Capítulo 4. Se acabó el juego
Por Alejo
Entramos y el lugar estaba lleno de gente, por lo que tardé unos minutos hasta llegar a los reservados de fondo, esos en donde había cierta intimidad.
Mis amigos venían detrás mío, mis pasos eran dados automáticamente, creo que arrastraba los pies, o tal vez tardaba a propósito para no descubrir lo inevitable.
Me paré unos metros antes de llegar y saqué del bolsillo de mi camisa, la cajita que contenía la sortija que con tanta ilusión y amor compré.
Se la muestro a mis amigos, ninguno se anima a hablar.
Con el estuche en la mano, sigo caminando, mis piernas tiemblan, mis manos sudan y tengo mi garganta reseca.
Malditas discotecas modernas, en donde todos cogen en cualquier lugar, sin importarles si alguien los está mirando.
Ya sé que yo hacía lo mismo, bueno, eso en un principio…ya no lo hacíamos más allí, luego de esas primeras veces, siempre íbamos a un hotel.
Al llegar al que creía que era nuestro sitio, la vi, ella estaba de espaldas a mí, sentada sobre ese tipo, que era bastante mayor que nosotros, todos estamos en nuestros 22 años.
Ese hombre tendría más de 30 años y estaba tan entusiasmado enterrando su cabeza en el pecho que creía que era solo mío, que no se dio ni cuenta que los estaba observando, mis amigos estaban uno a cada lado mío, creo que iban a impedir si decidía agarrarlo a trompadas.
En realidad estaba envuelto en una nebulosa, con baldes de agua congelada cayendo sobre mi cabeza y cuchillos que se clavaban en mi corazón.
Tomé el cabello de Marina y lo tiré hacia atrás, su cuerpo, con el envión, también se fue hacia atrás y sus grandiosas tetas quedaron totalmente expuestas.
—¿Qué te pasa?
Me grita el tipo.
Marina estaba pálida, no sabía qué hacer.
—Veo que no me esperabas.
Le digo con un dejo de sarcasmo.
—¿Qué significa esto?
Le reclama el tipo.
¿Ella jugaba a dos puntas?
Se para y como no, el miembro del tipo quedó en el aire.
Por si me quedaba alguna duda de que estaba cogiendo.
Se arregló la ropa y él tipo guardó su miembro, se le acabó, al menos por el momento, su diversión.
—Yo…lo lamento…me equivoqué…es que…
—¿Qué te pasa?
Le pregunta el idiota que estaba con ella.
—Tres años estuve esperando el momento de recibirme para proponerte matrimonio, ayer cumplí una parte de mi sueño y hoy…
Abro el estuche ante el estupor de mis amigos, que por un momento creyeron que igual le iba a proponer matrimonio.
—Es la sortija que simboliza mi amor y mi lealtad, te fui fiel hasta con el pensamiento, me enfrenté a mis amigos, cuándo pretendían hablarme de vos y hasta con mi familia, que no le dije mis planes, porque el lunes me convierto en director adjunto de Electrodomésticos Monti SRL., pensé que ya nada nos iba a separar para que te conviertas en mi señora…ni siquiera valés mis pensamientos.
—Alejo…te amo, perdoname.
Me reí hasta que las lágrimas saltaron de mis ojos.
—No sos la dama que pensaba, deliraba por vos y por tus tetas que recién ese infeliz te estaba chupando.
—Fue sólo un desliz…
Dijo la muy hipócrita.
—¿De qué mierda hablás? Estamos a punto de convivir, hace seis meses que salimos.
Dijo el tipo.
—Sos una hija de puta, una prostituta cualquiera.
—¡No la insultes!
—Hago lo que quiero y es verdad, vamos a ver de qué vas a vivir cuando no cuentes con mis depósitos bancarios.
Le muestro la sortija.
—¿La querés? ¡Es tuya!
Le estoy por dar la sortija, cuando Walter me la saca de la mano.
—¿Estás loco? ¡Vale medio millón de dólares!
Gritó.
Él no sabía cuánto la pagué, aunque no estaba muy lejos de la realidad la cifra que dijo, pero estoy seguro que lo dijo para molestar a Marina y vea lo que se perdió, por puta, por maldita.
No entiendo, me tenía a sus pies, soy un excelente candidato, soy millonario y estábamos bien en la cama.
No existe ninguna posibilidad de seguir adelante con ella.
Me quitó todo.
Me sacó la alegría.
No sé porqué lo hizo.
Me tenía íntegro, era solo suyo, deliro por ella.
Lo es todo para mí, realmente algo murió dentro de mí en este momento.
—Ale…amor…perdoname, te amo.
Dijo abrazándose a mí.
Se debe haber dado cuenta que perdió mucho esta noche.
No creo que le importara haber perdido mi amor, al escuchar lo que valía la sortija, sus ojos casi se le fueron para atrás y cuando por fin le dije el nombre de mis empresas, hasta el infeliz que estaba con ella, se calló la boca.
Walter guardó en su bolsillo la sortija, a mí ya no me importaba.
Sentía que mi alma y mi corazón estaban secas.
No es que se acabó lo que sentíamos, ella nunca sintió nada.
Jamás me valoró, recuerdo que la primera noche juntos, en ese mismo sillón de esa misma discoteca, ella se asombró cuando le dije que quería algo serio, para mí no era una aventura pasajera, para mí, ella era el amor de mi vida.
El tipo que estaba con ella debía ser un rata, tenía más de 30 años y cogía en una discoteca como si fuera un adolescente.
Por supuesto que Marina me va a extrañar, al menos va extrañar mi dinero.
Me siento un infeliz.
Perdí a la mujer de mi vida, tal vez nunca fue mía.
Cogió conmigo la primera vez que estuvimos juntos y yo le creí cuando me dijo que solo se había acostado con uno sólo antes de mí.
¿Realmente soy tan ingenuo?
Todos intentaban decirme cómo era ella.
Hasta mis padres deben saber cómo es.
Walter la debe haber visto en la puerta de la discoteca, por eso fuea buscarme.
Recuerdo que estuvo todo el día tratando que yo lo escuche.
Yo estaba obsesionado con sus malditas tetas y no escuchaba razones.
Me incendiaba solo cuándo pensaba en ella.
Es una traicionera, espero que sufra como la maldita perra que es.
Le deseo lo peor, realmente no le puedo desear nada bueno.
Por suerte y gracias a mis amigos, descubrí su juego, ellos sabían la verdad.
En la facultad me rehusé a engañarla y aunque mil veces moría de ganas de tener sexo, me la pasaba a pura paja.
Fui un idiota.
Con mis amigos, nos dirigimos hasta la barra del lugar, nunca me había emborrachado, sí había tomado un poco de más y lo hice muchas veces, pero emborracharme hasta perder el sentido, nunca lo había hecho, hasta ese momento.
Es que creí que me moría de dolor.
Ella pretendió acercarse a mí, pero Nazareno la alejó.
—Por fin descubrió tu juego, andate de acá, puta de mierda.
—¡Te amo!
Me gritó ella.
La miré y es verdad, es hermosa, sexi, sensual y me vuelve loco, pero la encontré cogiendo con otro en una discoteca y por lo que dijo ese tipo, hacía meses que salía con ella.
La compartía y quién sabe cuántas veces lo hice.
¿Habrá pensado en casarse conmigo?
Puse en sus manos mi corazón, jamás desconfié de ella.
Si en casa se llegan a enterar que le abrí una cuenta bancaria, me dirían de todo, aunque tal vez no, porque se apiadaron de mi dolor.
No era su único hombre y eso debe haber sido desde el principio.
Ella no va a ser feliz, de eso estoy seguro.
La traté como una señora, más que eso, la tenía como a una reina.
Marcó mi vida.
No era nada más que una vulgar prostituta, con ese cuerpo de lujo.
Me gustaría zambullirme por última vez en esas tetas, pero hasta deben tener la saliva de ese tipo.
Estoy muriendo de amor.
Ella arruinó el día que tendría que haber sido uno de los más perfectos de mi vida.
Nazareno había tomado bastante, pero no tanto como yo, que no me podía tener parado.
Pido otro trago, pero Walter, que era el más sobrio de los tres, quiso impedirlo, lo tomé igual.
—Te vas a agarrar un coma alcohólico, ya basta.
No sé en qué momento salimos de la discoteca, creo que Walter nos estaba llevando a la rastra a los dos.
—¿Para qué mierda tomás vos también?
Le dice a Nazareno.
Justo apareció un amigo y le dijo que lo llevé hasta su casa, que él me iba a llevar a la mía.
Nazareno se fue y en ese momento a Walter lo llamaron por teléfono, diciendo que su abuelo se había descompuesto y estaba internado, estaba preguntando por él, al parecer eran sus últimos momentos.
Sé fehacientemente que Walter adoraba a su abuelo.
No podía dejarme y tenía que ir al hospital.
Me subió al asiento del acompañante, cuando escucho que habla con alguien, aunque no entiendo bien que dice, es una chica.
Por un momento pienso que está hablando con Marina y que todo fue una pesadilla.
—Vivo en su cuadra y sé manejar, quedate tranquilo que lo llevo y hasta te aviso cuando llegamos.
Me pareció escuchar eso, aunque luego lo olvidé, apenas arrancó la camioneta, me desmayé o al menos perdí la conciencia.