Capítulo 2: Mi secuestrador
Yolie:
Estoy despierta, mi cuerpo no responde, es la sensación más desagradable y terrible que alguien pueda experimentar.
Tengo los ojos abiertos pero no logro moverme. Todo a mi alrededor está oscuro. Ni siquiera una parálisis del sueño se compara con esto, porque de estar dormida me asustaría, pero los sentimientos de impotencia y miedo cesarían poco a poco permitiéndome recuperar la movilidad, soy doctora, sé de estas cosas; así que esto es totalmente diferente. He sido drogada y me aterra las consecuencias que el efecto de la droga pueda traerme.
Lo que enfrento justo ahora se parece demasiado a lo que viví durante mi accidente, aquella parálisis y ésta son prácticamente idénticas. Estoy sudando frío y tengo la piel de gallina, tengo que controlar mis reacciones si empiezo a hiperventilar ahora, de seguro muero aquí. Cierro los ojos e intento ralentizar mis respiraciones. De algún modo, pensamientos sobre mi amante secreto se cuelan en mi mente y me voy relajando hasta volver a quedar dormida.
***
He vuelto a despertar. Esta vez mis movimientos no están limitados, suspiro de alivio.
¿Dónde demonios estoy?
Miro alrededor. Estuve tendida sobre la cama en la que ahora me encuentro sentada. Mi mente corre en mil direcciones a la vez.
He sido secuestrada. ¿Me han traído a un cuarto de hotel? Comienzo a sudar frío. ¿He sido violada? Se me forma un nudo de hierro en el estómago. Palpo entre mis piernas y mi ropa interior está en su lugar. Es un alivio. Me levanto de la cama. No veo mis zapatos por ningún lado pero eso no frenará mi huida. Camino unos pasos sobre piernas temblorosas, me acerco a la puerta del cuarto y giro el pomo.
Fuera hay un enorme pasillo iluminado por luz solar, miro arriba y abajo, achinando los ojos. He perdido mis espejuelos. Me complace comprobar que el pasillo está desierto. Salgo de la habitación silenciosamente, caminando en puntillas de pies. Seguramente parezco un dibujo animado, hago un mohín. Aguzo los oídos a medida que me acerco al final del pasillo, pegándome a la pared, respiro hondo y me asomo por la esquina. Observo otro pasillo mucho más amplio y por suerte también vacío, camino lentamente pegando la espalda a la pared hasta llegar a la próxima esquina. Luego de espiar nuevamente observo unas inmensas escaleras que descienden a sabrá Dios dónde.
A hurtadillas, me acerco a las escaleras y voy descendiendo los peldaños de uno en uno poniendo especial cuidado en no hacer ni el menor ruido. Ante mí se abre un espacioso salón el cual se separa en pasillos laterales. La puerta que está justo en frente de mí parece llamarme con un cántico celestial, elevó una rápida plegaria rogando que ésa puerta sea la salida de este lugar. Sin pensarlo demasiado corro ciegamente hacia ella, la abro, me lanzo fuera y cierro la puerta tras de mí.
Dejo escapar un gruñido de decepción. No he salido afuera. Ahora estoy de pie en el interior de lo que parece una especie de estudio o despacho en penumbras, no sé, estos sitios solo los he visto en películas o novelas, y nunca nada bueno sucede en esas escenas. Me giro buscando el pomo de la puerta, y entonces sucede...
Se me pone la piel de gallina, los vellos de mis brazos se encrispan y me recorre un escalofrío. Me vuelvo y escaneo con los ojos entornados entre las sombras, alguien me observa...simplemente lo sé.
Percibo un movimiento proveniente del rincón más oscuro, y antes de que logre preguntar quién está ahí en tres grandes zancadas aparece frente a mí el objetivo de mis más lujuriosas fantasías. Me quedo pasmada y boquiabierta.
Alex:
La chica es más deliciosa de lo que recordaba. Cada centímetro de ella me atrae poderosamente...su piel oscura, su increíble maraña de cabellos negros, sus ojos rasgados color chocolate, sus carnosos y suculentos labios, su delicado cuello, sus inmensos pechos, sus anchas caderas... Un gruñido sube a mi garganta, inhalo fuertemente su aroma que hace que se me agüe la boca. Me observa con los ojos abiertos como platos y la quijada le cuelga de asombro. Si, pequeña, soy realmente hermoso, lo sé.
— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¡¿Qué diablos me has hecho?!- me grita en inglés, enfurecida.
Su asombro ha desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, dando paso a una rabia inmensa.
Vaya, vaya...La contemplo con interés...Quién diría que una muñequita tan diminuta y de apariencia tan inofensiva sería capaz de tal furia.
—Sabes muy bien quién soy. Te advertí que iría a por ti, pequeña.
Yolie:
Mi amante secreto me observa con expresión divertida. Viste una camisa blanca de algodón, se ha dejado los dos primeros botones abiertos, lleva además un pantalón cuatro puertas a juego y a través del cuello de su camisa espío las cuentas de lo que parece ser un rosario plateado, antiguo.
Pero no, no puede ser él, porque " él" no existe. El hombre que hace a mi corazón saltar de júbilo, el hombre que me derrite con caricias...simplemente no existe.
Sin embargo aquí está, frente a mí, justo ahora. Tengo miedo. Finalmente mi trauma y el exceso de trabajo han logrado su cometido y estoy completamente psicótica. No hay otra explicación.
Comienzo a hiperventilar. Un ataque de pánico amenaza con apoderarse de mí. Mi garganta se cierra traicionera y mis pulmones parecen recibir cada vez menos y menos oxígeno. En minutos ya estoy mareada y al borde del desmayo.
¡Maldita sea! ¡Lo último que necesito ahora es caer inconsciente a los pies de ÉL!
Todo mi cuerpo se estremece con terribles temblores, mi corazón late a tres mil por minuto, estoy sudorosa, pálida y fría. Corro un enorme peligro, porque mi vista ya ha comenzado a volverse borrosa.
Soy levantada en brazos por el bello y peligroso rubio.. Intento gritar pero no tengo fuerzas. En segundos me deposita suavemente sobre un gigantesco sofá de color marrón. Me acomoda en la posición que siempre adquiero cuando me veo perdida de miedo. Con la cabeza entre las rodillas respiro entrecortadamente.
—No es mi intención hacerte daño.- susurra mi angelical captor.- Aquí, conmigo estás a salvo. Ssssh,ssssh, tranquila.
Acaricia el revuelto nido de avestruz que tengo por cabello. Su mano es enorme pero su tacto es suave, cariñoso incluso. Me concentro en realizar los ejercicios de respiración. Inhalo, 1,2. Exhalo, 1234. Inhalo, 1,2. Exhalo, 1234.
Pronto dejo de temblar, mi corazón recupera su ritmo normal y la sensación de desvanecimiento me abandona.
—Lo vuelvo a preguntar. ¿Quién demonios eres?- demando entre dientes.
A pesar de que estoy paralizada de miedo no quiero que mi secuestrador crea que estoy derrotada y que seré presa fácil.
—Eres tan testaruda. – comenta en mi oído con tono jocoso. Como si la situación le causara mucha risa.
Levanto el rostro de entre mis rodillas y le miro. Su rostro está a escasos centímetros del mío y puedo estudiar sus facciones con mayor detenimiento.
¡Dios! En mis sueños era hermoso, pero ahora, aquí, tan de cerquita... ¡Uau!
Me mojo los labios, que se me han resecado e intento tragar.
Continúa acariciando mis cabellos por unos segundos y luego toma una de mis manos entre las suyas. Acaricia mis nudillos con sus largos dedos y luego gira mi muñeca dejando mi palma al descubierto. Lentamente comienza a trazar las líneas allí con la punta de sus dedos.
Observo lo que hace con el ceño fruncido, el roce de sus dedos contra mi palma me provoca una sensación muy extraña, como de dejavú. Vuelvo a mirarle el rostro. Sus ojos son mucho más deslumbrantes de lo que pensaba son de dos colores, el izquierdo marrón y el derecho gris, su nariz es respingada y aguileña, sus mejillas están sonrojadas, sus labios son carnosos y rosados.
Me siento impulsada a acercarme y besarlo, por mi mente corren toda clase de recuerdos o fantasías sexuales, no estoy segura. Quiero besarlo, morderlo, lamerlo. Tengo la boca abierta y respiro a través de ella ruidosamente.
Me mira a los ojos y sonríe de medio lado descaradamente. Se acerca más a mi, despacio y siento su aliento sobre mis labios. Observo como sus pupilas se dilatan al punto de que soy capaz de verme reflejada en sus ojos. El negro ha vencido casi completamente a cualquier otro color en su mirada, no soy incapaz de apartar la vista de él.
—Tú me conoces, pequeña.-susurra contra mis labios.
Niego, sacudiendo la cabeza. No
—Sí. Me conoces muy bien. Y yo a ti, no hay parte de tu cuerpo que no haya explorado ya.
¡No! Niego en mi interior.
Arruga el ceño y entrecierra los ojos. Disgustado por mi silenciosa negativa. Se me arrima aún más y me reclino hacia atrás, más y más hasta que termino acostada sobre el sofá.
Con una risita burlona cubre mi pecho con el suyo, me tiene aprisionada contra los cojines.
—Yolie. – murmura contra mi oído. - No te resistas pequeña, es inútil.
Se me ha puesto la piel de gallina al oírlo decir mi nombre. Su lengua roza el lóbulo de mi oreja. Me olisquea el cuello y gimo. Alejo mi rostro del suyo en fingido rechazo mientras estoy consciente de que realmente le estoy ofreciendo más espacio para que juguetee con mi clavícula.
— Mhm- le oigo suspirar. – Siempre hueles tan bien, pequeña.
Roza el hueso de mi clavícula con la punta de su nariz y luego me recorre el cuello con los labios. Mi corazón amenaza con salírseme del pecho.
—Di mi nombre.- me ordena entre lamer mi oreja y besar mi mentón.
—No.-respondo en un quejido.
Se ríe y deposita pequeños besos en mi mejilla buscando mis labios. Oh, no. Oh, no.
—Di. Mi. Nombre. – besa la punta de mi nariz y se alza sobre mi alejando su boca de la mía, dejándome boquiabierta y jadeante. Estoy rígida sobre el sofá, con los brazos a ambos lados de mi cuerpo y los puños apretados.
Quiero besarle. Quiero hundir mis dedos en esos rizos dorados imposiblemente crespos. Quiero tocar su rostro con mis manos. Quiero acariciar su piel... Quiero TODO.
Me observa expectante. Su rostro tiene esa expresión que he visto miles de veces de mis sueños. Me desea, aquí y ahora. Mi cuerpo reconoce las señales que le envía el suyo. La atracción entre nosotros es tan fuerte que la atmósfera se torna embriagadora y sensual. Mi temperatura corporal se ha disparado a niveles escandalosos. Mi sexo está mojado y caliente. Mis músculos internos están contraídos de anticipación y comprendo que ya no pudo más. Me he resistido todo lo que podía, me rindo.
—Alex.- digo en un susurro apenas audible.
Sonríe triunfal. Y me besa.