02. Una distracción
Ayer, luego de haberle hecho millones de exámenes forenses a Dawson y resultar con ninguna prueba válida de su muerte, además de algo tan extraño como la amputación de su dedo anular, decidieron que lo correcto sería conservar su cuerpo como estudio, al menos durante los próximos días para las investigaciones.
Por lo tanto, no habría funeral por ahora.
Y ya a tres días horribles de luto, recibiendo las únicas palabras de "lo lamento" "se veían muy bien juntos" "descuida, ahora ya está en paz", tomo la decisión de que no puedo quedarme en casa sufriendo la ida de mi compañero de vida.
Voy al baño a darme una ducha reponedora, y luego vuelvo a mi habitación a vestirme.
Me es imposible no sentir una corriente cuando observo las cajas en lo alto del vestidor, con todas las cosas que había de Daw en mi casa.
No eran muchas, ya que teníamos planeado que se mudaría oficialmente luego de la luna de miel.
Como aún no estaba en el mejor ánimo, opto por unos cómodos jeans oscuros con una camiseta blanca, unos botines y mi chaqueta negra favorita.
Guardo mi arma y tomo mi placa, la cual sujeto entre mis manos unos segundos, soltando un gran suspiro.
—Esto es por ti Stephen, y ahora por ti Daw —frunzo los labios, antes de ponerla junto al cinturón con el arma.
Tomo mis llaves y, sin pensarlo más, me dirijo con mi auto a la estación.
Me preparo mentalmente para esto, e ingreso con todos mis ánimos internos.
Creo que lo bueno de ser parte de la policía, es que una muerte no me afecta tanto como a cualquier persona. Aunque sí, me dolió mucho porque fue a alguien cercano, uno de mis amigos de la infancia.
Abro la puerta, y puedo sentirme un poco en mi hogar al oír los teléfonos a un lado, el bullicio producido de los susurros de mis compañeros, sirenas de patrullas saliendo a la acción, y todo lo que involucra una estación de policía.
Suelto un largo suspiro, y me encamino a mi oficina.
A pesar de que tan solo me fui por 5 días, ya podía sentirse un poco el ambiente abandonado, pero a la vez podía darme cuenta que en algún momento estuvo ocupada por la forma en la que están algunas cosas.
A veces me gusta tener mis cosas en mi lugar, como por ejemplo la engrapadora en mi escritorio, que ahora está sobre la pequeña mesita junto a la puerta, y la silla giratoria no está guardada en el escritorio sino que por ahí, como si quien la usó salió corriendo de mi oficina. Simples cosas como esas me dan paz. El orden me da paz.
Me es imposible no sonreír imaginándome a Andrew vuelto loco, tratando de mantener todo limpio.
En estos meses el me conoció bastante rápido y sabe muy bien cómo soy.
Ser organizada tiene sus ventajas, como el tener tu espacio y mente tranquila y ordenada.
Pero como todas las cosas, tiene sus desventajas, dónde si algo no es como lo planteaste, ni es como debería, a veces puedes perder un poco la cabeza.
Es por eso que siempre, ante todo, tengo planes de la A a la Z.
¿Para algo el abecedario es tan grande, no?
Me siento en la silla y prendo la computadora. Lo primero que veo es la insignia de la policía y sonrío.
Estoy aquí, y lo lograré. Saldré de esta como de todas las malas situaciones que he pasado.
Ingreso a la página privada, y noto que hasta el momento no había ningún caso nuevo, y de los que habían ya estaban asignados a otro oficiales, o simplemente consistían en cosas simples como un reclamo de un mal aparcamiento, que siempre se los encargan a los oficiales de rango más bajo.
Me levanto, y camino hacia la oficina del Capitán de departamento.
Toco la puerta y espero un rato hasta que se oye desde dentro un “adelante”, e ingreso con postura profesional.
—Detective Morgan, adelante —Rojas me hace una seña para que me siente, pero decido quedarme parada frente a su escritorio, con ambas manos sobre el respaldo de la silla— No creí que volverías tan temprano a tu puesto.
—Sí... Es solo cumplir con mi deber —asiento con lentitud.
—Y dime, ¿En qué puedo ayudarte? —junta sus manos sobre el escritorio.
—Uhm, vi que en los archivos virtuales no hay ningún caso especial, y me pregunto si tiene alguno nuevo que quizás aún no suben —voy directamente a mi punto.
—Nada nuevo que yo sepa —niega.
—¿Tiene archivos importantes que ordenar, evidencia que revisar o…? —insisto.
—Nada Morgan. Ya tenemos gente que se encarga de eso —se encoje de hombros— Pero puedes aprovechar este rato libre para descansar un poco, que ya me enteré lo que sucedió. Lo lamento mucho.
—Es por eso mismo. Quiero tener mi mente ocupada —me mira poco convencido, pero piensa.
—Si quieres puedo asignarle alguno de los casos antiguos que hayan quedado sin resolver —busca entre sus archivos en su cajón— Y no, no estoy hablando de esos sencillos.
—Uhm, está bien. Lo que sea me sirve —sonrío nerviosa mientras le sigo con la mirada pararse y rebuscar en uno de los últimos cajones de su archivero.
—Aquí está —pone un archivo sobre el escritorio, y me acerco para ver mejor— El caso de Richard Fuentes. Fue encontrado muerto y descuartizado a las afueras de la ciudad hace dos meses —me explica— El caso le fue asignado a Jones, pero renunció, y luego lo tomó Catherine, pero por su puesto se le asignó un caso menor, quedando este a la deriva.
—¿Y lo dejaron ahí sin más? —frunzo el ceño. Asiente.
—Ya se estaba volviendo antiguo y las pruebas eran difíciles de hallar, así que preferimos preocuparnos de los actuales, que serían más fáciles de resolver —asiento comprendiendo— Y bueno, con el tiempo se fue dejando de lado, hasta ahora que espero retomes y concluyas de una buena vez.
—Está bien, muchas gracias. Lo estudiaré —le aseguro, y este me tiende la carpeta con el archivo.
—¿Trabajarás con Kepner?
—Sí. Andrew es un excelente compañero.
—Está bien. Lo anotaré contigo —saca un post-it y anota algo que pega en el marco de su computadora— ¿Eso?
—Sí, muchas gracias Capitán Rojas —hago una pequeña reverencia y me dispongo a irme.
—Ah, Morgan —me llama junto cuando estaba saliendo.
—¿Sí?
—Ahora mismo tengo una reunión, pero luego necesito hablar contigo de una cosita —frunzo el ceño confundida.
—¿Pasó algo grave?
—Nada, descuida. Solo te necesito para algo.
—Okey —le sonrío— Estaré en mi puesto estudiando el caso para cuando me necesite —le muestro la carpeta.
—Excelente. Puedes irte —me permite, y le obedezco.
???
—Ya te dije que estoy bien, Thomas —digo por décima vez en esta llamada de apenas 5 minutos.
—Si quieres puedo ir yo a tu casa a entregarle las cosas a Sean —se ofrece.
—No Thomy, en serio que yo lo haré. Es... Era mi cuñado y yo debo cerrar este ciclo.
—Está bien —suelta un suspiro— Solo cuídate y si quieres llorar, aquí voy a estar —el teléfono de la oficina comienza a sonar.
—Te dejo, me están llamando—le aviso.
—¿¡Que estás trabajando ya!?
—Nos vemos, no le digas a mamá —le corto ignorando— ¿Si? —contesto el otro teléfono.
—Morgan, estoy listo. Puede venir a mi oficina —me informa.
—Ahí estaré —concedo, y corto para guardar mi teléfono en el bolsillo trasero de mi pantalón, y dirigirme a la oficina de Rojas.
Una vez fuera toco la puerta, y esta se abre apareciendo un joven. Le agradezco con un asentimiento, e ingreso por su lado.
No sabía que Rojas tenía un sirviente.
—Aquí estoy jefe —hago presencia, y este se pone de pie para caminar hasta quedar delante de su escritorio y afirmarse en él, cruzando ambos brazos sobre su pecho.
—Muy bien. Morgan, él es el aspirante a oficial Izan Petrov —nos señala— Y Petrov, ella es la detective Morgan, tu nueva instructora.
—¿Su nueva qué? —inconscientemente hago la voz un poco más aguda.
—Petrov es un nuevo estudiante oficial transferido del Condado de Marin, y quién mejor que tú para enseñarle todo lo que sabes. Además, cuando me dijiste que querías mantenerte ocupada supe que fue la decisión correcta.
—Hola. El señor Rojas me dijo que tenías gran experiencia que podrías enseñarme —me extiende su mano con una sonrisa emocionado, y me permito observarlo completamente.
Era un chico de unos 20 años, quizá recién cumplidos. Con respecto a su expresión, emanaba a kilómetros las ganas de aprender y luchar por la ciudad. Me recordó tanto a mi cuando ingresé a la policía.
—Uhm, okey —baja su mano decepcionado al no recibirle.
—Hazel Morgan, detective Morgan —quien extiende la mano ahora soy yo, y este rápidamente la acepta para cerrar el saludo.
—Wow es un gusto. Estoy muy dispuesto a obedecer todo lo que me digas. Ya quiero ser un excelente oficial y ascender a detective como tú lo hiciste, aunque sé que para eso falta mucho, apenas tengo 21 y quizás tú lleves años de experiencia. ¿Cuánto era que tenías? ¿26, 27? —Asiento lentamente— ¡Genial! No somos tan lejanos —frunzo el ceño. ¿Acaso me veo como una anciana?
—Uhm, ¿te gusta mucho hablar?
—Siempre tengo tantas cosas que decir, y qué mejor que soltarlo a quedarse con ello.
—Ah... —miro a mi Capitán, quien solo se encoje de hombros divertido— Bueno, yo ahora debo seguir revisando un caso —empiezo a retroceder lentamente a la puerta.
—Ve con Petrov. Mientras antes empieza, mejor —Informa Rojas.
—Sí... Permiso —me dispongo a salir, seguida de mi nuevo aprendiz.
La verdad es que nunca he sido buena maestra. No nací para enseñar, ni menos a alguien tan inexperto como un aspirante.
Pero bueno, quizá sí necesite algo de desconcentración, aunque haya una probabilidad de aumentar mi estrés.