le dije que ya me iba y salí huyendo, porque no quería que me vieran llorar.

En mi auto, revoleé los anteojos y me sequé las lágrimas con más tranquilidad, no se veía para adentro porque los vidrios eran polarizados.

Hice unos kilómetros y estacioné.

Lloré como una loca, cuando me tranquilicé un poco, google un hotel para pasar la noche, aún faltaba para que oscurezca, pero estaba mentalmente agotada.

Realmente me sentí todo el día, como si fuera sapo de otro pozo.

No conocía a nadie y nadie me conocía.

Traté de mantenerme distante con todo el mundo porque todo el mundo era distante conmigo.

Me sentí derrotada, si mi padre pretendía mantenerme al margen del campo, finalmente lo logró.

Hasta sentí que mi adorado auto no tenía mucho que ver con ese lugar.

Estaba aturdida, todo era silencio para mí, todas las condolencias se las llevaba él, creo que vamos a ser enemigos por siempre.

Las bocas de las personas eran como parlantes, repetían siempre lo mismo…

—Lo lamento señor Rodolfo.

—Mis respetos señor Rodolfo.

—Te acompaño en el sentimiento Rodolfo.

Hasta una mujer, con aspecto campestre apareció y le dijo algunas palabras que no llegué a escuchar, lo que escuché denotaba que tenían cierta confianza.

—Rodo, lo siento en el alma.

Y lo abrazó con cierto cariño, luego otra hizo lo mismo.

Yo estaba al margen de todo.

Terminé por mirar a todos con altivez, que nadie sepa lo derrotada que estaba.

Fui elegante en mi derrota, que nadie se entere de lo agitado que estaba mi corazón.

Esperé, sola y en silencio, que se hiciera la hora de huir de allí.

Por suerte, mi amiga Carolina, me mandaba mensajes para darme ánimos.

Sin su apoyo no sé qué hubiera hecho.

Hasta las calles del pueblo eran irreconocibles para mí.

Seguí buscando entre las personas, algún indicio de otra familia que pudiera tener mi padre.

Puede ser algo que se me cruzó por la mente a mí, pero era una espina que tenía incrustada.

Si había alguien más, no estaba allí, por lo que finalmente descarté mi loca idea.

No dormí muy bien, me desperté a cada rato, pero era consciente que en mi estado no podía manejar.

Afuera la noche abierta y silenciosa, dejaba oír hasta el cantar de los grillos.

¡Cómo extraño ese sonido!

Mis lágrimas fluían sin cesar.

¿Por qué? ¿Por qué papá, me alejaste del campo que tanto amo?

Soñaba con mostrarte mi título de veterinaria y que me dijeras que era ideal para estar con vos en el campo.

El silencio de la noche, que no era tal, me fue tranquilizando y aunque era de madrugada, pude dormir algo.

Me desperté en un lugar desconocido, hasta que recordé que estaba en un hotel.

No fue una pesadilla, mi padre había fallecido.

Finalmente la cara del idiota de Rodolfo Orellana Coutol, se atravesó en mi mente, ¡Lo odio!

Me reincorporé a la facultad al día siguiente, no tenía sentido faltar.

—Amiga, ¿Qué hacés acá?

Me saluda Carolina, esa materia la cursamos juntas.

—No tiene sentido quedarme en mi departamento para llorar.

—Kelly, te tendría que haber acompañado.

—A lo mejor, la verdad es que encima de todo el dolor, me sentía fuera de lugar, no conocía a nadie y todo el mundo le daba las condolencias a él.

—¿A él?

Pregunta mi amiga sin saber a lo que me refiero.

—El infeliz del hijo del socio de mi padre, estaban los dos en el helicóptero.

—¿Te molestó?

—Él es molesto, decidió velarlos a los dos juntos, sin consultarme, más allá de que yo hubiera decidido lo mismo.

—Si hubieras decidido lo mismo, ¿Por qué te molesta tanto?

Me quedé pensando en la pregunta de Carolina.

Me senté en el banco, ya habíamos entrado al aula.

Los demás alumnos comenzaban a llegar.

—Es insoportable, se cree el dueño del universo, solo me presentó al intendente y al gobernador.

Se lo dije en voz baja.

—¿Fué el gobernador?

Preguntó, asombrada, levantando la voz.

—Shhh, sí, el campo de mi padre es el más grande de la provincia y sus empresas….

—Somos amigas desde que empezamos la facultad y nunca me hablaste demasiado de tu familia.

Me interrumpió mi amiga.

—No tengo mucho que decir.

No me gustaba hacer alarde de todo lo que teníamos.

Me considero una mujer sencilla, a pesar de ser una rica heredera.

Llegó el profesor y nuestra conversación se interrumpió.

Es una facultad privada, pero no todos los que asistían eran millonarios y yo no quería que se enteren de mi posición económica, sino me llenaría de cientos de aduladores que pretendían ser amigos y realmente prefiero tener menos amigos, pero verdaderos.

La vida siguió.

Me dolía la muerte de mi padre, aunque no éramos tan cercanos y no lo éramos, porque él lo decidió así.

Siento que me quedé sola, no tengo más parientes, al menos parientes cercanos, mi padre y mi madre tenían primos, pero ni los conozco y tampoco quiero conocerlos.

En el departamento había dos personas de servicio doméstico, de confianza de mi padre, que se trasladaron conmigo desde siempre, al menos eso recuerdo, me sentía tan cercana a ellas como a mi amiga Carolina.

Sin embargo no pude lograr mi hazaña, esa de mostrarle mi título a mi padre.

Me gustan los animales, mi tesis la hice sobre caballos, pero mi carrera la cursé para que mi padre me lleve al campo.

Estoy a un paso de recibirme, y pretendía, por fin, instalarme en el campo.

Todos mis sueños se volvieron trizas, eran espejos rotos, tirados en el piso.

¿Ese hombre vivirá en mi casa?

Por supuesto, a la única que desterraron fue a mí.

Me llama el abogado, para informarme la lectura del testamento.

No creía que había mucho que decir.

Soy única hija…salvo que haya tenido otra familia y esa haya sido la razón por la que yo no haya vuelto al campo…a lo mejor a mi me tocaban las empresas, como una chica de ciudad que era y a los otros, les dejaba el campo.

—Se va a leer en forma conjunta con el testamento de Romeo Orellana Coutol.

Me cayó mal esa noticia.

Tendría que volver a ver a ese hombre.

A lo mejor a mí me tocaban las empresas y a ese idiota le tocaba todo el campo.

Él vivía allí.

Ese pensamiento me hizo perder el control.

—No entiendo por qué tiene que ser así, si soy hija única.

—Así lo dejaron escrito ambos señores.

Mierda, estoy desterrada en forma permanente de mi lugar preferido en todo el mundo.

—Pero…

—Lo siento señorita, no puedo hacer otra cosa.

Me cortó el abogado.

Me dijo el día y el horario.

Nuevamente tenía que viajar al campo.

Momento…el testamento se iba a leer en el campo…

¡Voy a volver al campo!

Posiblemente para que me digan que ya no iba a ser mío.

Lloré como nunca.

Estaba indignada, Rodolfo los debe haber manipulado para quedarse con el campo.

Todo me sale al revés.

No quiero sueños nuevos, quiero realizar los sueños por los que luché durante años, me preparé para ser parte de ese campo al que tanto añoro.

Me pasaron tantas cosas al correr de los años, cosas que no pude manejar, como la muerte de mis padres y de mi tía, y sigo sin poder manejar nada de nada.

Muchos no entenderían como siendo la heredera que soy, no logro ser feliz o al menos tener calma.

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