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Ajuste

5

Los secretos ocultos, no se reflejan en el espejo.

Apenas había ido a mi residencia para cambiarme e ir a Tregua City, mi mente estaba revuelta recordando mi conversación con Adams, ¿Por qué no le había mentido? Podía simplemente decirle que era así porque me golpeaban cuando era pequeña o que me había caído de la cuna, pero nuevamente la había vuelto a cagar.

Como siempre.

A veces no me soportaba, y me odiaba a mí misma.

Entré al local, era temprano todavía, el personal limpiaba alrededor, la música y las luces estaban apagadas, casi podía hacerse pasar por un bar cualquiera.

Pero sabía que no era un bar cualquiera, este Tregua City en particular no.

Caminé en dirección donde estaba Laura la recepcionista que me había atendido ayer, ella anotaba unas cosas en una hoja mientras hablaba por teléfono con alguien, parecía ser una llamada importante.

Esperé a que colgara y me detuve frente a ella, alzó la vista y soltó una vulgaridad entre dientes sin ocultar el desagrado que yo le causaba.

—También me alegra verte Laurita —ironicé forzando una sonrisa—. Tengo reunión con la administración, ¿Dónde es?

Ella respondió entre dientes mirando una hoja en su mano como si quisiera aparentar que yo no existía, le repetí la pregunta y ella casi me gritó diciendo:

—¡Adentro y al fondo, joder!

—Te gusta así ¿Uh? Adentro y al fondo —bromee observando cómo casi botaba chispas por los ojos—. Gracias Laurita, prometo que con mi primera paga te regalaré un vibrador, eso te relajará muchísimo.

Ella apretó la quijada y yo me fui antes de que comenzara a gritarme otra vez, para mí era un pasatiempo hacer enfadar a la gente, era divertido.

Fui al pasillo del fondo y caminé hasta encontrarme una puerta con una pequeña placa donde podía leer: “gerencia”, toqué la madera dos veces y cuando escuché que me dijeron que pasara, abrí con un poco de timidez.

Me encontré con un sujeto pelirrojo sentado en el escritorio, sus ojos eran negros y su rostro lleno de pecas, no era tan viejo, de hecho no lucía mayor de treinta años. La oficina era pequeña, pero acogedora, extrañamente no había cámaras de seguridad en las esquinas como era usual, eso me hizo pensar en las travesuras que posiblemente ocurrían aquí dentro.

—Hola, soy Jove. Toma asiento por favor —indicó el sujeto, sus ojos parecían sorprendidos al verme, no fue hasta que me senté y estuve casi frente a él que lo reconocí.

Mierda.

Era el sujeto que iba con Adonis cuando lo llamé hijo de puta, lo recordaba por su cabello pelirrojo.

—Casper, ¿cierto? —continuó, parecía analizarme haciéndome sentir un poco incómoda.

Al parecer me estaba esperando, posiblemente fue él quien me llamó para decirme que me habían aceptado para el trabajo.

—Karol Casper —afirmé.

Jove me mostró el contrato y pidió que lo revisara y lo leyera con detenimiento antes de firmar, me entretuve un momento leyendo todas las pautas y condiciones, pero lo único que me interesaba leer era una norma en específico: “Las bailarinas no podrán hacer bailes privados ni podrán ser tocadas de manera sexual”.

Me gustaba esa regla.

Jove recibió una llamada, soltó una vulgaridad entre dientes antes de levantarse para atenderla saliendo de la oficina y cerrando la puerta a sus espaldas.

Ahora era mi turno de hacer magia.

Dejé el contrato en la mesa y con rapidez me levanté para ir a los archivos que estaban del otro lado del escritorio, abrí los estantes y miré el papeleo, todo parecía estar normal, casi lo devuelvo todo a su sitio cuando leí en una hoja que decía “demanda”.

Era una carpeta llena de demandas hechas al local, evidentemente no pude leer de qué trataban porque debía hacer esto rápido, pero les tomé fotos ágilmente guardado otra vez todo en su lugar y volví a mi asiento para aparentar leer el contrato, envié las fotos a Evans y esperé ansiosa de que contuviera información importante. A los dos minutos Jove entró a la oficina nuevamente.

Firmé y Jove me dijo que mi horario sería martes, viernes y sábados, empezando desde hoy, toda la noche hasta la madrugada, debía estar tres horas más temprano para que me arreglara con las otras chicas, pero que la paga sería el triple de una normal.

Eso era lo que quería oír, estaba dentro.

Me junté con las otras chicas, todas eran odiosas y parecían ignorarme apropósito, como si yo fuera la causante de la muerte de Michael Jackson o algo así. Para mi suerte, casi toda mi vida había estado sola, y no era primera vez que me sucedía algo así.

Así que me senté en una silla alta frente a un espejo adornado con luces alrededor y comencé a maquillar mi rostro como el de las otras chicas, iba terminando cuando vi que una mujer apareció en el reflejo del espejo frente a mí, era rubia con un rostro angelical, pero con todo ese maquillaje parecía atrevida.

—¿Eres la nueva víctima? —preguntó con una ligera sonrisa.

—Tal vez soy la asesina —le guiñé un ojo.

Ella soltó una carcajada, al menos creo que tendría una amiga para variar.

—Soy Nicole —dijo tomando asiento en la peinadora de al lado—, escuchamos que habría una chica que reemplazaría a Mariana, ella era algo así como la reina del lugar ¿sabes? Por eso la mayoría de aquí piensa que eres la cagada.

¿Quería ofenderme o era un cumplido?

Creo que ninguna de las dos, ella solo era sincera.

—Vaya, gracias —dije con sarcasmo—, siempre cagándola nunca incagándola.

Nicole no entendió el chiste.

¿Acaso no ves memes o qué?

—Nunca me interesó realmente lo que las personas pensaran de mí —continué—. Sé que los primeros días es difícil el cambio hasta que después te acostumbras.

Me levanté y me quité la ropa quedando apenas en mis bragas color piel, para colocarme el vestuario, por el reflejo del espejo vi a las chicas mirarse entre ellas probablemente observando mi falta de vergüenza al ser la nueva y ya estándome desnudando, pero me valía mierda, todas teníamos lo mismo ¿no?

—Ya veo cómo es que te metieron tan rápido —dijo Nicole observando mi cuerpo—, no te da vergüenza andar desnuda.

En realidad no, si pudiera andar sin ropa sería muy feliz.

Me encogí de hombros y me coloqué el vestuario de brillantinas, apenas logré cubrir mis pechos con el sostén lleno de pedrería cuando vi por el reflejo del espejo a Adonis entrar. Me voltee terminando de colocar mis tirantes, ¿acaso no había privacidad aquí?

Por un instante nuestras miradas se cruzaron, me estremecí cuando sus ojos observaron mi cuerpo un instante, no era como si él no me hubiera visto semidesnuda antes, no tenía que ponerme nerviosa, pero inevitablemente me desestabilicé cuando comenzó a caminar en mi dirección.

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