Capítulo 3. El primer beso de Edgardo
Por Evangelina.
—Hola Evi.
Me dice dándome un beso en la coronilla.
—Hola Edgardo ¿Cómo estás?
Porque sí, mi ex marido terminó siendo el amigo de mi hermano, ese que me comía con los ojos cuando era adolescente.
En esa época yo estaba mal, faltaban casi dos meses para que yo terminara el colegio secundario cuando me enteré que estaba embarazada.
Recuerdo que no podía más con mi alma, sufría porque sabía que cuándo se enterasen mis padres, me iban a colgar del poste más alto que encontrasen.
Pensaba que me esperaban tiempos muy duros.
Pasaron unas pocas semanas y yo pude guardar hasta ese momento mi secreto.
Mi hermano Darío se recibió en esos días, sus amigos también lo hicieron.
Todo era felicidad en mi casa y yo me sentía culpable, porque sabía que en cualquier momento arruinaba toda la armonía que existía, no solo eso, todo iba a ser un caos.
No tenía esperanza que Sergio, el padre de mi bebé se hiciera cargo, es que esa noche, la que le di el cachetazo en la discoteca, lo volví a ver cuándo estábamos
saliendo del lugar, no habíamos llegado a la puerta del lugar, cuándo nos vimos y él me dijo que jamás le volvería a dar un cachetazo, que aunque yo fuera una mujer, me lo iba a devolver y que esperaba no verme nunca más.
La seguridad del lugar lo escuchó y le dijo no muy amablemente que él no vuelva a poner un pie en esa discoteca.
No entendí, porqué de repente estaba tan enojado conmigo, porqué me cambió por otra chica y porqué, si yo me entregué con alma y vida y lo amaba como una loca, él no sentía lo mismo por mí.
Fui algunas veces más a bailar a ese lugar, luego ya dejé de ir a bailar.
Mi hermano hizo una reunión en casa, con los familiares más cercanos, luego fuimos todos a bailar, me refiero a mis hermanos y yo, en esa discoteca, no era la que yo solía ir, estaban también sus amigos.
En una de las pistas del lugar, pasaban lentos, yo estaba recorriendo el lugar porque no lo conocía, la mayoría de las personas que estaban allí, pasaban los 25 años y si bien eran jóvenes, no eran muy atractivos para mis 17 años.
Hasta hubo un show con unas bailarinas, que era demasiado desinhibido, es que terminaron bailando con sus pechos al aire.
Yo miraba todo y hasta tenía vergüenza, ellas estaban en un escenario.
Mi amiga Ingrid no estaba, por lo que yo no me terminaba de hallar.
De pronto alguien me agarra de la mano.
Era Edgardo.
Me llevó al medio de la pista, me acercó a su cuerpo.
Bailamos dos temas sin hablar.
Cada vez estábamos más cerca, más juntos.
—Sos hermosa.
Me dijo en el oído.
Noto que mira mi boca y sé que moría de ganas por besarme.
Pero no lo hace, al menos en ese momento.
Entre nosotros no cabía ni una hoja y comienzo a sentir en mi estómago su miembro caliente y de a poco siento que va cambiando su…anatomía.
—Muero por besarte.
Me dice.
Yo estaba temblando, pensando que era un chico divino y que me gustaba sentir que me deseaba.
Me estaba dejando llevar por su cuerpo.
Él comenzó a darme pequeños besos cerca de mi oído y con sus manos me recorría la espalda.
Sergio nunca había sido tan dulce conmigo.
Creo que fui yo quién se pegó más a él.
Fue cuando me besó, lo hizo con hambre.
Yo le devolví el beso.
Un gemido suyo murió en mi boca.
Estaba agitado y otro gemido salió de su garganta.
—Dios, sos menor y me estoy quemando por vos.
Se separó bastante de mí.
De la mano fuimos hasta un costado de la pista, pero luego él se alejó.
En ese momento me di cuenta que se había arrepentido por besarme.
Yo también caí en la cuenta que ni siquiera tendría que estar ahí, estaba embarazada…
Volví a casa con mis hermanos.
No se me ocurrió decirles que Edgardo me había besado.
Pensé que si no me hubiese enamorado de Sergio y sobre todo si no estaría embarazada, me hubiese encantado que Edgardo sea mi hombre, es que me habían gustado sus besos y me gustaba sentir su mirada en mi cuerpo.
Habían pasado unos días y yo no sabía cómo decirles a mis padres que estaba embarazada.
Se terminaron las clases y todos mis compañeros estaban eufóricos.
Yo tenía encima tantos problemas que ni siquiera sentía la tristeza o la amargura de no ver más a la mayoría de los chicos con los cuáles compartí los últimos seis años de mi vida, con algunos de ellos, incluso también habíamos estado juntos toda la escuela primaria.
Algunos éramos más amigos que otros, pero mi vida a partir de ese momento iba a ser muy distinta a la de la mayoría, por lo cuál ya no íbamos a compartir casi nada, solo lo iba a hacer con Ingrid, es que era mi mejor amiga y a ella la iba a seguir viendo.
Estaba sentada en el sillón, mirando la nada y pensando cómo le podría decir a mis padres que estaba embarazada, cuándo llegó Ingrid.
Sin hablar, se sentó en el sillón frente al mío.
Yo cada día estaba más asustada, ya tenía dos meses y medio de embarazo.
Ni siquiera escuché la puerta de calle, me sobresalté cuando entró mi hermano, lo hizo acompañado por su amigo, yo no lo había vuelto a ver desde el día en que me besó, en este momento tampoco reparé que estaba detrás de mi hermano.
—¡Chicas, que caritas!
Dice Darío.
Yo lo miré y mis lágrimas comenzaron a salir.
—Cielo ¿Qué pasa?
Dijo, sentándose a mi lado, mientras me abrazaba.
Yo lloraba, mientras lo abrazaba fuerte.
—¿Qué pasa?
Me volvió a preguntar.
—Perdón…
—¿Por qué?
Entre lágrimas, y con voz muy baja, cerca de su oído, se lo confesé.
—Estoy embarazada.
Se separó un poco, mirándome asombrado.
—¿Qué?
—Eso…estoy embarazada.
Dije llorando.
—Evangelina ¿De qué estás hablando? ¿Estás segura?
—Sí.
—¿Quién es el padre?
—Un chico con el que salía.
—¿Ya no salís con él?¿Lo sabe?
Niego con la cabeza.
—No lo sabe y no salgo con él.
Yo no dejaba de llorar, por lo que habló Ingrid.
—Cuando se lo fue a decir, lo encontramos con otra chica…teniendo relaciones en la discoteca en donde íbamos a bailar.
—¿Qué? ¿Dentro de la discoteca?
—Sí, solamente le di un cachetazo y no le dije nada.
—Voy a hablar con él.
Dijo muy firme mi hermano.
Cuando alcé la vista y vi a Edgardo, sentí mucha vergüenza.
—Es que…ese día lo volví a ver a la salida y…discutimos, lo echaron del lugar, más bien le pidieron que no vuelva nunca más por ahí…nunca volvió.
—Dame su número de celular.
—No lo tengo.
Mi hermano suspira con mucha bronca.
—Decime el nombre y el apellido, lo voy a rastrear de alguna manera.
—No sé el apellido.
—¿Sos tonta?
Me preguntó muy serio, nunca lo había visto tan enojado conmigo.
—¿En donde lo conociste?
Me pregunta al rato.
—En la disco donde vamos siempre.
Le contesta Ingrid.
—¿En donde más lo viste? Lo voy a rastrear.
—Nunca lo vi fuera de esa discoteca.
Le dije muy avergonzada.
Mi hermano estaba que trinaba.
Se levantó porque si no, me daba un cachetazo, creo que ganas no le faltaban.
Fue a la cocina, creo que a buscar algo para tomar.
Yo seguía llorando.
Edgardo se sentó a mi lado mientras me abrazaba.
Yo terminé abrazándolo muy fuerte y él me daba besos en la cien.
La madre de Ingrid la llamó por teléfono para decirle que no tarde, por lo que ella se fue y nos quedamos solo el amigo de mi hermano y yo.
—¿Lo querés?
—Sí.
Le dije con seguridad.
—¿Entendés que él no te quiere?
—Sí y me duele mucho, se cansó de mí y me negó como su novia.
—¿Cuántos años tiene?
—Creo que 22.
—Vos tenés 17, sos menor.
—Ya lo sé…
—¿Cómo se llama?
—Sergio.
—A partir de ahora es el nombre que más odio.
—No entiendo porqué vos odiarías ese nombre.
—Por vos…
En ese momento no supe por qué lo decía.
Se fue al rato.
Llegó mi otro hermano y también mi padre.
Mi mamá estaba cocinando y no se había enterado de nada.
Cenamos casi en silencio.
Darío estaba muy serio.
Cuándo ya habíamos terminado de cenar y antes de que se levanten los platos de la mesa, mi hermano comenzó a hablar.
—Ya que mi hermana no habla, voy a hacerlo yo, hoy me enteré de un asunto bastante grave que la señorita está ocultando desde hace dos meses y medio, al parecer no importa cuánto se le habló y cuánto la hemos cuidado.
—¿Qué querés decir, Darío?
Preguntó mi mamá.
—¿Lo decís vos o lo hago yo?
Me pregunta muy enojado.
—Lo digo yo.
—¿Qué sucede?
Pregunta Hugo y antes que comience a hablar, ya me está mirando con ojos acusadores.
Es insoportable.
—Estoy embarazada.
Confesé al fin.
Otra vez mil preguntas y mil retos.
Mi mamá lloraba, mi papá estaba mal, Hugo no dejaba de gritarme.
Ni sé en qué momento pude irme a mi cuarto.