Librería
Español
Capítulos
Ajuste

2

Mi padre me mira dudoso pero luego cambia esa mueca a una de alivio.

—Me alegra escuchar eso, cariño—, dice, dándome un beso en la frente.

Levanta el antebrazo y me da la señal de que ya era hora. Acepto feliz tu gesto y fue entonces cuando salimos de la habitación.

Me ayuda bajar cada escalón con mucho cuidado hasta llegar a la acera. Detrás de la puerta está el largo pasillo y al final está el altar.

Empieza la marcha nupcial y ahí es cuando empiezo a sentirme nerviosa. Es un gran paso, me voy a casar con el hombre que amo, voy a unir mi vida con Marcos.

Sin darme cuenta, aprieto el brazo de mi padre, él nota mi nerviosismo y suelta un ligero suspiro.

—Si cambias de opinión, dejé mi auto estacionado en frente—, inclina su sonrisa.

Lo miro burlonamente y negándolo.

Estoy perfectamente bien...

Él asiente y se endereza completamente, adopta esa pose seria y dominante, que me hace reír.

Es el momento y ahora más que nunca, estoy completamente lista. La puerta de madera se abre y da paso al enorme jardín, inmediatamente la multitud de personas se pone de pie.

Tengo el placer de observar cómo ha ido todo. La decoración es absolutamente hermosa. La brisa fresca resopla y me hace soltar un ligero suspiro mientras mis piernas corren todo el camino al son de la música.

Hay muchos invitados, la mayoría de ellos personas que no conozco pero que no me importan. Mi madre y Meyling me sonríen desde una canción en los asientos, al otro lado veo una pareja única.

Adrian me sonríe mientras entrelaza su mano con la pelirroja. Le guiño un ojo a Magdalena y ella me devuelve el gesto.

Parpadeo lentamente mientras miro hacia arriba.

Es entonces cuando mi atención recae sólo en él.

Su blues captura el mío y es entonces cuando, una vez más, me dedica una de esas sonrisas que me encantan.

Se ve bastante elegante, el esmoquin negro se adapta perfectamente a tu cuerpo, resaltando de esa manera, cada atributo que posee ese sensual hombre.

Llegamos al altar y Marcos pronto llega a nosotros. Mi padre lo mira serio mientras le tiende la mano en un gesto de saludo.

Marcos acepta el gesto y estrecha su mano con la de mi padre.

—Cuida de su hijo—, advierte mi padre, apretando su agarre.

Marcos hace una leve sonrisa de dolor y asiente.

—Con mi vida, señor...— le asegura.

Es entonces cuando toma mi mano y se la entrega caramente a Marcos.

Ambos nos miramos con puro cariño e intercambiamos sonrisas. Llegamos al altar y entonces ha llegado el momento de unir nuestras vidas.

Hoy me entrego, me entrego en cuerpo y alma al único hombre que reina en mi corazón. Hoy Marcos y yo seremos uno.

Te tomo como eres, te amo como eres y como serás. Prometo escucharte y aprender de ti cada día, apoyándote y confiando en ti. Celebraré tus triunfos como si fueran míos y lloraré tus pérdidas como si también fueran mías. Te amaré por siempre y tendré fe en tu amor por mí, a través de los años y todo lo que nos depare la vida... — Deslizo el anillo en su dedo anular.

— Te elijo para caminar a tu lado y dormir en tus brazos, para ser alegría para tu corazón y alimento para tu alma, para aprender de ti y crecer contigo aun cuando la vida nos cambie a los dos. Prometo reír contigo en las buenas y llorar a tu lado en las malas. Prometo respetarte y apreciarte como individuo, como compañero y como igual, sabiendo que no te completo, sino que te complemento, exactamente de la misma manera que tú lo haces conmigo. Prometo tener mil aventuras contigo y tratar de hacerte feliz todos los días del resto de nuestras vidas... — esta vez es él quien desliza el anillo en mi anillo.

Los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia...

Marcos me mira con picardía y yo solo le guiño un ojo. Sus manos toman lentamente mi cintura y me atraen hacia él con mucho cuidado.

Mientras me sostiene con una mano, con la otra toma mi mejilla y acerca sus labios a los míos.

Mi estómago comienza a hacer cosquillas en el momento en que hacemos contacto. Ambos movemos los labios en un baile continuo, lento y coordinado, como si estuvieran hechos el uno para el otro.

Los gritos de alegría y los aplausos pronto se hacen oír. Ambos nos separamos lentamente y luego nos abrazamos cariñosamente. Sus labios están cerca de mi oído y susurra:

—Ahora somos uno, mi amor...—

¶••••¶

La música suena fuerte y brinco como loca sin importarme una mierda el vestido de novia, lo sacudo por todas partes para bailar más cómoda. Los tacones me follan, pero no me importa.

Sostengo una copa de vino en mi mano y a mi alrededor hay varias chicas que gritan al son de la música. Entre ellos están Magdalena y mi hermana Meyling.

Miro discretamente hacia un lado y veo un grupo muy parecido al nuestro con la única diferencia de que son hombres. Todos sostienen copas de vino y saltan de la emoción mientras Marcos y Adrian dan unos pasos muy divertidos en medio de todos al ritmo de la letra.

De repente la música se detiene en seco y suena una completamente lenta.

Todos aplauden y se hacen a un lado dejándonos solos a Marcos ya mí en la enorme pista. Me mira y junta su ceja coqueta mientras se acerca y extiende su mano hacia mí.

Cojeo y lo tomo y luego me uno a él. Sus manos toman posesión de mi cintura y las mías se posan en su cuello. Ambos juntamos nuestras frentes afectuosamente y soltamos un suspiro cansado al mismo tiempo.

—¿Que hay de tu esposa?— canta feliz.

Tengo una sonrisa para él.

—¿Qué hay de marido?— Sonrío alzando una ceja.

Lo resumo todo como emocionante. La fiesta es genial, la música es perfecta, el lugar es hermoso y lo mejor, te ves jodidamente sexy — ponme un beso casto en los labios.

Lo miro coqueto.

—Yo digo lo mismo—, me acerco a su oído y susurro. —Eres jodidamente guapo, mi amor...—

Me mira con picardía y todavía se acerca a mi oído.

¿Sabes lo que quiero hacer ahora?

Lo miro con curiosidad y sonríe para susurrar de nuevo.

—Ahora quiero quitarte ese maldito vestido y hacerte gemir hasta que no pueda más...— Lo miro asombrada pero luego esa mirada estalla en carcajadas.

—No me digas, pero que desesperación...— Beso sus labios.

Él sonríe por su lado mientras seguimos bailando lentamente.

Segundos después la música termina y todos aplauden. Marcos toma mi mano justo cuando Adrian se acerca a nosotros.

—Todo está listo, Marcos—, dice.

Él asiente y toma mi cintura.

—Perfecto, gracias Adrian—, le dice al moreno. Él asiente y después de sonreírme va directo a la pelirroja.

—¿Está listo qué?— Pregunto con curiosidad.

Marcos me mira de soslayo y sonríe.

—Solo espera con curiosidad—, me da un zapatito en la frente.

—Díganme señoras, ¿hay alguna mujer soltera aquí?— grita el primo de Marcos. Todos gritan que sí. ¡Pregunté si hay mujeres solteras aquí! — todos gritan de nuevo.

Marcos se cubre la cara con ambas manos y llama a Adrian. El moreno cojea y llega a nosotros en cuestión de segundos.

—¡Saquen a ese maldito loco de ahí ahora!— dice totalmente rojo.

Adrian sale.

—Pero si es Nate—, lo excuso riendo.

—¡Por eso! ¿Quién diablos le dio un micrófono?— —Hace una olla totalmente hecha un tomate.

—¡Que vayan todos los solteros al centro de la pista porque la novia hermosa les va a tirar el ramo!— Nate levanta la copa de vino.

Todos gritan de emoción y van al centro de la pista. Marcos continúa cubriéndose la cara con ambas manos.

—Querida Charlie, vamos hermosa, ¡todos te están esperando!— grita de nuevo.

Solo me tumbo y tomando los costados de mi vestido salgo a la pista.

En el medio hay una multitud de chicas esperando ansiosamente, mientras que detrás de ellas todos los chicos se han acomodado.

Marcos me sigue por detrás, mirando a su prima.

Nate toma mi mano y me pone en el medio, en posición de tirar el ramo. Miro hacia atrás y no puedo evitar cojear cuando veo a Magdalena hacerse una cola de caballo con el cabello listo para agarrar la tela.

Así que sin esperar más, cuento hasta tres y lanzo el ramo con fuerza.

Todos se enfadan pero la ganadora termina siendo la pelirroja, que alegremente se arregla el vestido.

Adrian la mira con horror y toma un sorbo de su copa de vino.

—¡Ahora si viene lo emocionante! ¡Que todos los solteros estén presentes en la pista!— Esta vez los hombres comienzan a silbar.

Todos se amontonan en el medio excepto Adrian y Hector, ambos son llevados a la pista.

—¡Vamos, Marcos!— Todos lo animan a estar presente.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.