Capítulo 4
La mujer me ayuda a sentarme y quitarme la ropa pesada debido al agua, sobre todo porque me duelen muchísimo los brazos, siento como si hubiera levantado varias pesas ayer. Toma un paño y acerca uno de los cubos, moja el paño en él, escurre el agua y lo mueve hacia mi espalda. El agua caliente me hace respirar profundamente con satisfacción, continuando por todo mi cuerpo.
—Ustedes dos nos dieron un susto cuando escuchamos el aullido de invasión de uno de nuestros guardias, quienes están en las montañas patrullando los bordes, mi hijo se convirtió en lobo en el mismo momento y salió corriendo. -Comenta con cariño, pero también sentí que me estaba tirando de la oreja por haberle jugado una mala pasada. — Aquí nunca había pasado nada parecido, pero me alegro que todo se haya solucionado.
Terminó de calentarme, de secarme y me vistieron con ropa blanca limpia y seca. Tan pronto como terminé de ponerme la última prenda, mi cuerpo se desplomó hacia atrás, incapaz de soportar más su propio peso. Me tapé con la manta con dificultad, temblando de frío incluso después de que se hubiera secado. Elena había terminado de secarme el pelo cuando Ajax y Eniel regresaron y ella se fue.
-¿Como te sientes? -Eniel tenía una manta alrededor del cuerpo y el Ajax vestía pantalón y camiseta con más mantas en las manos. Si me movía un poco más bruscamente, el pelinegro daría señales de que iba a venir hacia mí, pero su mirada se volvería temerosa y volvería a su posición anterior. Un hombre con el pelo corto y gris y una cicatriz lineal vertical sobre el ojo derecho pasó entre los hombres de la puerta y se quedó más lejos. Parecía tener la misma edad que Elena y era más alto que Eniel, pero más bajo que Ajax. –
—Confundido…-Mi voz era baja y ronca, sentía como si hubiera presión en mi pecho. - Y frío.
Ajax se para a mi lado, Eniel intenta hacer lo mismo y darme su manta, pero es repelido por un movimiento negativo que recibe del hombre en la puerta. El hombre a mi lado lleva su mano a mi mejilla y la deja descansar allí por un momento, me inclino ante su afecto.
—Estás helada. -gruñe y puedo ver sus colmillos. Su cuerpo es tan grande que bloquea la entrada de aire por la abertura de la cueva. Coloca las mantas que trajo sobre mí y pasa su mano sobre ellas como si me acariciara. Sus ojos recorren todo mi cuerpo, transmitiendo preocupación.
—Ajax... Me duele el pecho. -No entendí qué me hizo llamarlo en medio del miedo. Tal vez fue la seguridad y el liderazgo natural que sentí proveniente de él. Abre mucho los ojos con incredulidad, pero pronto abre una dulce sonrisa junto con sus ojos que parecen brillar en la oscuridad de la cueva, confirmando que tenía razón al seguir mi instinto y llamarlo. -
—Mi llama de luz...Yo...Nosotros...-gruñe, mirando perdido entre las mantas, empujando su cabello detrás de su hombro, sin parecer estar acostumbrado. -No funcionará. – Se quita la camisa y estoy tan asombrada por sus músculos prominentes que no me doy cuenta cuando se acerca lo suficiente como para apartar mis mantas, recostándose a mi lado y acercando mi cuerpo al suyo, cubriéndonos a ambos. mientras desliza una mano sobre la mía espalda y sostiene la otra firmemente contra mi nuca. Su boca se acerca a mi oído y susurra. -Voy a calentarte. Estas cubiertas no mantendrán el calor que tú no puedes producir y no correré el riesgo de perderte.
Me acerco a él y él besa mi cabeza y coloca su cuello en la curva de mi cuello respirando profundamente.
—Mejorará, lo prometo, ya no dolerá. No puedo verte así. Lo que más deseaba en ese momento era creer en la verdad que había en sus palabras.
Ajax pasó su mano por el cabello de Ana Delena, alejándolo de su rostro. Admiraba los rasgos de su rostro, aún sin comprender cómo era posible que él pudiera tener algo tan preciado en su vida. Su respiración era tranquila y rítmica, algo de color había comenzado a regresar a su rostro. Su pequeño cuerpo descansaba sobre él, haciendo que el lobo se sintiera poderoso por tener la oportunidad de vivir este momento con ella y servirle de refugio.
—Cuando te mejores espero que todavía me dejes ser parte de ello.
Entonces decidió que estaba bien hablar con su hermano por un momento, pero no muy lejos de Amelia.
Eniel se había ido tan pronto como vio cómo los dos interactuaban y estaba esperando afuera. Hablar con Lucius sobre el peligro de interponerse entre un lobo y su pareja, principalmente ofrecerle consuelo y refugio a través de mantas con el olor de otro macho, que no sea la pareja, a Delena.
-Hermano. -Ajax abrazó al rubio que temblaba de inseguridad. – Me alegro que tu cuerpo realmente no estuviera entre los que murieron. -Suspiró de dolor, abrazando con más fuerza al menor. —No tuve el valor de regresar allí y tal vez encontrar tu cuerpecito manchando la nieve con sangre. -Lo dejó ir. -Tenemos mucho de que hablar. -El alfa se volvió hacia Lucius. —Gracias, puedes irte.
Ajax caminó con pasos confiados y firmes que se hundieron en la nieve hacia un gran recinto donde se guardaban varios Ecals. Eniel lo siguió en silencio y observó con sorpresa y temblor como su hermano simplemente se transformaba en lobo, saltaba al recinto y hundía sus afilados colmillos en uno de los animales.
—Delena…vas a tener hambre. Es mi deber atender a sus necesidades. -Se limitó a explicar Ajax cuando regresó arrastrando al animal muerto por el cuello, con una mano. — ¿Por qué no regresaste antes con tu familia?
—Yo…-El rubio respiró hondo, pasando una mano por su cabello, sentándose en el tronco de un árbol cercano. Áyax se arrodilló en el suelo nevado, separando la carne de la piel suave y cálida con sus afilados dientes. La sangre salpicó la piel morena de Ajax, quien debido al silencio de su hermano solo levantó parte de su rostro y miró al chico. Una gota de sangre se deslizó por su rostro hasta detenerse bajo uno de sus ojos agudos e inquisitivos. —Pensé que no quedaba nadie. Tenía miedo, vergüenza, tenía muchos recuerdos y no había motivo para volver atrás.
—Ahora no se irán. -El Alfa estiró las comisuras de su boca hacia arriba, sonriendo a Eniel, mientras separaba brutalmente con sus manos la cabeza del cuerpo del ecal. Eniel aceptó apresuradamente. – ¿Qué te hizo decidir abandonar finalmente la tierra humana?