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A pesar de todo, ese extraño sueño quedó impregnado en la memoria. Al llegar a la casa, observo mí teléfono. Tengo un mensaje, de mí mejor amigo por internet.
“¿Y lo conquistaste?”, pregunta y revoleo los ojos. Le comenté muy entusiasmada, que había tenido la oportunidad de hablar con el hombre.
“No, me dijo que la plaza era grande… mierda, soy tan tonta”, me lamento en ese mensaje.
“No seas dura contigo misma… quizás… estaba tímido”, me consuela y suspiro.
“Eso que me lavé los dientes cinco veces”, escribo y bloqueo el teléfono.
Doy un gran suspiro, y me alejo hasta llegar a la cocina. Aún tengo curiosidad ¿qué habrá pasado? ¿El chico habrá ido a verla? En el sueño, la chica estaba casada y parece que la descubren.
Es como una película, con el final abierto. Preparo un guiso, es más económico y rendidor. ¡Ya sé! Quizás si preparo unas galletas, el chico no piense que soy molesta. Tengo que aprovechar mis dotes de buena cocinera, o al menos eso creo. Brianna siempre dice que soy buena haciendo eso, tengo que confiar en mí amiga.
Pero por las dudas, le envió un mensaje.
“Brianna ¿de verdad cocino rico?”, le envío el mensaje. Mientras revuelvo las batatas con cebolla, mi teléfono vibra. Es un mensaje de Brianna.
“Me encanta como cocinas amiga”, escribe y doy mi mejor sonrisa. Saco el bol, la harina y huevos.
Al día siguiente, llego con un tapper lleno de galletas de chocolate. Puedo ver al chico de mis sueños, sentado a unos metros de distancia. Siempre quieto en el mismo sitio. Me paro enfrente, sin embargo recuerdo lo mal que me trató y el entusiasmo, se esfuma.
Para mí sorpresa dice: —Hola…
Lo observo de mala manera, me giro y alejo. Rocco me sigue, y por primera vez, decido ignorar al chico que me gusta. Y aunque mis bragas estén empapadas porque me hubiese hablado, estoy con el orgullo a flor de piel. Que se joda por imbécil.
Pero cuando espío en su dirección, la sorpresa le gana a mí molestia. Se acerca lentamente un hombre, empuja una silla de ruedas con el tapizado negro. Se acerca a su lado, y lo ayuda a subirse en ella.
—Mierda… —susurro sorprendida, no había imaginado que él, fuera discapacitado. El hombre que lo ayuda, es tan guapo como el. ¿Acaso es obligatorio ser guapo a su lado? Por eso me habrá dicho que el parque era grande.
Lo observo alejarse, pero por un breve segundo, sus ojos se encuentran con los míos. Levanto la mano, pero la dejo caer a mitad de camino.
“Eres una cobarde Sol”, pienso. Y camino de vuelta a casa, con unas galletas que él no probará.