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Primer no

Kathleen estaba cansada de jugar con su víctima y sobre todo sentía que aquello no lo hacía solo por venganza ya que sentía que a ella también le gustaba, sentía que disfrutaba aquel placer y no de la forma que debía, que el placer que sentía no solo era de hacer sufrir a su víctima sino también de estar con esa persona concretamente.

Mientras Kathleen permanecía completamente desnuda en el rincón más oscuro de la mente de su desdichada víctima, su presencia se manifestaba en cada rincón de sus sueños, implacable y seductora. Aunque él estaba sumido en un sueño profundo, era consciente de su invasión. Sin embargo, a pesar de la intensidad de sus deseos y la presión de su fascinación, encontró en su interior una fuerza inesperada para decir "no". Su determinación de aferrarse a la vida y sus aspiraciones eran más poderosas que el impulso de satisfacer su piel en ese momento.

Kathleen, al sentir el rechazo y la resistencia de su víctima, se vio profundamente ofendida. Su ego herido y su hambre insaciable por el deseo no tardaron en manifestarse en una promesa ominosa. Se comprometió a que él nunca volvería a anhelar a otra mujer, que ella sería la única a la que su deseo podría dirigirse. Y cuando el momento llegara, cuando el fervor de su deseo se hiciera insostenible, ella estaría allí, más hambrienta y determinada que nunca, lista para reclamar su atención y devorar su pasión.

Este desafío no hizo más que intensificar la voracidad de Kathleen. Su promesa no era solo una amenaza, sino una manifestación de su propia necesidad insaciable de control y dominio. Su víctima, atrapado entre el rechazo y el deseo inevitable, enfrentaba una dualidad desesperante: su resistencia ahora estaba marcada por la certeza de que, en algún momento, Kathleen volvería con una intensidad aún mayor, lista para reclamar lo que, por ahora, había logrado mantener a raya.

Kathleen

Que los dioses se apiaden del alma del único ser humano que ha sido capaz de rechazarme, capaz de ver algo más que no sea yo, pues mi ira hacia él se encuentra sin control, provocando que quiera acabar con el de una vez por todas, pero todavía no es tiempo, solo cuando él se dé cuenta de que no puede escapar de mi acabare con su dulce agonía, solo así su alma dejara de existir dándole el descanso eterno.

Desde el instante en que aceptó aquel beso, desde que sus labios tocaron la piel de aquella mujer, su vida se transformó en un único propósito: vivir, respirar y soñar para la mujer que ahora dominaba cada rincón de su ser. Cada momento desde aquel encuentro se convirtió en una tortura de deseo y obsesión, donde cada pensamiento, cada sueño, estaba invadido por la presencia de ella, una presencia tan dominante que parecía haberse apoderado de su cuerpo, alma y corazón.

Durante una semana, él logró mantener a raya sus deseos, resistiendo la tentación de buscar de nuevo a la mujer que había comenzado a gobernar su existencia. Sin embargo, la lucha interna era casi insoportable. Sus pensamientos estaban consumidos por ella, y el equilibrio de su cordura parecía desmoronarse a cada instante. En un esfuerzo desesperado por recuperar algo de normalidad, intentó abrir su corazón a otra chica, buscando amor en una dirección diferente.

Pero, ¿es acaso el amor algo que se puede elegir? Él sabía en lo más profundo de su ser que esta nueva relación era una ilusión, un intento vano de escapar de lo inevitable. A pesar de sus esfuerzos por desear a otra persona, Kathleen continuaba siendo la sombra que lo seguía, la marca indeleble en su corazón. Cada nuevo encuentro con otras mujeres solo le revelaba con mayor claridad que el demonio que había poseído su alma no solo le había robado su esencia, sino también su corazón. La comparación entre el amor que buscaba y el que había perdido solo acentuaba su desesperación.

Pronto, comenzó a desearla con una intensidad renovada, llamándola con sus pensamientos en un clamor silencioso. Pero Kathleen, en su dominio absoluto, no se apresuraba a responder. Ella quería que él comprendiera la realidad de su situación: que, aunque él pudiera pensar que tenía algún control, en reali-dad, no era él quien poseía a Kathleen, sino ella quien lo había atrapado en su hechizo. Su ausencia solo servía para reforzar su control, demostrando que, a pesar de sus esfuerzos por resistir, ella continuaba siendo la única que realmente gobernaba su ser.

¿Por qué llover en los días más tristes?, ¿acaso las nubes sienten nuestra tristeza?, ¿porque tengo que sentirme solo y vacío cuando ella no está?; estas eran las preguntas que se hacia este desdichado ser, mientras deseaba que aquella mujer volviera a aparecer, aunque sea en sus sueños.

Kathleen: ¿qué se siente darse cuenta de que ya no perteneces a nadie más que no sea yo?

_Por fin regrésate, te espere por mucho tiempo

Kathleen: lo sé_ dijo mientras mostraba una pequeña sensación de burla en su rostro

_¿Que eres?

Kathleen: ¿Yo? Eso depende de en qué creas. Para muchos, soy una hija de Lucifer; para otros, una descendiente de Lilith. Pero la realidad es que soy un súcubo, un demonio que se alimenta de las almas de aquellos que no pueden reprimir su amor por el pecado. Con cada sensación de placer que te ofrezco, te arrebato lo único que verdaderamente te pertenece: tu alma. Nuestra descendencia, según las leyendas, somos hijos de Lilith, la primera mujer que desafió la sumisión y eligió su propio camino en la oscuridad.

Mientras hablo, quiero que entiendas la profundidad de mi existencia. No soy simplemente una figura mitológica, sino una entidad real que prospera en la debilidad humana. Cada momento de éxtasis que experimentas conmigo es una transacción: tu placer a cambio de fragmentos de tu alma. Esta es la verdad que muchos se niegan a aceptar, que el precio del placer prohibido es más alto de lo que están dispuestos a pagar.

En los relatos antiguos, Lilith es conocida por su insubordinación y su rechazo a ser dominada. Esa misma sangre corre por mis venas demoníacas. Ella eligió la oscuridad sobre la sumisión, y nosotros, sus descendientes, continuamos ese legado. Nos nutrimos del deseo y la debilidad, y en cada encuentro, sellamos un destino que los humanos rara vez comprenden hasta que es demasiado tarde.

Así que, cuando te preguntas quién soy, recuerda que soy el reflejo de tus deseos más oscuros y la personificación de tu propia perdición. Cada caricia, cada beso, es una prueba de tu rendición a lo inevitable. Y con cada suspiro de placer, te acercas más a la verdad de mi naturaleza y a la pérdida de lo único que te hace humano.

_¿Entonces no tienen alma? _pregunto el sin saber que pensar.

Kathleen: Si tenemos, pero no somos capaces de tener sentimientos como amor, empatía, pena, entre otros, nuestra alma es más como un medio de castigo, si no somos lo que deberíamos de ser, tu dios o el mismo lucifer usan nuestra alma para castigarnos, pues como dije antes el alma es lo único que te hace ser algo.

_¿Si dejas de herir otras personas serás castigada?

Kathleen: no, pero si dejo viva a una de mis victimas por sentir compasión, si seré castigada de forma terrible para los demonios, aunque todavía ninguno hemos pasado por eso.

_¿Me vas a matar? _ pregunto de repente, con una tristeza eminente en su rostro y palabras.

Kathleen: si me lo permites, para mí y otros eres algo malo, pues eres el único ser humano que ha sido capaz de decir no.

_Pero aun así estas aquí, y para ser sincero prefiero morir que volver a pasar por la agonía no tenerte._

Kathleen solo se quedó mirándolo con cara de repugnancia y desprecio, pues consideraba que esas palabras eran muy cursis para para merecer una respuesta de su parte.

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