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3

Hagamos un trato.

Me tumbé en mi cama casi gritando de placer cuando me quité las sandalias de tacón, mis pies palpitaban adoloridos. Mi teléfono vibró y miré la pantalla antes de atender.

—Se ha comunicado con la persona equivocada, por favor deje su mensaje después del...

—No seas idiota —escuché que dijo Evans del otro lado de la línea—, ¿fuiste al local? ¿Conseguiste el trabajo?

Me cubrí la cara con una almohada como si pudiera tele transportarme y luego la eché a un lado para decir:

—Sí, acabo de llegar de allá, me hicieron una audición donde bailé como toda una puta resbalosa y Aros dijo que si lo necesitaban llamaría.

—Hey, un momento —dijo— ¿Aros estaba ahí?

—Así es —solté un suspiro—, cuando lo vi casi salí corriendo...

—¿Te reconoció? —preguntó Evans.

—No —giré los ojos—, ese sujeto apenas parece prestar atención al personal.

Escuché un pitido y miré la pantalla de mi teléfono, tenía una llamada entrante de un número desconocido.

¿Sería de Tregua City?

—Me están llamando —dije—, te llamo después.

No esperé que respondiera, solo colgué y atendí casi inmediatamente.

—Buenas noches, la estamos llamando de Tregua City para notificar que requerimos de sus servicios.

Oh yeah baby!

Me senté en la cama y acepté ir por la noche para una entrevista más formal donde por fin vería un contrato y no tendría necesidad de bailar semidesnuda sobre Adonis... por más tentadora que fuera la idea, su mirada de deseo era muy atrayente.

No Karol, recuerda que no debes involucrarte con nadie, mucho menos con Adonis Deluca.

Fue lo primero que me advirtió Neida.

Pensar en Adonis me hizo recordar a Adams, joder, eran hermanos, apenas lo supe fuera del local de Tregua City, dije que tenía que hacer algo y hui de ahí casi corriendo como una desquiciada directo a mi habitación de la universidad.

Solo no la cagues Karol, sabes que no puedes cagarla otra vez.

Solté un suspiro y decidí cerrar los ojos para poder dormir.

*

Al día siguiente fui a clases y luego a la cafetería por algo de comer, moría de hambre. Me senté en una de las mesas y abrí el empaque de mi sándwich echándole un poco de aderezo al pan, cuando le di el primer mordisco vi a Adams sentarse a mi lado trayendo con él un refresco y un envase de plástico.

—¿En serio eres una stripper profesional? —Soltó Adams.

Casi me atraganté.

Tomé un poco de agua y limpié mi boca con el reverso de mi mano.

—¿Qué pasó con el: “buenos días” “cómo estás” y todo eso? —ironicé.

—Es el rumor que se corre por ahí —dijo ignorándome, abriendo su envase de plástico para descubrir su lasaña con queso—, que eres una stripper profesional.

Entorné los ojos y negué con la cabeza.

—¿El rumor que se corre por ahí o lo que dice tu hermano?

—Adonis solo me dijo que estabas buscando trabajo en Tregua City —dijo—, pero si estás buscando trabajo ahí, dudo que sea para limpiar los baños.

Noté que miró por instante mi ropa antes de comenzar a mordisquear su comida.

Uhm, interesante, al parecer Adams era muy directo con lo que pensaba, me gustaba su honestidad, creí que al ser tranquilo también era reservado.

Arreglé el escote de mi camisa, lo admitía, usaba ropa un poco escotada y ajustada, pero eso no era sinónimo de stripper.

—De hecho apliqué para limpiar baños —ironicé, Adams soltó una carcajada y luego tuve que agregar: —No sabía que ustedes trabajaran ahí.

—Yo no trabajo ahí —dijo—, por lo que sé, Adonis es socio de Aros, se encarga de esta sede de Tregua City en Brinstone.

Vaya, vaya...

Adonis era prácticamente el dueño del Tregua City de la ciudad.

Saqué mi teléfono de mi bolsillo y envié un mensaje rápidamente que decía:

«Adonis Deluca es hijo del decano de la universidad y es al parecer encargado del Tregua City de Brinstone.»

—¿Tienes experiencia en eso de los bailes? —Continuó Adams—, ¿has trabajado de stripper antes?

Giré los ojos dejando el teléfono en la mesa, sintiéndome extrañamente molesta por su comentario.

—No soy stripper —refuté—, tengo experiencia en los bailes, y escuché que se gana muy bien como Pole Dance, eso es todo.

Adams no parecía convencido, comió un momento en silencio, pero sabía que le daba vueltas al asunto.

Ay por favor, déjame en paz.

—¿No puedes buscar otro trabajo? —Dijo sin despegar la mirada de su comida—, ya sabes, ayudante bibliotecaria, payasa en fiestas, Superman, puedes trabajar medio tiempo... Estudias literatura, eso del Pole Dance en Tregua City te restaría mucho respeto.

—Consideraré lo de Superman —ironicé.

—Hablo enserio...

Dejé mi sándwich a un lado, curiosamente se me había quitado el hambre.

—No todos tenemos la suerte de ser hijos del decano —dije—, necesito el dinero ¿bien? Trabajar medio tiempo no me dará lo suficiente como para cubrir la universidad y mantenerme.

Adams frunció el ceño y apenas me miró.

—¿Debes mantenerte?

Joder, es por eso que me advirtieron no relacionarme demasiado con los demás, inevitablemente iban a hacer muchas preguntas.

—Estoy sola —me limité a decir mientras enfocaba mi mirada en mi sándwich intentando que entendiera la indirecta de: «No sigas preguntándome cosas».

Pero al parecer no lo entendió.

—¿Tus padres no te prestan ningún tipo de ayuda? —Siguió indagando.

Solté un suspiro.

—Mis padres están muertos.

Adams detuvo el tenedor camino a su boca y sus mejillas se sonrojaron con fuerza.

—Oh, lo siento—susurró—, ¿Cómo ocurrió?

Usualmente una persona normal con un poco de sentido común no seguiría preguntando, pero Adams no parecía ser normal.

Ni tener sentido común al parecer.

—¿Alguna razón para que hagas tantas preguntas?

—Bueno —murmuró—, estoy haciendo un proyecto acerca de ti.

Tenía razón, se me había olvidado ese proyecto.

Joder, ya me sentía agotada, estaba a punto de levantarme e irme a cualquier otro lado cuando escuché:

—Hola, permiso —era una chica morena, se acercó a la mesa, sus ojos eran diminutos y sus mejillas llenas de pecas—. Aquí está el libro que me prestaste, gracias Adams.

Adams, se encogió un poco vi como su rostro se sonrojó por completo, afirmó con la cabeza y tomó el libro pareciendo querer sonreír, pero solo se quedó ahí, observando a la chica.

—Bien, adiós —dijo la muchacha apenas dándome una mirada mientras se retiraba rápidamente.

Adams pareció reaccionar y murmuró algo como:

—Adiós, ah, Cheila, cuando quieras puedo dártelo... un libro, a eso me refiero.

Aguanté una carcajada, Adams parecía querer desaparecer cuando soltó un suspiro y pellizcó la lasaña como si la apuñalara con el tenedor.

—Oh my friend, estás muy mal por esa chica —dije completamente entretenida.

—Cheila ve conmigo estudios de la dramática avanzada —dijo—, intento acercarme a ella, incluso le presté este libro —me enseñó la portada del libro que la chica le había devuelto, era “Cronicas de una muerte anunciada” —, y es mucho decir, yo nunca presto mis libros.

Alcé una ceja, Adams le faltaba mucho por hacer, empezando por su torpeza al hablar, le faltaba confianza, posiblemente por eso era tan tranquilo y misterioso. Adams comenzó a hablarme de lo interesante que le parecía Cheila porque a ella le gustaba leer y escribía algunas cosas, pero me distraje cuando mi teléfono vibró.

Lo tomé, era la respuesta:

«Debes acercarte a él, haz lo que haga falta.»

¿Hacer lo que hiciera falta? Había conseguido el trabajo en Tregua City, estaba a punto de responder cuando Evans envió otro mensaje:

«Recuerda que no solo debes estar en el cerebro, debes meterte dentro del cerebro.»

Solté un suspiro dejando nuevamente el teléfono en la mesa, Adams sonreía hablando de que Cheila fue la primera chica que le habló cuando entraron a la universidad, pero lo interrumpí diciendo:

—¿Qué te parece hacer un trueque?

Adams me miró con curiosidad sin comprender de lo que hablaba.

—¿A qué te refieres?

Me encogí de hombros jugando con la tapa de mi envase de agua intentando restarle importancia.

—Yo te voy a ayudar a que Cheila sea tu novia —dije—, si tú me das información de Adonis.

Su ceño se frunció como si realmente no comprendiera el disparate que le acaba de decir.

—¿Información de Adonis? ¿Qué quieres decir? ¿Te gusta mi hermano?

¿Te gusta mi hermano?

Casi quise girar los ojos, yo me había vuelto antisentimientos.

—Me da curiosidad —me eché hacia adelante en la mesa—, quiero saber cuáles son sus gustos, sus pasatiempos, ya sabes...

Adams me sostuvo por primera vez la mirada por más de diez segundos, probablemente intentando saber si bromeaba, al ver que no era así, aclaró su garganta.

—Tomando en cuenta que vas a trabajar para Adonis, no creo que sea buena idea que te relaciones con él —dijo—, le encanta usar a las mujeres como pañuelos desechables.

Entonces era todo un imbécil, muy predecible considerando el miedo que infundía en la universidad, que fuera atractivo y encargado de Tregua City.

Esto sería pan comido.

—No me refiero a que quiera casarme con él —dije, Adams hizo una mueca—, vamos, ¿quieres que te ayude con Cheila?

Adams pensó por un momento y afirmó con la cabeza.

—¿Entonces —extendí mi brazo para ofrecerle la palma de mi mano— tenemos un trato?

Pareció pensar por un momento mi propuesta mientras sorbía la pajilla de su refresco ruidosamente, hasta que se encogió de hombros y estrechó mi mano.

—Trato hecho.

Ahora era oficial, mi proyecto de transformar a Adams se haría real, quería volverlo confiado, atractivo y enseñarlo a ser un maestro de la seducción, algo así como lo era su hermano Adonis, yo quería... crear a un Adonis.

En ese momento me pareció la mejor idea de todas...

No sabía que me arrepentiría.

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