Capítulo 6
Entramos, revelando chicas bailando semidesnudas alrededor de postes y hombres ofreciendo dinero.
Me quedé boquiabierto y me volví hacia Mark John, que estaba conteniendo una sonrisa divertida.
¿Fue esta tu idea? ¿Un club nocturno? Levanté una ceja hacia él, que estaba pidiendo dos bebidas, apoyado contra el mostrador.
-Tienes razón, demasiado presionado para alguien como tú- bromeó de nuevo tomando los vasos en la mano, para darse la vuelta, entregándome uno el cual acepté.
-¿De casualidad me reta jefe?- lo retomé con su propio tono juguetón, observándolo quitarse la chaqueta, destapar la camiseta que parecía haber sido pintada en ese cuerpo perfecto, dejando al descubierto sus antebrazos.
-Yo nunca podría- Confesó con una mirada de guiño, remangándose más los puños.
Terminé la bebida, tirándola de golpe en el mostrador, levantándome de la banca, caminando debajo del escenario donde una chica estaba bailando, cubierta solo por una mini tanga, sacando un billete de su bolso, girándome hacia Mark John que me miraba. curioso con una ceja levantada.
Cuando la niña se agachó, manteniendo las manos apretadas alrededor del poste, deslicé los billetes en el elástico de su tanga, inclinándome sobre el escenario y vi que echaba la cabeza hacia atrás.
También comencé a balancearme lentamente, al son de la música rítmica pero sensual.
Hasta que sentí dos manos fuertes, apoyadas en mis caderas, haciéndome saltar, y extendiendo un calor extraño dentro de mí, como un ardor que se extiende, deteniéndome en el lugar.
-No te hice tan descarado- se apoyó contra mi oído, susurrando esas palabras con voz ronca, haciéndome suspirar sin demostrarlo. Cuando me di la vuelta.
-Creo que tienes una idea equivocada de mí. ¿Quién te dice que fuera de esa oficina no soy diferente?- respondí, manteniendo la mirada fija en la bailarina, y los muchos hombres que la miraban, mientras algunos hablaban entre ellos.
Sentí sus manos subir lentamente, sintiéndome ceder, y un extraño latido entre mis piernas.
-Probablemente... sería interesante saber lo diferente que eres- susurró esas palabras, causándome agradables escalofríos, y su cuerpo envuelto alrededor del mío no me ayudaba a pensar con claridad. Pasé todos mis años de secundaria soñando con él así, sintiendo su cálido aliento en mi cuello, sus manos tocándome y encendiéndome.
Cuando conocí a Trevor en el último año. Era un chico perfecto y amable. No el clásico guapo y pendejo, que al parecer me encantaba. No, él era simple, genuino. Al menos eso pensaba, hasta que descubrí dos años después que estaba con Lisa. Siempre estaba fuera por trabajo, por lo que pudo verme muy bien la mayor parte de la semana, advirtiéndome que tenía que salir a trabajar dos días o más. Me pareció extraño que después de dos años no quisiera presentarme a su familia. Pero no le prestó atención. Dijo que no me preocupara, me colmó de regalos y yo era el indicado para él. Un amante, un simple suplente, cuando no sabes qué hacer. Al recuerdo, una lágrima cayó, alejándose de la fuente de calor de Mark John, tratando de desviarse hacia un rincón aislado, donde nadie pueda ver que en realidad soy siempre la misma niña herida.
-Cristhina- Escuché su dulce voz, e inmediatamente después su cálida mano se envolvió alrededor de mi muñeca que parecía palpitar, sintiendo mi corazón latir con ciertos recuerdos.
-¿Dije algo malo?- Agregó en voz baja, como si estuviera preocupado.
Asentí, levantando mis ojos que antes habían mirado el piso blanco pulido, en su miel.
Me arrastró hasta una mesa pequeña, nos sentó, me trajo otra bebida y se colocó a mi lado.
-Solo era su amante, un pasatiempo como cuando haces crucigramas- le revelé con tristeza, escuchándolo suspirar.
-Lo siento- admitió ella, viéndolo sacudir el vaso.
-También viste lo hermosa que es Lisa. Es alta, un físico envidiable. ¿Mientras yo? siempre soy el mismo Solo que con un vestido y unos tacones que no sé ni cómo ponerme siento mi dedo meñique antropizado- añadí entre sollozos, tratando de contener las lágrimas para no mostrarme débil y frágil. Y si era cierto que in vino veritas, juro que estaba surtiendo ese efecto. Solo esperaba no ir más lejos.
-Cristina, mírate. No tienes nada que envidiar a ese snob altivo. Definitivamente estás hermosa esta noche, y lo digo como un chico común y corriente, no como tu jefe- esa dulce y firme confesión me hizo abrir mucho los ojos.
Me sentí catapultado al . En esa fiesta bajo la glorieta. Pero no recordaba nada. Estaba hablando con otra Cristina sin saber que todavía era yo.
-No lo creo. Vi como la mirabas fascinado. Sé que nadie mirará así a alguien como yo- Suspiré rodando los ojos, mirando el candelabro en forma de gota. El alcohol y el vino tragado definitivamente tuvieron efecto. Ya no estaba pensando. Un momento antes era catwoman y ahora me sentía como Rosalinda en -Wind of passion-.
Se levantó tomándome de la mano, tratando de seguirle el paso, abrió de par en par la puerta de la habitación y salió hacia el auto. Cuando fui a abrir la puerta me clavó antes de entrar, con una mano en el techo y otra en la puerta abierta, viendo los músculos tensos.
-Dime, ¿cómo te miro ahora?- Preguntó junto a mi cara, sintiendo un intenso olor a colonia que embriagaba y confundía mi cabeza dando vueltas, mientras mi estómago daba volteretas que ni en el circo veía.
¿Cómo me miró? Era cálida miel, brillaba con una chispa que no conocía en otros ojos. No quería volver a caer en un beso, arrepintiéndome al día siguiente, como si nada existiera, poniendo en peligro un nuevo trabajo.
-No lo sé, Mark John- La arrastré hacia allí insegura, aunque esperaba que fuera de otra manera.
Suspiró cerrando los párpados, apretando la puerta con más fuerza.
-¿No sabes o no quieres verlo?- Se acercó, encadenándome en esos ojos que siempre me habían fascinado. Podía oír su respiración entrecortada, su barba incipiente.
Llevó una mano detrás de mi espalda baja, deslizándose debajo de mi chaqueta, sintiendo un hormigueo, atrayéndome más contra su pecho.
-¿Ni siquiera te das cuenta ahora?- susurró con voz ronca en mi oído, tanto que tocó mi lóbulo, reduciendo mis piernas a una suave gelatina. Sentí su miembro presionando contra mi pelvis. Oh, Dios mío, tenía que mantenerme alejado. Años de quererlo, dibujar corazoncitos alrededor de su foto, maldecirlo, y en los momentos más inoportunos a la edad de años, incluso pensar en él dentro de mí en plena crisis hormonal, usando un regalo de Kitty para satisfacer su deseo. Oh Cristo, estaba en muy mal estado.
-Mark John- su nombre ahogado, no podía mantener su ansiosa mirada al menos tanto como la mía, sobre él. Era guapo, y definitivamente más varonil.
Dios, estaba temblando, y sus lentas caricias en mi espalda baja enviaban pulsaciones en mi abdomen inferior.
-¿Tienes que decirme algo?- Preguntó con voz divertida. Juro que sabía lo que me estaba pasando, y su erección era una clara prueba de que me deseaba.
-No…yo, sí…pero. No puedo- espeté masticando mis palabras, deslizándome de él cuando entré, viéndolo suspirar pesadamente, cerrando la puerta.
El viaje de regreso fue corto, afortunadamente. Nunca le había explicado por qué la de ida siempre me parecía más larga que la de vuelta. Tal vez porque te fuiste con intenciones excitantes, alargando la espera, y cuando volviste desististe de que ya todo había terminado.
Salí del auto, inclinándome sobre la ventana bajada.
"Gracias por esta noche", revelé, mordiéndome el labio, observándolo mantener sus manos apretadas alrededor del volante.
-No tienes que agradecerme. Nos vemos el lunes en el trabajo. Puntual- añadió con frialdad, alejándose de mí, viéndolo partir de nuevo, y desaparecer en la oscuridad de la noche. Seguro que me habría maldecido todo el domingo, viendo la repetición de mi telenovela, pero no podía involucrarme con alguien como Mark John.
¿Qué diablos estaba haciendo? Iba a besarla. No fue posible. No pude. No porque ella fuera mi secretaria, nunca había tenido tales problemas antes. Sino porque ella era diferente.
Tuve que olvidar lo que estaba a punto de hacer, así que decidí llamar a Natasha para ir a su casa.
Aparqué en su camino de entrada y toqué el timbre.
Vi desde la ventana, la luz de la entrada encenderse, e inmediatamente después su figura apareció por la puerta, con solo una muñeca roja puesta.
-Abogada noche agotadora?- Apoyó la cabeza contra el marco de la puerta, mirándome con lujuria.
No respondí, haciéndola retroceder, apoyándola contra la puerta para cerrarla. No estaba bien que me acostara con ella solo para olvidar lo que quería pero no podía hacer.
Ella me sonrió con picardía, levantando la muñeca para él, acariciando su suave muslo hasta su firme trasero, escuchándola jadear.
Cerré los ojos, pensando en la cara de esa dulce bicho raro, apoyando mis labios en ella, oliendo a tabaco, que aunque me molestaba no quería parar, levantándola corporalmente para llevarla a la habitación, acostándola sobre la cama.
Me quité la camisa, desabrochándola, mirando su cuerpo moverse con entusiasmo, temblando de anticipación. Me arrastré encima de ella, tomando su cara entre mis manos, besándola con entusiasmo, sintiendo su reciprocidad, deslizando sus bragas, besando su muslo interno, observándola cerrar los ojos, subiendo, tomando un pecho firme entre mis dedos. Me desabrochó los pantalones, agarrando un condón de la mesa de luz, liberando la erección que no había disminuido por culpa de esa dulce y torpe chica.