3
HENRY
Busqué ciertas cosas en el supermercado, ahora que pasaría un tiempo con Anabella en la cabaña tenía que cuidarla y cumplirle todos sus antojos. Estoy seguro de que no le faltará nada. Mientras buscaba frutas y demás me encontré a Leandro con Kathya en el area de cranes. Ellos usaban ropa casual, parece que venían de la casa o algo así. Carraspeé para llamar su atención.
—¡Henry! —Leandro se sorprendió de verme.
—Qué hay, amigo.
—Hola, Henry, ¿cómo estás? —me saludó Kathya.
—Todo bien —achiqué mis ojos en su dirección. Leandro parecía un poco nervioso de que lo haya encontrado con Kathya, no entendía por qué.
—Amigo, ¿cómo estás con todo eso de la boda de Anabella? —quiso saber Leandro. Y parecía que no sabía nada de lo que había pasado.
—Leandro, ¿en que mundo vives? Anabella no se casó, se vino conmigo —abrí la nevera y saqué algo de carne para ponerla en el carrito.
—¿Qué? Por fin, estarás contento ahora.
—Te felicito, Henry.
Kathya no era una mala chica pero sabíamos que era algo interesada, solo espero que Leandro y ella no estén haciendo las cosas serias o así. Conocía a mi amigo y sabía lo enamoradizo que podía llegar a ser.
—Eso no es todo —los miré— ¿Recuerdas la prueba de paternidad que me hice? —Leandro asintió—Pues salió negativa, no soy el padre.
—¡Te lo dije! Mejor para ustedes.
Me sentía feliz, Anabella estaba conmigo, tenía en su vientre a mi bebé, a un fruto de nuestro amor. Sentía que todo se acomodaba.
—Y eso no es todo... —murmuré—... Está embarazada.
Leandro y Kathya se sorprendieron.
—¿Qué dijiste, Meal? —preguntó alguien detrás mío. Me tensé en ese momento, lo único que me faltaba. Me giré, ahí estaba Noel Becker, llevaba su mano derecha en su espalda, eso me dio mala espina. Este chico se miraba fatal. Sentía lástima por el, por haber tenido que pasar por tanto. Ni Anabella ni yo tenemos la culpa, ninguno busco que estas cosas pasaran.
—Lo que escuchaste —respondí— Está embarazada.
—¿Cómo? —pareció confundido— Anabella... y tu... ¿desde antes? —parecía más afectado aún. Era cierto que esa noche que Anabella y yo tuvimos relaciones ellos no estaban juntos, pero ahora Noel pensará que es una infidelidad o algo así. —¿Acaso es mío?
Lo que me faltaba.
—Tiene dos semana y media —respondí. Y pareció entender entonces que ellos no tenían nada de nada desde hace quizás cinco o más semanas. Lo siento, Noel, pero ese bebé es mío.
—Claro —asintió— Felicidades, Henry, tienes mucha suerte —ahora sacó la mano de detrás, pensé que sacaría un arma o algo así, pero tenía sus manos vacías. Sentía lástima por el, el haberse perdido así como así.
—Entonces Anabella me engañó contigo desde más antes —murmuró.
—No tienes cara para decir eso —habló Kathya, lo cual me sorprendió. ¿De donde lo conocía?
—¿De qué hablas? —cuestionó Noel.
—Del bar al que asististe hace unas semanas, te acostaste con una de mis amigas. Yo te miré. Ahora recordé tu cara. Así que no tienes cara para hablar de eso engaños. Y eso que Anabella no lo sabe. ¿Te imaginas si lo supiera?
Miré a Noel, ¿quien lo creería? Y le juraba tanto amor a Anabella. Hipócrita.
—No digas estupideces —espetó, acercándose peligrosamente a Kathya, pero Leandro se puso frente a ella.
—Mejor vete, Noel —demandó mi amigo, defendiendo a su chica. Me sorprendió de él.
Noel nos dio una mirada de odio para después irse del súper.
—Qué momento tan intenso —respiré normal. Noel me estresaba un poco.
—Definitivamente —respondió mi amigo.
—Me tengo que ir, Leandro, pero antes ¿puedes hacerme un favor?
—Dime.
—Mientras estoy en la cabaña, ¿puedes buscarme una casa? Que esté cerca del mar, me quiero mudar. Esa casa tiene malos recuerdos y quiero empezar de cero con Anabella y con mi bebé. También quiero que pongas en venta esa.
—Claro, me parece bien. Me pondré hoy a eso.
—Te llamo después. Nos vemos, Kathya.
—Cuídate.
Avancé a la caja y pagué. Al salir me monté a mi coche, en eso mi celular sonó, era Milena. No quería hablar con esa mentirosa justo ahora, al menos me había liberado de ella. Me sentía bien por esa parte.
Arranqué, pasando por la pizzería, compré una caja familiar para los dos.
ANABELLA
Mientras Henry no estaba me había puesto a limpiar un poco el lugar, era todo rústico. Además de que estaba rodeado de bosque, en un principio me dio algo de miedo porque no sabía qué animales podrían andar por ahí, pero luego se me quitó. Al rato apareció Henry, venía con las compras. Salí a ayudarlo un poco.
—Pasé por la casa y traje algo de ropa —dijo.
—Está bien, gracias.
Avanzamos dentro, dirigiéndonos a la cocina.
—Tengo mucha hambre —le dije, sintiendo el olor de la pizza.
—Por eso me di prAna, sabía que tendrías hambre pronto y no quería que pasaras hambre. Llamaré a la ginecóloga al rato, agendáremos una cita.
—Pero había agendado una cita con el ginecólogo antes. —le hice saber.
Me miró mal.
—¿Ginecólogo?
—Sí.
—Es hombre, Anabella.
—¿Y?
—Que no dejaré que un hombre te revise, conozco a una amiga que es ginecóloga, iremos ahí.
Rodé los ojos y resoplé, eran increíbles los celos de Henry.
—Como quieras —me senté en el comedor y empecé a servirme.
—Me encontré a Leandro en el supermercado, le dije que buscara casas cerca del mar—comió de la pizza— Nos mudaremos.
—¿Y tu casa? —cuestioné, tomando un poco de soda.
—La pondré en venta, quiero que empecemos de cero los tres.
Asentí.
—Me parece bien, aunque tengo que trabajar en algo para aportar con los gastos.
—Anabella, en tu estado no puedes trabajar.
—Henry, no empieces por favor.
—Es la verdad. Quiero cuidarte en todo este trayecto, no quiero que hagas esfuerzos ni que pases corajes. Quiero que todo esté bien.
—¿Y mi Universidad? ¿Como la pagaré?
—¿Yo estoy pintado o qué? Además, te recuerdo que estaba pagada por un año. Aún faltan meses para eso.
Rodé los ojos y seguí comiendo mi pizza, Henry siempre se salía con la suya, era inútil que siguiera insistiendo.
¡Mi madre! Olvidé llamarla. Ha de estar muy preocupada.
—Henry, ¿donde está mi celular? —lo miré.
—No traías celular —elevó una ceja.
¡Es cierto! Anoche, en la boda, le había dado mi celular a mi mamá para que lo tuviera, y ahora no tenía cómo comunicarme.
—¿Tienes el número de Mayra? Quiero llamarla para preguntarle.
—Sí —sacó su celular y me lo dio. Cuando lo tomé noté que tenía varias llamadas perdidas, solo por curiosidad me metí a las llamadas y vi su historial. Hice una mueca de desagrado cuando miré el nombre de Milena. Parece que no le había querido responder.
—¿Milena? —lo miré.
—Ha estado llamando —respondió sin inmutarse. Me gustaba que Henry fuera así, me daba sus cosas sin nada que temer. Además de que no tenía nada que ocultarme. No como otros que se ponen nerviosos cuando la novia les toca el celular. Ash.
Busqué el número de Mayra y le marqué.
—¿Bueno? Dígame, señor Meal —respondió.
—Mayra, soy Anabella.
—¡Anabella! ¿Donde estas?
—En una cabaña con Henry.
—Aquí está hecho un desastre, tus padres han venido muchas veces a la casa para saber de ti. Creo que quieren ir a la policía.
—¿Qué? Eso no puede ser.
—Ellos no conocen al señor Meal, cree que te secuestró o algo así.
—Mayra, tienes que buscarlos y decirles que estoy bien. Mi celular lo tiene mi madre, pídeselo.
—Lo haría con gusto, Anabella, pero creo que tienes que venir tú a hablar con ellos. Estaban muy preocupados. Aclara las cosas. Su viaje era mañana y escuché que lo pospondrían.
—Está bien, tendré que ir.
—Perfecto. Espero verte también, necesitamos hablar.
—Claro, no te preocupes, estaré ahí por la noche. Gracias por todo.
—De nada, te espero.
Corté.
—¿Pasó algo?
—Nos olvidamos de mis padres, necesito ir y hablar con ellos.
—Claro, iremos más tarde. ¿Me presentarás con ellos? —me miró curioso.
Carraspeé.
—Claro, eres el padre de mi bebé después de todo.
—Perfecto.
Estaba un poco nerviosa.
En eso su celular sonó en otra llamada, seguía siendo Milena.
—Es Milena —le dije.
—Contesta, no hay problema —me dijo despreocupado.
Eso hice: contesté.
—Dime.
—Hmm... ¿Anabella?
—Sí, soy yo.
—¿Por qué tienes el teléfono de Henry?
—¿Por qué es mi novio? —respondí obvia— ¿Qué quieres? ¿Seguirlo engañando?
—No estoy de humor para hablar contigo, pásame a Henry.
—¿Con qué derecho?
—Necesito hablar con el, pásamelo.
Henry me miraba y se reía a lo bajo.
—Está ocupado.
—Escucha, de seguro hubo un malentendido con los exámenes yo...
—Olvídalo, Milena, sabemos que no es el padre, ve a buscar a otro a quien meterle ese bebé porque Henry ahora tendrá el propio.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Chaito.
Y corté.
Henry rió.
—Me gusta que seas así: que defiendas lo tuyo.
Me encogí de hombros.
—Pues claro —le di el celular.
Henry dejó de comer y se acercó a mi, tocándome la pierna un poco misterioso. Sabía que lo quería.
—Henry, ¿no crees que sea malo tener relaciones estando embarazada?
—No creo —me besó, cargándome y dirigiéndome a la habitación.