Capítulo 3
El hombre se encogió de hombros débilmente.
-No lo sé. Un contorsionista de circo. De esos que se meten en las maletas.-
Marlena se tapó la boca con las manos y gimió dramáticamente.
-¡Tienes razón, la famosa banda de asesinos del Cirque du Soleil! Como no lo pensé...-
-Sé que estás usando el sarcasmo en mi contra, jovencita. Y no me haces reir.-
Marlena sabía que no tenía sentido seguir discutiendo. Desde que pusieron un pie en el campus, su padre había discutido sobre cada cosa. El hecho de que su dormitorio era demasiado grande, con demasiadas cuevas oscuras para que los violadores se escondieran. El hecho de que su habitación estuviera en la planta baja. La ventana. Y la alfombra no se había limpiado lo suficiente ("Puedes tener asma, Syl. Asma. No te metas con eso", dijo). Y la cocina de su apartamento tenía placas de inducción, no de gas. ¿Y si se olvidaba de que estaba encendido? Se necesitó tan poco para prender fuego a todo el edificio...
Afortunadamente, antes de que el hombre pudiera identificar otra posible causa de su prematura muerte en la habitación de diez metros cuadrados, alguien llamó a la puerta. El rostro de Jo apareció más allá de la puerta, con el asomo de una sonrisa.
-Oye, ¿cómo va la mudanza?-
-Jospehine, gracias a Dios, ¿puedes decirle a mi hija que tiene que dejar de molestar a su pobre padre aprensivo?-
Jo entró en la habitación con un atisbo de sonrisa. Sus padres la habían ayudado a mudarse esa mañana. Desafortunadamente, a pesar de que solicitaron ser ubicados en el mismo departamento, ella terminó en el dormitorio al otro lado del campus, dejando a Marlena sola a merced de otros cuatro extraños.
-Marlena, deja en paz a Theodore. Es un día difícil para él.-
El hombre asintió, mostrando sus grandes ojos de cachorrito, medio ocultos por la desproporcionada montura de sus anteojos.
-¿Necesitas una mano para traer otras cajas?- continuó Jo, mirando las maletas esparcidas por la habitación.
"No, este fue el último", respondió Marlena, poniendo una mano en la caja llena de libros en el escritorio. -¿A qué hora empieza la feria de empresas?-
Jo miró la hora en la pantalla de su teléfono celular.
-Veinte minutos, pero podemos ir a comer algo juntos, si quieres...-
Esa última pregunta suspendida estaba dirigida indirectamente al padre de Marlena. El hombre miró un par de veces a las dos chicas y luego suspiró. Sacudió la cabeza, acariciando vacilante el hombro de su hija.
-No. No. Ustedes chicas tienen sus propias cosas que hacer y yo... no quiero interponerme en su camino.-
-Papá...- comenzó Marlena.
-No- interrumpió el hombre -No estoy tratando de compadecerme de mí mismo. Es la verdad. Mi niña tiene una nueva vida adulta para comenzar. Solo tengo que... hacerme a la idea de no ser más parte de eso.-
Marlena frunció los labios en una sonrisa condescendiente y rodeó el pecho del hombre con los brazos.
-Iré a verte pronto, papá.-
-Mh- murmuró el hombre en un suspiro, dejando una palmadita avergonzado en la espalda de su hija. - Ánimo, vete. Quiero darle una última revisión a las luminarias antes de volver a la carretera- murmuró, soltándose del abrazo.
-Escríbeme cuando llegues a casa.-
-Mh.-
-Y le dije a la abuela que ibas a cenar con ella esta noche.-
-Mh-hm.-
-Y recuerda cambiar la caja de arena de Raffaello mañana.-
"¿Sabes qué, Sylvia?" su padre reprimió una sonrisa triste, tratando de ocultar las lágrimas. -Tal vez no te extrañe tanto.-
* * *
Marlena había soñado con ese momento toda su vida. Como resultado, como con todo lo que había enfrentado, se había preparado de todas las formas posibles. Había visto todas las giras en línea en Youtube. Había memorizado la página de Wikipedia y cada folleto que pudo conseguir. Había ido a todas las jornadas de puertas abiertas, a todas las visitas guiadas, había participado en todas las conferencias y seminarios de prueba.
Ella estaba preparada. ella estaba lista
Aún así, nada de eso podría haber anticipado las mariposas que sintió en el estómago en el momento en que pisó por primera vez el salón principal de la Universidad de Venor, rodeada de cientos y cientos de estudiantes, sabiendo que ella era cien por ciento uno de ellos. Cuando se volvió para mirar a Jo, notó la amplia y sincera sonrisa que iluminaba su rostro, algo raro en ella, y comprendió que su amiga estaba sintiendo lo mismo.
La Universidad de Venor era diferente a cualquier otra universidad del país, comenzando por su apariencia. Su fundador, Reuben Winslow-Haven, fue un hombre peculiar. Un visionario, un filántropo, un filósofo y, según la mayoría de los que lo conocieron, un loco. Había invertido la mitad de la fortuna de su familia, cuyas raíces se remontaban a la antigua nobleza inglesa, en la construcción de aquella universidad que él mismo había diseñado y en la que había volcado todo su valor.