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4

—No es necesario —me excusé ante el chico.

—No, permíteme —sonrió y tomó mis maletas.

—No te hubieras molestado —le dije un poco apenada.

—No es molestia, dime ¿a qué habitación vas?

—Bueno... —tomé el papel y leí las indicaciones que había anotado ayer por la noche luego de la cita con Noel—... aquí dice que es en la ciento cuatro.

—Sé donde es —hizo un ademán con la cabeza para que lo siguiera. Así que lo seguí. Habían muchísimos estudiantes llegando. Me sentí un poco nerviosa en el fondo pero era completamente normal.

—¿Eres nuevo aquí? —quise saber. Entramos a los dormitorios y subimos unas escaleras. La universidad era tan grande.

—No, es mi segundo año. —me sonrió.

—Ah. Qué bien —miré para todos lados, no me quería perder absolutamente nada.

—Aquí es —el chico se detuvo frente a una puerta. Tenía el número ciento cuatro en la puerta. Toqué dos veces para cerciorarme de que no hubiera nadie, pero sí había. Una chica abrió la puerta. Su cabello era completamente azul y tenía algunos piercings.

—Hola —saludó—¿necesitan algo?

Pude escuchar murmullos adentro así que supuse que no estaría sola.

—Eh, me quedaré en esta habitación —le hice saber. También sería mi cuarto después de todo.

—Ah... ¿Anabella? —terminó de abrir la puerta y sonrió.

—Ana —corregí poniendo mis labios en una sola línea.

—Claro, pasa. Te estábamos esperando.

El chico y yo nos adentramos a la habitación. Había una chica y un chico más. Me sorprendió un poco ver a un chico aquí. Y creo que estaba en la que sería mí cama. Solo habían dos. La habitación era más o menos grande. Suficiente para dos camas, roperos y escritorios para estudiar. Agradecí que no hubiera tanta gente, me gustaba mi privacidad.

Carraspeé para que se quitara de mi cama. El chico era serio, usaba chaqueta de cuero y parecía que le gustaba hacer enojar a la gente.

—Taylor, quítate de la cama por favor —le dijo la chica que recién nos abrió.

El chico llamado Taylor nos observó con un poco de diversión. En serio que me estaba empezando a exasperar este chico con sus estupideces. Estoy muy cansada del viaje y solo quiero dejar todo en orden para ponerme a estudiar. Las clases empezarían el lunes y hoy era sábado. Contando también con que tengo que conseguir trabajo.

—Está bien —Taylor se levantó poniendo sus manos en forma de paz. Era más alto que yo, me miró raro de pies a cabeza y luego se relamió los labios— Aquí está su cama, señorita.

Lo miré a los ojos por unos segundos más para después rodearlo y dejar mi bolso encima de la cama. Esta ya estaba un poco arrugada.

—Gracias por ayudarme —le dije al chico quien dejó las maletas en el piso.

—No es nada. —se despidió— Te veré por ahí, Ana —nos dio una ultima mirada a todos para después salir de mi habitación. La otra chica que era pelo entre blanco y amarillo solo estaba viendo una revista en la cama de mi compañera de cuarto.

—Bienvenida a tu nuevo cuarto —me dice la chica que recién nos abrió— Soy Paty, ella es Vilma y a Taylor ya lo conociste.

—Claro, mucho gusto —les dije para después abrir mis maletas. Tendría que acomodar mi ropa por ahí.

—Y este será tu ropero —señaló un ropero junto a mi cama. Noté que ella tenía el suyo junto a la suya. Al menos tendríamos la ropa separada.

—Gracias.

—Hoy habrá una fiesta en la piscina de la universidad para darle la bienvenida a los nuevos. Estás invitada —Vilma se pone de pie— Es a las ocho.

—Hmm gracias por el dato pero no creo que vaya.

—¿Por que no? —Taylor se recostó en la pared cerca de la puerta.

—Porque tengo que arreglar mis cosas.

—Está bien, si cambias de parecer la piscina está en el lado norte de la universidad, bajando unas escaleras. ¿Nos vamos, chicos? Ahora tenemos una clase pendiente. Nos vemos, Ana.

Les medio sonreí en modo de despedida, el chico Taylor se me quedó viendo antes de salir detrás de sus amigas. Me pareció un poco intimidante. Me apresuré a cerrar la puerta después de que ellos se fueron y me senté en mi cama. Eso había sido un poco extraño.

Saqué toda mi ropa y me dispuse a ordenarla.

Una hora después estaba todo listo, mi cama estaba ordenada de nuevo y mis cosas también. Necesitaba un baño. Tomé mi toalla y mis cosas de baño y salí de la habitación. Los baños tienen que estar cerca de los dormitorios, me imagino. Lo que no me gustaba es que los baños fueran compartidos.

—Por Dios, Henry Meal sí vendrá a darle la conferencia a los de tercero. No me lo puedo creer. —pasó diciendo una chica.

—Démonos pprisa para no llegar tarde —le respondió la otra. Después de eso ambas salieron corriendo. ¿Quién es Henry Meal y por qué las pone así de locas? Rodé los ojos y me adentré a los baños. Habían unas cuantas duchas abiertas, quizás algunas chicas bañándose. Me dirigí a la última, estaba vacía, y me adentré.

Me quité toda mi ropa y dejé que el agua caliente recorriera todo mi cuerpo. Pensé en mi familia, pensé en Noel, pensé en encontrar un empleo. ¿Y si no lo encuentro? ¿Y si todo me sale mal como siempre? Tendría que volver a Lewiston con la cabeza gacha y tendría que volver al empleo tan horrible que tenía. De eso viviré.

Sacudí mi cabeza para alejar esos pensamientos malos de mi y decidí no pensar. A veces mis pensamientos me llenaban de miedo, a veces me creía las cosas que pensaba. Lo peor es que solo pensaba en cosas malas. Siempre me creía las cosas malas pero las buenas no. Odiaba ser así. Odiaba ser presa de mi mente. A veces solo quería liberarme.

Después de la ducha envolví la toalla a mi cuerpo, tomé mis cosas y salí. Me pude ver en el enorme espejo que había en la ducha. Me miraba sana. No había por qué preocuparse. Salí de la ducha al pasillo. Es lo que no me gustó. Habían chicos pasando. Genial. Apresuré mi paso hasta doblar por un pasillo, pude escuchar una voz de chico detrás de mi así que giré mi cabeza mientras avanzaba, pero fue mala idea porque en eso choqué con alguien más provocando que se cayera parte de mi ropa sucia al piso.

—Mierda —maldije, elevando la vista. Era un chico bastante guapo en realidad. Vestía traje y estaba muy arreglado.

—Discúlpame —el chico se agachó para recoger mi ropa, pero mi cara se puso roja de la vergüenza al momento en que el chico tomó mis bragas.

—No te preocupes —le quité la ropa de inmediato— Fue mi culpa.

Quería pasarle de lado y llegar a mi habitación de una vez por todas pero él me interceptó.

—¿Disculpa? ¿Sabes donde queda el salón de tercero? Estoy un poco confundido —se acomodó el traje, no sé por qué eso me pareció muy sexy de su parte. Su porte, su olor... ese hombre era bastante atractivo a decir verdad. Parecía uno de esos modelos que siempre veía en las revistas. En el momento en que me relamí los labios de manera inconsciente él lo miró.

—No lo sé, apenas vine hoy al primer año. Aún no conozco dónde quedan los salones —me encogí de hombros un poco apenada.

—Bueno, supongo que tendré que buscarlo por mí mismo —me sonrió.

—Claro, me tengo que ir —me giré sobre mis talones y empecé a caminar por el largo pasillo sintiendo la mirada de ese hombre en mi. Cuando escuché más voces me giré y el chico estaba rodeado de unas chicas ya. No me sorprendió.

—Es Henry, ven —dos chicas más pasaron a mi lado y se apresuraron a ir donde el chico que se llamaba Henry.

Al llegar a mi habitación abrí la puerta y me adentré. Me sentí a salvo aquí dentro. Dejé mi ropa sucia en el cesto de la basura y busqué ropa limpia. Elegí un pantalón que se adhería a mis piernas, una Camisa que llegaba más abajo de mi ombligo y unos converse. Peiné mi cabello dejándolo suelto, puse un poco de maquillaje en mi cara solo para no estar pálida. Tomé mi laptop, me senté en el escritorio junto a la ventana y la encendí.

Necesitaba encontrar trabajo, alguno. En el buscador puse trabajos cerca de la universidad. Me salían de niñera, en restaurantes, en hoteles, en bares. Pero nada de eso me servía. Necesitaba algo fijo y que pagaran bien. Los precios que salían ahí eran demasiado bajos. Seguí buscando y buscando pero no había nada que me convenciera. Mi estómago empezó a rugir por el hambre que tenía. Miré el reloj y eran las cinco de la tarde. Casi es la cena. Cerré la laptop, tomé algo de dinero y mi celular y salí de la habitación.

Las clases estarían terminando ahorita. Bajé las escaleras en busca de la cafetería.

—Disculpa —detuve a una chica— ¿sabes dónde queda la cafetería?

—Sales al patio y te diriges al patio trasero —me indicó.

—Gracias.

Salí al patio a cómo me dijo ella y caminé hacia el patio traerlo. Al llegar pude verla. Era un lugar muy grande, tenía ventanales de vidrio en donde se podía ver el interior con las mesas y todo. Me adentré, pregunté qué había para comer y tomé algo de eso. Con mi bandeja me senté en la mesa de una esquina y me dispuse a comer.

A lo lejos pude ver al chico de hace un momento, el que se llama Henry, salir de la universidad. Había un coche muy lujoso estacionado ahí. Henry lo rodeó y se montó al asiento principal. Venía seguido por chicas que no lo dejaban en paz ni un momento. Al parecer ya había terminado su conferencia con los alumnos de tercero. ¿Conferencia de qué era?

El coche de Henry arrancó y se fue del lugar.

Seguí comiendo tranquilamente hasta terminar mi comida. Me sentía satisfecha y llena. Tomé de mi jugo un poco más para después ponerme de pie y llevé la bandeja a donde se ponían los platos sucios. Me sorprendió ver un anuncio en la pared. Era un anuncio de un empleo. No salía el precio, no salía el nombre de la persona o del local. Solo decía que sí querías empleo llamaras a este número. Salía el número de teléfono.

Tomé uno de los papeles y salí de la cafetería. No podía perder más tiempo. Busqué una banca cerca de unos árboles y me senté. Saqué mi celular y marqué el número del anuncio. Al parecer nadie le ponía importancia a ese pobre anuncio, todos lo ignoraban. Creo que era la única que había tomado el primer papel. Además, no habían muchos, quizás como cinco.

Un, dos repiques hasta que alguien contestó.

—¿Hola?

—Hola, estoy llamando por el anuncio de trabajo —respondí un poco nerviosa, me ponía nerviosa hablar por teléfono con gente que no conocía. No lo sé, eran cosas mías.

—¿De donde hablas?

—De la universidad de California —respondí.

—¿Y cómo te llamas?

—Anabella Scott. ¿Aún está disponible?

—Aún lo está. ¿Puedes venir el lunes a primera hora a la dirección que te está llegando por mensaje en este momento? —la voz del hombre me parecía un poco familiar pero no pude averiguar de dónde la había escuchado antes. O quizás solo estaba alucinando un poco. Mi celular vibró en ese momento con la dirección que me dio el chico.

—¿El lunes? —mis clases empezaban a las nueve de la mañana. Si llego a las siete de la mañana quizás me de tiempo de no perder clases.

—¿Así es, tienes algún problema con eso?

—No, para nada. Ahí estaré a las siete de la mañana.

—Está bien. Te espero entonces.

—Igual. —colgué. ¿Cómo que igual? Qué idiota soy, como si yo fuera a esperar al chico. Definitivamente soy muy torpe ¿qué estará pensando ese chico de mi? Suspiré profundo y me calmé.

Uf, qué nervios. Ahora tenía la cita a mi primera opción de trabajo, solo espero que la paga sea buena y que mi viaje no sea de gusto. Me puse de pie, guardé mi celular y el papel en los bolsillos de mi pantalón y me dirigí a la universidad de nuevo. Estaba anocheciendo y al parecer todos buscaban su vestuario para la gran fiesta en la piscina. Supongo que la fiesta es ilegal y los maestros no saben nada de eso. Lo sé porque jamás permitirían una fiesta de noche en una universidad como esta.

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