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CAPITULO 1. (parte 1)

No es un error, querida

—Megs, vamos levántate —gritó Ryan lanzándose en mi cama—, eres demasiado floja. Llegaremos tarde al primer día de clases.

Refunfuñé y me tapé con la cobijamanta.

—Rectifico, tú llegarás tarde al primer día de clases porque como no estés lista en quince minutos me voy, contigo o sin ti.

Abrí los ojos y me quité la sabana de un solo tirón, tratando que el frio frío espabilara mis sentidos perezosos.

—Estoy despierta, estoy despierta— repetí con los ojos cerrados pero sentada en la cama, por lo menos me levanté, eso era un avance.

—Muévete Megs, no estoy mintiéndote. Catorce minutos, tic tac, tic tac—insistió imitando el sonido de un reloj.

Me levanté con prisa y corrí al baño tropezándome en el camino, aún seguía dormida. Ryan era muchas cosas: mujeriego, presumido, arrogante y obsesivo con su apariencia, pero no era ni mentiroso ni impuntual.

Si decía que se iría sin mí, lo haría, no sería tampoco la primera vez que lo hiciera.

—¿Cómo se llama la muchacha que vive a dos puertas de aquí?— gritó desde la habitación.

—¿Para qué quieres saber los nombres, si igual ni te molestas en recordarlos?

—Cierto, mejor dime si está soltera y en cuanto tiempo puedes conseguirme su número

Salí del baño para vestirme apresurada, abrí el closetarmario y su contenido se desbordó parcialmente en el piso, era un closet armario muy pequeño para todas mis prendas. Tomé mis jeans favoritos, esos que me resaltaban las curvas y subían mi trasero y lo combiné con una clásica blusa blanca manga larga. Me mantendría con un perfil bajo el primer día, sobre todo teniendo que vestirme tan apurada. Además, me gustaba darledarles una buena primera impresión a los profesores nuevos.

La ventaja de tener un buen cuerpo como el mío es que cualquier prenda que me coloque me queda bien. Hago que un pantalón en remate, luzca de diseñador costoso, tan solo con mis curvas.x

Salté un par de veces por la habitación para calzarme los jeans y me senté en la cama para colocarme los botines negros.

—Siete minutos — recordó Ryan con cierta indiferencia mientras revisaba su teléfono—, y aún no me respondes.

—¿La morena de ojos claros o la pelirroja pecosa de piernas largas?—me levanté a buscar el maquillaje al baño. Ya me maquillaría en el autococheautomóvil, Ryan no me dejaría hacerlo antes de salir.

Cuando volví a la habitación, Ryan me miraba con su mano en el corazón y el gesto serio.

—¿Qué clase de hermana eres? ¿Acaso me conoces aunque sea un poco? —su tono triste compaginaba con su semblante de ofendido. Le hubiese creído si no lo conociera tan bien.

—Te conseguiré el número de ambas — rodé los ojos—, pero con dos condiciones.

—Si ya sé, nada de psicópatas cerca de ti —ahora era él quien rodaba los ojos—. Tres minutos nena —me recordó y se levantó para verse en el espejo del baño y arreglarse su inmaculada apariencia—. ¿Cuál es la segunda condición?

—Quiero a Taylor — le sonreí con malicia.

—Oh no, que va Megan. Esa es mi única regla contigo: ningún amigo mío. Yo respeto tus reglas, tú respeta la mía.

—Anda, por favor. Taylor tiene cara de que puede darme un orgasmo que me llevará al cielo — suspiré de forma melodramática mientras agarraba mi cartera, mi libreta y salíamos de la habitación.

—Te dije que no. No insistas nena, es lo mismo siempre.

—Por favor —arrastré con un puchero las palabras, pero mi hermano rio, era un truco que él mismo me había enseñado, por lo tanto no caía en mis manipulaciones.

—No, es mi mejor amigo. Además, Taylor es un asqueroso para contar sus cosas y no quiero tener que partirle la boca si comienza a hablar de ti — me pasó el brazo por encima de los hombros y besó mi cabeza.

—Cómo si tú no contaras tus conquistas.

—Una cosa es contar que he follado y otra muy distinta es contar los detalles de la persona con quien lo hago. Eso me lo reservo solo para mí, prefiero que esos detalles se los imaginen. ¿De verdad no me conoces?.

Esta vez su pregunta fue sincera y si sí lo conocía. Lo hice solo para molestarlo un poco, tenía muy claro que mi hermano no era el tipo que repetía lo que hacía ni con quien. Yo lo sabía por ser su hermana, pero ni siquiera me daría los detalles si se lo pidiera, cosa que no hacía.

—Estoy bromeando, Ry —le aclaré y su semblante se relajó—. No me gusta Taylor de esa forma, aunque si se merece que le partas la boca, quizás así madura un poco.

Mi hermano, entre risas, me abrió la puerta del copiloto para que subiera y dio la vuelta para subirse no sin antes sonreírles a algunas chicas de mi residencia que lo miraban con descaro, una de ellas hasta se mordisqueó el labio.

Desde hace tres semanas mi hermano era mi chofer, me gustaba compartir con él, pero perdí independencia. Suspiré ante el nefasto recuerdo.

Hace poco más de veinte días, tenía una cita bastante prometedora, no era él el que me llevaría al cielo, pero me acercaría bastante. Iba conduciendo hasta el restaurante que acordamos cuando él muy idiota me chocó diocolisionó por detrás, sí, mi cita me chocó dio por detrás, y no de la forma sexy.

Mi autococheautomóvil fue una pérdida total, sobre todo considerando que la situación económica de mi hermano y mía no nos permitía realizar los gastos de reparación, un lujo que no podíamos costear. Vendimos lo que sobrevivió del choque, para aumentar nuestros ahorros y nos acostumbramos a tener un solo autovehículo para los dos.

Mi dormitorio se encontraba a escasos veinte minutos del campus, era la que más cerca vivía por insistencia de Ryan, podía irme caminando sin ningún problema o quizás en transporte público, pero mi hermano entrenaba en un gimnasio cercano que le permitía buscarme y seguir juntos a clases.

La Northeastern University, era nuestra universidad. La primera opción de ambos cuando nos tocó postularnos. Nuestro mayor orgullo y logro personal.

Cuando llegamos a la universidad yo ya estaba más que lista para empezar un nuevo semestre y afrontar el fastidioso primer día de clases.

Fuimos todo lo puntuales como le gusta a Ryan ser; si dependiese de mi yo hubiese llegado un poco tarde, lo justo para una correcta entrada que llamase la atención de cualquier mortal, pero cuando se trataba de llegar retardado, Ryan no aceptaba ninguno motivo; así que a falta de una correcta entrada dramática, opté por soltarme los dos primeros botones de mi blusa y dejar al descubierto solo un poco de mi sostén amarillo.

Ryan me abrió la puerta, esta vez más para apurarme que por ser caballeroso. Miraba su reloj constantemente y tomándome de la mano me ayudó a caminar más deprisa por el estacionamiento. Ya estaba acostumbrada a su andar apurado, aunque no era posible que pudiera seguirle su paso con sus largas zancadas y mis botines de tacón alto.

Entramos a la universidad atravesando el campus junto con él rio de chicos que, al igual que nosotros comenzaban las clases. Las miradas nos seguían y los cuchicheos y murmullos también. Muchos se apartaban de nuestro paso, dejándonos el camino libre como si fuésemos los dueños del lugar. Es divertido, no mentiré, pero también solitario.

Sonreímos a todos por igual. Desde que estábamos en el instituto mi hermano y yo estábamos acostumbrados a llamar la atención del sexo opuesto, era algo que además disfrutábamos y no nos incomodaba. Ryan dedicaba sonrisas torcidas y traviesas a diestra y siniestra, evaluando y etiquetando a cuantas se tiraría este año. Yo dedicaba miradas a través de mis largas y muy maquilladas pestañas. Estaba haciendo la misma lista que mi hermano, aunque mis estándares eran muy distintos a los de él.

Ryan era el mujeriego, pero ponía unas caras tan adorables que a pesar de su mala reputación, las chicas seguían cayendo a sus encantos, lo conocían como RA, si el Dios, era un sobrenombre que cada vez que lo escuchaba me hacía rodar los ojos, y que a él solo lo ponía más presuntuoso si es que eso era humanamente posible.

Yo era la popular, nadie se atrevería a llamarme zorra y que Ryan se enterara, pero eso era lo que era. Los pocos osados que se atrevían a decirlo en voz alta terminaban muy mal heridos por mi hermano; las chicas que lo comentaban pasaban a la lista negra de mi hermano y eso era acabar con cualquier esperanza que ellas pudieran tener de follárselo.

La verdad es que me gusta el sexo y sus antesalas, disfruto de practicarlo y experimentarlo, de forma segura siempre, eso sí. Tampoco me iba con cualquiera, tengo mis estándares, como ya dije: atractivos, respetuosos, agradables y dispuestos a consentir mis caprichos; y también tengo mi única regla inquebrantable: tres citas para llegar a la tercera base y adiós. Yo siempre era la que terminaba con ellos.

Una relación no era lo mío.

Esa facilidad para despachar a los chicos después de una sola noche juntos es lo que manchaba mi reputación, aunque no era algo que me importase. Mi hermano era el quien la cuidaba con gran ahínco, no sé cómo lo hacía, pero no creo que nadie se atreviese a mencionar en una misma oración mi nombre y la palabra zorra o puta en un diámetro de cinco kilómetros de la universidad sin que él se enterase.

A veces creía que pagaba para que le contasen quienes me ofendían, era la única explicación posible.

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