Capítulo 3. Tengo cuernos
Por Alejo
Estaba loco de ganas por ver a Marina y no sé porqué le hice caso a mi amigo y no le avisé que había llegado.
De todos modos me pareció un lindo detalle sorprenderla el día que le iba a proponer matrimonio.
Aproveché para descansar y reponerme del viaje, para rendir como corresponde a la noche, cuando festejemos.
Había mucho que festejar, me había recibido de abogado, aunque Marina nunca me preguntaba demasiado sobre la facultad ni cómo iban mis estudios, yo siempre le decía que cuando me recibiera nos íbamos a casar, creo que no me quería presionar con ese tema, para no ponerme más ansioso.
También íbamos a festejar nuestro compromiso, lástima que mi familia no esté conforme con mi novia, pero espero que pronto se den la oportunidad de tratarla y ver que realmente es una mujer hecha y derecha, que no tiene pajaritos en la cabeza y que pese ser de origen humilde, está a la altura de las circunstancias.
Muchos piensan que yo soy un tipo creído, pedante y juro que no soy así y mi familia tampoco lo es, somos reservados, eso sí, es que tenemos demasiados millones, ni siquiera Marina sabe todo lo que tenemos, por eso sé que ella no está interesada en mi dinero.
Claro que sabe que tengo dinero, pero no sabe cuánto, se va a caer de espalda cuando se lo diga.
En realidad no es que se lo oculté deliberadamente, es que nunca encontré la oportunidad de charlar con ella sobre ese tema.
La veo y solo quiero enterrarme en su maravilloso pecho.
Pienso en su pecho y hasta mi miembro lo recuerda.
Es suave y generoso, sus pezones siempre están parados, duros, coronando la exquisitez de sus tetas.
La deseo como un hambriento.
También tiene una linda cola, se lo hice demasiadas veces por el culo como para olvidarme de él.
Es mi mujer, la que me vuelve loco, la que me es fiel, la que me espera, sabiendo que mi familia no la quiere demasiado y ni siquiera me presiona para venir a casa, aguanta lo que sea con tal de estar a mi lado.
Luego de firmar los documentos de la dirección adjunta de las empresas, voy a hablar seriamente con mis padres y con mi hermana, Marina va a ser parte de nuestra familia y no se merece ningún desplante.
Al marido de mi hermana no le hicieron ningún desplante, claro que él también viene de una familia bastante poderosa, pero tienen más apellido que dinero y a nadie le importó ese tema.
Mis padres con la familia de Edy se llevan muy bien, se encuentran algunas veces, en capital, para cenar y desde que nació la pequeña princesa, son más unidos que nunca.
Cenamos todos juntos y volvimos a brindar por mi título.
—Esta noche me encuentro con mis amigos para festejar, pero no me esperen a dormir.
A mi madre se le fue la sonrisa, sabe que voy a ver Marina.
Por más que lo piense, no entiendo porque no la quiere.
Tal vez son celos de madre, porque soy su hijo menor y el único varón.
Decido ignorar su expresión, no quiero nombrar a mi novia, para que no se arruine mi noche, mi gran noche.
Me ducho con agua bastante caliente, es que el frío apremiaba, estamos en invierno.
Me visto y luego agarró la cajita con la sortija, me salió unos cuántos cientos de miles de dólares, pero para mi adorada novia no escatimo en gastos, se lo merece.
No veo la hora de tenerla en mis brazos, le soy absolutamente fiel y hace casi un mes que no la veo, estoy que exploto de deseo, esa es otra de las razones por la cuál me quiero casar cuanto antes, quiero hacerle el amor todos los días.
Dormir entre sus tetas, despertarme a media noche y chuparselas medio dormido.
Mi miembro está totalmente despierto, trato de distraerme, pronto la voy a ver, hoy no preciso masturbarme mientras la recuerdo.
Estoy saliendo y vuelvo sobre mis pasos, estoy tan ansioso y entusiasmado, pensando en la sorpresa que le voy a brindar a mi novia, y en lo feliz que la voy a hacer, que había olvidado de agarrar los preservativos, tomo dos cajas de tres unidades cada una, es que no pienso dormir.
No llegué a la puerta de mi casa y me llama Walter, preguntándome si ya salí, me pareció que me quería decir algo y no se animó, debe querer decir nuevamente que estoy loco, que espere, que soy joven, y mil cosas más que me dijo durante toda la tarde y por otro lado, me las dice siempre.
Me despido de mis padres y de mi cuñado, mi hermana estaba haciendo dormir a la pequeña Sofía.
Tomo las llaves de mi camioneta y me subo.
Estaba emocionado, pensando que a partir de esa noche cambiaría mi vida, sin saber que realmente sería así, pero no como yo lo esperaba.
Manejé con cuidado, es que mi mente volaba hacia la hermosa cara de mi novia e inmediatamente recordaba su pecho, ese por el que estaba obsesionado, en realidad estoy obsesionado con toda ella, con su suave personalidad, con su bondad, con su forma desinteresada de amar y con su ondulado cuerpo, que era solo mío.
Realmente soy dichoso, solo falta que mi familia pueda ver en Marina todas las cualidades que veo yo.
Estoy Llegando y suena de nuevo mi teléfono, nuevamente era Walter, preguntando en dónde estaba.
Le dije en qué estacionamiento estaba guardando mi camioneta.
Había llegado con mi auto a mi ciudad, pero mi padre justo cambió de modelo su camioneta y aún no se la habían entregado la nueva unidad, la había traído por medio de Walter, no es que tardó más de lo acordado, es que no pudo pasar por la aduana para firmar un documento y Walter había viajado unos días antes, ya que su abuelo no estaba bien de salud y estaba encaprichado en no viajar hasta capital para que lo atienda el especialista correspondiente, el tema es que no había nadie para que firme y así liberar la camioneta en la aduana.
Por eso mi padre viajó con mi camioneta, podría haber tomado otro de sus autos, pero creo que agarró lo que estaba más a mano en el garaje de la empresa.
—Esperame ahí, que ya llego.
Dice mi amigo.
Me estoy impacientando, sólo deseo ver a Marina y tomarla en mis brazos.
Estoy por llamar a mi novia y justo llega mi amigo.
—¿Qué mierda te pasa?
Le digo de mal humor.
—Quiero ver a Marina.
—Ella está en la puerta de la disco.
—Me debe estar esperando, traje la sortija.
Toma mi brazo y lo hace con fuerza.
—Marina no es como pensás.
—¡Basta con eso!
Digo y comienzo a caminar, apurando mis pasos.
—Estás equivocado, ella…
Le doy un empujón y sigo caminando.
Walter apura sus pasos y está cerca mío.
No sé qué le pasa a mi amigo, no quiero escucharlo, solo quiero tener en mis brazos a Marina.
Estaba a media cuadra cuando la divisé, estaba al lado de un hombre, están hablando animadamente, estoy a unos veinte metros, cuándo él le pasa sus manos por la cintura y la atrae hacia su cuerpo.
—¿Qué mierda sucede?
Le pregunté a Walter y cuando me estoy por acercar para reclamarle al que está abrazando a mi novia, ella se cuelga de su cuello y buscó la boca de ese hombre.
El tipo la devoró enterita y una de sus manos bajó hasta su nalga, dándole un juguetón chirlo.
Me quedé parado en donde estaba, mis ojos no podían creer lo que veía, no daba crédito, no podía ser.
Ellos, ajenos a mi presencia, seguían demostrando su amor en público…
Marina parecía totalmente feliz cuando el tipo la manoseaba delante de todo el mundo.
Mi corazón estaba por estallar, pero de angustia.
Ella no puede ser la misma que me manda corazones y emoticones a diario.
Pensé un momento y hacía bastante que no me mandaba todos los días esos emoticones, mucho menos corazones.
Era yo quién la llamaba y quién le mandaba corazones.
Ella sólo me llamaba para lamentarse cuando no se podía comprar algo que le gustaba y yo inmediatamente le mandaba dinero, entonces ella sí me mandaba un corazón.
¿Cómo no lo vi antes?
¿Todos sabían cómo era?
¿Fui ingenuo?
No, no puede ser verdad, tiene que haber una explicación.
—No puede ser verdad.
Digo y comienzo a caminar hacia ellos.
Nuevamente Walter me tomó del brazo.
—Esperá que entren y fijate hacia donde van.
Lo dudo un momento, pero de verdad quería equivocarme cuando pensé que iban a un reservado, a nuestro reservado…
Ella no era así, todo tenía que ser una maldita broma, tal vez ese infeliz era sólo algún primo lejano…
Veo como entran de la mano.
Luego de unos minutos estamos por entrar cuando se nos acerca Nazareno, otro de nuestros amigos.
Bien, otro más que sabe que tengo terribles cuernos…
No, no puede ser, vi mal.
Nazareno le hizo un gesto a Walter, que no pasó desapercibido por mí.
—¿Todos sabían?
Ninguno me contestó.
Eso me confirmó que todos lo sabían.