CAPITULO 1. (parte 2)
Nos dirigimos a las oficinas administrativas de la rectoría para buscar nuestros horarios. Pasamos las vacaciones con nuestra madre, y los únicos horarios de los vuelos que consiguió para nosotros no permitió que pudiéramos pasar por la universidad para retirar nuestros nuevos horarios. Pero cuando llegamos a las oficinas nos dimos cuenta que no éramos los únicos en esa situación, la fila era eterna. Nos colocamos hasta el final y no llevábamos ni cinco minutos esperando cuando Ryan se desesperó, llegaría tarde a la primera clase sea cual sea que fuese y eso era inadmisible para él.
—Espera aquí — me dijo mientras caminaba hasta la oficina bajo la mirada de todas las féminas de la fila.
Cuando regresó me tomócogió de la mano y me susurró mientras avanzábamos hacia la oficina:
—Comienza a pestañear.
Sabía lo que significaba, así que comencé a hacerle ojitos y morritos a todos los chicos de la fila, mientras él hacía lo propio con las chicas. Cuando entramos a la oficina vi a la presa de Ryan, sentada detrás de un escritorio alto.
Ryan se acercó a ella y se inclinó sobre el mostrador, una posición que lo hacía flexionar y exhibir su musculatura.
Un moreno próximo a ser atendido torció el gesto cuando vio el descaro de mi hermano, lo vi dar un paso en su dirección, iba a confrontarlo, por lo que me apresuré hasta él haciéndole ojitos.
—Lo lamento tanto, Ryan es… un poco sensible con los horarios. Me gusta tu camisa, te resalta los pómulos —no mentí y cuando él sonrió con cierta timidez y sorprendido al reconocerme, me animé a juguetear con los botones de su camisa—. Eres muy amable, guapo.
El chico tragó grueso y trató de recomponer su semblante para lucir un poco más seguro y confiando en mí presencia.
—Gracias —su voz salió débil y un tanto temblorosa—, tú luces estás como siempre muy bien.
Le di mi mejor sonrisa, un piropo se le podía aceptar a cualquiera, aunque más que sus palabras, me gustó ver como luchaba en no mirar mi escote con tanto descaro.
Le daré puntos por intentarlo.
Le sonreí cuando finalmente perdió la batalla y posó sus ojos en mi pecho. Sus ojos se engrandaron lo suficiente como para hacerme reír por su asombro. Él notó que me percaté y sus mejillas se encendieron y desvió la mirada con rapidez, mirando a mi hermano un poco asustado de que lo hubiese pillado.
Definitivamente las reacciones eran lo mío, no las palabras, cualquiera podía decirme bella y lograr subirme un poco más el ego y la autoestima, pero no todos podían realmente impresionarme con solo con una buena sonrisa. Esa persona aun no la conocía, quizás no existía.
Una voz se alzó por encima del resto del bullicio del lugar.
—Podrás tomar su lugar, pero tendrás que hacer algo más que eso para que tomes el mío.
El sonido fue sexy y envió cosquillas a mis oídos. Me tuve que girar para buscar al dueño de esa voz y lo hice con deliberada lentitud, saboreando el momento, preparándome para ver al dueño de semejante vozarrón, imaginándolo como todo un adonis.
Mantuve la misma sonrisa traviesa que se dibujó en mi rostro cuando escuché su voz, pero por dentro estaba muy desconcertada. El dueño de esa voz barítona, ronca, viril y sexy era un chico con lentes de pasta gruesa, una camisa blanca con pequeños puntos marrones, tirantes y corbatín rojos y jeans negros. Su cabello azabache estaba peinado con perfección hacia un costado, no había una arruga en su vestimenta, nada fuera de su lugar o torcido. Iba tan pulcramente vestido que me impresionó. Me sostuvo la mirada a la vez que acomodaba los lenteslas gafas sobre el puente de su nariz y cruzó los brazos.
—Dile a tu hermano que nosotros estamos primero.
Una vez más la intensidad de su voz me desconcertó. No pareciera pertenecer a él, sino a un chico oscuro y peligroso. Me acerqué al extraño.
—Lo lamento, de verdad , tenemos mucha prisaestamos apurados— me sinceré pero usando mi mejor cara de cachorrito triste. Nadie se resiste a ella.
—Yo también y sin embargo no estoy pasando por encima de todos, Megan, y créeme que podría hacerlo.
Que supiese mi nombre no fue sorpresa, todos los hombres sabían mi nombre y lo deseaban, lo que me sorprendió fue lo bien que sonó saliendo de sus labios. Eso y que no tuvo ninguna reacción por mi cara.
¿Qué tan ciego está? ¡Nunca me falla!
—¿Cómo te llamas? —pregunté tratando de disimular mi sorpresa y la ansiedad que me generaba.
—¿Para qué quieres saberlo? — alzó una ceja.
—Tú sabes el mío, quiero saber el tuyo —miré por encima de mis hombros y la chica no dejaba de sonreírle a mi hermano ruborizada por completo, apúrate date prisa pensé hacía él.
Volví a mirar a ese extraño y sexy chico con la misma confusión de antes. Le dediqué mi mejor sonrisa, aquella que hizo que Adam Hellen me cargara hasta mi autococheautomóvil bajo la lluvia para que yo no ensuciara mis zapatos y la misma que hizo que me llamara al día siguiente aunque ni siquiera me digné a llevarlo en mi autococheautomóvil hasta el suyo porque estaba mojado.
Y la reacción de este espécimen que tengo frente a mí fue… nada. Sin poder evitarlo fruncí el ceño. Me sentía como Edward cuando no podía leerle la mente a Bella.
—Alejandro Hott —dijo al final con un tono cansado.
—Bien, Alejandro Hott —respondí—, ya me lo agradecerás luego.
Le guiñé un ojo y me acerqué a mi hermano.
—Busca también a Alejandro Hott —le susurré apenas audible para él.
Me regresé al lado del espécimen, porque en definitiva eso era, un espécimen que me provocaba mucha curiosidad. Un nerd con voz sensual inmune a mi magia, de hecho, un nerd capaz de hablarme de frente y sostenerme la mirada sin sacar un inhalador ni tartamudear.
Un milagro del universo.
No sé porque lo hice, este chico parecía poder resistirse a mis encantos, pero nadie era al final inmune, algunos solo costaban más que otros, pero todos siempre caían. Pero algo en él, quizás su voz, o esos profundos ojos azules detrás de esos lentes de pasta gruesa, me hicieron tener miedo.
SiSí, miedo, de no poder yo resistirme a los suyos.
¿Espera qué? ¿Qué encantos irresistibles tiene?.
Lo miré una vez más y aunque tenía buena altura, porte, espalda ancha, buen cabello, linda boca y mejores pestañas que las mías, no estaba ni cerca de ser mi estilo, solo con los tirantes debía descartarlo de forma inmediata, ni hablar del corbatín.
¿Quién usa corbatín en esta época? Solo él.
Mi hermano me tomócogió por la cintura y rompió la guerra de miradas silenciosas que aún manteníamos y me entregó una hoja con el nombre de Hott en el encabezado. La tomé y se la puse sobre su tórax, por el corto momento que duró el contacto, sentí la dureza de su pecho y el palpitar sereno de su corazón, un palpitar muy diferente al mío. Él rozó mi mano cuando agarró el papel y un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Me retiré con rapidez, sorprendida por lo que me produjo.
Lo miré una vez más con mi ceño fruncido, pero me recompuse le dediqué una sonrisa sincera, le guiñe un ojo y me despedí.
—Chau Chau Hottie,
Sin esperar su respuesta me dejé arrastrar por mi hermano, hacia nuestra primera clase.
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.***
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—¿Y ese quién era? —me preguntó Ryan sentándose a mi lado cuando por fin llegamos a nuestra primera clase.
—Uno que no estaba nada feliz de que nos saltáramos a todos en la fila.
Él se encogió de hombros. Poco le importó que alguien se hubiese molestado, llegamos justo a tiempo a clases y era todo lo que le interesaba.
—¿Le pestañaste? — preguntó.
—Hasta casi desprenderme los pelitos.
—¿Le guiñaste?.
—Como si tuviese un tic nervioso.
—¿Y la sonrisa?.
—La mejor de Colgate que tengo.
—¿Y aúnaun así se molestó? Vaya, tenemos a un inmune.
Le di un golpe en el brazo. En respuesta mi tonto hermano me lanzó un beso y me hizo un gesto con su cara.
—Creo que está ciego, quizás ya los lenteslas gafas se le se le vencieron. Es la única explicación plausible.
Ryan se burló negando con la cabeza y se volteó para comenzar su coqueteo con la primera que se sentó a su lado.
Aún pensaba en Alejandro Hott y sus ridículos tirantes, cuando fijé mi vista en el horario de mis clases para este año. Espabilé para concentrarme en lo que tenía al frente, pues debía tener algún error, aparecían clases adicionales de Matemáticas. Cuatro días a la semana de mates para ser exacta.
—Ry — lo llamé halándolo por la camisa de forma insistente—, creo que tu amiga de la oficina administrativa imprimió mal mi horario.
—¿Por qué? — se giró y me quitó la hoja de mis manos.
—Aparecen dos matemáticas, debe ser un error, ¿no?.
Cierto miedo se filtró a través de mi voz.
—Claro, de seguro es eso, me comentó que el sistema estuvo fallando temprano, quizás sea culpa de esa fallao. Regresa cuando termine la clase —y agregó en un susurro para que la chica a su lado no lo escuchara—, y se buena hermanita y me consigues su número, con lo apurado que estaba esta mañana, no se le pedí.
Asentí una única vez sin despegar la hora vista del horario. Tenía que ser un error.
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—¿Cómo que no es un error? — exclamé alterada a Kathy, la chica de la oficina administrativa.
—Los lunes y viernes tendrás Matemática 2 y los martes y jueves Matemática 1. Está todo claro.
—Eso es imposible —insistí tendiéndole una vez más el papel con mi horario que ya estaba bastante maltrecho—, yo vi Matemática 1 el semestre pasado, querida — respondí con soberbia.
¿Qué tan difícil podía ser imprimir una hoja? Y aun así ella lo había hecho mal y como si no fuese poco, se negaba a reconocer su error.
—La habrás visto, pero no aprobado — respondió con su mirada fija en la pantalla de la computadora mientras tecleaba algunas cosas; después de unos segundos que se me hicieron molestoenfadados y eternos siguió hablando—. No es un error, querida —repitió burlándose de mi tono—. noNo aprobaste Matemática 1 el año pasado, así que ahora la tendrás que cursarla otra vez. Y si no pasas ambas materias por encima del 70%setenta por ciento de la nota, repetirás el año completo.
—¡¿QUÉ?! — grité sorprendida.
Mi respiración se hizo escaza escasa y dificultosa, mi corazón martillaba con fuerza, agua helada corría por mi espina dorsal, incluso la oficina se me antojó repentinamente pequeña y en constante movimiento.
Ella tiene que estar equivoca. No es posible que yo…
No puede ser…
Me tumbé en la silla cercana. Mis piernas habían dejado de responder, negándose a soportar el peso de mi cuerpo.
—¿Estás bien? —preguntó la chica y cuando vio mi rostro se levantó con rapidez y me ofreció un poco de agua.
—Gracias —murmuré mientras daba pequeños sorbos.
Me sentí agobiada. Todo lo malo que podía pasar si no lograba pasar las materias, si repetía el semestre, si no aprobaba, si perdía…
Es demasiado.
—¿Quieres que llame a alguien? —pero negué con la cabeza.
Me terminé el agua, le agradecí y salí de la oficina, mientras llamaba a mi hermano. No quería ir a la siguiente clase, solo deseaba estar sola, así que me fui al cafetín, donde sabía que no conseguiría a nadie en este momento.