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- Se acabó Oriana, ya no eres Klein, eres alguien más fuerte, con más poder y relevancia.- me digo a mi misma.
Me levanto despacio, entro al baño y me ducho, la ducha es larga, tranquila y me despeja la mente lo suficiente para no seguir martirizándome por hoy, mañana ya veremos que pasa.
Salgo de mi cuarto, él permanece con mi niña en sus brazos, es un buen padre solo que no lo ve, tiene tanto miedo que se aleja de los que ama pero no puede evitar ayudarme siempre que se lo pido.
- Quiero dormir con mi hija.
- ¿Quieres de verdad Oriana?- asiento.- Toma.
Cargo a mi niña por segunda vez desde que desperté, es raro tenerla en brazos pero a al vez da paz, tranquilidad. Es tan raro, no pensé que un ser tan pequeño e incapaz de hablar pudiese transmitir esta paz y calma.
- Vamos a dormir pequeña.- le sonrío.
Me duermo en mi cama y ella es su cuna, pero juntas. Ella agarrando mi dedo y yo viéndola descansa hasta caer rendida del sueño.
Las clases fueron pesadas, solo podía pensar en mi hija y en ir al psicólogo para salir adelante. Tras mucho insistir mi abuelo decidí que lo necesitaba y poco a poco voy mejorando pero creo que debo tomar una drástica decisión para mi recuperación.
- ¿Está segura señorita Klein?
- Si decano, estoy bastante segura.
- Bueno, pues ya ha sido trasladada, espero que a usted y a su hija le vaya bien en su nueva aventura.
- Quería agradecerle por todo decano, por ser una de las pocas personas de aquí que ha decidido creerme, que decidió que aquella chica que todo veía solo como una cara bonita valía para algo más que enseñar por todos lados.- le sonrío.- De verdad gracias por creer en mi.
- Sigo creyendo Oriana, sé que va a llegar a grandes cosas.
Muchas gracias
- Espero verte algún día.
- Por supuesto.
Al final no pude volver a verlo, falleció de cáncer un año después de aquello. Otra persona que creía en mi murió, igual que mi abuela lo que lo volvía todo más difícil.
Volví a casa después de resolver todo el tema del traslado, Dominic ya lo sabia. Todo el mundo sabía que volvía a aquel lugar que no podía llamar hogar, pero sentía que llevar a Makani al país donde vivía su padre me haría sentir menos culpable, y así fue, por muy tonto que sonase.
- Tres años y un mes -
Paseo por la avenida cercana a mi casa, no quiero entrar y que mis padres me echen la bronca por algo que seguramente no sea mi culpa, pero en esa casa eso da igual, cualquier escusa en buena para enfadarse y gritarle a Oriana- incluso cuando hago bien la cosas.-, da igual si la culpa del enfado es el trabajo, un estúpido socio de papá que quiere follarse a mamá y por lo que ella hace drama mientras que mi padre la ignora, o si el culpable es mi hermano. Al final yo siempre soy la que recibe los palos, doy suerte que solo son verbales actualmente.
Si aguanto en casa y no me voy de ese espantoso lugar es por mi abuelo Baltz, él es por quien me desvivo, podría irme de casa y abandonarlo pero esa no es una opción, mi abuelo siempre ha estado cuando mis padres me abandonaban. Él iba a mis fiestas del colegio, de la secundaria y fue el único en aparecer en mi graduación de la universidad.
A mis padres no les gusta la carrera que estudié y que actualmente ejerzo, no entiendo el porque, es una buena carrera pero supongo que es por lo mismo de siempre, llega un momento en el que te acostumbras a los desprecios constantes, siempre he estado sola así que tampoco es algo nuevo que no lo acepten o que les desagrade.
Hay que sumar un gran factor al hecho de que mis padres no me vean con bueno ojos, soy madre soltera de una hermosa niña de dos años, Makani, la tuve con veinte años y es demasiado especial para mi.
Mis padres reclaman la identidad del padre de mi hija pero eso no va a pasar, hasta ahora he mantenido silencio y eso les enfurece mucho más, quisieron echarme de casa según ellos por puta barata, que de ser puta sería de las caras pero ese no es el asunto, no pudieron echarme porque le pertenece a mi abuelo y él jamás me dejaría en la calle.
Mi móvil suena desde el interior de mi bolso y resignada lo abro para ver quien es la persona que me llama, así saber si es importante o puedo pasar.
Al ver el nombre de mi madre en la pantalla un escalofrío recorre mi espalda, me enderezo enseguida como si la pudiera escuchar diciendo:
"- Esa postura es de vagabunda, espalda recta, hombros hacía atrás, pecho fuera, mentón hacía arriba y sin temblar Oriana.
Mi familia es mi pesadilla, podemos estar más que seguros de eso.
Tomo aire y me armo de valor para contestar su llamada, ella no suele llamar lo que significa que es importante para ella porque para mi seguro que no.
- Oriana Virginia Klein.- todo mi nombre.- ¿Dónde estás?
- Dando un paseo madre, ¿qué necesita?
- Tu padre necesita que alguien le haga de traductor entre un nuevo socio.- respiro con dificultad, odian lo que estudie pero en cambio me usan.- Lo necesita ya, así que dejate el paseo y apresurate a la casa.
Me cuelga sin darme tiempo a decir que no, y aunque lo hubiera dicho nada hubiera cambiado lo acontecido porque estábamos hablando de Remei Klein, a ella mi opinión le daba igual, yo no tenía ni voz ni voto cuando ella ordenaba algo.
Volví a la casa todo lo rápido que mis tacones me dejaban, si, salí a dar un paseo y en tacones pero es que había dejado el coche en la casa nada más llegar y me había ido, ni si quiera había comido y mis tripas comenzaban a sonar.
Antes de subir a la segunda planta pasé por la cocina y tome una chocolatina escondida porque claro, en mi casa que yo como mujer comiera chocolate estaba mal visto, demasiados carbohidratos para una mujer de casi veintitrés años, podía engordar y así nadie importante se iba a querer casar conmigo, como si yo quisiera casarme. Todo lo contrario pasaba con mi hermano, él podía hacer lo que quisiera y para mis padres estaría perfecto.
Subo las escaleras rápidamente y toco con delicadeza la puerta para avisar de mi llegada, empujo la manivela y entro en el pulcro despacho que mi padre tiene en la casa, es demasiado elegante para mi gusto.
Mi padre, un hombre de cincuenta años, estatura media, pelo negro, que yo había heredado, y ojos oscuros, me miraba con reproche, siempre lo hacía, a su lado un hombre de su misma edad o algo mayor, con barba y ojos cálidos me daba un sonrisa a la que yo respondí de forma tímida.
- Mi hija Oriana nos ayudará a comunicarnos.- parecía tenso.- Es importante, comportate y no digas ninguna estupidez Oriana.
- Jamás lo haría padre.- respondo en el mismo tono desafiante.- ¿En qué idioma habla el señor?
- Se llama Alfred, es alemán.- domino el idioma.
Traduzco todo lo que mi padre me va diciendo, en algunas palabras me atasco porque son muy técnicas pero al final acabo haciendo un esplendido trabajo que para mi padre solo será un desperdicio aunque le haya ayudado a cerrar el trato con el hombre alemán, en esta casa soy un simple objeto más del que hacen uso cuando lo necesitan y que luego vuelve al rincón escondido donde estaba.
No es que yo sea fea, desde pequeña mi madre me exhibía ante sus amistades porque justamente eso es lo que la hace rabiar, soy bonita, ella hubiera deseado que no lo fuera, así sería más fácil de obviar mi presencia, en las galas nadie hablaría de mi, me ignorarían y sería invisible, pero ese no era el caso, la gente se quedaba usualmente viéndome fijamente y luego felicitaban a mis padre por haber tenido una niña tan guapa, mis padres sonreían, daban las gracias y me obligaban a quedarme callada para seguir siendo una figura bonita.
Después de dos horas y la firma de un contrato que también tuve que traducir, abandonamos el despacho de mi padre. El hombre me mira como si fuera su hija, es muy cálido y me sonríe todo el rato, de alguna forma me recuerda a mi abuelo, ambos me miran con el mismo cariño, ese con el que jamás me han mirado mis padres.
- Gracias Oriana.- me giro para ver a mi padre, estoy sorprendida.- No me mires así, esto era importante y mi traductor me ha dejado plantado, debo agradecerte porque podrías haber estado trabajando y aunque no me guste lo que haces lo respeto.- demasiada sinceridad por un día para alguien que no está acostumbrada a ella.
- No hay de que.- es lo único que soy capaz de articular.
Mi padre y yo acompañamos a Alfred por las escaleras hasta que escucho un grito infantil que me llama, la felicidad en su voz instala una gran sonrisa en mi cara, Makani en mi luz, es el ser más maravilloso, dulce e inocente que he conocido y es mía, toda mía. Yo la tuve dentro de mi siete meses, la sostuve, escuche sus primeras palabras y vi sus primeros pasos.
- Mami.- dice de nuevo al llegar hasta mi lado.
La tomo en brazos y le doy un fuerte beso en la mejilla, ella se ríe e imita mi acto pero dejando muchas babas en mi moflete, no me importa, la mejor sensación del mundo es saber que ella me ama solo por ser su madre, no necesito hacer nada para tener un hueco en su hermoso corazón.
- ¿Quién es?- pregunta con amabilidad Alfred.
- Ella es Makani, mi hija.- Makani me mira confundida, sabe que he mencionado su nombre pero no ha entendido nada.- Makani, saluda al señor.- ella lo mira con temor y luego levanta su manita, la sacude con rapidez y con timidez esconde su cara en el hueco de mi cuello.
- Es una niña preciosa, muy parecida a ti.- lo que es cierto, sino contamos con los ojos de color miel de mi hija, Makani es idéntica a mi cuando era pequeña y eso es un gran alivio para mi.- Su marido tiene mucha suerte, tiene dos chicas hermosas.- me tenso.
- No estoy casada, ni tengo novio señor Alfred.- tomo un respiro.- la única responsable de mi hija soy yo.
- ¿He tocado un tema sensible?- parece realmente preocupado.
- No, no debe preocuparse, solo evite preguntar sobre la parte paterna de Makani.
- Me disculpo de nuevo.- me sonríe otra vez.- Estoy seguro de que es usted una maravillosa madre soltera.
- Gracias.
Mi padre y él se despiden con un apretón de manos, luego me despido yo y por último él se despide de una Makani muy tímida, aunque ella siempre es así.
Recuerdo que tardó casi dos meses en hacer amigos en la guardería, ella jugaba sola y no se relacionaba con nadie lo que hacía que mi corazón se estrujara y que quisiera lanzarme al suelo y llorar, sobre todo porque algunos niños no se acercaban a mi hija por mi, sus madres, unas estúpidas estiradas, no dejaban que se juntaran con la hija de la mujer soltera, aquella que no vivía a la sombra del padre de su hijo o hijos y eso me parecía lamentable. Por suerte una hermosa niña rubia se acercó a ella y con mucha paciencia consiguió hacerse amiga de mi hija.
- ¿Qué han hablado?- demanda papá.
- Dijo que Makani es hermosa y parecida a mi.- no digo el resto.
- Si solo dijeras quien es el padre de la dichosa niña.- ruedo los ojos.
- Es perfecto que el padre de mi hija no esté presente, ¿y si fuera un asesino, padre? ¿o un hombre casado que tuvo una noche de pasión conmigo?
- Oriana, para.- me mira furioso.- No eres ninguna fulana para acostarte con un hombre casado o peor, con un asesino.
- ¿Quién sabe, padre? Para ustedes soy capaz de cualquier cosa.
- Oriana.- su voz profunda ya no causa miedo en mi.
- Dejalo.
Paso por delante suyo y subo las escaleras hasta mi habitación no sin antes agradecerle a Prakash por recoger a Makani de la escuela infantil debería haber ido yo a por ella pero con la llamada imprevista de mi madre, he tenido que improvisar y pedirle al enfermero de mi abuelo que fuera en busca de mi hija.
- Mami.- su voz infantil y alegre demanda mi atención.
- Dime cariño.
- Deberes.