Capítulo 5
Camila
Los días fueron pasando, no volví a las clases de yoga y menos volví a recibir un mensaje de Beto. Le hice un par de llamadas, pero a la número cinco, me resigné. Clarisa me envió un par de mensajes, pero no le respondí, no quiero que me den su lastima.
Hace unas semanas atrás habíamos planeado un viaje, la idea era irnos a Hawái por quince días, pero claramente no estoy en condiciones para ir.
—Quizás clarisa y tus amigas te escriben para que convidarte al viaje, ¿Por qué reaccionas así?
—Mamá, no me gusta saber que me tienen lastima. No quiero que me den sus migajas.
—No creo que lo hagan con esa intención.
Me acomodé en mi cama y le di la espalda a mi madre, ella toca mi brazo y me da un beso en la cabeza.
—No me gusta verte así.
—¿Cuándo terminará esto?
—Mi amor, no he hablado con tu padre, no quiero que se sienta presionado; que todo evolucione según el ritmo que él puede avanzar.
—No quiero seguir así, no me gusta.
Esta mañana mi padre habló con las señoras que ayudan en la cocina, les contó la situación que estamos atravesando, lamentablemente tuvo que decirles que no tenía con que pagarles y tuvo que despedirlas. Mi madre hace muchísimos años no freía un huevo y tuvo que hacerlo, en el almuerzo hizo macarrones con queso —algo que no pensé comer.
—¿Cómo haces? Te ves tan tranquila que… no puedo más.
—Hay que ser fuertes, tu papá nos necesita.
—Aquí están —dice mi padre entrando a la habitación—. ¿pasa algo?
Seco mis ojos y cambio mi expresión por una sonrisa.
—No, papá. No pasa nada, charlaba con mamá.
—Sé que estas triste, mi cielo. Pero ya estoy encontrando soluciones.
—¿Sí? ¡Oh, Dios! Eso me anima demasiado —respondo sentándome en la cama.
—Si, mañana me reuniré con un empresario. Hace un tiempo quiso hacer negocios conmigo, pero lo rechacé, pero creo que, en estas circunstancias, debo aceptar su propuesta.
—Espero que no tomes decisiones a la ligera —dice mi madre—. Estamos bien, no tienes que apresurarte por nosotras. ¿verdad Cami?
—Si… si papá. Estamos bien.
Esas palabras me saben a amargo.
Mi padre se retira con mamá y me dejan en la habitación, reviso mi móvil que es lo único que me distrae en estas circunstancias. De la nada, veo que mis amigas e incluyendo a Beto, publican estados e historias en sus redes; no quería mirar, algo me decía que no debía, pero la curiosidad me ganó, abrí cada una de las historias y vi a mis amigas en Hawái.
—Se fueron sin mí.
Claramente me empezaba a dar cuenta que ahora que no tengo amigos, que estaba con una bola de interesados que solo me querían con ellos cuando tenía dinero. Seguí mirando, sintiéndome un poco mal, pero no tanto como para darme cuenta de que mi mundo aún no se había acabado. Pero si hubo lago que me mató por dentro, en una de las fotos estaba Beto.
Todo mi grupo de amigos se fueron al viaje, todos incluyendo a mi novio, él no me tuvo en cuenta; de él si esperaba ayuda o apoyo. ¿por eso no respondía mis mensajes?
Empecé a llenarme de enojo, no debí reaccionar y solo hacerme la de la vista, pero no pude.
Llamé a Beto en múltiples ocasiones, marqué y marqué en tantas ocasiones que perdí la cuenta. Insistí hasta que respondió.
—¿Hola?
—Beto, ¿Por qué no quieres responder a mis llamadas?
—¿Camila? ¿eres tú?
—¿Por qué preguntas eso? Acaso borraste mi número.
—No te escucho bien.
—¡¿Por qué no respondes a mis mensajes y llamadas?! —grito enfurecida.
—Cami, lo siento. De verdad, lo siento.
—¿Qué pasa?
—Cami, lo pensé bien, creo que es mejor que no sigamos juntos. Haremos más por el otro si mejor nos distanciamos.
—¿Por qué? Si la última vez que hablamos me dijiste que me querías, que me ayudarías. ¿Qué pasa? Por qué… ¿por qué ahora todo es así?
—Mi familia piensa que es lo mejor para mí, de verdad te quiero y espero que pronto pase todo esto, pero no podemos estar juntos; por lo menos no ahora.
—¿Es tu familia? Te dejarás llevar de lo que los demás quieran y no de tus sentimientos, ¿es enserio? Tanto luchar por hacerme tu novia y ahora así de simple me dejas ir.
—Cami, tuve días terribles en casa, si me quedo contigo… si me quedo a tu lado, mis padres dejarán de ayudarme y luego, lo pensé. Ellos tienen razón, creo que no soy el hombre que necesitas en este momento y tu no eres la mujer que necesito.
Sus palabras fueron muy duras.
—Bien, entiendo. Hubiera agradecido que dijeras todo esto antes y así me hubieras ahorrado el drama.
—Te quiero, de verdad. Espero que puedas entenderme, lo siento mucho.
—Con tus palabras de disculpa no haces nada.
—Es mi familia, Cami. No puedo ir en contra de lo que ellos quieren para mí, solo espero que no me juzgues mal, ni a mí, ni a mi madre. Como todas, ella solo quiere lo mejor para mí.
No pude seguir escuchando sus idioteces, mi corazón estaba tan dañado que no podía escucharlo más; menos responder.
—¡Es un idiota! —grité contra mi almohada con todas mis fuerzas.
Ahora todos me dan la espalda, parece que tenía amigos mientras tuve un estatus y una cuenta de banco llena; ahora no me reconocen porque mi familia está en la boca de todos.
—¿Qué son esos gritos?
Mi padre llega a mi habitación asustado.
—Papá, ¿Qué haces aquí?
—Venía a traerte un poco de chocolate que preparó tu madre, ¿todo está bien?
—No papá, tengo algunos asuntos con mis amigos que me tienen disgustada, pero no es nada que deba preocuparte.
—¿Segura?
—Si, lo puedo manejar.
Me acomodo en mi cama con un terrible nudo en mi garganta, recibo la tasa de chocolate y le doy el primer sorbo para calmar mis emociones.
—Venía también porque tengo algo que contarte, mañana conocerás a una persona importante; es alguien que nos ayudará a resolver este asunto económico que tanto nos ha perjudicado.
Se me hace extraño eso de que deba conocerlo, antes no me ha pedido algo así.
—¿De quién se trata?
—Su nombre es Franco.
—¿Por qué debería conocerlo?
La cara de mi padre cambia, baja su cabeza y se limita a verme a los ojos.
—¿Pasa algo?
—Lamento mucho todo, de verdad busqué más alternativas, pero no las tengo y me reúso a verte sufrir en una vida a la que no estás acostumbrada, no me siento angustiado por mí, si tengo que trabajar en cualquier cosa lo hago; pero tú, tu no puedes. Eres mi vida Camila, me reúso de todas las formas posibles a obligarte a vivir en una vida que no mereces.
—¿Por qué dices todo eso?
—Cami, hice un acuerdo con Franco Collins.
—¿Qué acuerdo?
Mi padre toma mi mano y deja un beso en ella, cuando levanta su rostro y me mira a los ojos, vi como una lágrima salía y un llanto amenazante afloraba.
—Papá, ¿Por qué estás así? ¿Qué sucede?
—Lo hago por ti, mi amor.
Mi padre se pone de pie y sale del cuarto.
—Papá…
No se detiene y sale, dejándome confundida y con un extraño presentimiento en mi pecho.