Capítulo 4
Camila
Puedo manejar la situación, nada tiene por qué cambiar ni mucho menos tiene que afectar mi vida y mi grupo social. Sería la primera vez que mi papi pasa por algo así y creo que es normal entre los empresarios, él puede solucionarlo.
—¿Cómo te fue con Beto? —me pregunta Clarisa mientras maneja el auto.
—Me fue muy bien, aun creo que estoy soñando.
—¡Quiero detalles!
—Está bien, te diré.
Contengo mi sonrisa de solo imaginarlo.
—Me pidió que fuera su novia —respondo esperando su reacción.
—¡Oh por Dios! ¿de verdad? ¡Guao! Debes estar muy feliz.
—Si, fue maravilloso, es un chico tan lindo. Ya siento que estaba demorando mucho para pedirme que fuera su novia. Todo pasó como esperaba.
—Que envidia, siempre tienes tanta suerte.
—Si, es increíble. Oye, Clarisa; esto es agradable. Digo, solo chicas en una conversación en un convertible, es grandioso ¿no crees?
—Si, hace mucho no teníamos este espacio para las dos.
—Deberías pasar todos los días por mi para venir al yoga, así podríamos charlar en el camino y actualizarnos de todo.
—¡Si! A mí me fascinaría.
Bien ya tengo asegurado mi transporte mientras papá hace lo suyo.
—Llegamos, espero que las chicas ya estén aquí.
Nos bajamos del auto y entramos al sitio de entrenamiento, pasamos a la recepción y saludamos a la chica que atiende.
—Bienvenidas, chicas. Ya las están esperando.
—Hola, Luciana. ¿Sabes si Grecia y Loren llegaron?
—No, pero imagino que no tardan.
Íbamos en camino hacia el salón donde nos dan nuestras clases personalizadas de yoga para saludar a nuestra coach, pero escuchamos a Luciana una vez más.
—Chicas, chicas… se me estaba pasando, les recuerdo que hoyes día de pago, si quieren al final se acercan para anexarlas al sistema de los asistentes del próximo mes.
—Si, ya se me estaba pasando —responde Clarisa—. Yo pagaré de inmediato, si lo dejo pasar lo olvidaré. Ven Cami, paguemos antes que lleguen las demás.
—Si, es… es mejor pagar ahora.
Clarisa se acerca a la chica, saca su cartera y de allí su tarjeta. Luciana pasa la tarjeta por el datafono y se queda en su computadora anotando no sé qué cosas.
Busqué en mi bolso mi cartera, tengo una tarjeta que me dio mi padre hace un tiempo para cubrir este tipo de gastos, así que la usaré. Saqué de mi cartera la tarjeta y se la entregué a la chica.
—Que raro —menciona pasando la tarjeta por el datafono.
—¿Pasa algo?
—No lo sé, parece que algo no está bien con la tarjeta, ¿no tienes otra?
Hice la que buscaba algo en mi bolso, revolvía de lado a lado sabiendo que no tengo otra.
—Parece que dejé las otras tarjetas, pero intenta una vez más.
—Está bien.
Luciana pasa la tarjeta y niega con su cabeza.
—Esta tarjeta no funciona. Quizás debas llamar a tu banco, no entiendo que sucede.
—¿Pasa algo?
Una de nuestras amigas ingresa a la recepción.
—Nada, solo que parece que dañé mi tarjeta.
Grecia saca su dinero y le paga a la chica de recepción.
—Pero puedes hacer una transferencia desde tu móvil.
—Oh, es que no lo traje, lo dejé en casa, por eso hemos insistido con la tarjeta.
Dije una pequeña mentira, tuve un extraño presentimiento con respecto al dinero. Nunca me había asado esto, lo más seguro es que está pasando lo que temía.
—Llama al banco, toma te presto mi celular.
Grecia parecía muy diligente.
—¿A esta hora?
—Si, es importante, con ese tipo de cosas no se juega, anda; llama.
¿Por qué insiste tanto?
—Para no perder tiempo, mejor pago por ti y luego me das el dinero. ¿te parece bien?
Clarisa me ha salvado.
—Si, cuando llegue a casa te transfiero el dinero. Le diré a mi padre que llame al banco, no me gustan ese tipo de diligencias.
Entramos al salón donde nuestra entrenadora preparaba las esterillas.
—Mis niñas, bienvenidas.
Cada uno se acomoda en su lado, esperaríamos solo unos minutos mientras llega Lauren.
—Lucen muy bien, parece que el fin de semana les sentó de maravilla.
—Si, fue increíble. Sobre todo, para Cami, a ella siempre le va excelente, tuvo un fin de semana romántico.
— ¿De qué me perdí?
Lauren entra al salón y deja sus cosas en los estantes.
—Hablábamos de Cami, ¿no les has dicho a ellas? —me pregunta Clarisa refiriéndose a lo de Beto.
—No, es que…
—Tranquila, ya yo lo sé.
—¿Ah sí?
—Si, mi padre me lo contó, de verdad lo siento mucho por ti.
Las demás chicas me observan con rareza.
—¿De que hablas? —pregunta Clarisa.
—Pues lo de tu padre.
—Oh si, es que tuvo ayer una recaída, pero está bien. No es nada grave.
—Si, es que debe ser fuerte, quedar en banca rota a su edad debe ser muy difícil.
—¿Qué?
Las chicas estaban sorprendidas.
—Eso… eso no es verdad, mi padre no está en banca rota, ¿Quién te dijo algo así?
Mi teléfono móvil empieza a sonar y sentía como mi vida se caía en pedazos.
—¿Es tu móvil? Camila, me dijiste que no lo habías traído.
Me puse de pie al tener mi vista nublada, las lágrimas estaban por salir.
—¿Es verdad lo de tu padre?
—Si, mi papá trabaja en el banco y me dijo que les quitaron los vehículos, que es mucho lo que deben.
—Pero… Cami, tu me dijiste que… entonces, ¿es verdad?
Les di la espalda a las chicas, sequé mis ojos rápidamente y tomé aire.
—Por eso fue lo de la tarjeta y la mentira que le dijiste a Clarisa, ¿no tienes dinero?
Grecia intentaba acercarse.
—Si, mi padre tiene un pequeño problema, pero no es nada que no pueda resolver. Y por el dinero no te preocupes Clarisa, te lo pagaré.
Mi móvil vuelve a sonar por lo que tuve que ir hasta mi bolso y apagarlo.
—Cami, ¿quieres hablar con nosotras?
¿Qué hacen? Me miran con ojos de lastima, no necesito que pretendan ser generosas conmigo, no lo necesito.
—Estoy bien, no es la primera vez que algo así le pasa a mi papá. Todo volverá a la normalidad muy pronto.
Agarré mi bolso y me lo puse, quería irme de donde estaba, ya el ambiente se había echado a perder.
—¿Te vas?
—Si, recordé que tengo cosas que hacer.
Salí del salón de yoga y me dirigí hasta la calle, justo cuando no había nadie mirando, dejé salir mis emociones.
Parece que tendré que caminar de vuelta a casa.
Respiraba profundo para aliviar mis emociones, el aire fresco me tranquilizaba.
—¡Camila! Cariño, ¿eres tu?
Un auto se detiene a mi lado.
—Beto, mi amor.
Mi novio había llegado justo en el momento preciso.
—¿Qué haces caminando sola?
—Es que el chofer tuvo incidente y no pudo venir, olvidé mi cartera en casa y…
—Sube, te llevaré.
Le sonrío sabiendo que siempre es como mi salvador, empiezo a enamorarme más a profundidad de él.
Entro a su auto y le doy un beso.
—Te estaba llamando, ¿Por qué no respondías?
—Estaba en clases de yoga, lo siento.
—No te preocupes, mi amor. Dime ¿Cómo te sientes?
Le dije a Beto que estos días estaba resfriada, quiso ir a verme, pero lo retuve —fue mi forma de aislarme mientras pasaba todo lo de mi padre.
—Estoy mejor, estuve con las chicas un rato y creo que me alivió. Oye, ¿y para que me llamabas?
—Es que quería preguntarte algo, sé que es uno de esos comentarios de pasillo. Pero igual quiero escucharlo de ti.
—¿Qué pasa?
—A mi padre le dijeron que… que tu papá está por perder su empresa, ¿eso es cierto? La verdad no lo creo, sé que me hubieras contado algo así, por eso le dije a mi padre que no creyera en esas tonterías.
Beto se acerca a mi y me da otro beso, me sonríe como si se tratara de una broma.
—Mi amor, yo… No sabia como decirte algo así —digo con la voz quebrada—. Pensé que si te decía ya no querrías estar conmigo.
—Entonces, ¿es verdad?
—Si, mi padre está en banca rota, pero sé que lo puede solucionar.
La expresión de Beto cambió, su sonrisa desapareció.
—No soy ese tipo de hombre, Camila. Debiste contarme.
—¿Te quedarás conmigo?
—Te amo, me encantas, estoy enamorado de ti, no me acerqué por los negocios de tu familia; lo hice porque eres una mujer espectacular.
—Oh, mi vida.
Él me toma de la mano y me sonríe, lo que es como un alivio para mí.
Unos minutos después me deja en el frente de la mansión de mi familia.
—Gracias por traerme, por favor me escribes cuando llegues a tu casa.
—Claro que sí, mi vida.
Beto se aleja y le lanzo un beso desde la distancia.
Por alguna razón aquel sentimiento de tristeza desaparecía, con tenerlo a él sé que podré estar mejor.
—¿Tan pronto vuelves? No sabia que tus clases de yoga eran tan cortas.
—Es que la maestra no pudo llegar. ¿Cómo está papá?
—Pues, aun está con el abogado.
Fui a mi habitación para cambiarme de ropa, después me acosté en mi cama esperando el mensaje de Beto, pero el tiempo corría y nada pasaba.
—¿Lo habrá olvidado? ¿se ocupó? ¿llegó bien a su casa?
Pensé en millones de posibilidades, por lo que preferí escribirle para saber si estaba bien.
—Hola, cariño ¿llegaste bien?
Beto ve mi mensaje, pero no me da respuesta.