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Capítulo 3. La muerte de Katherine

Piero volvió a su casa y le contó a su esposa lo que habló con la docente de su hija, pero evitó decir la parte en que le confesó que a ella le quedaba poco tiempo de vida.

Era realmente compasivo con ella, aunque no estaba perdidamente enamorado, él no estaba seguro de poder amar de otra manera, por lo que para él, lo que sentía era amor.

También era consciente de que ella lo amaba mucho más profundamente a él.

—Ahora que estamos solos, quiero hablar sinceramente.

Piero siempre evitaba hablar del tema con ella, porque sabía que Katherine quería hablar de su enfermedad y del tiempo que le quedaba y realmente le dolía hasta la inmensidad lo que su esposa estaba viviendo.

—Amor, vas a ver como con el último tratamiento vas a ir mejorando.

—¡Basta! Ya sabemos los dos que no voy a mejorar, que estoy empeorando día a día y que no me queda de vida más que dos o tres meses y tenemos que hablar ahora.

Estaba dolido y hasta desconcertado porque ella era más fuerte que él.

—Piero, quiero hablar sinceramente y es necesario hacerlo.

—Te escucho, cielo.

—Te amo y fui inmensamente feliz a tu lado, también sufrí en silencio cada vez que…vos…tenías tus cosas fuera de nuestro hogar.

—Yo no…

—Siempre supe todo, debo decirte que sos cuidadoso y discreto y eso te lo agradezco, nunca expusiste nuestro matrimonio, solo te pido que sigas siendo cuidadoso, por nuestra hija…cuando tenga un reemplazo, necesito que te asegures que quiera a nuestra niña y veles por ella mucho más que hasta ahora.

—Katy, yo jamás…

—Piero, sos el hombre más atractivo que conocí, sos joven y apasionado, sé que vas a encontrar a otra mujer, te merecés encontrarla, solo espero que sea decente y no vaya detrás de nuestra fortuna.

—Amor…

—Cielo, escúchame, por favor.

Piero tenía un nudo en la garganta, se dio cuenta que él no era valiente, que tampoco era discreto cuando buscaba amores fáciles, solo para sentirse más hombre y querer buscar algo de libertad por ahí.

—Sos el dueño de la mitad del emporio y la otra mitad le queda a Camila, que va a poder hacer uso de ella cuándo cumpla 21 años, porque considero que a los 18 años, cuándo sea mayor de edad para casi todo, a lo mejor no tiene la madurez suficiente para hacerse cargo de semejante fortuna, sin embargo, sos el responsable total y absoluto de duplicar o quintuplicar o lo que sea, es decir para cuidar su fortuna, sé que lo vas a hacer bien, nunca quise hacer un contrato prenupcial, porque si me fallabas en eso, quería decir que nada valía la pena, y no lo hiciste, por eso sigo confiando en vos, como siempre, sos increíblemente inteligente, sos el hombre soñado, por eso te amo.

—Yo también te amo…perdón.

Dice Piero llorando como un niño y tal vez arrepentido por las infidelidades que le brindó a su mujer.

—Amor, siempre volviste a casa, siempre cenaste y dormiste conmigo y estoy segura que a ellas no las recordás, a lo mejor no sabés el nombre y sé cómo te impacté yo cuándo me conociste, porque vos me impactaste de igual manera.

—Te amo.

Le dijo Piero tratando de sonreír y de contener sus lágrimas.

—Me encantó la desfachatez que tuviste al sonreír con seducción aunque te dijeron que yo era la dueña de todo y eso no lo hiciste por mi fortuna sino por mi persona.

—Sos maravillosa, hermosa y única.

—Gracias por todo.

—Por favor, quiero de verdad, compartir miles de años más con vos, más allá de alguna que otra indiscreción, solo lo hice por idiota, porque de verdad te amo.

—Lo sé, amor, lo sé y sé cuánto amás a nuestra hija.

Él la besó con ternura, pero Katherine profundizó el beso, antes de que su marido llegara, ella había tomado una ración doble de la droga para evitar los dolores profundos que sentía, con toda la intención de poder tener relaciones sexuales con su hombre, con el amor de su vida.

Él dudó, por el estado de ella, pero supo que Katy lo necesitaba.

Terminaron haciendo el amor, Fue distinto a cuando se conocieron y también lo Fue a cuando ya estaban casados, hacía bastante que no tenían sexo, ella empeoraba día a día.

Tampoco él últimamente se iba por ahí, tenía demasiado dolor en su alma y en su corazón.

Piero la hizo sentir deseada y amada, su esposa se lo agradeció, sabiendo que posiblemente esa sería la última vez que estarían juntos.

Lamentablemente no se equivocó.

Poco a poco se iba apagando su vida.

Solo le pedía a dios que su hija no se quedara desamparada, que Piero no caiga en brazos de alguna mujer déspota que le hiciera mal a su niña.

Sabía el atractivo que tenía su marido, las mujeres caían en sus brazos, ella misma lo había hecho y estaba desesperada por él.

Fueron pasando los días, entre recuerdos hermosos, Katherine siempre elegía guardar lo mejor de cada persona, mucho más de Piero que era todo para ella.

Tal vez él no la amó como ella hubiese querido, pero ella sabía cómo había forzado todas las situaciones para atraparlo, Fue en lo único que estaba consciente de que usó su fortuna y su poder, aparte de su seducción, para inclinar la balanza siempre a su favor, él no era un hombre interesado, ni siquiera intentó sacar provecho de la situación, era ella quién le brindaba, en principio, más de lo que debía, solo para quebrar su voluntad de todas las maneras posibles y hasta se embarazó para tenerlo siempre a su lado, por eso se casaron.

Ella amaba a su hija, eso no lo dudaba nadie, lo que no sabían era que Katherine provocó ese embarazo, solo por retenerlo.

No es que Piero se hubiese ido de su lado, posiblemente no se hubiera ido, pero quiso asegurarse, Fue cuando descubrió que la engañó por segunda vez, entonces puso toda la artillería y se embarazó.

No se arrepentía, tenía a una hija maravillosa y al marido ideal, al hombre por el que daba su vida, lástima que el destino a veces es cruel y la vida se le terminaba demasiado pronto.

Al menos la vivió plenamente y con seres maravillosos a su lado.

Los días algunas veces parecían que lo hacían vertiginosos y otras veces parecían más lentos que de costumbre.

Camila estaba más sensible que nunca y en el colegio apenas podían contenerla, sólo se tranquilizaba si estaba en brazos de Mora, tanto que varios niños lo comentaron en sus casas y algunos padres se acercaron a cuestionar la actitud de la docente que permitía más de lo normal.

La directora llamó a los padres a una reunión especial, exceptuando a lo padres de Camila.

La reunión la llevaron a cabo entre ella y Mora.

Les explicaron a los padres la situación de la alumna y por las dudas les hicieron firmar un documento en donde se les exigía total hermetismo y que no lo comentaran con sus hijos, porque a veces los niños sin ningún motivo son ponzoñosos, por supuesto que otras veces son más empáticos que los adultos.

Comprendieron la gravedad de la situación.

Era difícil para todos.

Días más tarde Camila no asistió a clases y al segundo día que eso sucedía, alguién del servicio doméstico, posiblemente el ama de llaves, les informó al colegio que la señora Katherine Halland, había fallecido.

Les comunicaron en donde se iba a llevar a cabo el velatorio de los restos mortales de dicha señora.

Mora, junto con la directora y la vicedirectora del establecimiento educativo, se acercaron a dicho lugar para dar su pésame.

Cuando llegaron se asombraron porque Camila estaba presente.

Estaba acompañada por una señora que parecía ser su niñera, pero Camila estaba sentada en las piernas de su padre.

Cuando la pequeña vio llegar a Mora, se paró y corrió a su lado, rompiendo en un llanto desconsolado.

La joven alzó a la criatura y lloró con ella.

Los directivos se acercaron a Piero para saludarlo.

Él ya se había parado, mirando la escena de su hija junto a su docente.

Mora intentó calmarse, cuando lo logró, a medias, pero al menos pudo contener sus lágrimas, saludó a Piero, quién no se había movido de su lado ya que ella tenía a la niña en sus brazos.

—Lo lamento mucho, señor.

Él no le contestó, ya que el nudo que tenía en su garganta le impidió hablar, no era solo el dolor de perder a su mujer, que no se merecía haber tenido ese final tan temprano, sino por la angustia que estaba viviendo su hija.

Mora se sentó y la niña no salió de sus brazos.

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