CAPITULO 2. (parte 2)
Megan estaba en una especie de contiendas de miradas con un nerd de la fila. La tomé por la mano cuando le entregó la hoja al chico y la arrastré fuera de la oficina mientras miraba el reloj. Podía hacerlo, si Megan corriese un poco más, llegaría a tiempo. Apreté el paso y la hice dar varias zancadas. Apenas logré sentarme en el escritorio cuando mi reloj anunció el inicio de las clases.
Aliviado, suspiré agradecido de haberlo logrado. Lo menos que quería era pasar el primer día de clases molestoenfadado con mi hermana y su tardanza con ese nerd.
¿Será que la estuvo molestando por habernos saltado la fila?.? Imposible, si ella había desplegado su magia, imposible que él se resistiera. Opté por preguntarle a mi hermana, curioso por lo ocurrido.
¡El nerd resultó inmune a los encantos de mi hermana!. Me reí en mi mente por su semblante desconcertado mientras me contaba. Su ego estaba profundamente herido.
Un perfume cítrico golpeó mi nariz cuando una chica se sentó a mi lado. Trigueña, cabello negro, apenas maquillada y en definitiva nueva. Le hice señas a mi hermana y me volteé a darle la bienvenida con mi mejor sonrisa. Su respuesta fue inmediata, la hice sonrojar solo con un “Hola”.
Esto será fácil.
El viejo Sr. Figgs entró en el salón para comenzar con la clase de Literatura y me concentré de forma inmediata. Cuando terminó la clase de literatura y la de historia, Megan se despidió de mí, iría a la oficina de rectoría para solucionar el problema con su horario, mientras yo iba al cafetín a comer algo.
Comencé mi andar por los pasillos estrechando algunas manos con varios de los chicos de cara conocida, y por supuesto guiñando el ojo a algunas chicas también.
—¡Brooo! — gritó Taylor mientras estrechábamos con excesiva fuerza nuestras manos y dándonos un pequeño saludo de hombros—. ¿Cuándo regresaste?
—Recién ayer T.
—Hola Tay Tay —saludó una pelirroja pasando al lado de Taylor, este giró sus ojos cuando la pelirroja se perdió.
—Estas batiendo tus propios records TayTay, cuatro horas de clases y ….
¡ZAS! Una cachetada le volteó la cara a mi amigo. La morena responsable se alejaba con grandes zancadas furiosas. Mientras un adolorido Taylor se frotaba la mejilla.
—Bien, eso me lo merecía.
—Ok, me corrijo, este debe ser un record mundial, apenas llevamos cuatro horas de clases y ya tienes una conquista y una bofetada en el mismo minuto. —Lo tomé por sus hombros y lo giré para caminar al cafetín—. Entonces ¿me contarás por qué te merecías eso?.?
—Bueno, ¿recuerdas que te conté de una morena que me invitó a pasar las vacaciones en su casa con sus amigas de fraternidad?
—Ujum —asentí
—Bueno, todo marchaba bien, el sexo, oh hermano, esa mujer sabe lo que hace, que te lo digo yo, practicó gimnasia en el instituto así que puede ponerse las piernas detrás de la cabeza y…
—Ahórrate esos detalles Tay Tay.
Él aludido me miró ceñudo, odiaba el sobrenombre y me estaba dedicando una sutil advertencia. Solté una carcajada.
—Como decía, todo marchaba bien, hasta que me emborraché la última noche y desperté en la cama con una de sus amigas —encogió sus hombros con despreocupación.
No pude evitar reír a carcajadas a su costa, era normal que estas cosas le pasaran a Taylor, o mejor dicho, era normal que Taylor hiciera esas cosas.
Seguimos caminando intercambiando algunas anécdotas de las vacaciones. Las de Taylor en definitiva más graciosas que las mías aunque seguí evitando, como siempre que hablábamos, que me diera los detalles innecesarios de sus compañeras. Apreciaba mucho a mi amigo, no mentiría lo quería, pero odiaba que no tuviese reparo en crear imágenes vividas de las chicas que llevaba a la cama. Se lo dije varias veces y más de una vez pagó por sus imprudencias, sin embargo para él eso era inevitable.
No pude llegar al comedor porque una mano me halótiró dentro de un pequeño cuarto oscuro, antes de poder protestar tan siquiera, unos labios se estamparon con los míos mientras unas manos me seguían sujetando con fuerza y posesión de mi camisa. Abrí los ojos y pude ver lo suficiente con la escasa luz para saber que era una mujer. Me relaje de inmediato y tomé a la desconocida por la cintura atrayéndola hacia mí.
Sus manos se enredaron en mi cabello al tiempo que su lengua invadió mi boca. Bajé las manos por la suave tela que la cubría hasta que me topé con la piel de sus muslos descubiertos. Mi desconocida llevaba un vestido bastante corto que me sacó una sonrisa en sus labios. Cuando me dio el primer mordisco comencé a perder los estribos, la empujé contra la pared más cercana y me uní más a ella. Rompí el beso solo lo justo para dejar un reguero húmedo en su cuello arrancándole pequeños suspiros.
Apreté mis manos en su trasero e hinqué los dientes en su hombro cuando ella hizo lo mismo con mi cuello.
—¡Oh Ryan! — gimió
Oh no.
Esa voz la reconocería donde fuese. Melissa. Ella es la razón por la que no repito. Fue la primera con la que se me ocurrió esa genial idea y como consecuencia se volvió psicópata, buscándome, llamándome, persiguiéndome y ¿cómo no? Asaltándome en medio del pasillo. Pero el principal problema no es que ella me asaltara, es que era demasiado buena en la cama así que reincidir se me hacía fácil.
Su mano bajó por mi entrepierna y apretó mi creciente erección. Cualquier pensamiento fugaz de no caer otra vez con ella desapareció. Gemí en su boca restregándome en su mano y en su muslo. Sus gemidos y suspiros me aturdían los sentidos. Enredó una de sus piernas con la mía, pidiéndome de forma silencia que la subiera.
Profundicé el beso y la tomé por el trasero para apoyarla en la pared al tiempo que me rodeaba la cintura con sus piernas. Cuando comencé a subirle el vestido la voz de Ricky Martin inundó el pequeño espacio. “I’m sexy and iI know it” era el ringtone de Megs.
Rompí el beso y me comencé a desprender de las garras de Melissa, pero no pude hacerlo todo lo rápido que quería y la llamada cayó al buzón. Cuando por fin alcancé mi teléfono tenía un mensaje de Megan con dos palabras “S.O.S. Cafetería”. Comprobé la hora y era de hace apenas cinco minutos. Maldije en silencio, desde el choque odiaba mensajes como aquellos y no haberle respondido a tiempo me llenó de angustia.
—Me tengo que ir, es mi hermana — le expliqué a Melissa
—Seguro que ella está bi… — me zafé una vez más de sus manos que querían enredarse en mi cuello y sin esperar a que terminara salí del cuarto acomodándome la ropa.
Di grandes zancadas por el pasillo, apresurado por llegar a su lado, con mi corazón martillando con fuerza y mi erección aun molestándome entre las piernas.
Apenas entré al cafetín visualicé su cabellera dorada en una de las mesas. A medida que me iba acercando la noté ilesa así que mi tensión desapareció, pero lucía agobiada con su cabeza apoyada sobre sus manos. Me senté frente a ella sin que notara siquiera.
—Debemos trabajar en tu definición de S.O.S., o mejor aún, profundicemos en las causales de infartos. En cualquier caso, la meta aquí es no matar a tu hermano de un susto.
—Es una emergencia — aseguró aún enfurruñada.
—¿Qué pasó Megs? —pregunté comenzando a contagiarme con su angustia
—No era un error Ry, me quedó Matemática 1, y ahora debo cursar ambas materias.
Mi boca cayó abierta cuan larga era.
—¡Megs!, pensé Pensé que habías revisado las calificaciones por el portal web de la universidad — la regañé.
—Lo hice, pero solo revisé las materias que me preocupaban. Matemática 1 no era una de ellas.
—¡Megan Valley Asper!, ¿Cómo no revisaste matemáticas si tú apestas en esa materia?.
Ocultó su rostro con sus manos y pude ver como se iba colocando escarlata.
—Lo sé, lo sé — sollozó—, soy tan estúpida. Pensé que me había ido bien en el último examen.
Odiaba verla llorar y era lo que estaba por pasar. Tendría cuatro días a la semana matemáticas, creo que ya tendría suficiente castigo. Di un largo suspiro antes de continuar.
—Está bien Megs, ya no puedes hacer más nada, solo deberás esforzarte el doble.
—Debo repetir la materia y pasar ambas con un porcentaje mayor de 70%setenta por ciento, o perderé el año
—¡¿Qué?! — grité—. estoEsto es por lo que repetir nunca trae nada bueno.
.***
.
DespuesDespués de dejar a mi hermana en su residencia me dirigí al gimnasio. Su noticia me dejó agobiado, no imaginaba lo que debía ser para ella. No era un entrenador certificado, pero todo el tiempo que pasaba en el gimnasio y después de tanto tiempo, me sabía las rutinas que debía ejecutar y por esa misma razón prestaba apoyo a algunas de las mujeres que tenían las intenciones de conquistarme si yo las ayudaba con sus ejercicios.
Verlas estirarse sugestivamente delante de mí era solo un valor agregado al dinero adicional que me ganaba.
Hoy tenía dos mujeres que entrenar, que ya me estaban esperando en cuanto entré.
—¡Ryan! Ya me estaba preocupando —gimió con un puchero Maricela, una mujer en sus avanzados cuarenta, que no lucía de su edad sino mucho menor y se comportaba como una adolescente, ella era agradable pero desconcertaba un poco esa personalidad infantil que insistía en tener.
—¡Ry, Ry! Casi te llamo y me acordé que no tengo tu número —Olivia lanzaba otra vez uno de sus múltiples recordatorios de que no tenía como comunicarse conmigo.
A ambas les sonreí antes de saludarlas. Eran muy buena amigas entre sí y más de una vez me habían sugerido alguna salida entre los tres, pero seguía pasando.
No se caga donde se come, y el dinero adicional por entrenarlas me caía de maravillas, no quería perderlo. Sin embargo, les coqueteé como siempre, para mantenerlas felices y con esperanzas.
—Ya me cambio y vuelvo. Comencemos con un poco de cardio y luego pasaremos a las maquinas.
Ellas me obedecieron y caminé hasta los baños para cambiarme la ropa.
—Ryan, tengo a una chica que necesita entrenador y mi horario ya no me lo permites. ¿Te interesa? —me preguntó Chris, otro de los entrenadores del gimnasio.
—Claro, ¿está aquí? Puedo organizar el horario y el pago de una vez.
Una vez estuve vestido con mi ropa de entrenamiento, Chris me apuntó a la chica que estaba requiriendo de mis servicios. Era alta, bastante esbelta y con cierto aire de superioridad. Me acerqué hasta ella y me presenté.
Laura resultó ser muy agradable, la belleza de su rostro era impactante y sin embargo ella no se comportaba como una mujer de semejante belleza. La llevé hasta donde Olivia y Maricela hacían cardio para comenzar la rutina con ellas.
—¿Nueva? No me gusta compartir lo mío, Ryan —Maricela rio falsamente. No estaba bromeando.
Yo sonreí antes de responderle:
—Tranquila, ella no tiene nada tuyo, solo me tiene a mí para entrenarla como a ustedesustedes vosotras.
Su semblante cambió por un segundo, pero se recompuso y siguió en sus ejercicios. No le había gustado mi muy sutil aclaratoria.
Yo no le pertenezco a ninguna mujer.