Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 3. Buscando otra familia

Por Kelly

Estaba saliendo de la facultad cuando suena mi celular.

Me despido de mis compañeros y atiendo, era del estudio de abogados que tenía mi padre, me pareció muy raro que me llamen a esa hora, en general me llamaban por la mañana.

—Buenas tardes, señorita Kelly.

—Dígame.

Le digo mientras me acercaba a mi hermoso auto, fue un regalo de mi padre para mi cumpleaños número 22.

No puedo decir que se jugó con el regalo, porque cada dos años me cambiaba de modelo de auto.

Me estaba acomodando en mi auto y a punto de poner manos libres para arrancar.

—Señorita Kelly, ¿Se encuentra sola?¿En dónde está?

Le estaba por decir que no le importaba, pero decidí contestarle con educación.

—Estoy saliendo de la facultad.

—Quería comunicarle que su padre sufrió un accidente.

No supe porqué, pero me recorrió un frío espantoso.

Apagué el motor del auto.

—¿Qué quiere decir con que tuvo un accidente?

—Lo lamento mucho…el helicóptero en donde se trasladaban los señores, sufrió un accidente, cayó incendiándose, ambos fallecieron, también el piloto.

Sentí como un baldazo de agua fría sobre mi cabeza.

Mi manos temblaban más que mis rodillas y por suerte estaba sentada, sino me hubiese caído.

Nunca en mi vida pensé que iba a recibir semejante noticia.

—Señorita Kelly…

—Escuché.

—Ambos serán velados juntos, así lo dispuso el señor el señor Rodolfo Orellana Coutol.

Yo sabía que era el hijo Romeo, el socio de mi padre, era chica cuando abandoné el campo pero lo recuerdo bien a Romeo, apenas recuerdo a Rodolfo, a él lo vi en el velorio de mi madre, también a su padre, eran muy amigo del mío y se tenían mucho cariño y respeto.

Mil imágenes pasaron por mi mente y sobre todo se detuvieron en el velorio de mi madre….

—Kelly, ¿Desea que le mande un helicóptero para que la traslade?

La voz del abogado con su pregunta me sacó de mis pensamientos.

—¿Me está diciendo que mi padre se murió porque se cayó el helicóptero y usted quiere que me suba a uno?¿Me está cargando?

—No, señorita, no era mi intención molestarla.

—Entonces no lo haga, mandeme la ubicación del velorio y no lo entierran hasta que yo llegue.

—Se lo comunicaré al señor Rodolfo.

—No me importa si se lo dice o no, esa es mi orden y yo dispongo del cuerpo de mi padre.

Corte, estaba furiosa con ese tal Rodolfo, que al parecer se creía el dueño del universo, a mí sólo me informaron de la muerte de mi padre y él ya dispuso todo ¿Quién se piensa que es?

Típico macho del campo, poco caballero, machista y egocéntrico.

No era el único, cuando enfermó mi madre, mi padre nos envió a la capital, decía que allí tendría más posibilidades de sobrevivir, pero era mentira, ella se murió igual y yo me quedé con mi tía para siempre, bueno, no para siempre.

Pero nunca más pude volver al campo

Tengo los mejores recuerdos de mi primera niñez, aunque borrosos, tenía 8 años cuando mi madre falleció y me quedé con mi tía, es verdad que mi padre venía a verme seguido, pero yo extrañaba a mi madre y también a él, hasta ese momento habíamos sido una familia feliz.

Mucho más felices que Mateo y Elena, apenas recuerdo a Elena, yo le tenía rechazo, ella me parecía mala, bueno, en esa época no tenía muchos adjetivos para describirla.

Nunca me había hecho nada, eso también era verdad.

Del que casi no tengo recuerdos de cuando era niña es de Rodolfo, creo que lo mandaron a estudiar a otro lado, en realidad eso lo supongo, no lo sé.

Solo recuerdo que yo moría por volver al campo y mi padre, en su afán de darme todos los gustos, durante las vacaciones me llevaba a Disney y me llenaba de regalos, y cuando crecí un poco con él y su hermana, mi tía, nos dedicamos a recorrer el mundo, cuando yo solo quería estar en el campo.

La escuela secundaria la hice en un internado en Francia.

Fueron pasando los años y parecía que yo estaba desterrada del campo.

Apenas terminé la secundaria y luego de un viaje por el mundo, de casi dos meses con mis compañeras del internado, regresé a mi país.

La que estaba mal, en ese momento, era mi tía y yo era su única sobrina, ella era soltera, por lo que me quedé a vivir con ella, para cuidarla.

Mientras tanto, me anoté en la facultad de veterinaria.

Siendo veterinaria, ya no habría excusas para no volver al campo.

A esta altura ya estábamos bastante distanciados con mi padre.

Sentía que él no quería que yo volviera al campo.

Cuando nos veíamos, discutíamos bastante, es que nunca le confesé lo que yo sentía y terminaba pareciendo una adolescente tardía.

Por orgullo, nunca le quise decir que extrañaba el campo, más que eso, que lo añoraba terriblemente.

Siempre pensé que mi padre tenía otra familia y que no me lo quería decir, eso me llevó a tratarlo mal y él nunca supo porqué.

Finalmente falleció mi tía, mi padre vino enseguida y lo hizo acompañado por Romeo, quién se asombró, porque se encontró con una mujer y la última vez que me había visto era una niña pequeña.

Estuvieron unos días conmigo y luego volvieron a sus quehaceres campestres, aunque también tenían empresas fuera del campo, pero mi padre siempre me mantenía al margen, lo considero muy machista.

A esa altura, mi cuenta bancaria era enorme, todos los meses me depositaba una suma enorme de dinero, mucho más de lo que yo gastaba.

Durante mis vacaciones me compraba colecciones interminables de ropa, que casi no usaba.

No voy a fiestas de galas, voy a bailar con mis amigos.

Si bien la facultad era privada y había gente con un elevado nivel económico, éramos jóvenes, nos vestíamos de otra manera, pero mi padre insistía, todos los años, en comprarme ropa que creo que nunca en mi vida voy a usar.

Yo solo quiero volver al campo, no quiero fiestas, ni ropa, ni nada y era lo único que mi padre no me ofrecía.

Llegué a mi casa como pude.

Llamé a mi amiga Carolina, le conté que mi padre había fallecido, me preguntó si quería que me acompañara.

En realidad prefería ir sola, no sabía con que me iba a encontrar, ni cómo iba a reaccionar yo.

—No, gracias, prefiero ir sola.

—Es mucho para vos, te acompaño.

—De verdad, prefiero ir sola, gracias amiga.

Sentía cierta rabia, al final, mi padre no me vio recibida de veterinaria, nunca me dijo que volviera al campo, creo que quedé desterrada para siempre.

Me di una ducha, lo hice en medio de un llanto incontrolable, no sé sí mi cara estaba más mojada por el agua de la ducha o por mis lágrimas.

Traté de relajarme, tenía que manejar toda la noche, no sabía a qué hora iba a llegar, todavía no me mandaron la dirección del velatorio ¿Lo estará organizando el idiota ese de Rodolfo, que hasta ahora decidió todo?

Mínimo me tendría que haber llamado él.

No, se nota que al señorito le pesa la mano para marcar un número de teléfono.

Me puse un jean negro y un sueter del mismo color, iba a ir en zapatillas, pero me pareció impropio y elegí unas botas muy cómodas, las compré en Italia y si bien eran de taco alto, no se sentía el alto del taco y me resultaban muy oportunas para manejar, me llevé tres mudas de ropa y ahí sí, no me faltaron las zapatillas, eso lo puse en el baul de mi deportivo rojo.

Estaba acostumbrada a manejar y me encantaba la velocidad y sobre todo, confiaba en mi hermoso auto, con la computadora de a bordo, no se hacía ningún esfuerzo.

Trataba de pensar en cualquier cosa, para no desmoronarme.

A medida que avanzaba la noche y me invadía la angustia, más pisaba el acelerador, me quería probar que yo podía manejar la situación, volver al campo tenía mucho peso para mí.

Sobre todo en las circunstancias en que lo hacía, mi padre no me lo llegó a pedir y yo era lo único que quería, volver con él al campo.

Basé mis estudios para volver al campo y poder quedarme allí y que todos me respeten, porque entiendo que la gente del campo suele ser más machista que la de la ciudad.

Es evidente que no me equivoco, porque ese infeliz de Rodolfo no me consultó nada.

Por el camino paré varias veces, solo para tomar café y mantenerme despierta, aunque estaba tan enojada y tan furiosa con ese infeliz, que mi adrenalina se multiplicaba.

Llegué cerca de las diez de la mañana.

Cuando entré al velatorio, sentí todas las miradas en mí, pero nadie se me acercó.

A lo mejor no sabían que Mateo Miller tenía una hija, aunque creo que no era tan difícil de adivinar quién era yo.

Juro que repasé a la gente que se hallaba allí, para ver si había alguna mujer llorando por él o algún otro hijo que mi padre pudiera tener…

Fué cuando reparé en un hombre que era distinto a los demás, tenía ese porte de señor, que parecía decir, corranse que soy el dueño del universo.

No fue difícil darme cuenta que él, era el idiota de Rodolfo Orellana Coutol, hasta doble apellido tenía el imbécil.

Lo odié.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.