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capítulo 4

4

—No voy a permitirlo —dispone como si tuviera todo el derecho.

Le miro en gesto instantáneo y molesto y frunce el ceño...desafíandome.

—No eres nada mío, Colin y aunque lo fueras, no tienes ni tendrías el derecho a disponer de mi vida. No te debo explicaciones ni obediencia.

Me siento en el brazo del sofá y suspiro cansada pensando en cómo pudo mi mamá hacer algo así.

—Si tu noviecito fuese tan generoso, ya te habría pagado las deudas de hospital —comenta y le miro asombrada mientras se sienta en el sofá —sin embargo aquí estás, pensando hipotecar una casa que no te pertenece para cubrí tus gastos.

Y eso hace que me percate de que tiene razón.

Él dijo que la casa estaba bajo escrituras firmadas por su padre, por lo tanto no soy la heredera del inmueble así que no puedo venderlo o tomar desición alguna sobre el y lo que es peor aún, no tengo casa en la que quedarme.

Estoy en la calle.

—Pues, que bien todo —ironizo —y tú, que caballero —le reclamo viéndolo sentado delante de mí, en el otro sofá —Y lo peor que es me sacas de mi propia casa, luego de darme la noticia del siglo. Que bien todo. Jodido día del demonio.

Empiezo a sentirme ofuscada, enfadada y acorralada y no me gustan nada la sensaciones que emanan de mi interior.

Él sigue en silencio analizando todos los movimientos que hago, que no son muchos pero si de desesperación y me hace sentir el peso de la  intensa mirada  sobre mí.

No tengo ni idea de como resolver este tema y la verdad, solo me queda declararme en bancarrota. Eso significaría un paso atrás en mi vida, pero sería algo momentáneo.  No tengo muchas opciones con todo esto de la casa.

Me asomo a la ventana y observo el panorama que me rodea, sabedora de que cada vez pierdo más de las cosas que conformaron mi vida hasta que murió mamá.

¡Que triste realidad!

Hasta que presa de la desesperación supongo, o quizás un poco de oscuro ingenio reacciono y escupo para el bello hombre que tengo detrás que tal vez, no debería verlo así en este momento...

—Si se diera el caso de que fuéramos hermanos, tendría derecho a esta casa —él me observa serio —.Así que sí, vamos inmediatamente a hacernos las pruebas.

Se levantó del sofá y verlo tan alto y agresivamente guapo, me puso nerviosa.

Camina hacia mí como un depredador elegante que ni siquiera demuestra en su andar que está de caza, pero al final termina llevándose a su víctima entre sus garras.

Me enderezo para recibir su imponente figura y me abrazo el torso como si ese simple gesto me protegiera.

—Has sido bastante fría al decidir algo así, teniendo en cuenta todo lo que encierra el hecho de que seamos hermanos.

No sabía si estaba molesto, preocupado, dolido o intrigado.

Su expresión y manera de hablar eran un compendio de manifestaciones disímiles que no llegaban a decir nada en concreto.

Él ni siquiera podía llegar a imaginarse todos los problemas que tenía ahora mismo y la verdad no me apetecía abrirle el abanico de circunstancias en la cara. Sinceramente ya vería cómo resolverlos pero lo primero es lo primero.

—A pesar de que no tengo por qué explicarte nada —comienzo agresiva porque no me gustó nada su tono de antes –,te diré que no he podido tirarme en una cama a llorar a mi madre, que es lo que realmente me apetece, justamente porque tengo cosas más frías y asentimentales que resolver, así que no me vengas a cuestionar cómo hago la cosas porque la verdad considero que las estoy haciendo lo mejor que puedo.

Un par de lagrimas amanezaron con salirse, pero respiré hondo, hice un movimiento con mi mandíbula, me mordí la lengua y evité ponerme vulnerable frnte a un extraño que amenazaba con quitarme la casa.

—¡Lo siento!

Sus disculpas parecen sinceras pero no avanzan de esas dos únicas palabras. Hago un gesto de restar importancia y pestañeo queriendo llorar otra vez.  Él baja la vista al suelo y le abandono en el salón, para subir al piso de arriba a buscar las escrituras de la casa de mi madre, que ahora mismo parecen ser de otra persona y me cambio de ropa de paso.

Cuando termino de vestirme, soy muy consciente de que mi vida se está desmoronando y no me he permitido aún el analizar todo lo que encierran los nuevos acontecimientos.  Simplemente piso el terreno que se me va poniendo por delante y en cuanto al resto improviso.

—Si no te importa podemos irnos, quiero salir lo antes posible de este trámite. Pero lo haremos en un laboratorio. No en tu casa.

Le encontré deambulando por entre los marcos de fotos que hay en mí salón y cuando se sorprende y gira a mirarme, no puedo dejar de sentirme atraída por la manera seductora y sensual con que lo hace.

Sus ojos verdes, que...Dios, como se parecen a los míos, me recorren de arriba a abajo y hacen que mi cuerpo sufra de espasmos y desordenes de sensaciones solamente porque él me observa hambriento de mi piel.

Es un delito para los dos en este momento, debido a la amenaza genética que se cierne sobre ambos, pero no se puede evitar. Y él inspira de manera tan honda que sé, que le pasa exactamente igual que a mí.

Nos vamos al coche, y ninguno de los dos dice nada.

La falda de mi vestido se ha subido por mis muslos y lucho con ella, avergonzada la verdad, para bajarla, hasta que la mano del hombre a mi lado me detiene y el calor de su tacto sobre mis dedos, me hace gemir bajito y de manera sorpresiva.

—Basta, Alhana. Nadie más que yo puede verte ahora y para mí no es la primera vez.

–No digas esas cosas ahora. Colin por el amor de Dios.

Su mano seguía sobre la mía, en mi muslo, y los dedos llegaban a mi piel y acariciaban la zona sin que ninguno de los dos lo impidiera.

—¿De veras estás con otro?

—Deja el tema ya. Por favor —desvío la mirada hacia el paisaje fuera del cristal de mi ventanilla.

Dejo mi muslo para tomar mi mano y acercarse a mi, llevándome a ponerme frente a él, que me acaricia los labios como si estuviera suprimiendo por un segundo todo lo otro que le impide besarme.

Nos miramos con ardor. Él saborea sus labios con su lengua y los míos con su pulgar.

Luchamos con la vistas, verde contra verde y ninguno se atreve a cerrar los ojos. Cuando él mira mis labios y yo miro los suyos, parece que el mundo ha dejado de existir desde que lo conocí. 

—¿Te hace sentir más que yo...?

Inquieto, se remueve en su lado y un bache de la calle  que el chófer sabe esquivar, me lanza hacia adelante y mi boca y la suya conectan por un segundo en el que los dos nos quedamos unidos y a ojos cerrados esperando que el otro niegue, lo que ninguno de los dos es capaz.

—No tengo nada con él. Solo somos amigos.

En el instante en que confieso, no se por qué motivo, aquello, toma mi boca sin que le importe nada más que el deseo que nos embriagó traicioneramente.

Me veo de pronto luchando con su lengua entre mis labios y gimiendo.

Mis manos se aferran a su cabello denso entre mis dedos y el gruñe en el beso. Estoy demasiado involucrada como para pensar en el chófer que va sentado delante, aunque un cristal nos separe de él.

Y desde luego lo que nos mueve es una fuerza que nos domina y no permite que las cosas sean diferentes.

Se nos nubla la mente y muy a pesar de todo, solo estamos nosotros en ese auto, siendo un hombre y una mujer que se desean.

—No podemos —decreto con una mano en su pecho y jadeando en su cuello —no sé como me he dejado llevar así, esto está mal. Tenemos que hacer esa prueba cuanto antes.

—Perdóname yo...

Me bajo de encima de su cuerpo y le pongo un dedo en los labios para que calle, incluso su voz me resulta seductora y no puedo dejarme confundir otra vez.

El resto del viaje lo hacemos en silencio y no pasa mucho tiempo hasta que llegamos al laboratorio de genética y el chófer nos abre la puerta para que bajemos.

Ambos suspiramos al unísono y mirándonos a los ojos él me dice:

—¿Estás lista?

Asiento y miento en el mismo gesto que no es más que un amago de fortaleza que no tengo.

Le miro y confirmo que ese hombre ha llegado a mi vida para ponerla de cabeza y que a pesar de que no descubre los verdaderos motivos de que me haya metido a la cama con él aquella noche, me tiene al borde de los nervios de saber que si resultamos hermanos va a ser realmente duro estar junto a él y borrar de mi mente todo lo que vivimos en aquella habitación, en la que me perdí entre sus sábanas empujada por un  alhelo que nació de la intención de conseguir un trabajo para sacar mi vida del bache en el que estaba y que ahora, se ha convertido en un cráter profundo.

—Si, estoy lista...

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