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Capitulo 1

Capítulo 1

UNOS DIAS ANTES…

ARIANNA

Arianna mira con cara de póker al hombre que esta acostado en el sofá negro de su oficina que le cuenta lo mal que esta y lo mucho que quiere suicidarse a causa de que su esposa lo dejó sin ningún motivo. Como Psicóloga su deber es escucharlo y ayudarle a encontrar una solución a sus problemas, sin importar cuantas veces el hombre solicitara terapia con ella.

—Pedro, hace ya cinco años que tu esposa te dejó. Así que, ¿Es realmente este el problema que te agobia o hay algo más?

—Ves, es por eso que me encanta venir con usted, doctora Ruiz, siempre parece saber que me sucede algo más. —Aria trata de no poner los ojos en blanco y girarlos, eso no sería nada profesional. Ve la hora en su reloj de la mano dándose cuenta que solo le quedan quince minutos para acabar con su paciente y debía darle una solución antes de que este se fuera.

—Gracias. Pero, ¿porque mejor no me dices que es lo que te pasa y así poderte ayudar?

—Tiene razón, ella ya no me importa. La verdad es que solo odio que ella esté haciendo una vida sin importar los quince años que vivimos juntos...

—Correcto, ahora sí puedo ayudarlo. ¿No has pensado en hacer tú lo mismo, seguir con tu vida?

—Si, solo que me aterra iniciar una relación desde cero, esforzarme solo para que al final me pase igual. —perpleja, Aria se enfrenta a sus propios temores vividos a través de su paciente.

—Hay muchas formas de seguir adelante, Pedro, y una de ellas es enfrentar tu pasado. Perdonar y seguir adelante.

—Tiene razón, doctora Ruiz. —Arianna era buena dando consejo o escuchando simplemente a otras personas, pero nunca ponía en práctica sus propios consejos. Desde su divorcio se metió de lleno en el trabajo y en su hija.

Después de terminar su hora con Pedro, terminó de rellenar su expediente mientras que le pedía a su secretaria que fuera a su oficina.

—Doctora Ruiz, aún le queda una pareja más.

—¿Como? Pensé que el señor Pedro era el último.

—Lo sé, lo siento. Esta pareja llamo a último momento para solicitar verla hoy mismo.

—No, Carla, sabes que no es así como trabajo. Por algo te encargas de llevar mi agenda y programar mis citas, y diez son solo los pacientes que veo por día.

—Lo sé, señora. Y lo siento muchísimo, pero es que ellos insistieron tanto que...

—¿Ellos? —pregunta Aria incrédula—. ¿Como dos hombres?

—Si. Bueno eso me dijeron —las mejillas de Carla se tiñen de rosa. Aria se recuesta en su silla algo perpleja, nunca había tenido como pacientes a una pareja gays.

—Bien —suspira—. Hazlos pasar.

—En seguida. —Carla sale del consultorio dejando la puerta semi abierta, Aria agarra su Tablet y abre un nuevo archivo para esta pareja. Un suave golpe suena cuando tocan la puerta—. Adelante por favor, pónganse cómodos. En seguida los atiendo. —les dice sin levantar la vista aún.

—Creo que me sentaré aquí, de ese modo estaré más cómodo. —la voz del hombre la hace reaccionar, pero más lo hace sus acciones; con descaro se acerca a ella haciéndola girar para luego sentársele en las piernas y darle un beso en la mejilla.

—¡¿QUE DEMONIOS HACEN AQUÍ?! —les pregunta mirando a Junior y Ricardo, el cual se acuesta en el sofá y habla.

—Pues, veras, doctora Ruiz: el único modo que usted y su culo estirado nos preste un poquito de atención es este, así que hemos venido.

—No soy estirada, tengo trabajo que hacer y una vida que atender.

—Me parece que no estas atendiendo tu vida, corazón, sino las de otros. —le dice Junior besándole la mejilla una vez más.

—¡Quítate de aquí, idiota! ¡SABEN QUE VAN A PAGAR POR ESTA HORA EXTRA! —los amenaza.

—Ya hemos pagado en efectivo —Ricardo le da una mirada perezosa. Ella los mira dudosa, coge el teléfono fijo y llama a su secretaria.

—¿La pareja a cancelado ya su cita?

—Si, doc. ¿Algún problema?

—No, cariño. Descuida —cuelga y los fulmina—. Ahora si los puedo atender.

—Oh, vaya, es usted muy amable —Junior tan sarcástico como siempre toma asiento en el otro sillón—. Iremos directo al grano: estamos planeando subir a la montaña y queremos que vayas...

—No, no puedo ir. Estaré muy ocupada. 

—Joder, Arianna, antes solías ser divertida. Solías ir con nosotros a practicar senderismo. Camping. ¿Dónde quedó esa chica? —la acusa Junior.

—Antes no tenía hija...

—¿CÓMO QUE NO? —la increpa Ricardo al incorporarse—: Sam fue, por así de decirlo, la primera bebé en subir a la montaña.

—No sabía que estaba embarazada cuando subí, eso no es lo mismo.

—No lo es porque así quieres que sea. Sam está feliz de que subas con nosotros.

—¿Hablaste con ella? —pregunta indignada, Ricardo tiene la decencia de parecer avergonzado—, no involucres a mi hija en esto, Ricardo. Te amo, pero acabas con mi paciencia fácilmente. No quiero salir chicos, me gusta pasar tiempo con mi hija y eso es todo, además que mañana es el evento de fin de año en el colegio y ella bailará y debo asistir. Así que, si me disculpan, ya es tarde y quiero irme a casa al igual que vosotros, par de idiotas. —comienza a guardar sus cosas dando por terminada la sección con ellos.

—Espera, pero si solo llevamos diez minutos, aun nos quedan unos minutos más.

—No, no te queda nada. Ahora salgan de aquí.

—Mierda estos han sido los diez minutos más caros de toda mi vida. Pagar 20$ por solo verte unos minutos no es justo.

—Hacerme perder el tiempo tampoco es justo. —lo contrataca ella agarrando su bolso y saliendo detrás de ellos del consultorio.

—Vamos, Junior, ella es demasiado cabezota para salir un rato con nosotros, nuestra Aria ya no existe. —Dice Ricardo caminando por el pasillo hasta el ascensor y sube en él sin esperarla a ella. Para Aria eso estaba bien ya que no deseaba seguir hablando más del tema con ellos, nunca comprenderían el vínculo que se tiene con un hijo hasta que sean padres.

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