Capítulo 3: Ángel y demonio
Yolie:
Le devuelvo el beso con toda la pasión de la que soy capaz. Succionando sus deliciosos labios entre los míos. Su lengua roza la mía y vuelvo a gemir. Oh, por dios.
Mis manos se mueven por su cuenta y busco el dobladillo de su camisa, levantándolo e introduciendo ambas dentro. Mis dedos acarician la piel tibia y tersa de su abdomen, lo acaricio con mis palmas y finalmente le araño con mis diminutas uñas.
Interrumpe el beso, soltando una carcajada.
—Esto es nuevo.- murmura, mirándome y mordiéndose el labio inferior. – Sabía que serías toda una fierecilla, pero nunca esperé que te atrevieras a arañarme.
Saca mis manos de dentro de su camisa, las eleva por encima de mi cabeza y las mantiene sujetas en uno de sus puños.
—No me toques por ahora. Tus manos sobre mi piel me distraen mucho y llevo demasiado tiempo esperando este momento. - susurra, ofreciéndome su boca varias veces y alejándola cuando intento besarlo.
—Tenerte así, indefensa y a mi merced ha sido una de mis codiciadas fantasías.
—Bésame. Por favor, bésame. – suplico.
Sonríe maliciosamente y reconecta su boca con la mía. Me lame y me chupa los labios y en respuesta le muerdo el suyo inferior. Con su mano libre sujeta mi cabeza de forma tal que me mantiene inmóvil. Dejo escapar un quejido e interrumpo su beso.
—No es justo. Quiero tocarte, déjame moverme.- demando ceñuda.
Imperturbable, lame la comisura izquierda de mi boca.
—Eres demasiado impaciente, pequeña.- Se incorpora un poco. Separando su cuerpo del mío y temo que por mi impertinencia, tal vez ya no quiera continuar besándome.
—No. No te vayas. – susurro asustada.
Me mira. Contemplándome con una expresión extraña. Como si quisiera leer mis pensamientos.
—No voy a irme a ningún lado y tú tampoco. – masculla y libera mis muñecas de su férreo agarre.
Se sienta sobre el sofá y comienza lentamente a desabrochar los botones de su camisa uno por uno. Se la quita y la deja caer al suelo, entre sus pies. Con toda la calma del mundo se saca el plateado crucifijo por encima de la cabeza y lo deposita en una mesita cercana.
Se gira hacia mí y hago un esfuerzo por no tragarme mi propia lengua. Tiene un cuerpo de esos, de modelo de revista. Brazos musculosos, pecho definido, abdomen en "six pack"y lunares... ¡Dios! Al menos una docena de diminutos lunares en su pecho y abdomen, los encuentro tan sexis que salivo de ganas de besarlos todos. Por un momento me pregunto si se depila, porque no tiene esa característica línea de finos vellos que descienden del ombligo hasta alcanzar las partes íntimas.
Y me siento fea.
¿Qué hace una chica tan fea como yo, besando a un hombre tan bello cómo él?
Mientras me estuvo besando mi mente se había ido de paseo bien lejos, pero ahora la parte racional de mi cerebro regresa a vengarse. Rápidamente me levanto del sofá y me alejo de él lo más que puedo. Sé que estoy siendo una tonta, es obvio que él me desea pero toda una vida de inseguridades y complejos no puede ser borrada con un par de besos candentes.
— ¿Qué ocurre?- pregunta, prácticamente pegado a mi espalda.
— ¿Por qué estoy aquí? – sollozo y pongo los ojos en blanco ante mi evidente vulnerabilidad.
— ¿Acaso no es evidente? – pregunta quedamente, acariciando mi cabello suelto y revuelto. – Estás aquí porque te necesito.
— ¿Me necesitas? ¿Para qué?- pregunto volteándome a enfrentarlo, pero tomando la precaución de dar un paso atrás y estar fuera de su alcance. Su toque es hipnótico, si vuelve a ponerme una mano encima o a besarme terminaré derretida a sus pies.
Viendo mi evidente precaución ante su cercanía, sopesa en silencio las respuestas que podría darme y al parecer decide que ninguna es buena porque se mantiene callado y me contempla impasible.
—Debes darme respuestas, Alex. ¿Dónde estoy? ¿Qué quieres de mí? – demando adoptando una postura petulante, llevando mis manos hacia mis caderas y descansando el peso de mi cuerpo sobre un solo pie.
—Tengo una vida y un trabajo. Hace unas horas volvía a casa cuando ese tipo me subió a la fuerza a una furgoneta. Esto es secuestrado, ¿sabes? Es ilegal retener a una persona contra su voluntad, así que...
—Estás en Grecia, en mi Villa en la isla de Spiros. - suelta de sopetón y yo me quedo mirándolo con el rostro desencajado y bizca de la sorpresa.
— ¿Grecia? Pero, pero...- no logro coordinar mis ideas.
Levanta la mano izquierda imperiosamente y prosigue.
– Fuiste traída a mi Villa por orden mía. Llegaste ayer. Estarás aquí por el tiempo que estime conveniente y no te preocupes por tu trabajo. Hoy mismo mi gente se está encargando de resolver una licencia para que te ausentes por tiempo indefinido.
Soy presa de tal furia que por primera vez en mi vida deseo sacarle los ojos a una persona con mis propias uñas.
— ¿Cómo te atreves a hacerme esto? ¡¿Quién te crees que eres?!
Su rostro se transforma en una máscara agresiva, su cuerpo se tensa y abre y cierra los puños compulsivamente. Agarra mi cara con una de sus enormes manos clavándome los dedos en las mejillas, todo rastro de bondad en él ha desaparecido. Tira de mi rostro y me obliga a acercarme. Nuestros cuerpos colisionan. Estoy perpleja y azorada.
— ¿Quién me creo que soy? – Ruge entre dientes.- Soy nada más y nada menos que la persona a quién debes tu pequeña y miserable vida. Soy el hombre con el que te has estado revolcando en sueños durante tres años, soy el hombre al que deseas incluso ahora, aunque estés muerta de miedo. No juegues conmigo, pequeña y no te engañes, de mí no puedes escapar. Estás en mi isla y de aquí te marcharás cuando yo quiera. ¡Eres mía ahora y puedo hacer contigo lo que se me venga en ganas, será mejor que de una vez te hagas a la maldita idea!
Su beso esta vez es castigador. Me ha aprisionado la cintura con sus inmóviles brazos. Me muerde con furia como si quisiera devorarme entera. Puedo sentir como se inflama la piel de mis labios bajo su agresivo ataque. Le empujo con todas mis fuerzas e incluso golpeo sus hombros con mis puños, pero lucho en vano. Rompe el beso bruscamente y me empuja lejos de sí.
—No me provoques.- sisea amenazador.- Si pierdo los estribos contigo podría hacerte más daño del que crees.- se aleja dando pasos hacia atrás, sin dejar de observar mi más leves movimientos.
—Tienes permitido deambular por toda la mansión a tu antojo, pero te prohíbo salir a la playa o andar por la isla sola. Puedes retirarte.- ordena.
Y antes que cambie de idea salgo disparada hacia la puerta y huyo como alma que lleva el diablo escaleras arriba. No paro hasta llegar hasta la habitación donde desperté hace una hora. Retuerzo nerviosamente mis dedos y camino de un lado para otro dentro de la habitación. Presiento que estoy en mayores problemas de los que sospechaba, la expresión de Alex me asustó horriblemente hace unos minutos, porque no sólo denotaba que es capaz de una violencia inimaginable, sus ojos se habían tornado fríos e inyectados de sangre, su hermoso rostro, siempre tan amoroso en mis sueños, se transformó en una máscara horrenda de maldad y crueldad.
Caigo al suelo desesperada. Escondiendo mi rostro entre mis manos y llorando desconsoladamente, porque estoy convencida de que el hombre que me tiene en su poder, es un monstruo.