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El que juega con fuego... se quema.
El que juega con Adonis... pierde.
♣
Nos bajamos del auto de Adams, para ir a la fraternidad donde él pertenecía. Como parte de nuestro trato, se suponía que yo haría que Cheila se enamorara de él, o al menos lograr que aceptara ser su novia a cambio de que él me diera información de Adonis.
Hasta ahora solo sabía que Adonis, era: Mandón, competitivo, con un carácter insufrible y de vez en cuando un poco encantador.
Creo que podía ingeniármelas para hacerlo caer en mi juego.
—...Y odia las judías verdes, vomita con tan solo el olor —dijo Adams cuando por fin entramos a la fraternidad, era una casa bastante grande y organizada, incluso olía increíble.
—¿Y solo viven hombres aquí? —dije al ver mi reflejo en el porcelanato, todo era demasiado limpio y pulcro.
—¿Acaso le vas a eso de los estereotipos donde los hombres deben de ser mugrosos? —Dijo—, podemos ser más limpios que las mujeres.
—¿Muchos hombres universitarios en una casa limpiando? —ironicé—. Lo creeré cuando a Superman le salga vagina.
Adams soltó una carcajada y comenzó a caminar hacia las escaleras, lo seguí como un perro fiel, sin perder detalles de los cuadros y decoraciones de la casa.
—Pagamos a un equipo para que venga a limpiar tres días a la semana —explicó Adams—. Eres bastante desconfiada ¿uh?
Mi mente se revolvió por esas simples palabras. Recordé el fuego envolver a mi familia...
Yo fui muy confiada.
Pero aquella chica había muerto.
—Y tú todo un observador —refuté.
Él se volteó posiblemente para decir otra cosa, cuando de repente escuchamos una puerta abrirse al momento que llegamos al tope de la escalera y Adonis salió de una de las habitaciones.
Sus profundos ojos azules se enfocaron en nosotros y se detuvo en su lugar, una mujer con un vestido diminuto salió detrás de él, cuando notó nuestra presencia, se arregló el cabello y caminó rápido bajando la cabeza posiblemente avergonzada, pasó junto a nosotros por las escaleras e inevitablemente aguanté las ganas de reírme.
Al parecer Adams conocía bien a su hermano, Adonis era todo un mujeriego.
—Hola —se limitó a decir Adams caminando rápidamente a su habitación, abrió la puerta y yo le seguí, sin embargo cuando iba a entrar escuché:
—Casper.
Su voz era suave, tentadora, incitadora. Me detuve en el marco de la puerta y voltee a mirarlo, él caminaba lentamente hacia mí, sus hombros cuadrados balanceándose al ritmo de sus piernas como si modelara para Calvin Klein en una pasarela, su mirada fija en mí, él sabía el miedo que desprendía por cada poro de su piel.
Pero dos podían jugar este juego.
Intenté aparentar serenidad y caminé hacia él también con firmeza, alzando la barbilla en espera de lo que fuera a decirme. Él se detuvo a una distancia razonable, pero yo seguí avanzando de tal modo que si daba un paso más estaríamos respirando el mismo aire, él parecía curioso por mi intromisión y mi mirada fija.
—¿Qué intentas hacer?
Intento seducirte, ¿no es obvio?
Creí que era obvio.
—He intentado lamer mi codo con mi lengua pero creo que es imposible.
Adonis alzó una ceja por mi sarcasmo, sus ojos fueron a la habitación de Adams y luego devuelta a mí.
—¿Te andas acostando con mi hermano?
Llevé las manos a mis caderas para darle una mejor vista de mi cuerpo y entorné los ojos.
—¿Por qué? —Dije— ¿Te interesa un trio? Lo siento, no soy de esas.
Él dio un paso más cerca sacándome un poco de mi burbuja de confianza por su cercanía, bajó un poco la cabeza de modo que ahora respirábamos el mismo aire.
—Ten cuidado, Casper —susurró—, no debes jugar con el lobo.
Me llené de valor y me incliné hacia adelante de modo que mi nariz rozó la suya.
—Tal vez —susurré—, yo no sea caperucita.
Sus ojos parecieron profundizarse en los míos, el ambiente pareció volverse cálido a nuestro alrededor y sentí un raro revoltijo en el estómago de nerviosismo cuando la tensión del deseo se agravó entre ambos.
Quería saltarle encima y arrancarle la ropa.
Pero Adonis hizo lo que menos me esperé:
Dejó relucir una ligera sonrisa en sus labios que prometía muchos secretos y se separó rodeando mi cuerpo para seguir su camino a las escaleras. Lo observé irse hasta que desapareció de mi vista, mi corazón comenzó a latir con fuerza y extrañamente el calor subió a mis mejillas.
¿Qué pasa contigo Karol? ¿Desde cuándo un hombre te pone así?
Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía quemarme, de mí solo quedaban cenizas.
Me dirigí a la habitación de Adams y cerré la puerta casi intentando recuperar el aliento. Adams se había quitado los zapatos y se había quedado en sus gruesas medias blancas mientras usaba la computadora acostado cómodamente en su cama.
—¿Ya Adonis te invitó a su habitación? —dijo sin despegar la mirada de la pantalla de la computadora.
No exactamente así, en realidad se sintió como un coqueteo y a la vez como un juego...
Un intenso juego peligroso.
—¿A Superman le salió vagina? —pregunté retóricamente.
—No, todavía no —respondió con una ligera sonrisa.
—Ahí tienes tu respuesta —me dejé caer a su lado en la cama—. A Superman no le ha salido vagina, Adonis no me ha invitado a su habitación, Donald Trump no usa peluquín...
—Estoy muy seguro que Trump sí usa peluquín —dijo, dejó la computadora a un lado y me miró con el ceño débilmente fruncido—. ¿En serio quieres... ya sabes, follar con Adonis? Es decir, no logro comprender a las chicas que aun sabiendo que un hombre solo quiere sexo sin compromiso, seden y terminan con el corazón roto.
Giré los ojos, él tenía razón, algunas chicas solo se dejaban deslumbrar por la careta de hombre duro que odiaba el compromiso, creyendo que en algún momento podrían llegar a su corazón y crear una relación duradera como sale en los libros con un: “felices para siempre” al final. Que ilusas, un hombre nunca cambia.
Los libros mentían llenándonos la cabeza de fantasías, lástima que lo entendí después de que me rompieron el corazón.
—Y tú quieres follar con Cheila ¿cierto? —refuté y agregué para cambiar de tema: — Voy a darte unas clases para que te acerques a las chicas sin quedar como un tonto, pero tendrás que hacerme caso en todo lo que te diga ¿está bien?
Adams analizó mi rostro por unos segundos hasta que finalmente afirmó con la cabeza.
—Hecho —dijo—. Comienzo a creer que eres una hechicera o algo así.
—No logré graduarme de Hogwarts lastimosamente —sonreí—, pero puedo hacer magia.
Me levanté de la cama y lo tomé por los brazos obligándolo a que se levantara también, Adams soltó un suspiro y quedó frente a mí cruzando los dedos de sus manos.
—Primera lección my friend —dije tomando sus brazos y alzándolas a los costados para que se soltara—, no debes parecer indeciso cruzando los dedos, si estás parado como un idiota sin saber qué hacer, cruza los brazos sobre tu pecho y recuéstate de la pared.
Él pareció aceptar mi lección y se cruzó de brazos, podía ver que tenía algo de músculos pero no tanto como Adonis...
Joder Karol, ya deja de compararlos, ¿Qué pasa contigo?
Adams intentó afincarse de la pared, pero parecía intentar aparentar ser malo y sexy, sus pies parecieron enredarse y casi se cae, tuve que aguantar una carcajada.
—Ajá, ya entiendes la idea —dije—. Ahora, cuando una chica se te acerque, intenta enfocar tu mirada en ella, no la pierdas de vista, sonríele, tan solo un poco, intenta ocultar esa cara de culo un instante.
Alzó una ceja, de por sí tenía siempre el rostro serio, haciéndolo lucir poco amigable. Me acerqué y le hice un poco de cosquillas para hacerlo cambiar de gesto, él luchó con una carcajada y atrapó mis muñecas.
—Siento que estás usando esto para ofenderme —dijo—. ¿Quién te volvió una experta en seducción?
Me encogí de hombros.
—No soy una experta —dije—, pero sé cómo funcionan los seres humanos, qué los atrae, qué los aleja...
Adams entrecerró los ojos, en sus lentes podía ver mi reflejo, parecía levemente sonrosada, relajada, creo que por fin estaba divirtiéndome un poco.
—¿Te ocurrió algo cuando eras niña? —preguntó.
Bien, la diversión duró poco.
Bajé la mirada tomando una profunda respiración. Como había analizado antes, Adams era un buen observador...
Demasiado.
—¿De qué hablas? —me solté de su agarre y le di la espalda para acostarme nuevamente en la cama.
—No lo sé, por la forma en la que eres —dijo—, ¿sufrías de bulliyng en la escuela? ¿Algún mal trato por tus familiares o algo así?
—¿Pero qué estudias tú? ¿Psicología? —Dije—, haces más preguntas que George el curioso.
Bien, George el curioso no hablaba exactamente, pero a él no pareció importarle.
Adams se sentó en la cama, podía sentir su mirada fija en mí, pero yo tenía una mano sobre mis ojos intentando aparentar ser indiferente, él tocó mi hombro y lo miré apenas, lucía desgraciadamente muy interesado en mí.
—¿Violación?
Joder.
—Eres una persona muy indiscreta Adams —dije sin ocultar mi tono osco—, ¿Tus padres nunca te dijeron que ese tipo de preguntas no se hacen?
—He leído tantos libros que creo puedo leer a las personas —dijo—, perdón si me he vuelto un poco indiscreto.
¿Un poco? No my friend, mucho.
Fruncí los labios y miré el techo observando las pegatinas de estrellas y lunas pegadas ahí.
—Entonces... ¿vas a decirme? —Preguntó Adams— ¿abusaron de ti cuando eras pequeña?
Tragué saliva pesadamente sentándome en la cama.
—No responderé esa pregunta.
Nos miramos fijamente por lo que me pareció una eternidad hasta que él se quitó los lentes y pasó una mano por sus ojos antes de volver a mirarme.
Vaya, sin los lentes parecía otra persona, incluso más adulta, lo admitía, era un poco guapo.
—Creí que éramos amigos —dijo.
Coloqué los ojos en blanco y negué con la cabeza.
—No quiero hablar de eso.
—Pero es solo una pregunta —insistió—, sé que es personal, pero me da curiosidad por la manera en la que tú eres...
Joder, ¿Pero por qué era tan metido en mis asuntos? Ya me estaba enfureciendo.
—¿Y cómo soy según tú? —me levanté de la cama, Adams abrió la boca para decir algo pero yo dije: — No, mejor no contestes.
De seguro creía que era una completa puta por ser Pole Dance y mi falta de miedo a hacer las cosas, él no me conocía, no tenía que juzgarme.
Estaba dispuesta a salir de la habitación cuando Adams en un rápido movimiento se levantó y agarró mi brazo, deteniéndome.
Sentía un nudo en la garganta, era una fea sensación que me hacía querer vomitar.
—Perdón, no quería ofenderte, lo siento por ser tan entrometido —dijo—, creo que es precisamente por eso que no tengo muchos amigos, perdón, no quiero perderte como amiga, creo que eres lo mejor que me ha pasado.
¿Uh?
Me voltee observándolo fijamente, ahora que no tenía los lentes podía diferencias el azul claro de sus ojos, lucía sincero, no podía odiarlo solo por tener curiosidad.
Intenté regularizar mi respiración, este tema era muy delicado para mí.
Pero sabía que no todo podía ser un secreto.
—Muchos hombres abusaron de mí cuando era una niña —confesé—, ¿era eso lo que querías escuchar?
Le sostuve la mirada un largo momento más antes de zafarme de su agarre y salí de la habitación lejos de esa casa sin mirar atrás.
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