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4

Pronto, se vio a sí misma llegando al lugar de sueño, la dejó marcharse. Y ya se dio la vuelta solamente para darle un último vistazo.

"Contrólate..."

—Es muy bello... —susurró.

—¿Decía algo su alteza..? —comentó una mujer delante.

—¡Nada..! —gritó.

Avergonzada, sintió sus mejillas arder. El caballo del joven príncipe, se alejó y ella se mordió los labios. Un hombre así, solamente lo había visto en una revista de jóvenes modelos.

Ahora se ponía a pensar porque solamente recordaba algunos fragmentos insignificantes.

"¿Por qué solo prestas atención a cosas tontas?" la regañó su conciencia.

Ella puso los ojos en blanco, intentando ignorar a su voz interior.

—No me ignores.

Al llegar al interior, algunas doncellas se acercaron. Todas tenían puesto un vestido, y ella prestó atención. No había ningún tipo de luz, sino muchas velas colgadas en el techo y también en la parte de abajo. Absolutamente todo era de madera. Aunque de una buena calidad.

Muebles brillaban, y el suelo era resplandeciente.

Se mordió los labios, no entendía qué era ese sitio.

¿Acaso era una perfecta imitación de una época anterior?

—Señorita... Estábamos preocupadas por usted —comentó una mujer de tez morena.

Se acercó con una sonrisa.

—Hola.

—Parece que no recuerda nada. Yo creo... se ha dado un buen golpe en la cabeza —comentó una de sus acompañantes.

—Eso no es bueno.

—No lo es.

La llevaron hasta una escalera, la ayudaron a subir poco a poco y finalmente a una habitación enorme. Era hermoso, se sorprendió de ver algo tan bellamente decorado. Una gran cama se encontraba en el medio, con dosel. Sonrío, el lugar es la bellísimo. Muebles de algarrobo, cedro de un color blanco a los costados.

—¡Qué bonito..! —expresó.

—La dejaremos sola... esté tranquila ya se le preparó un baño de agua caliente.

La princesa asintió, sin comprender nada. La le habían llamado como su alteza, como princesa. Y la confusión se hiciera más pertinentes en su cabeza.

—Compórtate —le regañó de nuevo.

—¿Dónde estaré? este lugar es muy bonito. Mira qué belleza, siempre quise tener una cama con estos palos que se alzan hacia arriba y caen telas.

—Dosel...

—Si lo que sea. Me dijeron que ya estaba lista el agua, aunque no entiendo. Puedo ser capaz de abrir la regadera —comentó burlona, y al abrir la puerta del baño, se encontró con una bañadera, y agua caliente.

A su alrededor, no vio ninguna manija para sacar el agua. No comprendió.

—¿Tán anticuados están en este sitio que no tienen una ducha con agua corriente?

—No quiero desanimarte, pero creo que estamos en el pasado.

La chica frunció el ceño, ¿acaso su conciencia estaba enloqueciendo..?

—¿Qué..? Estás loca.

—¿Y qué otra explicación tienes? Yo creo que solamente son personas que están a la antigua.

—Les... debe gustar usar cosas como velas, y no utilizar el agua corriente.

—¿A qué persona normal no le gustaría usar el agua corriente? con lo cómoda que es.

—No lo sé. Bueno me tomaré este baño que parece magnífico. Incluso mira, hay pétalos de flores. Nunca me habían atendido también en mi vida —siseó con un dejo de picardía.

Sintiéndose de verdad una princesa.

Cuando se terminó de quitar la ropa, dejó caer su liviano cuerpo, sobre el agua. Cerrar los ojos, sintiéndose placentera. Una gran sonrisa apareció en su rostro. Poco a poco, el sueño la invadió; sin embargo como había visto demasiadas películas, para darse cuenta que no debía quedarse dormida en una bañadera. Estuvo así hasta que el agua se enfrió.

Se puso de pie, se envolvió en una hermosa toalla, con bordados dorados. Se sintió calientita, reconfortada.

Se miraron el gran espejo, y acomodó su cabello.

Dió algunos pasos torpes, y se recostó en la cama. Cerró los ojos, quedándose dormida al instante.

***

Algo la despertó, o más bien dicho un sonido. Abrió un ojo y lo volvió a cerrar. Abrió los dos ojos, asustada. Recordando que estaba en un lugar desconocido, y sin siquiera recordar quién era.

—Señorita, venimos a vestirla y a prepararla para ver al rey.

Cuatro mujeres habían ingresado. Ella no comprendió absolutamente nada. Asintió, sin saber que otra cosa decir y pronto se vio arrastrada frente a un tocador. Se miró al espejo, tenía un poco de ojeras.

—La maquillaré mi lady. Emilia..

Entonces cuando estuvieron a punto de tocarla con una especie de pluma, o mejor dicho esponjita, ella recordó algo. En la época de 1800, acostumbrada a utilizar maquillaje a base de plomo y también Iodo.

—Espera.. ¿De qué está hecho este maquillaje..? —preguntó un poco presa del pánico.

—Pues de lo último de modas con más plomo.

"¡Me voy a morir..!"

—Ya luego... no lo quiero, quita todo lo que tenga algún tipo de radiación o algo por el estilo —dijo asustada.

—¿Qué..? ¿qué es esa palabra?

—Solo hazme caso —dijo alarmada.

Había tenido un elemento tan tóxico a tan escasos centímetros de su piel. Suspiro de alivio al ver que la doncella, retiraba absolutamente todo el maquillaje y en parte se sintió culpables, se había vuelto expuesta a ese componente.

—Quiero que me cambien de doncellas, esa chica no... alguna que nunca haya tocado maquillaje —dijo asustada.

—¿Señorita se encuentra bien? —preguntó una joven que estaba a su lado.

—Sí, estoy perfecta.

—Debe ser... la pérdida de memoria —comentó una voz arriba de su cabeza, quién la estaba peinando.

—Si, debe ser eso... disculpe.

La joven regresó. Mirandola un poco confundida, aunque esta vez tenía puesto unos guantes.

—Estoy bien, no quiero que me maquillen —dijo.

La doncella asintió, desapareciendo por el pasillo. Otra mujer, se acercó con muchos vestidos

—¿Cuál le gusta más? Este es un poco más ajustado, y yo quedará sus hombros al descubierto. Si no tengo este, tienen unas mangas cortas, y un poco de...

—Lo que sea, solo quiero vestirme y ya.

En media hora, se encontraba con un vestido completamente pomposo, y sentía que le estaban cortando la respiración con el ajustado corcé.

Aunque no lo podía negar, se veía hermosa.

Su cintura se veía completamente estrecha.

—A pesar de que debo tener mis órganos comprimidos, es increíble la pequeña cintura que se me ve..

—Por eso lo usaban, y también seguían usando fajas —mencionó su conciencia.

—Tiene razón, no puedo querer tener esta cintura. Mira, Incluso si pongo ambas manos puedo tocarme mis propios dedos.

—¡Concéntrate..! tenemos que averiguar qué hacemos aquí. Lo más importante en dónde y cuándo estamos.

—Ya te dije, seguramente son personas anticuadas conciencia. No creo que...

No pudo continuar hablando, la puerta fue abierta y una doncella ingresó.

—Señorita, el rey ya lo está esperando para desayunar.

Ella asintió sin decir nada a comer y pronto atravesó el largo pasillo junto con las escaleras.

Llegó en el gran comedor, había una gran mesa que no había visto con anterioridad. Al final de ella, sentado dando la espalda se encontraba un hombre.

Lo primero que vió fue un cabello color oscuro, casi negro. Tan oscuro como la noche, con algunos bucles. Se giró, lo hizo y ella se quedó encantada.

"¡Creo que me morí y estoy en el cielo!"

Tenía una mandíbula cuadrada y varonil, unos labios gruesos y besables. Una nariz respingada y fina, y unos ojos de un color turquesa. Cejas pulidas, y al pararse una elegancia inaudita

—Milady —comentó acercándose a ella, sosteniendo su mano.

Dejó un beso depositado sobre el fino guantes, y ella lo miró encantada.

—Su alteza —comentó inclinándose, tal cual había visto en las películas.

—Siéntate a desayunar —comentó con una sonrisa amable y movió la silla para que ella pudiera ubicarse.

Ojalá hubiera sido así, sin embargo se encontraba frente a un hombre que ni siquiera se volteó. Tenía una muy buena imaginación por lo que comenzaba a descubrir de su cerebro, porque aquello no había ocurrido.

***

Algo la despertó, o más bien dicho un sonido. Abrió un ojo y lo volvió a cerrar. Abrió los dos ojos, asustada. Recordando que estaba en un lugar desconocido, y sin siquiera recordar quién era.

—Señorita, venimos a vestirla y a prepararla para ver al rey.

Cuatro mujeres habían ingresado. Ella no comprendió absolutamente nada. Asintió, sin saber que otra cosa decir y pronto se vio arrastrada frente a un tocador. Se miró al espejo, tenía un poco de ojeras.

—La maquillaré mi lady. Emilia..

Entonces cuando estuvieron a punto de tocarla con una especie de pluma, o mejor dicho esponjita, ella recordó algo. En la época de 1800, acostumbrada a utilizar maquillaje a base de plomo y también Iodo.

—Espera.. ¿De qué está hecho este maquillaje..? —preguntó un poco presa del pánico.

—Pues de lo último de modas con más plomo.

"¡Me voy a morir..!"

—Ya luego... no lo quiero, quita todo lo que tenga algún tipo de radiación o algo por el estilo —dijo asustada.

—¿Qué..? ¿qué es esa palabra?

—Solo hazme caso —dijo alarmada.

Había tenido un elemento tan tóxico a tan escasos centímetros de su piel. Suspiro de alivio al ver que la doncella, retiraba absolutamente todo el maquillaje y en parte se sintió culpables, se había vuelto expuesta a ese componente.

—Quiero que me cambien de doncellas, esa chica no... alguna que nunca haya tocado maquillaje —dijo asustada.

—¿Señorita se encuentra bien? —preguntó una joven que estaba a su lado.

—Sí, estoy perfecta.

—Debe ser... la pérdida de memoria —comentó una voz arriba de su cabeza, quién la estaba peinando.

—Si, debe ser eso... disculpe.

La joven regresó. Mirandola un poco confundida, aunque esta vez tenía puesto unos guantes.

—Estoy bien, no quiero que me maquillen —dijo.

La doncella asintió, desapareciendo por el pasillo. Otra mujer, se acercó con muchos vestidos

—¿Cuál le gusta más? Este es un poco más ajustado, y yo quedará sus hombros al descubierto. Si no tengo este, tienen unas mangas cortas, y un poco de...

—Lo que sea, solo quiero vestirme y ya.

En media hora, se encontraba con un vestido completamente pomposo, y sentía que le estaban cortando la respiración con el ajustado corcé.

Aunque no lo podía negar, se veía hermosa.

Su cintura se veía completamente estrecha.

—A pesar de que debo tener mis órganos comprimidos, es increíble la pequeña cintura que se me ve..

—Por eso lo usaban, y también seguían usando fajas —mencionó su conciencia.

—Tiene razón, no puedo querer tener esta cintura. Mira, Incluso si pongo ambas manos puedo tocarme mis propios dedos.

—¡Concéntrate..! tenemos que averiguar qué hacemos aquí. Lo más importante en dónde y cuándo estamos.

—Ya te dije, seguramente son personas anticuadas conciencia. No creo que...

No pudo continuar hablando, la puerta fue abierta y una doncella ingresó.

—Señorita, el rey ya lo está esperando para desayunar.

Ella asintió sin decir nada a comer y pronto atravesó el largo pasillo junto con las escaleras.

Llegó en el gran comedor, había una gran mesa que no había visto con anterioridad. Al final de ella, sentado dando la espalda se encontraba un hombre.

Lo primero que vió fue un cabello color oscuro, casi negro. Tan oscuro como la noche, con algunos bucles. Se giró, lo hizo y ella se quedó encantada.

"¡Creo que me morí y estoy en el cielo!"

Tenía una mandíbula cuadrada y varonil, unos labios gruesos y besables. Una nariz respingada y fina, y unos ojos de un color turquesa. Cejas pulidas, y al pararse una elegancia inaudita

—Milady —comentó acercándose a ella, sosteniendo su mano.

Dejó un beso depositado sobre el fino guantes, y ella lo miró encantada.

—Su alteza —comentó inclinándose, tal cual había visto en las películas.

—Siéntate a desayunar —comentó con una sonrisa amable y movió la silla para que ella pudiera ubicarse.

Ojalá hubiera sido así, sin embargo se encontraba frente a un hombre que ni siquiera se volteó. Tenía una muy buena imaginación por lo que comenzaba a descubrir de su cerebro, porque aquello no había ocurrido.

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