Capítulo 1: En Sueños
Ciudad de La Habana 10 de Mayo de 2021
Yolie:
Volví a tener esa pesadilla. Me he despertado tan asustada que pensé que moriría de un infarto. La verdad es que me había convencido a mí misma, de que ese episodio de hace tres años no me atormentaría más, pero al parecer estaba equivocada. Ya habían pasado dos meses sin que resucitara ese viejo fantasma.
Supongo que, la visión ensangrentada del paciente apuñalado que atendimos en la guardia hace dos noches dejó en mí una impresión más profunda de lo que creí. Salgo de la cama arrastrando los pies y me dirijo al baño para asearme. Mientras me lavo los dientes miro de reojo a la muchacha de veinte y seis años, ojerosa y despeinada que me devuelve el espejo. Me enjuago la boca y la cara con el agua del grifo, me seco con la toalla y le saco la lengua a mi reflejo. Regreso al cuarto y agarrando un cepillo me peino, intentando poner en orden el nido de ratas sobre mi cabeza, mientras pondero mi situación.
La noche de mi graduación, hace tres años, regresaba a una hora inhumana a casa de mi abuela paterna cuando fui atropellada por un vehículo desconocido.
Algo similar a eso es lo que describe el informe policial.
Estuve una semana en coma, entre la vida y la muerte. Mi caso fue realmente desconcertante para los intensivistas que me atendieron. Para unos, mi vida es un verdadero milagro, para otros un sorprendente enigma; pues a pesar de haber sido víctima de un accidente potencialmente mortal, no había sufrido ningún daño a órganos vitales ni tenía heridas externas visibles.
Mi cerebro simplemente se mantuvo " desconectado" por siete días, al cabo de los cuales recuperé la conciencia.
Algo similar a esto es lo que reporta el resumen médico en mi historia clínica.
Sin embargo yo sé muy bien lo que pasó aquella noche. Me siento en la cama, retorciendo mis manos nerviosamente. Estoy convencida de que esa noche morí. No importa lo que digan la policía y los intensivistas; yo lo recuerdo todo perfectamente. El momento exacto en que fui chocada de frente por un coche de color gris, el miedo inicial, la sensación de taquicardia, la arritmia. La realidad aterradora de la parálisis, el frío mortal de la hemorragia femoral. La disnea provocada por el hemotorax y las alucinaciones desencadenadas por la hipoxia cerebral.
¡Maldición! El paciente apuñalado de hace dos noches sobrevivirá, hago una mueca, si continúo así yo probablemente muera de un paro respiratorio ésta mañana.
Trago en seco y luego inhalo y exhalo lentamente una veintena de veces intentando frenar el ataque de pánico que se quiere apoderar de mis pulmones.
Luego de combatir el miedo irracional que se apodera de mí cada vez que me veo forzada a recordar aquel accidente, me coloco los espejuelos y me visto para ir a trabajar. Rara vez desayuno y mis almuerzos casi siempre consisten en pizza y un refresco.
Hoy la consulta se me hace eterna, entre prescribir medicamentos, dar apoyo emocional y visitar pacientes en sus casas no he tenido tiempo ni para escuchar mis propios pensamientos. Hay ocasiones en las que siento que alguien me observa, seguramente estoy paranoica.
Regreso a casa con el sentido del deber cumplido y el estómago vacío.
Mi rutina vespertina es siempre la misma. Me doy un baño, preparo algo de comer, leo un capítulo o dos de algún libro digital y caigo rendida. Quisiera mentir y decir que mi vida es maravillosa, magnífica, exótica...pero no. Soy más bien un poco antisocial, con comida suficiente y batería en mi celular, creo que podría resistir un mes entero encerrada en mi casa.
Desde que murió mi abuela, la misma noche de mi accidente, hace tres años, no tengo familia, ni quién me dicte horarios, ni quién se preocupe por mí...
Esta noche estoy nerviosa. A pesar del largo día de consulta que enfrenté me encuentro extrañamente exaltada. Tanto así, que ya son las dos de la madrugada y aún estoy despierta. Harta del insomnio y de mi propia cobardía, me tomo una píldora para dormir, media hora después cabeceo y finalmente cierro los ojos.
***
Tengo un secreto. Nunca le he contado a nadie, pero tengo un amante misterioso. Me visita en sueños una o dos noches por semana. Mi mente racional me dice que quizás debido al trauma del accidente lo conjuré en aquellos minutos agónicos como un medio de alcanzar consuelo ante la inminencia de mi muerte, y estoy convencida de que lo anterior es cierto. Mi amante es hermoso, como un ángel. Su piel es tan blanca que parece hecho de nieve, sus ojos son difíciles de describir diría que, son de colores cambiantes a veces son tan azules que rivalizan con el más claro cielo, sus cabellos son una mata ensortijada de rizos dorados, sus labios son rojos como cerezas.
El primer sueño que tuve de él fue una noche un mes después de haber despertado del coma. Sus labios besaron mi cuello y su nariz olisqueó mi oreja. Depositó diminutos besos por el borde mi mentón y en vez de besar mis labios los lamió con descaro. Entonces supe que soñaba; nunca he sido el tipo de chica que los hombres encuentran atractiva, peso cinco libras por encima de las que debería, soy miope, por lo que me veo obligada a usar anteojos permanentemente, mi cabello está siempre revuelto, mi nariz es demasiado achatada...en fin. Soy una "repele- hombres".
Pero a mi amante secreto no le importa mi aspecto físico en lo más mínimo. Oh, es tan tierno a veces, que de solo pensar en él se me derrite el corazón. Esta noche ha comenzado acariciando mis pies. No tenía ni idea de que esa parte de mi anatomía era una zona erógena. Ha colocado par de besos en mis rodillas y ha ascendido a lametones por mis muslos. Luego de ignorar por completo mi centro, ha metido su lengua en mi ombligo por encima de mi bata de dormir, de ahí prosigue hacia mi pecho rozándome con la punta su nariz.
—Qué bien hueles hoy.- susurra en mi oído y yo me muerdo el labio inferior para no gemir.
¡Dios, sé que esto es un sueño, producto de mi imaginación y mi libido frustrada, pero ah, es tan sexy!
Coloca ambas manos sobre mis pechos y atormenta mis pezones con sus pulgares. Mhm. Busca mi boca y me besa mordiéndome los labios como si tuviera hambre y yo fuera la cosa más deliciosa que ha probado en su vida. Besa mi nariz, mis ojos, mi sien y sonríe.
—Espérame pequeña. Muy pronto iré a por ti.
Y yo suspiro en sueños, a pesar de que sus palabras no suenan a promesa sino a amenaza.
***
La semana siguiente pasa tan lentamente, que parece que todos los días son lunes. Afortunadamente, la guardia cursó sin mayores contratiempos que dos pacientes con cuadros presuntivos de dengue.
Ya para el sábado, salí un rato en la tarde y me senté en el malecón a contemplar como rompen las olas.
Almorcé un bocadito de queso aquí y me he tomado un jugo de mango allá, he caminado un rato por la Habana vieja y luego he tomado dos buses para regresar a casa.
Camino por la acera, a una cuadra de donde vivo, entretenida en mis propios pensamientos, cuando de la nada aparece una furgoneta que frena con un chirrido casi encima de mí.
No me da tiempo a gritar, a correr ni siquiera a pensar, soy agarrada por la cintura y lanzada dentro de la furgoneta. Un pañuelo empapado de algún líquido extraño me cubre la nariz y la boca. Forcejeo, intentando con patadas y arañazos quitarme el asfixiante olor de la cara. Lo último que veo antes de caer inconsciente son los ojos oscuros del demonio de mis pesadillas.