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—Coni, me llama la atención, es un hombre muy guapo y viril, ¿De qué manera habrá perdido la vista..?
—¿Coni..? ¿Qué demonios es eso?
—Coni, de conciencia.
—Emilia, solo nos importa una cosa; tenemos que saber dónde estamos.
—Tienes razón, tendría que volver.
Y eso hizo, se puso de pie cuando terminó la última probada de sopa. Desapareció, viendo de reojo que las doncellas no la buscaban. Comenzó a caminar hasta perderse en el bosque..
Las puertas estaban abiertas y ella aprovechó ese momento. Aunque se quedó tiesa, con la sangre congelada. Había muchas carretas circulando, tal cual hubiera ocurrido hace muchos siglos atrás.
Se mordió los labios, con la esperanza de encontrar algún vehículo. Sin embargo, eso no ocurría, habían carretas elegantes y otras bastante humildes. Pero ningún vehículo en movimiento, ningún motor rugiendo.
Solo caballos, mucho excremento en el camino, y algunos hombres quitando con anchas palas eso.
—¿Qué es todo este sitio..? —se preguntó en voz alta.
—Sigamos caminando.
Y eso hizo, aceleró el paso un poco asustada. Sin llegar a comprender que era todo eso. Por fin había llegado al mismo bosque de siempre, con la arboleda espesa e inquietante. El césped está un poco más largo que anteriormente.
Aunque se sorprendía lo rápido que había crecido, sin embargo hizo caso omiso a sus pensamientos.
Sigue recorriendo hasta llegar de nuevo al final del precipicio. Vió su propio cuerpo, arrojado. Asustada se dio cuenta de que tendría que esconderlo.
Ella ahora era una especie de sustituta de la princesa que estaba ahí.
—Tengo que esconder este cuerpo.
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—Ya está —comentó después de 15 minutos.
—¿Tú piensas que ese cuerpo no se va a ver?
—No.
—Emilia, está entre medio de hojas y piedras. Cuando comience a dar olor feo.
—Yo creo que algún animal se lo va a comer, aunque tienes razón.
—Siempre.
—¿De qué otra manera lo puedo esconder? No sé ni con qué hacer un agujero en el suelo, soy muy débil y me cansaré. Además, se vería extraño si estoy arrastrando un cuerpo.
—Da igual, tenemos que averiguar dónde estamos, sigue caminando.
Con algo de dificultad, subió la pendiente. Al terminar de hacerlo, estiró los brazos sintiéndose más libre. Pero a diferencia de la vez anterior, aquella carretera de concreto no existía. Se asustó un poco más, sus pasos fueron rápidos, corrió sintiendo como rebotaba el enaguas en su propio cuerpo.
Llegó donde estaba el cartel, pero ahora había un unas grandes piedras en su lugar. No existía aquella ruta, tampoco el borde donde podías apoyarte y mirar el océano.
Nada de eso existía.
Y eso no hizo más que asustarla.
Se mordió los labios completamente cohibida, y pensando lo peor.
"¡Voy a morir aquí!"
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pensar en una cosa así.
—Hemos retrocedido en el tiempo... ¡Ay dios Coni!
—Ahora lo dices, te lo estoy diciendo desde que ingresamos al castillo.
—No puedo creerlos ¿Y ahora de qué manera voy a regresar a mi casa..? La cual... ni siquiera recuerdo.
—No lo sé, Pero supongo que vas a tener que adaptarte. En primer lugar tenemos que saber qué hacer con ese cuerpo.
—Estamos perdidos, muy...
Volvió arrastrando sus pasos, sentía un leve pitido en sus oídos. Era como estar bajo el agua, sintiéndose perdida y sin dirección. Por inercia, atravesó nuevamente el bosque, llego al borde del precipicio y con cuidado bajó por un camino.
Miró su cuerpo, e hizo una mueca. Era todo tan extraño. No comprendía por qué ella estaba muerta a un costado, pero iba en persona. A poco sabía dónde ocultar aquel lugar.
Miró presa del pánico hacia varias direcciones. Hasta que vió algo. Había una cueva a unos metros de distancia. Le pareció un buen sitio para esconder su propio cuerpo.
Tomó de la mano aquella desconocida, muchas ganas de vomitar la incadieron.
—¡Joder..! estoy muy pesada —Protestó tirando del vestido.
—Pues tómala de otro lado.
—No, me da demasiada impresión tener que sostenerlo de la mano.
—Tienes que hacerlo rápido —la regaño su conciencia.
—No puedo, peso muchísimo. Tengo que dejar de comer esos postres.
—¿Postres, de qué postre estás hablando?
—De los que me daba mi mamá... Pues.
Abre los ojos sorprendidos, jabía recordado algo. O tal vez eso sí lo recordaba.
—Lo único que recuerdo es comida.
—Si... tienes que dejar de pensar en comer.
La chica, con todo el esfuerzo del mundo, empujó el cuerpo. Hasta que poco a poco, llegó frente a la cueva. Dejó el cuerpo ahí, y lo volvió a cubrir con un montón de piedras que encontró.
No se veía nada; creyó haberse ocultado a sí misma. Suspira con un poco de alivio, y se alejó. Se mordió los labios sintiéndose más inquieta que nunca.
Escuchó un gruñido.