Capítulo 3
-¿Como sujetos de estudio? ¿Conejillos de indias de laboratorio? - Bromeé al poner finalmente un pie en el patio. Encendí mi cigarrillo con urgencia y di una calada más grande de la necesaria. Mientras exhalaba el humo, sentí que los nervios de mis hombros se derretían por la tensión acumulada. Y que se joda el Sr. Groner. -De todos modos… no necesariamente.-
-Quiero decir… ¿nos estás diciendo que no tienes ninguna estima sexual?-
-Nadie... Soy una pobre y pura virgen.- Nos reímos y por suerte dejaron el tema volviendo a murmurar entre ellos lo espléndido que lucía el señor Lattner con su nuevo traje de raya diplomática.
De hecho, había tenido mis historias, mis noches calientes, mis estafas. Había pasado por un período oscuro en el que me había permitido el lujo de tomar y hacer lo que más quería. ¿Me gustaría salir con un chico? Solía pasar el rato. ¿Tenía ganas de acostarme con él? Terminé allí. Toma y haz. Sin límites, sin tabú.
Luego habían pasado muchas cosas... había reducido mi tamaño, había vuelto a tener los pies en la tierra. Pero el hecho es que había dejado detrás de mí un rastro de situaciones cuestionables, corazones rotos, tipos utilizados sólo por el puro deseo de follar.
Cuando me llevé el cigarrillo a los labios noté que me temblaban los dedos. Recordar ciertas cosas todavía lograba provocar un lío de remordimientos, signos de interrogación, emociones reprimidas y desconectadas, conflictivas. Di media calada antes de que alguien rápidamente me arrebatara la única fuente de mi placer diario.
-Buenos días sol... Sabía que te encontraría aquí.- El rostro de Zack Claiton ocupó toda mi vista. Retrocedí poniendo distancia entre nosotros y le di una de mis miradas penetrantes.
-Qué suerte- bromeé con el tono más neutro.
-Tenemos a Groner y ¿sigues aquí fumando?- Cada vez que hablábamos lograba ponerme nerviosa. Probablemente fue por esos juicios no solicitados que seguía imponiendome, pensando que estaba haciendo lo mejor que podía. -No te vi en clase y me preocupé.-
Beth se sonrojó. -Es tan lindo- murmuró consciente de lo mucho que no me gustaba esta situación.
"Oh hombre... estoy realmente conmovido." El tono plano de mi voz traicionó mi fingida amabilidad una vez más. -Ahora tú también puedes desaparecer- agregué haciéndolo sonreír.
Por alguna extraña y oscura razón, Zack Claiton había estado rondando por mí desde el final del primer mes de estudio. No podía apartarlo de mi camino, ni siquiera de la peor manera. Ni siquiera con insultos o amenazas. Parecía anclado a mi trasero y a todas partes que iba, me seguía. Y, sobre todo, acosaba.
Deslizó un brazo alrededor de mis hombros y una vez más tomó esa confianza que difícilmente otorgaba a amigos y familiares, y mucho menos a un individuo molesto como él. -¿Desaparecer? Pero si aún esta mañana no he tenido la oportunidad de decirte lo bonita que eres.- Apretó su agarre y sonrió con ese aire travieso suyo. -Y luego… nos amamos, ¿no? Nuestro amor debe estar sonando en el aire en estos momentos... ¿no crees?-
Le di un codazo, liberándome de su agarre. -Procura terminarlo. Y deja de ponerme en medio de esta mierda que te jode el cerebro. No quiero que la gente realmente piense que te doy cuerda.-
-Vamos, O'Neil... no seas difícil. Sabes que podríamos ser una pareja fantástica.-
Reprimí una arcada y lo miré con la expresión más repugnante de mi repertorio de caras de disgusto. Y les aseguro que tengo una lista enorme de ratings de terror y él, bueno… podría llegar a lo más alto muy fácilmente. -Devuélveme mi cigarrillo y desaparece en el éter. Gracias.-
"¿Esto?" Lo agitó frente a mi cara.
-Claiton… es temprano en la mañana… tengo sueño… estoy muy molesta… y no quiero jugar- mi voz se fue convirtiendo en un monstruoso gruñido bajo. Las chicas observaban nuestras discusiones con ojos en forma de corazón, como si fuéramos la pareja más romántica del cosmos. Además, ese chico molesto y acosador empezaba a aumentar la frecuencia con la que venía a molestarme. Parecía que no podía tener suficiente de sus insinuaciones mordaces e incomprendidas. -¿Por qué no sales a correr en medio de la carretera con los ojos vendados o vas de excursión cerca de algún volcán activo?-
Él rió. -Estás tan fogosa ya desde primera hora de la mañana. Es solo este lado tuyo el que me vuelve loco.-
Me lancé hacia adelante tratando de recuperar mi cigarrillo pero él fue más rápido y se lo metió en la boca dando una calada. -Un beso indirecto- susurró con la expresión más soñadora y repugnante del universo. Ante la proximidad, exhaló el chorro de humo justo en mi cara.
El viejo yo se levantó como de costumbre, como una bestia dormida que despierta de una larga hibernación. Con Claiton sucedió más a menudo de lo que quisiera. En un impulso agarré su camisa y retorcí su corbata alrededor de mi mano. El instinto fue darle un puñetazo lo suficientemente fuerte como para hacerlo uno con el cigarrillo, pero como mi antigua conducta incluso en Missan College estaba en el filo de la navaja, con un pie afuera y otro dentro de la estructura, apreté los dientes y estallé en un Gruñido bárbaro digno del más aterrador de los cavernícolas.
-¡Emocionante!- jadeó, sin perder esa sonrisa que tanto deseaba borrar.
-Ahora te mataré, pequeño cara de mierda- gruñí, levantando el puño dispuesto a aplastar esa expresión de felicidad. Lo apretaba con tanta fuerza que me dolía la mano, los clavos se clavaban en mi palma haciéndola palpitar como un corazón; Observé su rostro violáceo con satisfacción, complaciéndome con esa respiración irregular. El deseo de estrangularlo hizo cosquillas en mis sinapsis sociópatas.
Me lo prometiste, Rob. ¡Cuento con ello! Las palabras de Adam, mi hermano, resonaron en mi cabeza.
- ¡Claiton! ¡O'Neil!- Conocía bien la voz que tronó no muy lejos de nosotros.
Encogí los hombros y cerré los ojos. Los abracé con todas mis fuerzas con la esperanza de que el señor Groner desapareciera, que no estuviera allí, que todo fuera una alucinación... Claiton incluido. Especialmente Claire. En cambio, el viejo profesor de matemáticas se unió a nosotros con su famosa cojera, su rostro sonrojado y la vena palpitante en su cuello. -¿Qué haces todavía aquí afuera?- Tenía una voz ronca, propia de un fumador de toda la vida.
Mi cigarrillo. Sólo quería fumar un maldito maldito cigarrillo.
Sacudí a Claiton con un gruñido. Todo fue culpa suya que, como siempre, me involucrara en una de sus pequeñas obras tontas. Desde que se interesó por mí, me vi envuelto en situaciones absurdas que rayaban en el ridículo.
Cuando me volví para pedir apoyo a las chicas, noté que solo quedabamos nosotros tres: Claiton, yo y el Sr. Groner. Beth y Eve se habían escabullido astutamente mientras yo discutía con ese descerebrado y me dejaron solo con la esperanza de hacer algo romántico. Para ellos este fue uno de esos amores de telenovela.