Capítulo 4: Rutina
Yolie:
Siempre me he quejado de que mi vida diaria es aburrida y rutinaria, ahora que llevo una semana encerrada en este lugar sigo opinando lo mismo.
Por suerte mis zapatos y mis anteojos aparecieron. Al parecer el tal Patrick los tenía en su poder. No es precisamente que aborrezca andar descalza, es que hacerlo me hace acordarme de mi accidente.
Me las he ingeniado para mantenerme alejada de Don Secuestrador. No quiero verlo. ¡Lo odio!
Esta semana me ha servido para pensar y darme cuenta de que aquí está pasando algo muy extraño.
Para comenzar el primer recuerdo que tengo de ÉL (me rehúso a pensar o decir su nombre) está combinado con los sucesos de hace tres años. Luego están esos sueños eróticos que creí eran obra de mi imaginación pero no, ahí está ÉSE, para demostrar que el objeto de mis fantasías es MUY real.
Por otro lado están todas esas cosas que me dijo. Sus palabras resuenan en mi cabeza una, otra y otra vez.
“Soy nada más y nada menos que la persona a quién debes tu pequeña y miserable vida. Soy el hombre con el que te has estado revolcando en sueños durante tres años, soy el hombre al que deseas incluso ahora..."
"No juegues conmigo, pequeña y no te engañes, de mí no puedes escapar..."
"¡Eres mía ahora y puedo hacer contigo lo que se me venga en gana, será mejor que de una vez te hagas a la maldita idea!"
Nada de esto tiene sentido. Cuando desperté en el hospital me dijeron que había sido llevada allí por una pareja de Canadienses que vio el choque ocurrir y que viendo que la ambulancia demoraba se arriesgaron a moverme.
Sin embargo, ÉL dice que le debo mi vida. Don Secuestrador y su compinche estuvieron allí, estoy segura. Los recuerdo claramente. Es cierto que en esos minutos me estaba muriendo y quizás ellos me ayudaron. No sé, tal vez aplicaron un torniquete a mi fractura femoral o algo, pero si fueron ellos quienes me socorrieron porqué en el hospital me dijeron otra cosa. Definitivamente, la versión que me dio la enfermera no concuerda con lo que recuerdo.
Por otro lado está esa otra parte un poco más personal y delicada. ¿Cómo sabe que he estado soñando con él? ¿Puede acaso leer mentes?
Pensar demasiado en todo esto me produce jaquecas.
La mansión en sí es inmensa. En esta pasada semana he podido explorar gran parte de la misma pero no he terminado de curiosear porque el jueves encontré la biblioteca y ¡Uau!
Ahí mismo se detuvo mi misión de exploración. La cantidad de libros allí es simplemente descomunal. Hay todo tipo de secciones, ciencia, filosofía, historia, artes. Estoy un poco decepcionada porque no contiene muchas novelas románticas apenas unas pocas de las clásicas y ya me he leído la mayoría.
Desde que descubrí este increíble cúmulo de tesoros literarios convertí la biblioteca en mi refugio y me paso el día tirada en un diván leyendo un libro tras otro. Hoy es sábado y me he leído al menos diez ejemplares.
Los empleados de la villa son tres y son griegos, por supuesto. Kostas es el handiman y jardinero. Tendrá unos sesenta años pero es de esas personas que su carácter vivaracho y bonachón les hace parecer de mucha menos edad, hasta que tocas sus rosas, ahí se transforma en un viejo gruñón. Su esposa Cosima es algo más seria, es la cocinera y ama de llaves. Siempre me regaña en su ininteligible idioma cuando me salto una comida por tener la nariz metida en algún libro. Su nieta Eleni tiene dieciocho años y me odia, no es difícil adivinar el por qué.
Investigando las habitaciones del primer piso encontré la suya y tiene una pared llena de recortes de periódicos y fotografías en las que predomina un hombre: Alex.
La chica está obsesionada con él.
Lo fotografiaron saliendo de una disco, en la alfombra roja de la premier de un filme, en la playa, subiendo a su limosina...cientos y cientos de recortes. Debo reconocer que soy morbosa, porque aproveché la ocasión y estudié detenidamente muchas de las instantáneas y en casi todas él iba acompañado de mujeres, las cuales sospecho son modelos. Todas muy bellas y elegantísimas, rubias, morenas, pelirrojas, asiáticas, el tipo no discrimina. Ha tenido más amantes que pelos tengo yo en mi cabeza y esto me hace suspirar aliviada porque estoy segura de que un hombre que está acostumbrado a rodearse de mujeres hermosas se aburrirá rápidamente de mi aspecto desaliñado y de mis anteojos y me mandará de regreso a casa bien pronto. ¿Verdad?
Alex:
Llevo una semana espiándola de lejos. La morenita cree que me ha logrado evitar y no sabe que la vigilo a cada minuto. Los primeros días se distrajo andando de aquí para allá por la Villa entrando y saliendo de las habitaciones y volviendo locos a Kostas y Cosima.
El primero no tolera que arranquen sus adoradas rosas y la segunda mantiene el horario de comidas más estrictamente que si fuera una generala enderezando un regimiento de pillos y maleducados reclutas.
Tuve que hablar severamente con los dos. Explicarles que no pueden bajo ningún concepto incomodar a mi huésped. Ya de eso me encargué yo bastante. El remordimiento me corroe.
No debí gritarle, no debí perder la paciencia con ella. Estuve a punto de mostrarle mi verdadero rostro y de haberlo hecho estoy convencido de que hubiera huido despavorida.
Fui un tonto al creer que caería rendida entre mis brazos con solo verme. Hemos hecho el amor millares de veces durante estos últimos tres años, pero siempre fue mediante el lazo invisible que une nuestras mentes. Es cierto que me desea, aunque lo niegue. Nuestra sesión de besos desenfrenados me lo demostró, pude olerla. El delicioso aroma de su sexo mojado fue más que evidencia suficiente para saber que la excito.
¡Zeus!
La próxima vez que la tenga lo suficientemente cerca no la voy a dejar escapar. Voy a desnudarla y poseerla antes que tenga tiempo a razonar. Sus pensamientos son erráticos y van en mil direcciones a la vez. Sus pensamientos sobre sí misma no son nada halagüeños y al escuchar lo que pensaba hace unos días en mi despacho me enojé.
¿Cómo puede una muchacha tan seductora y lista no darse cuenta de lo hermosa que es?
El otro día estuvo husmeando en el cuarto de Eleni, la colección de fotos mías la impresionó grandemente porque estuvo contemplándola durante quince minutos. La tontita cree que porque tuve tantas amantes (que en su opinión descarriada son mucho más bonitas que ella) estaré dispuesto a dejarla ir muy pronto. Esta creencia ha hecho que se relaje y ya no se repite a si misma lo mucho que me odia a cada segundo.
Pero está muy equivocada. Desde hace tres años no tengo ojos para ninguna otra mujer. Es mía. MÍA. Y no tengo ninguna intención de permitirle marcharse.
Yolie:
Ya llevo aquí una quincena. Estoy aburrida a muerte. Esta villa cuenta con cinco piscinas y tres canchas de golf bajo techo, dos gimnasios, cien habitaciones, dos comedores, un jardín interno y una monstruosa biblioteca que ocupa prácticamente todo el tercer piso.
No sé qué más leer, ya me acabé toda la colección de novelas románticas y las demás secciones no me llaman mucho la atención, que digamos.
Deambular sin rumbo en el interior de la villa no me resulta tan divertido ya, porque no hay más cosas por descuidar. En el tercer piso también hay un cuarto cerrado que no pude explorar.
Eleni me explicó que... bueno, Alex tiene la llave y que nadie tiene permitido entrar, ni siquiera Cosima. Al parecer él mismo se encarga de hacer limpieza allí.
Genial. Pongo los ojos en blanco.
¡Me ha secuestrado una versión moderna de Barbazul y allí guarda los cadáveres despedazados de sus exmujeres!
Sé que anda por aquí. Puedo sentir su presencia por toda la casa como si fuera una corriente de energía. Hace dos semanas que no lo veo y ni siquiera he vuelto a soñar con él. No es que lo extrañe, por supuesto que no, es sólo que creo que ya ha sido suficiente.
¿No?
Quiero volver a casa. Me parece que ya va siendo hora.
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Hoy estoy particularmente aburrida. Por un momento considero la posibilidad de ir en busca de mi anfitrión y demandar que me devuelva a mi país, pero para ser honesta tengo miedo de volver a enfrentarlo. La última vez que lo hice el brillo asesino en sus ojos era más que real y no tengo ningún deseo de ser víctima de un estrangulamiento justo ahora.
Alexander Philipides, el dueño de toda esta Villa es griego, millonario, mujeriego y psicópata.
Me sonrío a mí misma mientras intento desenmarañar mi cabello.
Tengo que pensar en algo en que entretenerme hoy. Podría intentar escapar, pero según Eleni éste extremo de la isla es propiedad privada.
El ferry no tiene autorización para tocar tierra aquí. El transporte es aéreo, un jet privado, lo pilota Patrick y solo despega bajo órdenes expresas de su real manda-más.
Gracias a Dios, Eleni domina bastante bien el inglés. Para cualquier otra cosa se muestra arisca, ni un refresco me trae aunque se lo ruegue, pero ha resultado ser muy útil para saber cosas de Alex. La chica disfruta sintiéndose superior al demostrar que sabe de él mucho más que yo.
Dejo caer el cepillo frustrada. No hay remedio, estas greñas no quieren entrar en cintura hoy.
Me pongo en pie y me dirijo a la ventana observando el hermoso tramo de playa cristalina que se extiende por el costado de la Villa. Ir a darme un chapuzón sería tan fácil como caminar unos veinte metros y descender por una escalinata rocosa hasta la prístina arena.
¿Qué fue lo que dijo su Excentricidad al respecto?
Ah, sí, que no podía ir sola. Bien, tal vez pudiera convencer a Eleni para que me acompañe.