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3

Se abre paso entre la multitud y hace una mueca de vergüenza. Solo me río, Nate está loco.

Marcos viene hacia mí, mientras me traen una silla. Tomo asiento y espero ansiosa a que llegue.

Se para frente a mí y se arrodilla y luego suelta un gruñido.

—No quiero hacer esto, todos están mirando—, gruñe celosamente.

—¡Vamos, Marcos, solo hazlo!— Le sonrío.

Él niega y mira a todos los hombres reunidos en la pista.

—No mires—, te advierte.

Todos se aclaran la garganta y miran hacia otro lado mientras Marcos mete la mano en mi vestido y lentamente desliza la liga por toda mi pierna.

Cuando lo saca por completo, se pone de pie y sin esperar más lo tira al público.

Cae sobre el hombro de Hector pero rápidamente se lo quita y se lo tira a Adrian quien reacciona de la misma manera, se lo quita y se lo tira a Hector.

Todos se quejan de su reacción.

Entonces es cuando Marcos toma mi mano y me ayuda a levantarme.

—Es hora de irse—, sonríe cariñosamente.

—¿Y adónde piensas llevarme?— digo coqueta.

Él levanta una ceja y responde con coquetería.

Es una sorpresa, Sra. Ackermann...

Siéntate con emoción y sin más preámbulos nos dirigimos hacia la salida. Todos nos siguen mientras nos aplauden.

Una vez afuera está uno de los autos de lujo de Marcos, el conductor enciende el auto y mi estómago comienza a hacer cosquillas por la emoción.

Tanto Marcos como yo nos despedimos amablemente de todos.

Mi madre llora a lo mejor de Meyling, Adrian sigue mirando con horror a la pelirroja que orgullosamente sostiene el ramo de flores mientras Hugo está rodeado de varias chicas.

Sonrío ante la escena. Marcos toma mi mano y la entrelaza con la suya. Lo miro alegremente y me devuelve el gesto.

—¿Estás listo?— él pide.

Lo miro de cerca y pienso cuánto amo a este alemán. Puedo respirar un ligero suspiro y asiento.

Estoy listo...

Me doy la vuelta y miro a Alemania por última vez. Sonrío instintivamente. La brisa fresca sacude mi cabello y hace que mi cuerpo se levante, una sensación placentera.

Alguien me toca el hombro y me doy la vuelta para ver quién es.

—Todos están listos—. Extiende su mano para que yo la tome.

Le sonrío y levanto una ceja coqueta.

¿Y adónde vamos?

Marcos mira hacia abajo y muestra una sonrisa ladina. Una vez más, sus hermosos ojos hacen contacto con los míos.

Es una sorpresa. Así que no preguntes más porque no obtendrás respuesta...

Pongo los ojos en blanco y tomo su mano. Entrelaza el suyo con el mío y me ayuda a subir con cuidado los escalones del jet.

Cuando llega a la entrada, sus manos toman mi cintura y me abrazan muy fuerte. Dejo escapar una sonrisa y respondo a tu gesto.

Cuando nos alejamos esta vez, soy yo quien toma sus mejillas y asalta sus labios con avidez. Él sonríe entre besos y me toma por la cintura para luego levantarme levemente.

—Haré de esta luna de miel la mejor soñadora Ackermann...— susurra en mi oído.

Siento que se me eriza la piel y no me da tiempo a responder. Los dos nos subimos al jet. Caminamos por el estrecho pasillo hacia nuestros asientos hasta que mi mirada captura a alguien en particular.

Este pasa por nuestro lado. Sonrío con placer y cuando su mirada hace contacto con la mía solo levanto la mano y le muestro el anillo que adorna mi dedo.

La azafata me mira confundida y ahí es cuando le guiño el ojo mientras desaparece por la cabina.

Marcos me hace tomar asiento y cuando creo que tomará su lugar a mi lado, se da la vuelta haciendo el gesto de alejarse.

Actuó con rapidez y lo sujetó por la muñeca. Se da la vuelta y me mira.

—¿Adónde vas?— Pregunto, frunciendo una ceja.

—No te preocupes, llamaré a Adrian...—

Me siento soltando un leve suspiro y relajándome.

Mi atención cae solo en mi mano. Todavía no puedo creer que soy la esposa de Marcos, aunque este anillo está en mi dedo, no puedo creerlo. Me siento tan feliz que me es imposible ocultarlo.

Arreglo mi vestido con cuidado, el color melón me queda bien, bueno Magdalena y Meyling me exigieron que lo compre. Es un diseño bastante simple ya que el lujo no es mi estilo.

Es un modelo que se pega a mi cuerpo y me llega por encima de las rodillas. Su corte es en v y las mangas llegan hasta mis muñecas con un cinturón dorado como único adorno.

Una vez más miro por la ventana y la noche está más fría que nunca, abrazo mi cuerpo cuando sopla una pequeña ola de brisa. Aunque sea aquí dentro, el frío de Alemania es insoportable.

Alguien cubre mi delgado cuerpo con una manta extremadamente gruesa. Miro hacia arriba para encontrar esos ojos azules que me vuelven loco.

—Hace mucho frío.— guiño

Va al asiento delantero pero agarra su saco haciendo que se detenga y retroceda.

—Ven conmigo.— Pongo cara de bebé.

Se ríe y toma su lugar a mi lado. Se pone el cinturón y luego me lo pone a mí, una vez que termina entrelaza nuestras manos y deposita un lento beso en la parte de atrás de mi piel.

Me mira cariñosamente y yo lo hago de la misma manera.

—Estas frio.— Se frota una ceja.

Lo sé, ya estoy acostumbrado...

—Lo sé—, arqueo una ceja y lo miro burlonamente, —pero no quiero que te resfríes en medio de una luna de miel...

Sonríe de costado, es cuando más abro la manta y la abrazo junto con la costura de lana. Abre sus manos y hago una bola en su cuerpo. De esta forma mi cabeza se recarga en su brazo y él me sujeta la cintura.

La azafata da la noticia del despegue y segundos después nos encontramos en pleno vuelo.

Empiezo a tararear una canción ante el aburrimiento.

—Shh... no me dejas dormir...— se queja.

Yo sonrío.

—No puedo dormir...— Hago una olla.

Deja escapar un suspiro cansado.

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