2
Al día siguiente, llego nuevamente aunque cansada, con una gran sonrisa en el rostro. A la distancia, puedo ver al chico. Tiene puesto una camisa de manga corta y un pantalón de vestir verde. Sonrío al verlo. El sol, se está ocultando, mostrando las tonalidades naranjas. Hay pocas personas con sus respectivas mascotas. Comencé a venir aquí, por un sueño. Sí, por lo más raro que resulte.
¡Tan aburrida que es tu vida Sol! SÍ.
Corro a su lado, me siento. Lo observo, no fija la vista en mí. De igual forma le muestro mis dientes con alegría. Me los lavé cinco veces, están impecables, incluso me pasé el hilo dental.
—Hola desconocido ¿me dirás tu nombre? –pregunto y aleja la vista del libro, para observarme fugazmente –muchas gracias por ayudarme ayer, ya me siento mejor. Incluso, pude salir corriendo. Rocco se me había escapado, tuve que dejar el mate tirado a un costado para seguirlo ¿puedes creerlo? –pregunto y doy un soplido, mi fleco sale volando.
—Disculpa…
—Y además… mi jefe, me pidió quedarme horas extras. Pero ni loca, me encanta venir a esta misma hora ¿Tienes un lugar favorito? –pregunto y el niega –Este me encanta… me resulta… familiar –susurro.
—La plaza, es un espacio enorme, hay más bancos –contesta con voz monótona, sin prestarme atención, ni siquiera pestañea. Su concentración está en el libro, sostenido por sus manos.
—Oh… lo lamento… —comento apenada, no fue mi intención incomodarlo. –Iré… a ver a mi mascota –contesto alejándome lejos de su alcance.
“Tonta eres Sol, tonta”, pienso.
Decido alejarme más, a la parte baja de la plaza. Hay una especie de colina, algunas personas se recuestan para dormir la siesta o estar de románticos con sus novios. En el centro, una gigantesca fuente, con colores se cierne gloriosa. Me relaja el sonido del agua. Tomo una manta, que siempre llevo conmigo y me recuesto.
Qué vergüenza acabo de pasar ¿Cómo pude pensar que un hombre así de guapo, querrá seguir viéndome?
Soy normal, debo aceptarlo. Muy parlanchina, con raros sueños. Mis ojos me pesan, hasta que caigo en la inconciencia.
Observo el teléfono con una mueca, mis ojos se encuentran con la computador. La cierro, al igual que el juego que estaba abierto. La puerta se abre, ingresa mi esposo. Sus ojos se encuentran en la pantalla cerrada, y en mis manos cerca.
—Hola amor –comento con felicidad, me envuelve en un abrazo. Me da un beso en los labios y sonrío.
—¿Tengo que comprar algo para cenar?
Su pregunta llega y asiento.
—Sí amor, falta carne –contesto y suspira, toma las llaves nuevamente y sale por la puerta. Cuando veo las luces alejarse, tomo mi teléfono. Vuelvo a ingresar al chat virtual, envío un mensaje.
“Amor ¿vamos a la sala?”, pregunto y el enseguida me envía un mensaje.
“Claro, te espero bonita”, responde y sonrío.
Ingreso con mi avatar, me veo guapa tengo el cabello largo y lacio. Tiene puesto un vestido largo, ajustado al cuerpo. En cuanto lo veo, nos abrazamos y comenzamos a conversar con libertad. Me siento feliz, aunque es a través de una computadora.
¿Quién es este chico?
Pero mi sonrisa se desvanece, me veo llorando junto al teléfono con la pantalla quebrada. Mi esposo se enteró, me culpó de infiel, cuando le dije que solamente era un juego. No comprendo porque recuerdo todo eso. Es un sueño extraño.
“Lo siento, no debemos vernos más”, escribo, mis manos tiemblan y siento lagrimas secas en mi rostro.
“¿Qué? ¿Por qué? Hablemos, dame tu número”, me escribe y suspiro. Cierro el juego y lo estoy a punto de desinstalar, cuando me llega otro mensaje:
“Vivo en Bolívar, es 100 kilómetros de tu ciudad… ¿verdad? Una vez lo mencionaste”, comenta y abro los ojos con sorpresa. Con más rapidez, quiero desinstalar el juego para no fallarle a mí esposo pero sigue escribiendo.
“Iré a verte”.
Despierto, mí corazón late con muchísima fuerza ¿quién era ese chico? Sentía un amor tan grande en ese momento, pero… tan solo era un sueño, no era real. Me río divertida, además estoy sola no hay nadie en mí vida. Lo único que me acompaña son mis deudas.