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Capítulo 7

Sin embargo sus ojos azules parecían un cielo oscuro esperando ver el sol, tan llenos de deseo que querrías escucharla jadear debajo de ti, descubrir su cuerpo debajo de ese vestido, y sus generosos senos, verla sonrojarse con cada embestida.

Si bien las manos que me tocaban eran expertas, no había timidez, era rudo, diferente. Era una necesidad de ambos lados. Miré sus ojos verdes antes de deslizarme dentro de ella mientras separaba sus labios, sintiendo su pecho subir y bajar con cada embestida, no había necesidad de ser suave.

La volteé sobre su estómago, agarrando sus caderas, viéndola balancearse con el deseo de ser tomada, atrayendo sus nalgas contra mi palpitante erección, hundiéndome de nuevo, viéndola agarrar el borde de la sábana deshecha entre sus manos apretadas en un puño. mientras su cabello caía frente a su rostro, escuchando jadeos cada vez más fuertes saliendo, concentrándome solo en satisfacer mi necesidad, sintiendo las estrechas paredes, hundiéndome más, hasta liberarnos, sintiendo su cuerpo tembloroso sacudido por los espasmos, saliendo lentamente de ella.

Fui al baño para enjuagarme y refrescarme la cara.

Me di la vuelta, secándome las gotas que quedaban en mi barba, mientras él permanecía con una mano en la jamba, desnudo. Era hermosa, lo admití, y una mujer muy deseable.

"¿Planeas quedarte esta noche?", preguntó, mirándome, pasándose el pelo por detrás de los hombros.

Dejo la toalla, poniéndome de nuevo la camisa, abrochándola frente al espejo rodeado de dos focos.

-No Natasha. Nos vemos el lunes en la oficina- le insinué seriamente, colgando el cinturón de mi pantalón.

La sentí empujar una mano fuerte contra la jamba.

-Dime Mark John, ¿en qué nos estamos convirtiendo tú y yo? ¿Soy solo una mujer para follar cuando te da la gana?- Preguntó oscura y fría, sentí que sus ojos se oscurecían.

Estaba siendo un imbécil, lo sabía bien.

-No, pero por ahora no puedo darte más- Revelé acercándome a su figura, viéndola asentir, acariciando su costado desnudo, mientras me dejaba un beso en los labios. Antes de acompañarme a la puerta, despedirme.

Me fui a casa, me tiré en la cama, miré el celular encenderse, para ver de quién era el mensaje. Sonreí ante ese nombre.

Secretaria rara.

- gracias de nuevo por esta noche, no creo que lo hubiera logrado si no me hubiera ayudado. Y gracias también por las bebidas ofrecidas.

Negué con la cabeza divertido. Que chica tan extraña. No podía haber nada con ella, pero decidí responderle como cortesía.

- No gracias, ¿de acuerdo? Y después de esta noche dame un poco -tú-. Nos vemos el lunes Christy.

pov.Cristina

Subí los escalones de la puerta principal, entré a la casa, quité los cerrojos que le había dado a la puerta con la llave larga. E incluso si hubiera entrado un ladrón, habría encontrado miseria y pobreza absolutas.

Tiré la bolsa en el sofá y también el abrigo, caminando como un zombi sobre la cama, dejándome llevar contra ella con un peso muerto, sintiendo algo duro debajo de la espalda, destapando el control remoto para encender la televisión.

Encontré el canal poniendo la última repetición de -Wind of passion-, tirando las mantas sobre mis rodillas, y una almohada detrás de mi espalda para mirar, pensando en Mark John y su erección, causada por mí, sintiéndome sonrojar.

-Rosalinda, quieres entender que te deseo, te juro que con Lusinda no hubo nada, solo un beso robado.

- Teodoldo no puedo confiar en ti, no estoy listo para ver mi corazón destrozado. Tengo una madre enferma que cuidar, necesito tiempo.

-Por favor Rosalinda, solo dame una oportunidad, una para demostrarte que he cambiado, y si no quieres te juro que te dejo en paz.

Llevé mi mano a mi corazón, escuchando esas palabras llenas de amor, sus súplicas, viendo a la protagonista asentir, y cerrarse en un abrazo antes de ser besada apasionadamente, consumiendo su amor en un granero.

Y aparentemente mi vecino también estaba consumiendo en la habitación contigua a la mía, con música rock a todo volumen.

Cogí mi teléfono móvil y le envié un mensaje de texto a Mark John para agradecerle. Cuando me respondió enseguida. Y mi diminutivo como terminación. cristian Mis ojos se iluminaron.

Llevé mi dedo índice a mis labios, indeciso si responder o no, mientras comenzaba a escribir.

-Está bien, no más, gracias Mark John. Nos vemos el lunes en la oficina.

Esperé la respuesta que no llegó, apagué el celular, colocándolo en la mesita de noche.

Cuando pronto escuché un golpe en la puerta.

Salté, mirándome en el espejo. Diablos, ¿y si fuera él? Si hubiera vuelto aquí como Theodoldo. Iba a abrir la puerta, cuando encontré en el portal a una Kitty despeinada, que parecía haber pasado la revolución.

-¿Qué diablos haces aquí a estas horas de la noche?- le pregunté, dejándola entrar, viéndola caminar hacia la heladera como si fuera su casa, tomando una cerveza.

-Tu vecino, Jason. Oh Dios no lo entiendes, perfecto- exultó soñadoramente, llevándose la lata a los labios.

-¿Has estado en la cama con la platija?- repliqué al verla asentir con los labios tapados por la lata, que colocó sobre el mueble.

-No me sermonees, cada uno tiene sus propias necesidades. ¿Prefieres con tu jefe?- Me sacó de mis pensamientos, sintiéndose asqueada por el hecho de que había escuchado a mi mejor amiga gemir con mi vecina mientras veía un programa desgarrador.

La observé esperar una respuesta, golpeando la mesa con sus uñas moradas y levantando una ceja.

-Nada, era una cena de negocios. ¿En qué estás pensando?- Respondí vacilante, recordando sus manos en mis caderas y su cálido aliento en mi cuello.

-¿Nada? Extraño porque veo una luz extraña- me miró fijamente a los ojos, como si supiera que le estaba mintiendo, pintando una sonrisa de satisfacción en el rostro destrozado de alguien que le dio mucho.

-Tal vez porque lloré por la telenovela. Admito tal vez algunas miradas y golpes. Kitty estaba a punto de besarme, él, el chico con el que siempre soñé- Me regocijé acercándome a ella, tomando sus manos, bailando en el lugar, como cuando éramos nuestros primeros enamoramientos en primer grado de secundaria.

-¿Y tú? ¿Qué le dijiste? ¿Lo besaste?- Preguntó a ráfagas, sin respirar, permaneciendo pegada a mis ojos ya sus inquisidores.

Negué con la cabeza, bajando la mirada.

-No, no lo besé. Lo conoces como es y no quiero que vuelva a pasar como esa noche- admití con tristeza, siendo envuelta en un abrazo.

-Deberías decirle a Llorar.- Me advirtió dejando su agarre sobre mí débilmente.

-Lo pensaré- mentí viéndola detenerse en mi mirada, antes de abrir la puerta.

-Voy por la segunda ronda. Ah, los corchos te vendrán bien cariño- Agregó, antes de hacer un gesto vulgar con la mano, quedándose asombrada, cerrando la puerta divertida.

Arrojándome sobre la cama, quedándome dormido con sus labios sobre los míos.

¿Sabes el domingo por la mañana, cuando no tienes que ir a trabajar y puedes dar vueltas en las mantas llenándote de mierda hasta la mañana siguiente? ¡Aquí no estoy!

Escuché que el timbre de la puerta sonaba persistentemente, con ese repique molesto que hacía, decidiendo que tenía una opción. Abre la maldita puerta.

Aparté las sábanas de mala gana, saliendo de mi refugio, con un terrible dolor de cabeza, debido a la noche anterior. Sentí fuertes latidos en mi sien, como si mi cabeza estuviera a punto de explotar cuando me quité el paño húmedo que había colocado en mi frente. Caminando hacia la puerta, que abrí para alejarme. Ya sabía quién era.

El domingo por la mañana significaba:

-Madre

-Quejas de la madre

-Pasta de la madre

-Sermón de la madre.

Todo rodeado de mis pocas ganas de conversar con cualquier ser humano.

La escuché entrar, su tacón resonando en el piso, cerrando la puerta, colocando su bolso sobre la mesa.

-¿Ya no saludamos a tu madre?- Bromeó ofendido, cruzando los brazos sobre el pecho, quitándose la estola de piel.

-Mamá es domingo por la mañana, tengo sueño, tengo hambre, y tengo sueño- exclamé, volviéndome en su dirección, arreglándome el cabello, que parecía haber visto un espantapájaros.

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