Capítulo 5. Estrategias
Por Sergio
Allí está ella, mordiéndose los labios otra vez ¿No sabe lo que me provoca?¿Lo hace a propósito?
Doy la vuelta a mi escritorio, me encanta incomodarla, pero mucho más me encanta tenerla cerca.
—Señor…
—Puede parecer una locura, pero decime exactamente qué preguntas le harías, hacé de cuenta que soy el acusado.
Me miró asombrada.
—Hacelo exactamente como lo harías en el estrado.
Pensé que me iba a decir que no tenía el cuestionario a mano, pero no, comenzó a moverse, con una gracia sin igual, haciendose la linda, tratandome casi despectivamente, si yo hubiese sido el acusado y sería gay, sí, evidentemente me ofendería y llegaría mi punto de quiebre, puede que lo haga confesar.
El tema es que no soy gay y ella me atrae como un animal en celo.
Ya no podía pensar con claridad.
—Bien, a lo mejor podés lograrlo, yo voy a estar a tu lado en todo momento y ahora vas a escuchar, vas a aprender cómo van a ser mis señales, cuando te digo basta, la cortás con la pregunta, sin rechistar, sin querer imponerte como lo hacés siempre.
—Yo no me quiero imponer.
—Ya estás contestando.
—Perdón.
—Y quiero saber qué significó tu nueva estrategia de coquetearme delante de todos.
—Yo no le coquetee, señor.
—Te acercaste y me acariciaste el brazo.
Se puso colorada, yo estaba resistiendo la tentación de hacerle el amor en mi escritorio.
Me acerqué a ella, que retrocedió y se chocó con la pared, sí, la había ido llevando de a poco para ese lugar.
—¿Hacer esto no es coquetearme?
Le digo mientras lentamente deslizo mi mano por su brazo, pero inicié al revés, desde la muñeca fui subiendo mi mano y terminé en su cuello.
Me inclino hacia ella, no es baja, pero aun con zapatos de taco alto, me llega a la nariz.
—Prepárate lo mejor que puedas, en dos días comienza el juicio.
—Se..señor…
Ya la había acorralado por completo, estábamos muy juntos, una mano mía jugaba en su cuello y la otra estaba en su cintura, la atraje hacía mí.
Mi miembro estaba más que despierto y ella lo estaba sintiendo.
Comencé a besarla, no podía moverse, no me iba a dar un cachetazo, no era su estilo y entiendo que lo que estaba haciendo era acoso sexual, mierda, tal vez caí demaciado bajo.
Sin embargo la siento temblar en mis brazos, eso me llevó a deslizar la mano que tenía en su cintura, por debajo de su blusa, recién estaba rozando un pezón por arriba del corpiño que parecía de encaje y ya sentía, como se le iba endureciendo, estaba anonadado, la podía hacer mía.
—Chiquita, sos muy hermosa.
Se lo dije cuando paré para respirar, estaba totalmente agitado.
Me imagino que ya debía estar húmeda, cuando iba a comprobarlo, Omar abre la puerta de mi oficina.
Yo estaba de espalda a ella.
Me separé.
—¿Quién mierda interrumpe?
Carolina, roja como un tomate, sale huyendo de mi oficina.
—¿No te dijo mi secretaria que estaba ocupado?
—No, solo me dijo que estabas con los abogados juniors.
—Hace lo que se la canta, Susana, vení inmediatamente.
—Sí señor.
Me dice intentando coquetear.
Nunca tengo nada con mi secretaria personal, es una regla divina.
—No decidas si estoy ocupado o no.
—Lo siento señor, pensé que estando con la Barbie…
—¿Barbie?
—Sí, la rubia que piensa que es la más hermosa de las mujeres.
—Es líder de equipo y va a ser ascendida próximamente, estábamos preparando un caso importante, vos no pienses, no te pago para eso y otra cosa, se llama Carolina, retírate.
—¿Un caso importante?
—Mierda, boludo, ya casi la tenía.
—Sin embargo salió huyendo…
Mi amigo del alma está a punto de dejar de serlo.
—Va a hacer el interrogatorio.
—Estás loco…
—Puede ser, pero la adiestré para que entienda todas mis señales.
—Eso quiero verlo.
Llegó el gran día, sé que no tenemos pruebas suficientes, necesitamos la confesión y espero realmente que Carolina pueda con eso.
Llegó al juzgado, vestida con un conjunto tipo Chanel, por arriba de las rodillas, apenas, pero le marcaba la cola y se le notaba cuando se movía, aunque el saco hacía el intento de cubrirla.
Toda vestida de rosa, oh sí, me hizo acordar a Elle, no se lo dije para no ponerla nerviosa, porque el que estaba nervioso, mirándola, era yo.
Encuentro la mirada de Omar, puesta en ella, y una sonrisa que le aflora.
Por ahora lo ignoro.
Llegó por fin el momento del interrogatorio, era rápido, no había testigos, nada de nada.
Nadie quería atestiguar ni a favor ni en contra, mejor, menos energía que se pierde.
Carolina se paró, se acomodó el cabello, le hizo una especie de carita y le sonrió.
Creo que por la cara que puso, el acusado odia a la mujeres y mucho más del tipo que representaba mi bella rubia.
Comenzó a hacerle preguntas de rutina, mientras paseaba, contoneándose, parecía estar en una pasarela.
El acusado estaba cada vez de peor humor.
—¿Su padre aprobaba su condición sexual?
—Eso que te importa.
—Conteste por favor, señor.
Se lo dijo en forma despectiva y ese tono hizo exasperar al infeliz.
—No, se vé que quería que me case con una putita asquerosa como vos.
—No le pregunté su opinión sobre mí, señor.
—Maldita, se nota en tus palabras y en tu forma de ser que me tenés el mismo desprecio que ese ser despreciable que era mi padre.
Suspiró, se acomodó el cabello nuevamente y luego le sonrió con altivez.
—Usted no sabe si yo lo desprecio y si lo hago, no es por su condición, solo estoy acá para demostrar que usted mató a su padre, que es un violento y que ninguna persona merece ser asesinada.
—Conozco a las de tu clase y se merecen sufrir tanto como sufrí yo, en manos de ese hijo de puta.
—Pero eso no le da el derecho de quitarle la vida y estoy demostrando mi punto, es usted un violento.
Le hace otra especie de carita, creo que el acusado quiere saltarle encima para acogotarla.
—La violenta sos vos, porque me tratás con desprecio, lo veo en tus ojos.
—¿También su padre lo trataba con desprecio?¿Lo iba a desheredar por ser gay?
—Maldita puta, sí, lo iba a hacer y no le dí el tiempo, mi buena puntería me precede, con el primer tiro lo maté y ahora te voy a matar a vos, yegua hija de puta.
Sin más, saltó sobre el estado y le dio una trompada en la cara, a Carolina, quién cayó, casi desmayada al suelo, ni los oficiales que estaban al lado del acusado pudieron preverlo, luego de eso, le iba a dar una patada, el alguacil de la corte, sacó su arma y le disparó en una pierna, haciéndolo caer.
Yo ya estaba al lado de Carolina, al igual que Omar.
Vinieron dos ambulancias, aunque Carolina, cuando estuvo un poco mejor, se negó a ir al hospital, era un pequeño corte superficial, no requería puntos, el hematoma, que ya había aparecido en su delicada piel blanca, se le iría en unos días.
Estábamos en una sala, ella, Omar y yo, esperando que se calme el tumulto.
Sin embargo ya sabía que en cuanto saliéramos, una bandada de periodistas carroñeros, se nos iban a tirar encima.
Nos iban a acusar de estar en contra de los derechos de las personas, en contra de la diversidad sexual, etc.
—Lo lograste, chiquita.
Le digo con una sonrisa, la cual ella me devuelve.
—¿Te duele?
—Un poco
—No te saques el hielo, no te tendría que haber expuesto, pero fuiste muy valiente y con cada insulto de él, te envalentonabas.
—Gracias, ese era el plan...
—Carolina, ésto no terminó.
Le dijo Omar.
—¿No?
Preguntó asombrada, abriendo sus hermosos ojos grises.
—No, preciosa.
Le digo yo.
—Ahora que salgamos, nos van a rodear un montón de periodistas y muchos no tiene las mejores intenciones, se van a quejar y van a tratar de hacerte ver como una antiderechos humanos, a lo mejor van a estar los de la comunidad gay..
—Pero se trata de un hijo que mató a su padre…
—Eso mismo repetí todo el tiempo, aunque voy a tratar de hablar yo, si Omar te dice algo, escuchá y repetí lo que te indica, él va a estar detrás tuyo y yo a tu izquierda.
Asiente.
—Decime cuando estés preparada.
—Ya lo estoy.
—¿Querés agua, café?
—No, gracias.
—A la jungla, entonces.
La ayudé a ponerse de pie y le acomodé el cabello, solo estoy siendo considerado con una empleada que sufrió un ataque en la corte, no sé porque la sonrisa de mi amigo.
Le dí un casto beso en su frente, necesitaba ánimos.
La llevo, con mi mano en su espalda, no es un abrazo ni nada, solo soy un caballero.
Apenas salimos de los tribunales, ya habíamos dispuesto la custodia policial, pero no alcanzó, nos rodearon cerca de 20 periodistas, haciendo preguntas que no tenían que ver con el caso.
—Si son respetuosos, no nos empujan y se ordenan, les vamos a contestar 5 preguntas.
Les digo yo, sabiendo que no van a ser 5 preguntas.
—¿Por qué están en contra de la comunidad gay?
—No estamos en contra de ninguna comunidad
—¿Lo trataron distinto por ser gay?
—Lo tratamos como a cualquier otro acusado.
—¿Te sentís superior por ser bella?
Carolina me mira y toma el micrófono.
—Trato a todas las personas como un igual, respeto y exijo respeto.
—Sin embargo tu tono tenía cierto desprecio.
—Es un asesino ¿Que pretenden?
—¿No se merecía un trato distinto al pertenecer a una comunidad tan golpeada?
Le iba a contestar, pero Carolina, que ya estaba perdiendo la paciencia y eso no era bueno,
se adelantó.
—¿Ustedes quieren decir que una persona, por ser gay, merece ser perdonado por asesinar a su padre a sangre fría?
Dió vuelta la acusación, estoy asombrado.
—Bueno no tanto..
—Exacto, no estamos acusando a un gay, estamos acusando a un hijo que mató a su padre, no importa si es gay, bisexual o heterosexual, es asesino y así debe ser juzgado.
—Si, pero..
—Sin excusas, todos somos personas, iguales ante la ley, no importa si somos, negros, blancos, judios, catolicos, gay o no, el que es un asesino tiene que estar preso.
Nerviosa y todo, puede mantener la calma y seguir fiel a su punto, me encanta eso.
—Hija de puta, por tu culpa, mi amor está preso y no va a recibir la herencia, te voy a matarrrrr.
Sin más, el hombre que estaba gritando, saca un arma y dispara, yo la atraigo hacia mí, pero igual una bala le da en su brazo derecho, cerca de su hombro, cinco policías terminaron ultimando al hombre que había disparado, Carolina se desvaneció en mis brazos, la alcé a upa, era más liviana de lo que aparentaba.
—¡Una ambulancia para mi abogada!
Grito desesperado, mientras bajaba las escalinatas de los tribunales con ella en brazos.
Omar corría delante mío, exigiendo ya una ambulancia, todo era un caos.
Apenas terminé de bajar las escalinatas, ya habían tres ambulancias.
—Es mi abogada.
Sigo repitiendo.
Se acercaron dos paramédicos con una camilla y realmente me costó soltarla.
—Doctor, por favor…
Me dice un paramédico.
—Voy con ella en la ambulancia.
No les dí opción a nada, tampoco la iba a dejar sola.
—Ocupate del resto.
Le dije a Omar.