4
MÍRAME
—Buenos días, Nish —la voz de Max resuena en alguna parte de la habitación. No puedo verlo porque aún tengo mis ojos cerrados, aún tengo un poco de sueño. —Vamos, despierta.
Me removí en la cama mientras ponía la almohada en mi cara.
—Recuerda que tenemos que salir —insistió. Me restregué los ojos y lo miré, estaba sentado en el borde de mi cama. Su cabello estaba despeinado dándole un aire súper tierno a Max, eso hizo que mi corazón diera un vuelco y ni siquiera sabía por qué.
Me senté en la cama, bostezando.
—Es muy temprano, Max —lo miré fijamente— Las ocho de la mañana.
—Por alguna razón no tengo sueño —se puso de pie, caminando de un lado a otro. Parecía inquieto—Estoy muy pensativo últimamente: ¿quién se llevó mi cuerpo, Nish? ¿Y quién me mató? No lo entiendo. Siento que no avanzamos nada.
—Max, no digas eso, ¿okay? Hemos avanzado bastante.
Salí de la cama y me puse de pie para consolar un poco a Max, la luz del sol se colaba por mi ventana.
—¿Lo averiguaremos? —me preguntó.
—Por supuesto que sí. Yo te lo prometo —lo abracé, dándole a entender de que yo estaba ahí para él y que no estaba solo. Quizás él se sentía perdido o algo así, pero yo jamás lo dejaré solo con todo esto. Max me abrazó también, si alguien me viera en esta posición estoy segura de que causaría mucho revuelo y que pensarían que definitivamente me había vuelto loca.
Cuando me separé lentamente de él, nos quedamos viendo un momento fijamente a los ojos. Fue un poco incómodo.
—Iré al baño —me separé, sintiéndome nerviosa ya.
—Claro, estaré abajo. Creo que tu madre se fue a trabajar.
Carraspeé.
—Está bien —hasta cuando me metí al baño pude soltar el aire que tenía contenido, lo que había pasado había resultado extraño y nuevo para mí. Me quité la ropa y me metí a bañar.
•
Cuando me vestí y estuve lista para desayunar algo, salí de mi habitación y bajé las escaleras. Max estaba sentado en el sofá viendo la televisión.
—¿Cómo la encendiste? —quise saber.
—Accidentalmente me senté en el control y se encendió sola —sonrió satisfecho.
—Iré a la cocina —anuncié, yéndome de allí. En la cocina ya estaba listo todo, así que tomé un plato, vertí algo de comida para después tomar una taza y servirme algo de café. Salí de la cocina y me dirigí a la sala, sentándome a la par de Max.
—Solo termino de comer y nos vamos —le hice saber.
—Está bien, igual no sé bien por qué vamos donde Wanda, ¿crees que nos sirva de algo?
—No lo sé —di un sorbo a mi café— Pero tengo un leve presentimiento de que ella nos puede ayudar.
—Wanda está loca, Nish, ¿cómo puede ayudarnos una loca? —casi rió.
Suspiré profundo.
—Ella estuvo ese día en el cementerio, quizás miró algo raro o a alguien raro ese día.
—No me sorprendería de que esa vieja loca haya sido quien se llevó mi cuerpo y está haciendo cochinadas con el—hizo una mueca de asco.
—Max, estoy comiendo —sentencié.
—Lo siento.
—¿Conoces la historia de Wanda?
—No mucho, solo sé que cuando era niña todos los que son adultos ahora la molestaban. Incluso tu madre pudo haber sido una. Wanda siempre fue rara, su familia igual. Siempre vestían estilo hippie y usaban collares extraños con algún significado. Es de esas personas que ponen agua en una botella de cristal para absorber energía de la luna, ¿te imaginas? Incluso tiene piedras con cuarzos y todo.
Fruncí el ceño.
—¿Qué tiene de malo eso? —saqué mi collar de cuarzo y se lo enseñé. Era Lápiz Lazuli.
—Pues... —pareció perdido ahora sin saber qué decirme—... no eres cómo Wanda, Nish, por algo tendrás tu cuarzo —se rascó la nuca un poco nervioso.
Lo fulminé con la mirada haciéndole notar mi enojo.
—Como sea, terminaré de desayunar y nos vamos.
•
—Es en serio, Nish, no tiene nada de malo. Al contrario, he sabido que aleja las malas energías y sirven para atraer algo de paz mental —insistió Max, mientras íbamos caminando por las calles de Portland. Sentía que Max quería componer lo que había hecho conmigo.
—Está bien, Max, tranquilízate —casi llegábamos a la casa de Wanda. No me sentía nerviosa ni con miedo por cómo me la había descrito Max, siempre decía que las personas te cuentan mal las cosas. Siempre vas a ser la mala ante los ojos de los demás. Yo ni siquiera sabía de Wanda así que no podía juzgarla porque no la conocía. Nadie tiene derecho a juzgar sin antes saber alguna versión o sin antes conocer bien a la persona.
—Discúlpame.
—Te disculpo.
—Llegamos.
Nos detuvimos frente a la enorme casa de Wanda, era en color negro; el portón también era negro y estaba entreabierto, habían plantas casi marchitas en la entrada. Tenía algunos colgantes en la puerta principal y un gato negro se paseaba por el patio.
—¿No te da miedo? —me inquiere Max.
—Claro que no, vamos —caminé, pasando la entrada. Max me siguió, cuando pasamos cerca del gato éste nos gruñó, el gato se había puesto rígido y sus pelos estaban de punta. —¿Qué le pasa? —sin embargo fue hasta después que me di cuenta que el gato le hacía ese gesto a Max.
—El gato puede verme —me dice Max—Aunque no le agrado mucho.
—Eres un fantasma, Max, es obvio que puede verte. Si fuiste malo con su dueña es obvio que no te quiere —tomé del brazo a Max y lo encaminé hacia la entrada. Subimos unas escalerillas hasta llegar a la puerta. —¿Estas listo? —lo miré.
—No puede verme, Nish, ella no podrá hacerme daño. ¿Estás lista tú?
—Lo estoy —me giré a la puerta y toqué tres veces. Quizás Wanda no esté, o quizás sí. Volví a tocar tres veces. Segundos después escuchamos ruido del otro lado, ruido en la puerta hasta que ésta se abre. Una mujer un poco bajita, cabello canoso y despeinando nos atiende. Es ella.
—¿Wanda? —tanteé.
—Es ella, Nish.
—¿Qué quieres? —me preguntó la mujer solo mirándome desde la puerta entreabierta.
—Soy Nisha y vine porque necesito tu ayuda. Hay algunas cosas que quisiera saber sobre antier, estuviste en el cementerio ese día, ¿no?
—¿Y qué con que estaba? —preguntó casi de mala gana.
—¿Puedo pasar? —quise saber.
La mujer lo pensó.
—Está bien —abrió la puerta para mí— Pero él no puede pasar. —me dice después. Me quedé estática en el mismo lugar tratando de asimilar lo que me había dicho.
—¿Quién? —pregunté.
—Él —señaló al lugar de Max.
No podía ser, ¿o si? Es que no había nadie además de Max aquí.
—¿Puede verme? —se preguntó Max más para sí mismo.
—Por supuesto, niño. No puede pasar —repitió Wanda.
—Te dije que era una bruja —murmuró Max.
—Cuida tu vocabulario —le recrimina ella.
Wanda podía ver a Max.
El gato se acerca a su dueña, paseándose por sus pies, notándose protector mientras veía a Max con la misma desconfianza.
—Espérame aquí, Max, ya vuelvo —me adentré a la casa junto con Wanda y el gato. Ella cerró y aseguró la puerta tras de mí. Su casa estaba llena de plantas, de cristales, de botellas de vidrio con alguna cosa adentro. Olía a alguna hierba cocinándose. Quizás manzanilla. Me gustó ese olor. La casa de Wanda por dentro era rústica, no entiendo cómo a la demás gente no le gusta e incluso le da miedo.
—Ven, sígueme —me dice. La seguí, el gato iba detrás de mi. Llegamos a una especie de patio trasero en donde estaba una mesa. En la mesa había cartas del tarot y un libro de color negro. —Siéntate—me dice, ella se sienta en una silla en esa mesa con cosas mística así que me senté frente a ella. Segundos después el gato se sube a mis piernas y se acurruca— Le has caído bien a Salem, eso no pasa seguido.
Wanda era una mujer simpática, tenía sus arrugas en la cara ya pero vieja no se veía. Sus ojos eran de un azul marino, sus pupilas estaban medio dilatadas y su piel se veía suave.
—También tengo un gato —acaricié a Salem, éste a los segundos ronroneó agradándole el gesto— ¿cómo es que puedes ver a Max?
—¿Cómo es que puedes verlo tú?
—Yo no lo sé —dudé— simplemente pasó.
—¿Qué es lo que quieres saber exactamente? —suspiró.
—Antier alguien estuvo yendo al cementerio según Tom, quizás esa persona estaba tanteando el terreno para la mañana siguiente llevarse el cuerpo de Max. ¿Por qué alguien haría eso?
—¿Y según Tom yo estuve en el cementerio?
—Así es. Me gustaría saber si quizás vio a alguien o algo cerca de la tumba de Max.
—Existen muchas cosas en este mundo, así como existe lo bueno y lo malo. Una cosa es ver para creer y otra es sentirlo. Max Stuart no fue tan buena persona cuando estuvo vivo. Era obvio que alguien le tomó odio y por eso lo mató. Cada quien recibe lo que merece.
—Max solo era un adolescente viviendo la vida. Era cruel quizás a veces, pero en el fondo el no es así. Yo lo conozco.
—Lo conoces porque ha estado estos días contigo desesperado por encontrar a su asesino. —me dijo— pero si siguiera con vida él ni siquiera te voltearía a ver, Nish, él solo te utiliza.
Me dolieron sus palabras, quizás porque en el fondo creía que eran verdad.
—Solo quiero ayudarlo para que pueda irse en paz.
—El hecho de que encuentre a su asesino no quiere decir que se vaya en paz.
—¿Qué quiere decir? —fruncí mi ceño.
—No es solo hacer justicia y se va. Así no funcionan las cosas. Max le hizo mucho daño a ciertas personas que quizás eso sea un cargo de consciencia que lo mantiene atrapado a este mundo. A ti.
Le miré sentido porque Max no había sido tan bueno que digamos.
—¿Me quiere decir que cuando se libere de sus culpas será libre de irse? —eso fue lo que entendí.
Ella asintió.
—Reparar el daño que hizo —dijo, volteando sus cartas—Oh, mira, salió El Diablo.
—¿Qué significa? —me dio miedo estar haciendo estas cosas.
—Ira, celos y resentimiento. Autoengaño. Egoísmo. Violencia.
—Yo no soy violenta —me negué.
—Hablo de Max —me aclaró— odio decirlo pero creo que... —volteó otra carta—... Oh mira, ahora le salió El Soldado.
—¿Y eso es...?
Me miró.
—Significa un período de transición. Ganando por un sacrificio. Suspendiendo. Restringiendo. Descontinuando. —respondió— Eso significa que tu amigo no está perdido aún. Yo tenía mis sospechas. Hay algo que lo tiene atrapado en este mundo, como te dije, es cierto que encontrar a su asesino ayudará en su liberación pero no hará que él se vaya. Tiene que ver dentro de él y averiguar qué hizo mal y a quienes. Solo así encontrará el perdón.
—Max fue asesinado con un disparo en la cabeza —recordé.
Ella dudó.
—Ya lo sé. Es imposible salvar a alguien con un disparo en la cabeza, ¿verdad?
—Así es porque no creo que haya alguien que haya sobrevivido a uno —también dudé— pero alguien se llevó su cuerpo —le recordé— ¿para qué?
Se encogió de hombros.
—Siete de espadas —continuó con sus cartas—: Evitando confrontación. Fracaso. Incompleto. Robo. Oponentes desconocidos.
Bueno, esa carta sí describía lo de Max.
—Primero averigua a quienes hizo mal tu amigo Max y tiene que arreglarlo. Pero tiene que ser de corazón. No por un interés. Es todo por hoy —se pone de pie.
Yo me quería poner de pie pero Salem estaba encima de mis piernas.
—Discúlpalo, Salem —lo llama. Salem se despierta con pereza y bosteza, pero después se pone de pie y se lanza al piso en busca de Wanda. Ahora sí me puse de pie. —Todo tiene que arreglarse a su momento. Primero tienen que empezar por lo primero. —ella tomó a su gato entre sus brazos— Vuelve cuando hayas completado esa primera parte.
—Está bien. Pero no me dijo nada acerca de si miraste a alguien en el cementerio —recordé.
—No había nadie ese día. Solo yo —respondió.
Tardaron segundos para comprender lo que me decía. No sería posible, ¿o si?
—Pero no se lo digas a Max —me guiñó el ojo— La puerta está abierta para ti.
—Gracias —di media vuelta.
—¿Nish?
—¿Si? —la miré.
—No cometas el error de enamorarte de él por favor —es lo que me dice. No entendí por qué me lo dijo, solo asentí. Di media vuelta, atravesé la sala y salí de la casa. Max estaba sentado en las escalerillas.
—Vamos, Max —le dije.
—¿Qué pasó? —me preguntó caminando a la salida.
—Primero lo primero —le dije—: ¿con quienes fuiste malo, Max? Según Wanda tienes que arreglar de alguna manera tus problemas con los demás. Solo así te liberarás.
—¿Qué? —se rió— Si a mí nadie me odia.
—Ese es el problema—salimos a la acera— crees que eres perfecto cuando no es así. Nadie te quería en serio, Max, todos te tenían envidia y odio. Solo ve cómo actúan los demás ahora que estás muerto. No les importa. Y eso es por que algo hiciste mal con ellos. Lo primero que haremos es recompensar eso. Tú lo tienes que hacer. Y no solo por interés, tienes que sentirlo.
Max se quedó viéndome ante mis palabras. Quizás había sonado dura pero era la verdad, y la verdad a veces duele.
—Vamos a casa, Max —le dije.
—No, espera. Quizás tengas razón. Vete tú, yo tengo cosas que hacer —Max se dió la vuelta y empezó a correr lejos de mí.
En el fondo esperaba que mis palabras no lo hubieran herido. Me giré sobre mis talones y caminé a casa.