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5

CONNOR.

No podía creer lo que estaba viendo, no podía ser que ella estuviera frente a mi ¡joder! ¿Que demonios está haciendo aquí? No sabía que hacer, Kenzie estaba asustada, podía ver como sus ojos se le humedecían, sentía su corazón latir a mil por hora. Esperen... Esa ropa, ese cabello, ella... ¿ella era Jade? ¿Jade? Pero, no entiendo nada.

—Oh por Dios —sollozó, cubriéndose la boca con las manos. Estaba aterrada, eso era obvio, pero a mi me llegó el enojo, después del asombro me llegó el enojo. Recuerdos de haberla visto besando a Clark como si nada hicieron que mi sangre hirviera, que mi vello de erizara y que se me escapara un gruñido, asustándola más.

Quizás darle un susto no estaría mal, pero me arrepentí en el momento en que la vi tan asustada, llorando. A pesar de todo lo que tenía contenido no lo hice, solo retrocedí, dándole una última mirada para después correr lejos de ella.

Sabía como salir de este laberinto como si nada, desde que había llegado aquí eso hacíamos, matábamos, sabía que estaba mal pero estaba tan dolido y enojado que no me interesó. Soy una mierda de ser, lo se. Ahora lo que tenía que averiguar es como Kenzie llegó aquí y porque se cambió el nombre, o quizás ese es su nombre real y nos engaño a todos meses atrás.

Kenzie o Jade no era un persona confiable. No importa si se cambia el nombre o de cara, lo que sea, seguía siendo la misma por dentro. Salí del laberinto, mirando al mayordomo más adelante, dos de los chicos estaban allí, vestidos con unos pantalones nada más. Eran Nicholas y Gabe. Jack apareció detrás de ellos después con unos pantalones para mi.

Me acerqué a unos arbusto, deshaciéndome de mi mitad loba, volviendo a mis dos manos y dos pies.

—Aquí tienes —Jack me entrego el pantalón, me lo puse de inmediato. Salí para acercarme a ellos, aunque Kenzie seguía allí adentro, Sam también y no sé si la encontrará y le puede hacer daño, eso hizo que un atisbo de preocupación se instalara muy dentro de mí.

—¿Donde está Samuel? —les inquirí.

—Samuel fue el primero en salir —me respondió el mayordomo—. Se fue a su habitación.

Suspire aliviado.

—¿Pasa algo, Connor? —cuestionó Nicholas cruzándose de brazos.

Nada, solo el hecho de que mi ex novia está allí adentro y que ahora no se que hacer ni a donde ir, porque es obvio que tengo que alejarme lo más posible. Tenerla cerca es demasiado para mí.

—Nada, —respondí tajante.

—No me digas que te comiste a la mesera —murmuró Gabe con pesar—. Amigo, hubieras dejado que yo la disfrutara primero.

Apreté los puños ante lo que dijo, pero debía de calmarme no puedo perder el control, y menos por ella. No lo merece.

—Jack, necesito hablarte —le dije, girándome y empezando a caminar dentro de la casa. Sabía de los negocios que estos chicos hacían, es más, Kayler fue el que me dijo que me podía quedar aquí y que yo me hiciera cargo de los negocios y eso. Así que en pocas palabras soy el que manda aquí. Por un tiempo.

Atravesé las puertas, caminado por un pasillo.

—Estas raro —murmuró él detrás de mi—. ¿Pasó algo con la chica?

Me tensé, él había contratado a Jade, o Kenzie, y aún así la trajo aquí, ¿que hubiera pasado si fuera sido Nicholas o Gabe el que la hubieran encontrado? Ella estaría muerta Justo ahora. Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos y me adentré en la puerta del fondo. Era el despacho.

Rodee el escritorio y me senté en la silla giratoria. Jack se sentó frente a mi.

—Quiero hablarte de Kenzie —anuncie, Jack sabía lo de ella, le había contado absolutamente todo. Pero él no sabía que era Jade y que la había mandado a matar.

Jack asintió con pesadez.

—Dime —puso los codos en la mesa.

Sin rodeos.

—Kenzie está aquí.

Frunció el ceño, desconcertado.

—¿En Janesville? —levantó una ceja.

—Aquí, en la mansión.

Abrió los ojos del asombro, pero seguía desconcertado.

—¿Que? ¿Como? No entiendo.

Tomé un lápiz de la lapicera y jugué con el.

—Kenzie, Jack, es una chica que contrataste —explique.

—No recuerdo haber contratado a alguien con el nombre de Kenzie, créeme, te lo hubiera dicho —se relajó—. ¿No será que te estas confundiendo?

Negué con la cabeza.

—Ella se cambió el nombre —añadí—. Ahora se hace llamar Jade.

Abrió los ojos del asombro por última vez. Pareció entender todo ahora si, para al final formar una sonrisa.

—No me lo puedo creer —rió. Lo fulmine con la mirada—. Es decir, quien lo iba a imaginar —negó sonriendo, pero luego empezó a entender algo más—. Mierda, y yo la mandé al laberinto —su cara cambió a preocupación—. Connor, lo siento, amigo.

—De suerte que el que la encontró fui yo —resoplé—. Si hubieran sido uno de ellos...

No quería ni pensarlo.

—¿Que harás ahora? —quiso saber—. Hasta donde yo se te viniste de Lewiston para no verla, para olvidarla, y ahora que está aquí... ¿te vas a ir? —me miró serio.

No sabía que hacer, no sabía si irme o quedarme, estaba en un debate en este momento. Si me quedaba la seguiría viendo y, aunque me moría de ganas, no debía. Jamás soportaba que se burlaran de mi. El recuerdo de ella besándolo me pone mal. Hace que el enojo corra por mis venas como si fuera un maldito veneno.

—No lo se —respondí, mirando a la nada.

—No lo hagas —aconsejo—. Es decir, es mejor enfrentar el problema, me dijiste que ella se beso con un chico, algo peor, con un maldito vampiro, eso si es una verdadera traicion. Es mejor que le demuestres que no es solo ella la que se puede divertir, es hora de que la enfrentes, que le restriegues en la cara que no te estas derrumbando, que puedes ser frío y sin alma.

Lo miré expectante, se había exaltado demasiado; sin embargo, todo su discurso me dio una idea. No se lo que quería Kenzie, no sabía si había venido porque sabía que estaba aquí o algo así, pero si estaba jugando, yo también jugaría.

—¿Cuando comienzan las clases, Jack? —cuestione.

—En una semana, ¿Porqué?

—A Kenzie no la aceptarán por ser el final de curso, sin embargo a nosotros si —plantee. El asintió—. Haremos que la acepten, irá a matricularse así que la aceptarán sin problema. La preparatoria y el bar serán su nueva pesadilla.

—¿La torturarás?

Sonreí.

—Algo así.

KENZIE

Estaba sentada en el piso, con las manos puestas en la cara, las manos aún me temblaban, aún estaba nerviosa. Ese lobo se había ido, me había salvado. No sabía que hacer ni a donde ir, tenía que siguiera por allí, acechando.

—Te ves fatal.

Salte del susto en el mismo lugar, levantado la cabeza para mirar a Clark. Estaba allí, de pie con los brazos cruzados, como si nada.

—Clark —me puse en pie, limpiando mi cara— ¿como llegaste aquí? —fruncí el ceño.

¿Porqué siempre aparecía como si nada?

Se acercó.

—Creí que estabas en problemas, Jade —su tono sonó burlón—. Así que aquí estoy.

¿Como me encontró? ¿Como sabía que estaba aquí? ¿Acaso no se encontró con el lobo? Estaban empezando a suceder cosas extrañas en este pueblo, empezando por la presencia de lobos, por las muertes porque ahora sabía que los gritos que escuché antes eran de las demás chicas, de seguro habían más de ellos por aquí.

—¿No viste nada ahí afuera? —cuestione con algo de temor.

Se hizo el pensativo.

—No —respondió normal— ¿tendría que ver algo?

No sabía si decirle que habían lobos aquí, pero alguien me tenía que ayudar.

—Clark, —me acerqué—. Hay lobos allí afuera —susurre mirando su reacción.

—Lo se —fue lo que respondió, casual.

Lo miré expectante, tragando grueso.

—Creí que sabias de eso, Kenzie —comentó—. En Lewiston también los hay.

Arrugue la cara.

—Nunca había visto uno —respondí bajando la vista.

—Lo se, tus amigas no te decían nada, ellos si los habían visto —dijo. Levante la vista—. Quizás no son tus verdaderos amigos como creíste que los eran. Incluso Connor, no era lo que pensabas. Él también te escondía un secreto, supongo que fue algo injusto contigo por un simple beso que me diste.

—Que tu me diste —renegué.

Rió.

—Igual lo correspondiste —reprochó.

—No tenía opción —contraataque. Aún recuerdo todo lo que Clark y yo vivimos en Europa, todo lo que tuve que hacer por él.

—Bueno, igual aún tengo derecho sobre ti, ¿lo olvidas? —señaló mi dedo, pero el anillo ya no lo llevaba—. En fin, ¿nos vamos o te quedarás aquí a esperar al otro lobo?

Mordí mi labio inferior.

—Vamos —empecé a caminar—. ¿Tienes en que irnos?

—Claro que si —se apresuró a cargarme. Lo miré sin entender.

—¿Que? ¿Irás corriendo?

Sonrió.

—Claro, ¿en que más iría? Solo algo más —empezó a decir, mirándome a los ojos, sus pupilas estaban dilatadas, parecía tener una especie de llama de fuego muy dentro de ella, seguro eran mi imaginación. Algo me pasaba, sentía mis ojos pesados, sentía mucho sueño de repente, no podía controlarlo, la vista se me nubló, la voz de Clark estaba lejos. Lo único que vi fue su cínica sonrisa, para después cerrar los ojos.

***

Abrí los ojos de golpe, respirando agitadamente, miré a ambos lados para ver donde me encontraba. Estaba en mi departamento.

—Al fin despiertas —me dijo alguien detrás mio. Lleve la vista allí, en el comedor estaba Clark, con los pies subidos en la mesa, mirando el periódico.

—¿Que me pasó? —quise saber, sentándome en el sofá—. ¿Como llegamos?

—Tenías sueño al parecer porque te quedaste dormida en mis brazos, como en los viejos tiempos —me guiñó un ojo. Lo miré mal—. Hemos llegado rápido, mi auto es veloz.

Respiré profundo, Clark tenía muchos misterios, me había dado cuenta de eso hace años, desde que lo conocía.

—Te puedes ir ya —espete, poniéndome de pie y dirigiéndome a la puerta. Al llegar la abrí para que se fuera.

—Te has vuelto muy grosera estos meses, Kenzie —se puso de pie—. Pero así me sigues gustando —toco mi barbilla con su dedo índice, aparté mi cara de inmediato, señalando la salida.

—Fuera.

Sonrió de lado. Clark, señores, no era nada feo, es decir, algo pálido de cara pero a parte de eso cualquier chica estaría loca por el. Sus ojos eran negros como la noche, tenía el cabello largo, siempre estaba despendidos, usaba trajes desarreglados dándose un aire de chico malo pero con dinero y estilo. Antes me moría por el, pero ahora no.

—Está bien, te dejaré descansar, necesitas reunir fuerzas para lo que sea que venga en esta semana —avanzó a la salida, pero antes de irse por completo se giró a mi, sussurrando—: Que duermas bien, querida esposa.

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