Capítulo 4. Acompañando a Camila
Pasaron dos horas y los directivos consideraron que se debían retirar.
Camila le pidió a su maestra que se quedase con ella.
Mora accedió.
Cerca de las 9 de noche, una persona le acercó un sandwich a Mora, la niña no quería comer nada, pero compartió lo que la docente estaba comiendo y solo en ese momento tomó gaseosa también del vaso de su maestra, luego con ella, Fue al baño.
Más tarde le sonó el teléfono a la jovén docente, se alejó un poco de su alumna jurándole que no se iba a ir, la niña, creyendo en su maestra, permitió que ésta se aleje.
Piero Fue detrás de Mora para decirle que no era necesario que se quedara y sin querer escuchó la conversación telefónica, el hombre que estaba hablando con ella, hablaba fuerte y él, aunque estaba detrás de ella, escuchaba todo perfectamente.
—¿En dónde estás?
—Sucedió algo, falleció la mamá de una alumna mía y estoy en el velorio.
—Ok, saluda y listo, anda a tu casa, que paso por allá.
—No puedo, la niña me necesita.
—Debe tener a su padre y a alguna niñera, te espero en tu casa.
—No puedo, por favor, comprendeme.
—¿No entendés que para ellos son una sirvienta? ¿Pensás que te van a querer más? ¿Sos estúpida?
—Basta, por favor.
—Andá a tu casa.
—Me quedo acá, la criatura me necesita, no le voy a fallar.
—Cuándo nos casemos vas a dejar de lado tanta estupidez, ya te dije que tenés mi fortuna a tus pies, ponete a estudiar algo verdadero para entretenerte.
—No es el momento de hablar de eso.
—Falta poco para nuestro casamiento, no te olvides, tenés que ser una señora, no una sirvienta, soy millonario y te amo.
—Te veo mañana, también te amo.
Mora cortó la llamada y al girar chocó con Piero.
—Perdón señor, lo lamento.
—No es necesario que te quedes.
Le dijo abrumado.
Ella negó con su cabeza.
—Si usted me lo permite, yo quiero acompañar a su hija.
Lo dijo con suavidad y con firmeza a la vez.
Le asombró la determinación de ella al contestarle a él y también porque sin querer, supo que al día siguiente iba a tener problemas con su novio por estar allí y no parecía importarle.
Internamente le agradeció que la prioridad de ese momento sea su hija.
Luego de fumar un cigarrillo, iba a disponer cerrar el lugar hasta la mañana del día siguiente para llevar a media mañana el cuerpo de su esposa al cementerio, de paso dejaría a su hija en la mansión en donde vivían, la niña se quedaría con la niñera.
Cuando estaba hablando del tema, su hija se bajó de las piernas de Mora y se acercó a él.
—Papá es la última noche que vamos a estar con mamá, quiero quedarme acá, con ella.
Quedó petrificado ante semejante pedido.
Por supuesto que accedió.
Camila volvió a los brazos de su maestra.
Pasada la medianoche vio como estaban las dos dormidas, no habían dejado de abrazarse.
Le daba pena su hija, pero comprendía que la docente no tenía porque pasar la noche en un velorio de una persona que no conocía, solo por acompañar a una alumna.
Recordó las palabras del novio de la chica, cuando le decía que allí no era más que una sirvienta.
Él jamás consideró que los docentes sean sirvientes, ni siquiera a la niñera que atendía continuamente a su hija y se dio cuenta que esa niñera tenía menos empatía que la maestra.
La despertó con suavidad.
—Disculpame, no es necesario que pases la noche acá.
—Disculpe señor, si le molesta, me retiro inmediatamente, sino, le pido que me permita estar hasta que Camila lo disponga, ella está mal y en lo que pueda ayudarla, lo voy a hacer, siempre con su permiso.
—No me molestás, al contrario, te lo agradezco mucho, pero no es tu obligación.
—No estoy por obligación.
—Gracias.
—Señor, por favor, no me lo agradezca.
Piero se alejó nuevamente y se dirigió a un sector en donde podía fumar.
Se quedó pensando en el trato que ella recibió de su novio, realmente no la trató nada bien, aunque le dijo que la amaba y que su fortuna estaba a sus pies.
Debía ser un hombre rico, pensó.
No estaba conforme con que ella trabaje de maestra.
Debía tener muchas virtudes, porque para enamorar a esa mujer, que sin duda era especial y distinta a las demás, tenía que ser un buen tipo.
Realmente estoy agotado y quiero escapar de la realidad que estoy viviendo, porque no tiene sentido las cosas que estoy pensando.
Se acercó al cajón de su mujer, mirando su cadáver, recordó lo bella que era y como quedó impactado por ella cuándo se conocieron, le pidió perdón por haberla engañado y le prometió cuidar más que nunca de la hija que ambos tenían en común.
Con lágrimas en sus ojos, se alejó de allí, Fue al sector en donde estaba sentada Mora con Camila en brazos.
Mora estaba despierta, pero su hija dormía, aunque estaba agitada.
Ambos se despertaron temprano, durmieron mal, incómodos y con una tristeza que se notaba a simple vista.
Un poco antes de ir al cementerio, se despertó Camila, cuando recordó en donde estaba, un llanto inconsolable se apoderó de ella.
Mora la consoló y la niña se abrazó a ella y a su padre al mismo tiempo, acercándolos a uno contra el otro.
—Perdón Mora.
Dijo él cuando se dio cuenta que estaban muy juntos.
—No se preocupe, señor.
Se alejaron y cuando Piero quiso que su hija fuera a su casa, la niña no quiso, se mantuvo firme diciendo que iba a acompañar a su madre hasta el cementerio y le pidió a su maestra que ella también vaya.
Recién cuando salieron del cementerio Camila se quedó en brazos de su padre, Mora se despidió rápidamente y Fue hasta su casa para ducharse e ir a trabajar.
Piero pretendió decirle que la llevaría un chofer hasta su casa, pero cuando la buscó, ella ya se había ido.
Padre y su hija llegaron a su casa, abrazados y estuvieron llorando todo el día, él sabía que la ausencia de Katherine se iba a notar aún más en los próximos días.
Mentalmente estaba tratando de prepararse para ello.
En cuánto su hija se durmió, habló con la niñera, para que tuviera más paciencia, le dijo que la niña tuviera lo que quisiera, que no era momento de educarla, sino de contenerla, que ya iba a haber tiempo para ser estrictos.
Él sabía que la niñera a veces era estricta con su hija y Piero pretendía mimarla y malcriarla, que sufriera lo menos posible la pérdida de su madre.
Mora llegó al colegio y la directora la mandó a llamar para preguntarle cómo se quedó la niña.
Ella le dijo que estuvo toda la noche y que inclusive los acompañó hasta el cementerio.
—Mora, no era necesario.
—Le juro que Camila me necesitaba.
—No lo dudo, pero no te olvides que tenés a 30 alumnos más.
—No lo hago, ahora vemos cómo recomponer todo y volver a la normalidad, aunque para ella no va a ser nada normal, porque su mamá ya no está.
—Morita, niña, a lo largo de la carrera de docente vas a vivir muchas tragedias de tus alumnos, por tu bien, tratá de no tomarlo personal.
—Es difícil.
—No te digo lo contrario, pero por vos, intentalo.
—Sí señora.
Mora volvió al aula, pensando que más que difícil era imposible.
Cuándo estuvo en su casa, se dio otra ducha, para sacarse el cansancio, se vistió elegantemente y se maquilló en forma exquisita.
No tenía ganas, pero salió a cenar con su novio, luego, con la excusa de un dolor de cabeza, evitó ir a la casa de él a pasar la noche, estaba extenuada y no podía sacarse la carita de Camila de su cabeza.
Le parecía inapropiado llamar por teléfono para tratar, de alguna manera, consolar a la niña.
Apenas pudo descansar, le costó bastante levantarse a la mañana siguiente ya que tardó mucho en dormirse.
Esa semana Camila no asistió a clases, era una niña inteligente y comprendía rápido cada consigna por lo que Mora no se preocupó, tampoco pensaba darle tarea extra cuándo se reincorporará a clases.
El jueves, la hermosa docente ya no pudo negarle a su novio pasar la noche juntos.
Sin embargo ella no estuvo tan a gusto como siempre, algo había cambiado en su interior.
Ella lo atribuyó a la terrible experiencia que había pasado esa semana, esperaba que todo vuelva a la normalidad, se sintió egoísta pensando así, sabiendo que la vida de Camila había cambiado para siempre.
Seguramente también había cambiado la vida de Piero, ese hombre tan serio, que en
parte le recordaba a su novio, es que se notaba que ambos eran hombres ricos, acostumbrados a tener poder, a exigir, a mandar y los dos eran extremadamente apuestos.
Se estremeció al pensar así, luego pensó que era verdad, que reconocer que un hombre es atractivo o apuesto, no significaba nada.
Había varios actores y hasta algunos cantantes que eran apuestos y era normal admirar su belleza, para eso estaban los ojos.
Lo que sucedía es que a Mora le parecía inapropiado pensar así de él, por todo lo que pasó el padre de Camila últimamente.
Es que ella estaba pensando que él era atractivo y Piero estaba llorando a su esposa.
Intentó dormir con la imagen de su novio, Amadeo era increíblemente atractivo, con ese pensamiento logró tranquilizarse y dormir.