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4

KENZIE

—Señorita, ¿puede limpiar aquí por favor? —me llamaron desde una mesa, al parecer habían derramado una bebida. Asentí, acercándome. Dejé la charola que andaba con vasos vacíos y saqué mi trapo, limpiando. Había ido al departamento por algo de maquillaje y de paso le había avisado a Carl que tenía trabajo, supongo que ese señor será mi única compañía por un rato.

La música resonaba muy alto, me desorientaba un poco; igual las luces de todos colores, pero tendría que acostumbrarme porque imagino que será todas las noches esto. Solo rezo para que ninguna bailarina se enferme y así no tenga que ocupar su lugar yo. Aunque habían como dos meseras más a parte de mi.

—Gracias, linda —me saludo un hombre gordo, al terminar. Le sonreí, tomando mi charola y esquivando gente para llegar a la barra. Estaba demasiado lleno y apretado esto. Iba apartando gente cuando de pronto sentí como alguien chocaba conmigo, haciendo que botara la charola con los vasos, rompiéndose en el piso.

Genial, ahora tendría que pagarlos, y eso que más bien tengo que recoger el dinero y no votarlo. Miré al susodicho, pero como el lugar estaba algo oscuro no le miré bien la cara.

—¡¿No te fijas!? —espeté algo alto para que me escuchara. Pero había algo en ese chico que me llamó la atención, usaba antifaz pero podía distinguir un pocos sus ojos oscuros. Me recordó a alguien.

—Jade, ¿estas bien? —se acercó Clara, mi compañera. El chico solo elevó las manos en forma de disculpas y se perdió entre la gente.

—Si, solo un idiota que me tiró todo —respondí, agachándome para recoger el desastre.

Clara se arrodilló conmigo.

—A veces suele pasar —me dijo mientras me ayudaba—. Pero no debes hablarles así porque quizás en otra no te toque alguien tan calmo como el —explicó—. Hay algunos que le exigen a Jack que las corra, por incompetentes —nos pusimos de pie. Creo que en pocas palabras me dijo incompetente—. Solo te advierto porque Jack me acaba de decir que —se acercó a mi oído para susurrar—: La mafia esta por venir.

La miré sin entender.

—¿Mafia?

Asintió.

—Ven, vamos a la barra y te explico todo —nos encaminamos a la barra, pero Jack al parecer había visto que hice añicos los vasos y me dio una mirada de reprobación.

—Lo siento —le dije al llegar— Si quieres lo puedes descontar de mi sueldo —opine con pesar. Ni siquiera sabía cuánto valían esos miserables vasos.

—Como sea, iré a recibir a unos amigos, estén atentas cuando las llame —se levantó y se dirigió a la salida.

—Va a recibirlos, eso quiere decir que están afuera —Clara fue poniendo vasos buenos en la charola, mientras él del bar, que si no me equivoco se llama Henrie, los llenaba de licor—. Son cuatro chicos y tal parece que son súper peligrosos —ahora miró a los lados para evitar que alguien escuchara—. Son narcos —susurró—. Y lo peor es que son guapos.

Levante las cejas por la información, hasta narcos habían en este pueblo, pues creo que no estaba mal. Se necesitaba algo de acción.

—Viven a las afueras de pueblo —añadió—. Tienen una enorme mansión —suspiro y me pareció que fue un suspiro melancólico.

—Lo dices como si ya hubieras estado allí —murmuré.

Carraspeó, haciéndose la tonta.

—Como sea, creo que llegaron —anunció mirando la entrada. Seguí su mirada. Allí venía entrando Jack, con tres chicos más atrás de él, todos venían de traje, con perfectos antifaces en  su cara, antifaces simples color negros que solo cubrían la zona de los ojos. Como el del chico que me tiró la charola. —Son tan guapos —escuché a Carla.

Los tres estaban vestidos impecables, con su cabello perfectamente ordenado, pasando entre la gente como si fueran los dueños del mundo. Jack los encaminó hacia la zona VIP, de allí podías ver todo lo que sucedía aquí abajo, nadie entraba allí, Jack solo nos decía que fuéramos cuando era necesario. Arriba ya había un chico sentado en una de las grandes sillas que estaban allí.

Supe quien era, el que me había tirado los vasos. Los cuatro llegaron allí, saludaron al chico sentado para después ellos sentarse y observar a los súbditos, ósea a nosotros. Wow enserio parecen mafia allí juntos. Jack hizo un movimiento de mano a un grupo de chicas sentadas en una mesa de abajo, eran cuatro chicas vestidas como putas, quizás porque lo eran. Las cuatro subieron las escaleras y cada una se sentó en las piernas de cada uno.

Jack bajó y se dirigió a nosotras.

—Necesito que una de ustedes lleve cuatro whiskys arriba —anunció.

—Yo tengo que llevar estos tragos a una de las mesas del fondo —me apresuré a decir, tomando la charola con las bebidas, para evitar que me mandaran donde esos chicos. La verdad ya me dieron miedo. Jack me observó, para luego mirar los vasos.

—Son cuatro whiskys —sonrió—. Vas allá y se los das —me guiñó un ojo para después rodear la barra y servirse un trago.

Genial, simplemente genial.

—Yo se los puedo llevar —sugirió Clara, Jack la miró por un segundo.

—Jade se los lleva, Clara, tú ve a servir la mesa a la que ella iría —fue lo que respondió. Me encogí de hombros a Clara, la verdad hubiera preferido que fuera ella la que les sirva a la mafia. Le di una última mirada para después encaminarme hacia las escaleras, atravesando gente que no dejaba de bailar, la mayoría ya estaban borrachos.

Subí los lujosos escalones sintiendo miradas en mi, agradecía llevar antifaz en este momento porque así no notaran lo nerviosa que estaba. Al llegar donde ellos se sentía todo diferente, estar desde aquí arriba, era todo más... es decir, te sentías superior a los demás. Y ellos sentían que tenían el derecho de serlo.

—Jack necesita nuevas chicas —escuché murmurar a uno moreno. Los describiría perfecto: ese es el típico mujeriego y bromista, me imagino.

—Lo que sea, necesito que esto se termine ya, tengo asuntos que atender —respondió otro, el que se miraba más serio y con aires de grandeza. Empecé a ponerme frente a ellos, inclinándome para que tomaran su vaso.

El primero era el más callado, parecía estar incómodo aquí, luego pasé al serio, el que parecía que le estorbaba todo, luego por él moreno, quien me dio una mirada de pies a cabeza descaradamente. Luego estaba el último, el que parecía estar en su mundo, con aires despreocupados, tomó el vaso de la charola sin siquiera mirarme.

Listo.

Iba a girarme para irme de una buena vez, pero una voz me lo impidió.

—Hola, no te había visto por aquí —era el chico moreno. Lo miré—. ¿Cuando empezaste?

—Hoy —respondí—. ¿Necesitan algo más? —logré preguntar, la música alta casi no lograba distinguir bien.

El chico sonrió.

—¿Como te llamas, linda? —preguntó. Los demás me miraban, menos el que me tiró la charola, me desconcertó un poco.

—Jade —respondí.

—Jade, —dio un trago—. ¿Quieres venir a nuestra casa de campo? Prometemos buena compañía.

¿Me estaban invitando a mi? ¿A su casa de campo? Ja, estaré loca si acepto, y menos con narcos. De todas formas no iría. Estos chicos se ve que son peligrosos a pesar de que este estaba siendo algo amable. Algo me decía que tenía que tener cuidado con ellos.

—No, lo siento, no puedo —les sonreí, girándome.

—Esa no es respuesta para nosotros —espetó. Me detuve en seco sin girarme—. Vendrás después de esta fiesta —afirmó. Me giré a él con la sangre hirviéndome, es un idiota.

—¿Disculpa? ¿Quien te crees que eres para decidir sobre mi? —ataque.

El chico con aires de grandeza me miró.

—Vaya, al fin una —comentó, acomodándose el traje.

No entendía a lo que se refería.

—Déjala, Nicholas, no quiere ir —intervino el que parecía estar arto de todo esto.  Nicholas parecía ser el nombre del que tenía aires de grandeza.

—Ya dije que va y punto, Samuel —le respondió el moreno al chico. Ahora se que se llama Sam. El otro que me tiró la charola no decía nada, solo escuchaba.

—Olvídalo, Gabe, hay chicas de sobra como para que le estés rogando a esta —se burló Nicholas. Apreté los puños, ya me cayó mal este imbecil. Como me gustaría quitarle esos aires de superioridad con un golpe en su entrepierna. Insufrible.

Las chicas en sus piernas solo escuchaban y me daban miradas de odio. Aún no sabía el nombre del chico del fondo. Me intrigaba, no se porque. La chica que tenía en sus piernas le susurraba cosas al oído. Sentí raro.

—¿De que hablan, muchachos? —ese fue Jack, apareciendo en el mejor momento.

—Nada que importe —respondió Nicholas—. Tu mesera es nueva, eso se nota, ya veo que no le has dicho como son las cosas aquí —musitó.

Jack me dio una mirada rápida.

—¿Pasó algo? —quiso saber este.

—Si, la invitamos a la casa y no acepto —bramó Gabe.

Jack se me acercó.

—¿Es enserio, Jade? —susurró para que los demás no escucharan, pero luego se alejó—. Ella ira, las demás chicas también, nos iremos dentro de unas horas —anuncio.

—Pero... —intente replicar, pero el no me dejó.

—Es el trabajo —recordó.

Apreté los labios queriendo renegar, estaba gritando por dentro, es que si iba a la casa de estos narcos ellos querran... ya saben, acostarse con uno y no lo permitiré.

—Claro —respondí por último, girándome y bajando las escaleras.

El resto de la noche la pasé cansada, me dolían los pies de tanto ir y traer vasos con licor, gracias al cielo que no me volvieron a llamar de la zona esa en donde estaban los demás. Hasta que la fiesta terminó, a eso de las una de la mañana, moría de sueño, solo quería llegar a casa y dormir. La gente se estaba yendo.

—Estamos listas —anunció Clara, con las demás meseras tras de ella, se habían cambiado, llevaban vestidos ajustados, ya no llevaban el antifaz así que yo también me lo quité. Las bailarinas también venían con ellas.

—Chicas, ustedes van primero, ya saben cómo es —se acercó Jack, me dio una mirada rápida— ¿no piensas cambiarte? —me preguntó. Todavía andaba con el traje de mesera. Tampoco tenía ánimos de cambiarme.

—No —contesté.

El solo asintio, las demás chicas empezaron a caminar hacia la salida, así que las seguí. Afuera había un coche esperándonos... No era un coche, era una jodida limosina. Mierda, que estilo. Nos subimos sin objeciones. El auto arrancó, empezando su trayecto hacia el territorio de los mafiosos. En todo el camino solo escuché los chismes de todas ellas, diciendo que en esta fiesta conquistarían a uno de ellos, sobre que eran los más adinerados de por aquí y bla bla bla.

Después de un largo y fastidioso camino llegamos.

La limosina atravesó un portón, enorme, llegando a la entrada de la enorme mansión. Si que era enorme. Había una fuente en medio, la limo se estacionó, las chicas y yo bajamos.

—¿Sorprendida? —me pregunta Clara.

—Algo así —respondí.

Las puertas son abiertas por un extraño señor, pareciera que fuera el mayordomo o algo por el estilo.

—Síganme —ordenó, girándose y adentrándose más a la casa.

Lo seguimos.

Adentro era más enorme y lujoso, habían escaleras hacia el segundo piso, una enorme sala con un enorme televisor. La verdad era todo enorme.

—Hasta aqui —el mayordomo se detuvo a mirarnos. Nos escaneo a una por una, también habían venido las cuatro chicas que estaban con los mafiosos en la zona VIP. —Ustedes cuatro —las señaló a ellas y luego a mí—. Y tú, vengan conmigo —ahora miró a mis dos compañeras meseras—. Y ustedes quédense aquí, ya saben como es esto —finalizó, caminando por un pasillo. Las otras chicas lo empezaron a seguir, pero ¿donde? ¿Y porque tenía que ir yo? ¿Porque ellas se quedan? No entiendo nada.

Miré a Clara esperando algún tipo de información.

—Suerte —fue lo que me dijo.

—¡Señorita! —me llamó el mayordomo estando más alejado. Lo seguí de inmediato, salimos a una especie de patio trasero. Pero lo que más me sorprendió era ver allí una especie de laberinto. Si, era un jodido laberinto. Me quedé con la boca abierta la verdad.

—Vamos a jugar un juego —el hombre se giró a nosotras—. Es como el gato y el ratón —explicó—. Pero aquí no hay gato, vamos a cambiarle el nombre por uno más interesante y aterrador. El lobo y el humano —musitó—. No se asusten, es solo un juego, niñas.

Arrugue la cara no entendiendo nada desde que comenzó la noche, ¿el lobo y el humano? ¿Que era eso?

—La que salga del laberinto será premiada —añadió—. Así que, chicas, vayan. Recuerden separase, yo las estaré viendo. Si hacen trampa o se reúnen pierden, ¿esta bien?

Las demás asintieron, se miraban un tanto emocionadas.

—¿Donde están los chicos? —cuestionó una.

—Ellos están adentro, las están esperando —respondió, me pareció notar algo más en esa voz. Todo me parecía raro y misterioso. Algo andaba mal, lo sabía muy bien.

—Bueno, es hora, vayan —anuncio—. Suerte.

Las demás chicas empezaron a adentrarse en el laberinto, separándose al entrar. Con las manos temblorosas y la piel erizada me encamine también, el laberinto se miraba oscuro e incluso daba miedo, con la luna llena encima de nosotros me parecía una escena un tanto aterradora, y juro haber escuchado algo a lo lejos. Como un aullido.

Me adentré al laberinto, yéndome por un camino que no habían tomado ninguna de las demás. Hacía demasiado frío, había una especie de niebla y silencio. Era algo perturbador. El camino estaba solitario.

Después de caminar por unos minutos me detuve en seco al escuchar un grito de mujer a lo lejos. Era desgarrador.

—¿Hola? —hable con voz temblorosa—. ¿Hay alguien? —insistí, deteniéndome en seco. Hubo otro silencio, pero después se volvió a escuchar otro grito más cerca, y luego otro y otro. Algo estaba pasando con las chicas, o solo estaban gritando por otra cosa. No, algo les pasaba.

Mis manos temblaban.

Tenía miedo. En este momento tenia miedo. Iba a dar un paso para buscar alguna salida pero un gruñido detrás de mí me hizo detenerme en seco, había algo detrás de mi. Y era obvio que era un animal. La respiración se me entrecortó, mis piernas me empezaron a fallar.

Lo que sea que fuese eso volvió a gruñir, ahora más fuerte, así que con toda la fuerza que pude tomar en ese momento me giré. Lo hice, me giré quedando frente a un monstruo. Era un maldito lobo. ¡Un lobo! Era más alto que yo, era más fuerte, estaba frente a mi, mostrándome sus colmillos. Sentí como mi corazón se detenía, era el fin. Me habían puesto una trampa era obvio.

Pero algo pasó, el lobo fue cerrando su hocico lentamente, mirándome expectante. Su mirada era oscura, me pareció familiar. Sus orejas empezaron a bajarse. De estar en posición de ataque cambió a posición de confusión. Es como si no supiera que hacer ni a donde ir.

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