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Capítulo 5

Me desperté saludándola a su vez, saliendo a ahuyentar pensamientos, cosa que no debí hacer, o al menos no con ella.

Llegamos al restaurante, con una extraña agitación. Tenía que ser resuelto como siempre.

Me ajusté la chaqueta, que de repente pareció quedarme apretada, y le ordené groseramente que me siguiera el ritmo. No tenía término medio.

Cuando entramos siendo escoltados por la señorita, a nuestra mesa. La vi quitarse el abrigo, dejando al descubierto un leve escote, pero que dejaba entrever sus generosos senos, que no había notado en los suéteres sin forma. Y aunque todavía usaba anteojos y casi sin maquillaje, me excitó.

Llevé mis manos juntas frente a mi rostro, tratando de pensar en algo que me sacara de esta situación mental, intimidándolo de que tenía hambre. Qué mierda, Mark John.

Hasta que se abrió la puerta del restaurante, reconociendo a mi cliente, que se giró hacia nosotros, y luego vino.

Noté a Cristhina, con el rostro cubierto por el menú, tratando de apartarlo de ella. Estaba perdiendo los estribos cuando se lo arrebaté a la fuerza, tirando la carta del menú sobre la mesa.

-Cristhina- afirmamos al unísono.

Me quedé estupefacto por un momento, cambiando mi mirada a mi cliente, quien también parecía tan perturbado como yo.

-Cristhina conoces a mi cliente Trevor Smith?- Pregunte casualmente al ver esos ojos azules perdidos y confundidos. Mientras fruncía los labios asentía.

Sí, Marcos Juan. Estábamos…- comenzó torpemente, gesticulando, metiéndose el cabello detrás de la oreja, dejando al descubierto diminutos diamantes en el lóbulo de la oreja.

-Prometidos. Ella era mi novia- continuó Trevor sentándose, golpeando con las yemas de los dedos, avergonzado, sobre la mesa. Para luego sonreír.

- Veo que estás bien. Te has convertido en una estatuilla. Felicidades- reveló con picardía, mientras yo perdía la paciencia. Estábamos aquí para discutir el caso, no para insinuar a mi secretaria.

La vi deambular con la mirada.

-Ya parece eso- señaló secamente. Tenía que admitir que tenía bastante temperamento, por así decirlo.

Lo siento por cómo nos separamos. Espero que te hayas recuperado de nuestra ruptura. ¿Tienes a alguien en este momento?- Agregó interesado, apoyando su codo en la mesa, pasando su dedo índice por la nueva barba, oscura como su corte rapado.

Eso es suficiente. Estaba cruzando la línea. Si quisiera tener compañía para follar, también podría ir a un club nocturno.

Noté que tomó aliento para abrir la boca, luchando, cuando hablé. No sabía por qué, pero tenía ganas de defenderla. Yo era un idiota, pero él parecía ganarme.

-Sí. Ella está conmigo- Le informé bruscamente, notando que sus iris negros se oscurecían más, y luego miré a Cristhina quien parecía petrificada por mi falsa confesión.

-Maldita sea, no lo creo- dijo, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

-Yo tampoco- susurró Cristhina débilmente, mirándome de reojo, para imitar un -gracias-. Le sonreí, se veía tan indefensa. ¿Quizás fue por ternura?.

Comenzamos a ordenar, cuando vi a una chica con el cabello rubio suelto, ceñido en un vestido rojo, caminando hacia nosotros, colocando un brazo alrededor del hombro de Trevor, y luego dándole un beso en los labios, sentándose, quitándose la chaqueta para déjalo detrás de la silla.

Nos sonrió, cruzando los brazos sobre el mantel, tamborileando con las yemas de los dedos con las palmas de las manos sobre la mesa.

"Lamento la demora", se disculpó, apartándose el cabello hacia un lado y mirando a Trevor.

Observé que Cristhina palidecía, se levantaba para que no la vieran, se acomodaba en la silla y se aclaraba la garganta. Tomé su mano sobre sus rodillas, guiñándole un ojo, para hacerle saber que estaba en eso. yo era el pendejo Tal vez el mundo se estaba acabando, tal vez los mayas se equivocaron.

Sentí una agradable sacudida, colocando mi palma sobre la suya, sintiendo lo tensa y visiblemente esforzada que estaba, tratando de tranquilizarla, mirándola a los ojos.

-Entonces, ¿cuánto tiempo lleváis juntos?- preguntó Trevor de repente, mientras yo cortaba la carne.

-Durante un mes- revelé, pensando en lo primero que se me vino a la cabeza.

Observándolo asentir, para volver a comer.

-Puedes ver, eres tan lindo- exclamó Lisa, la novia de Trevor. Era modelo, y por eso siempre se mudaba por trabajo.

Observé a Cristhina tomar la copa de vino, cerrar los párpados, tragarlo y luego devolverlo a la mesa, sirviéndose un poco más.

A este ritmo la habría traído de vuelta, pero aun así no la detuve. Estaba adorable de vergüenza, y dios, por primera vez me estaba divirtiendo como loco, en la cena de negocios.

Llevé una servilleta a mis labios, escondiendo una sonrisa.

-Me decías que no te quiere dar la parte de la casa, porque no cuidaste a tu madre, mientras ella siempre ha estado disponible y cerca de ella, cuidándola- le confirmo a Trevor palabras, discutiendo el caso.

Lo vi asentir, tragando el bocado.

-Sí exactamente. Mi hermana optó por quedarse al lado de mi madre, pero la casa es para las dos.- Agregó en tono enojado, viendo a Cristhina con la cabeza gacha, anotando todo.

-No te preocupes. Consultaré que hacer- Le tranquilicé, terminando de cenar entre conversaciones ligeras, para luego despedirme.

-Hemos estado bien. Ah Cristina, me alegro por ti. Cuando necesites un amigo, ya sabes dónde encontrarme- le informó, mientras Lisa estaba afuera fumando un cigarro, acercándose la chaqueta al cuello.

La vi reír amargamente, sacudiendo la cabeza.

-¿Amigo? Por favor, Trevor, ahórrame tu caridad. Y de todos modos estoy ocupado como puedes ver. Te saludo- Respondió llena de odio, dando un portazo al restaurante, saliendo delante de mí, quien le dio la mano a Trevor, para contactarlo sobre el caso. Todavía era mi cliente, excepto que era mi cliente gilipollas, el exnovio de mi secretaria.

La vi caminar sin descanso hacia el estacionamiento. Menos mal que fue lento. Aumenté mi ritmo, agarrando su muñeca, causando que se detuviera en su lugar.

-Cristhina, sé que estás emocionada, pero se necesita profesionalismo. Dicho esto, estuviste increíble. Se merecía tal respuesta- revelé, viendo una sonrisa aparecer en ese dulce rostro.

-Gracias jefe- respondió burlonamente, y luego subió al auto.

-No quiero volver a casa. ¿Tienes alguna idea de un lugar para olvidar tus pensamientos?- Preguntó mordiéndose los labios, frotándose las palmas de las manos en las rodillas, siguiendo ese movimiento.

En mi cama. Quería responder. ¿Qué diablos es Mark John contigo?

-Sí, pero no creo que una chica casta y refinada como tú pueda apreciarlo- me burlé de ella, conteniendo la risa.

Cuando se inclinó hacia mi oído, sintiéndose raro, me sopló en el lóbulo de la oreja.

-¿Y quién te dice que soy casto?- Antes de regresar a su lugar, en el asiento.

¿Era el mismo monstruo o me faltaba una pieza? Esto estaba empezando a hacerme cosquillas, y no era bueno, en absoluto.

No sabía si era más el vino que poco a poco empezaba a afectar mi cuerpo y mi mente, o ver a Trevor de nuevo, o simplemente el efecto que Mark John siempre había tenido en mí.

Me sentí más segura, sin inhibiciones, había dejado a un lado a la incómoda Crysty, y tal vez lo prefería así.

Me había pillado desprevenida, no me imaginaba que me estaba defendiendo. Pero no tenía que hacer películas mentales, era bueno haciéndolas pero luego se desmantelaron por una dura realidad.

Aparcó frente a un club. Desde fuera parecía sofisticado, una puerta dorada y una alfombra roja en el suelo. Salí del auto, casi tropezando con la grava que cubría el asfalto, en dirección a la entrada.

-¿Estás lista para entrar?- me preguntó, deteniéndose en mis ojos para entender mi respuesta, avergonzándome de nuevo, decidiendo asentir.

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