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Él abre la puerta de su cuarto, en otras circunstancias habría mirado la habitación pero ahora mismo tengo otras cosas mejores en las que centrarme, por ejemplo Edey.
Él toca todo mi cuerpo y yo no puedo no hacer lo mismo, sintiendo sus músculos al pasar mis manos, y eso que todavía seguimos con la ropa puesta.
Comienzo a desabrochar su camisa y él me ayuda a quitársela cuando ya está entera desabrochada. Admiro su cuerpo antes de tirarlo un poco para atrás, haciendo que se siente en la cama. Me gusta dominar no que me dominen.
Le beso el cuello antes de sentarme a horcajadas sobre él. Me aprieta el trasero con fuerza mientras yo sigo mi recorrido de besos, incluso se extiende sobre la cama para darme mayor facilidad para besar su pecho y la uve de sus caderas.
- Llevas mucha ropa.- él encuentra la cremallera de mi vestido y la baja.
Me quito un momento de encima y dejo el vestido en el suelo, agradezco que solo utilizo conjuntos de lencería, podría decir que en estos momentos eso me da mayor seguridad para volver a ponerme sobre Edey.
Él no me conoce de nada y yo solo de vista, somos completos extraños pasando una buena noche pero no se siente como si fuésemos extraños, no sé porque, se siente demasiado bien.
Con mis dedos le quito el botón del pantalón y con mis dientes bajo la cremallera de los mismo. Él resopla, disfrutando de mi espectáculo.
Se quita los zapatos y los pantalones, quedando solo en ropa interior con una muy bonita erección de la que pienso disfrutar.
- Acuéstate.- le exijo.
- Lo que ordenes.- él hace lo que le pido.
Una vez acostado vuelvo a ponerme encima, y cuando veo que va a intentar quitarme el sujetador lo detengo con una sonrisa. Todavía no. Beso sus labios, detrás de sus orejas y comienzo mi camino hasta la uve de nuevo, incluso me aproximo un poco más abajo.
Me siento un poco más arriba de su erección, sintiéndola en mi culo y me quito yo misma el sujetador. Él observa, no se pierde ningún detalle. Me echo el pelo para atrás y con mi propia mano comienzo a masajear mi pecho derecho, él centra toda su atención en eso. Respiramos ambos de forma pesada, dejo mi pecho derecho para ir al izquierdo, él sigue el movimiento de mis manos.
Me levanto, dejándolo un poco duro y me quito las bragita, él no despega su mirada de mi ni cuando vuelvo a subirme encima suyo.
- ¿Lo quieres?- le ofrezco mi pecho, él asiente y se acerca.
Lo ataca robándome un suspiro junto con un gemido y mientras el disfruta de mis pechos, yo llevo mi mano a mi entrepierna y comienzo a masturbarme. Él para un momento para ver que hago, se queda mirando hasta que vuelve a atacar mis pechos. Sonrío mientras ambos disfrutamos. Acelero los movimientos de mis dedos hasta venirme.
- Lo quiero.- sonrío antes de pasar mis manos por su entrepierna.
- ¿En que orificio?- me señalo la boca ante su pícara sonrisa.- Todo tuyo hermosa.- sonrío.
Le quito la ropa interior y acaricio su erección antes de lamerla , besarla y luego sin aviso meterla a mi boca. Él me agarra del pelo sin tirar, solo por instinto. Comienzo a bajar lentamente y luego vuelvo a subir, haciendo garganta profunda. Él gime y me pide más y más rápido, y acelero porque quiero que se venga en mi boca, me gusta saber lo que puedo provocar.
- No sabía que me iban las mandonas, pero mierda, se siente de puta madre.- sigo haciéndole la felación hasta que intenta apartarme pero me quedo, tragándomelo todo.- Joder.- dice cuando me levanto con una sonrisa.- ¿Puedo follarte ahora eso?- señala mi entrepierna.
- Claro.
Los besos vuelven, él mete sus dedos en mi interior y me lleva más allá. Me lubrica aunque ya lo estaba, se pone un condón que ni idea de donde ha salido y entra de una estocada. Arqueo mi espalda y agarro las sábanas sintiendo todo el placer recorrerme de arriba a abajo, que bien sienta follar después de tanta sequía.
No sé ni cuanto tiempo estuvimos pero lo hicimos muchas veces, en muchas posiciones y por primera vez a mi manera, de la manera que disfruto y no siendo tratada como una muñeca de porcelana, frágil.
Me despierto antes de que salga el sol, tengo que volver a la residencia, mi padre vendrá a recogerme para que pase las vacaciones de navidad con ellos aunque de seguro mi madre disfrutaría más sin mi en la casa.
Dejo en una nota escrita mi número, recojo mis cosas con sigilo y me voy. No sé si querrá llamarme, lo más posible es que solo fuese una chica de la noche, la que le pareció más bonita pero no pierdo nada dejando mi número.
Edey
Me despierto por el incesante ruido unos golpes en la puerta. Quiero descansar, estoy muerto después de pasar la noche con esa chica, ella no me dijo como se llamaba pero uno de los camareros la llamó Ela, bonito nombre para una muy bonita chica.
Perezoso me levanto para ver quien es la persona que tanto llama. Al abrir me encuentro con mi secretaria que entra como una furia, inspecciona toda la habitación y comienza a tirar envoltorios de condones, utilicé varios anoche.
- ¿Has engañado a Elisa?
- No, ¿por qué?
- Porque los condones no los has utilizado con ella, me ha llamado porque no te encontraba.
- Elisa puede irse a la mierda, me ha engañado ella y yo me he follado a otra.- ella asiente.- Vete a tu hotel, me voy a ver a mi padre.
Ella no tarda nada en irse y y tampoco tardo mucho en ponerme lo mismo que llevaba anoche e irme con el recuerdo de la chica de ojos azules.
Mi padre me tomó por un loco cuando le conté todo, y es que quiero encontrarla. Esa chica, no sé que tenía más bien no sé lo que tiene pero necesito volverla a ver, es una necesidad extrema.
Intento prestar atención en clase sin llegar a conseguirlo, no me encuentro nada bien. Me siento débil, con ganas de vomitar y esta mañana tenía fiebre, pero si falto no me entero de nada, así que no es una opción.
Mi compañero de mesa me mira por tercera ve, creo que se ha dado cuenta de que no estoy especialmente bien, pero yo me hago la loca, como si no lo viese como si estuviese bien. Es fácil fingir que estás bien cuando llevas tanto tiempo haciéndolo. Fingir una parte muy importante de mi vida, sin ello mi madre me hubiese matado hace años.
- ¿Te encuentras bien?
- Si.- intento sonar convincente.
- ¿Qué están hablando?- ambos miramos a la profesora.
Mi compañero me mira a mi y a la profesora con arrepentimiento, yo solo soy capaz de pensar en no vomitar, sino lo hago muy posiblemente acabe haciéndolo y no sería agradable para nadie. La profesora nos mira para que le digamos de que estamos hablando pero yo soy incapaz de decir una sola palabra.
- Sigo esperando.- asiento antes de cerrar un poco los ojos.- ¿Tiene sueño señorita Klein?
- No profesora, perdone que hayamos hablado solo que no había entendido algo de lo que había dicho.- digo de corrida, si me paro no voy a retener el poco desayuno que tomé esta mañana.
- Normal, no sé como la aceptaron en esta Universidad.
- Por dos razones, mi padre tiene dinero y paga, y porque me saqué las mejor nota del país es el examen de acceso a la universidad.- respiro con profundidad.
- No estaba pidiendo que me diera esa explicaión señorita Klein.- me muerdo la lengua para no contestar mal a la profesora aunque no me faltan ganas para hacerlo.- Si no entiende mi clase, lárguese.
Me levanto llamando la atención de los pocos que no estaban prestando atención. Mi compañero me más arrepentido si es que se puede mirar con más pena y disculpas en una mirada. Miro desafiante a la profesora antes de dar el primer paso, ella parece retarme todavía más con la mirada. Siento como el suelo se va moviendo, cada vez más rápido. Me es más difícil mantener la calma cuando casi ni veo por donde voy, todo está demasiado distorsionado como para que yo sepa bien donde debo y donde no debo pisar.
- Señorita Klein, ¿se encuentra bien?- ahora ella parece preocupada.- Señorita.- es lo último que oigo.
Todo queda en negro, ya no siento ganas de vomitar, ya no me da vueltas todo porque ya no hay nada delante de mi que pueda dar vueltas. Sería raro que siguiese mareada después de haberme desmayado, seria raro más no imposible.
Me despierto con dolor de cabeza, todo sigue dándome vueltas pero ya no se siente tan mal como antes, se siente extraño pero no mal. Ya no tengo ganas de vomitar, solo sigo ligeramente mareada, quizás tenia sueño y desmayarme era lo que necesitaba o yo que sé.
- Señorita.- abro los ojos para mirar a una bonita enfermera.- Oh, está ya despierta, voy a buscar al médico.
- ¿Dónde...?
- Está en el hospital, espere un momento.
- ¿Vino alguien?
- Un señor mayor.- sino se ha identificado debe de ser el padre de mi madre.
- Dígale que no quiero verlo, que se vaya por donde mismo ha venido.
- Señorita, pero él....
- Me da igual, no quiero verlo.- digo en tono más duro.
- Claro señorita, yo se lo diré.- me sonríe.- Iré también en busca del médico.
- Gracias.
Cuando se va intento incorporarme y lo consigo, torpemente pero lo hago. Sé que me desmayé en la universidad y no tengo ninguna duda de que fue mi abuelo quien me trajo aquí. Él tiene gente en todos lados así que no me extraña en absoluto que haya sabido incluso antes que mi padre o mi hermano donde me encuentro.
Resoplo cansada, quiero días de paz, no pido cosas muy difíciles. Pido una semana sin gritos y golpes, una semana en la que no piense en él. Me encantaría apagar mi cerebro, amaría no pensar tanto como lo hago, sería tan fácil. Sería, simplemente sería maravilloso olvidar algunas cosas y hacer desaparecer otras tantas.
- ¿Señorita Klein?- un hombre con bata blanca, mediana edad, y pelo blanco entra en el cuarto en el que me encuentro.- ¿Cómo se encuentra?
- Ligeramente mareada y confusa.
- Es algo normal en su estado, no debe preocuparse.- me sonríe con tranquilidad.
- ¿Mi estado?
- ¿No lo sabe?- niego con la cabeza.- Está usted embarazada.
- ¿Embara... qué?- digo de golpe, incrementando el mareo.
- No le recomiendo que haga.
- No sé preocupe que no lo voy a volver a hacer.- digo apoyándome de nuevo en la cama.
- ¿De cuánto estoy?- la pregunta es bastante absurda puesto que mi última relación fue hace cinco meses, así que sé de cuanto estoy pero necesito confirmación.
- Cinco meses señorita.- resoplo y cierro los ojos con fuerza, esperando que esto sea un absurdo sueño, no puedo estar embaraza, tengo a penas veinte años.- Sé que esto sonará raro, pero a pesar de su avanzado estado de embarazo, usted califica para un aborto de emergencia.
- ¿Un aborto?- no tengo nada en contra pero por qué necesitaría yo uno.
- Si señorita, usted tiene un embarazo que pone en riesgo su vida, ya que padece de une enfermedad cardíaca y sus caderas son demasiado estrechas para dar a luz de forma natural a la bebé.
- ¿Es niña?- asiente.- No quiero abortar.
- Pero señorita.
- Nada de señorita, correré los riesgos que hagan falta pero no pienso abortar.
- En ese caso debe de venir todas las semanas a revisiones periódicas.- asiento.- Y tomar las pastillas que voy a mandarle, todos los días, ¿entendió?- asiento.
- Lo haré.
- Está loca, cualquiera hubiese abortado.- suspira.- Se quedaré todo el día en observación, mañana le daremos el alta.
- Gracias.