Capítulo 2. Recelo
Por Rodolfo
Es verdad, tenía cierto recelo hacia ellas, sufrí el abandono de mi madre y me cuidé siempre de no caer en las garras de alguna de ellas.
No iba a ser abandonado, como lo fue mi padre.
No sé si nunca buscó una compañera porque lloró por el amor de mi madre o porque simplemente no se dió.
Es verdad que somos hombres de campo, pero también viajabamos y teníamos roce con la sociedad de alcurnia.
Particularmente, cuando yo viajaba, no hacía alarde de lo que poseo, porque muchas mujeres, entre otras cosas, son interesadas.
En eso tuvo suerte mi padre, había hecho divisiones de bienes, tal vez porque intuía el comportamiento que mi madre podría llegar a tener.
Aunque los dos provenían de familias acaudaladas, pero mis abuelos maternos eran importadores.
Los que tenían mucho más dinero, eran mis abuelos paternos.
Llegué a mi casa, era una mansión, en medio del campo, era verdad, pero teníamos todos los lujos que se nos podría llegar a ocurrir.
Estaba destruído, impactado.
Éramos muy compañeros con mi padre y también con Mateo.
Ayer yo tenía que resolver otros temas, porque si no hubiera tenido nada que hacer, posiblemente hubiera ido con ellos, o no, no siempre iba.
Me esperan tiempos duros.
Menos mal que esa mujer se fue, lo que me faltaba es tener que lidiar con esa estirada, que mira a todos por encima de los hombros.
Con mandarle el cheque de las ganancias, mes a mes, tenía que ser suficiente y tendría que hacer muchas cuentas, para ver si me conviene comprarle su parte.
Hago cuentas rápidas, es mucho dinero, pero de última, me despido de algunas empresas.
Me estoy adelantando al tiempo, es que ni siquiera puedo pensar con claridad, anoche no dormí y desde ayer, que sucedió el accidente, no paré de correr.
Y encima vino esa señorita, que no fue capaz de derramar una puta lágrima por su padre, yo lloré muchísimo, por mi padre y por el suyo.
María me quiere traer la cena, ya había oscurecido y yo ni me di cuenta.
Son tantos los recuerdos que me quedan de mi padre, me parece mentira que ya no vaya a entrar por la puerta…
—No tengo hambre, gracias.
—Rodo, por favor, comé algo.
Me dice, cariñosamente, la mucama que suele atenderme.
—Bueno, servime la cena.
Le dije que sí, sobre todo porque no estoy para dar ánimos a nadie y no quería que se pusiera a llorar.
Comí poco, estoy agotado y a la vez siento el vacío terrible de la pérdida que me produce cierta adrenalina en mi cuerpo, que me impide dormir, aunque tenga sueño.
Me retiré temprano a mi cuarto.
Pensé mil veces en el accidente, en el estado en que se encontraron los cuerpos, no entendía que pudo haber fallado.
Me estaba volviendo loco, pensando mil veces lo mismo y luego la indignación que tenía por la forma de comportarse de Kelly, como si su padre no se mereciera las lágrimas de ella.
Realmente me descompone esa mujer, me inspira mucho desprecio.
Ni gracias dijo cuando le sirvieron el café, ni un por favor ¡Ni me saludó!
Al inmenso dolor se le suma el ¿Desprecio? De esa mujer por su padre.
Me refriego las manos por mi cara.
A las seis de la mañana y casi sin dormir, me di una ducha, con agua tibia, casi fría, estábamos en septiembre y aún el calor no se sentía, particularmente me encantan estos días, siempre los disfrutamos con mi padre…
De repente me acordé de los ojos de Kelly, esos ojos que no tenían mucho que ver con su actitud.
Apenas recuerdo a su madre, era una mujer amable y recuerdo que siempre me trató con mucho cariño, pero no recuerdo bien su fisonomía, aunque sus ojos eran claros como los de su hija.
Sin embargo, su actitud era distinta.
Pasan las horas y estoy más molesto.
La casa está triste y hasta parece que los caballos se dieron cuenta, porque el establo estaba más silencioso que de costumbre.
Los perros estaban tirados, sin ladrar, sin jugar…
Evidentemente el duelo estaba en el aire.
Me va a costar horrores reponerme.
Comienzan a pasar los días lentamente.
Me llega un informe preliminar del accidente y fue eso, simplemente un accidente.
No hay mucha vuelta que darle.
A los 15 días, me llega un nuevo helicóptero, no queda otra que subirse en él y recorrer el campo, hay que hacerlo dos o tres veces por semana, no tengo miedo, es un medio de transporte seguro…
Me reúno con el contador, se le extiende el cheque, como todos los meses, a esa mujer, que no se dignó ni a llamar, ni habló con el contador, ni con nadie.
Yo estaba a cargo de todas las empresas y de todo lo que sucedía en el campo.
Me reuno con los abogados y me dicen que en un mes, nos teníamos que reunir con Kelly Miller, para leer el testamento, me pareció raro, porque ella recibiría la parte de su padre y yo lo que me correspondía del mío, allí se tenía que acabar todo, pero al ser socios, no me llamó la atención que nos lean el testamento juntos, a lo mejor había alguna cláusula por la venta de la otra mitad o no dejar al otro sin nada, o algo que tuviera que ver con la casa que se compartía.
Con ese tema estaba tranquilo, si esa mujer venía, se quedaría del lado norte de la propiedad y yo de mi lado, ni nos tendríamos que cruzar, por otro lado, no era del tipo de mujer que aguantaría mucho en el campo.
Al fin una buena, no la tendría que ver.
Se iría enseguida a la ciudad, o a Europa, a donde su culo de mierda se quiera depositar.
La desprecio, tanto como ella me debe despreciar a mí, pero al menosfui educado y la saludé.
No me molesta que no me dé su saludo por un falso ego, me molesta que sea mal educada, que no haya derramado una puta lágrima por su padre ni por el mío.
Se notaba que era una mujer vanidosa y egocéntrica.
Se creía la gran cosa.
Yo estaba en su misma posición económica y aunque fuera el peón de más bajo ingreso, también merecería el saludo de las personas, siempre que me dirija a ellas con respeto.
Esa es la palabra, ella no tiene respeto por nada, ni por nadie.
Me regaño a mi mismo, porque pierdo tiempo pensando en la bronca que me despierta esa mujer.
Hago una llamada y con mi camioneta me dirijo a una cabaña que tenemos dentro de nuestro campo, pero a media hora de viaje, antes de cruzar la laguna.
La laguna también estaba dentro de nuestro campo y era bastante extensa y en algunos sectores llegaba a seis metros de profundidad, la usábamos para el riego, desembocaba en un río provincial, pero nadie tenía acceso a ella, nadie extraño, claro está, en verano, los peones se refrescaban allí, tampoco me gustaba tanto, por la profundidad que tenía, que se metieran muy adentro.
Llegué a la cabaña y me estaba esperando Paty, una de las chicas con la que solía pasar algunos ratos.
Era bonita, nos encontrábamos a veces, sin embargo, ella sabía que de mí no podía esperar nada, no era mi novia, ni nada de eso, solo alguien de paso y no era la única mujer a la cual veía, ella era la hija de un capataz de un campo vecino.
Siempre le aclaré que no había nada amoroso en nuestros encuentros y ella aceptó las reglas.
Las reglas que ponía yo, por supuesto.
Un buen regalo de vez en cuando y un depósito en su cuenta corriente cada vez que nos veíamos y si llegaba a tener novio, yo se lo respetaría y ahí terminaba todo.
Esos encuentros, los tenía con 3 o 4 chicas, ellas lo sabían, por lo que no podían hacer ningún reclamo.
A veces llamaba a una y a veces a otra, dependiendo las ganas que yo tuviera en ese momento.
Pero todas me daban más o menos lo mismo.
Una tenía mejor culo, otra tenía tetas más voluminosas, otra, las tenía más paradas y así, por eso dependía lo que surgía, de las ganas que yo tuviera.
También había ciertas mujeres, que buscaba en el pueblo y otras en la ciudad más cercana.
Ninguna me había impactado demasiado, pero era bastante activo sexualmente, por lo que siempre buscaba compañía femenina.
Cuando viajaba a capital también tenía mis encuentros fugaces.
A veces nos encontrábamos con mis compañeros de facultad y terminamos en mi departamento con varias chicas que conocíamos y se prestaban a hacer lo que les pidiéramos, es decir, tríos y hasta alguna orgía, pero a medida que pasaban los años, algunos claudicaron, porque tenían pareja y hasta formaron familia.
Yo no, yo le huía a todo tipo de compromiso, puede sonar machista, pero a las mujeres las quería cerca, solo en el momento de placer.
No quiero mucho más de ellas.
Por la experiencia cercana estoy convencido de mis razones para pensar así.