capítulo 3.2
Alhana
Le empujo asustada. Necesito que se separe de mí.
¡Dios, también necesito que me abrace!
Estoy conmocionada. No sé lo que dice, ni lo que necesito ni sé tampoco qué hacer.
—No entiendo lo que dices. Explícate, por favor.
Mis palabras son susurros y acompañan mis pasos por encima de la alfombra turca del salón de mi casa. Me siento como puedo en el sofá principal y siento mi móvil sonar dentro del bolso que pongo a mi lado ignorando todo lo que no sean las palabras que empiezan a salir de su boca.
Me cuenta una historia rocambolesca sobre un pasado en común de nuestros padres, donde yo solo me quedo con las estadísticas de mi vida que coinciden con la información que él me va dando.
Mientras sus labios explican, mi mente divaga.
Me veo, años atrás creciendo sola, únicamente con mi madre que trabajaba de mesera en la terraza de un hotel y me llamaba la atención como podía mantener esta maravillosa casa, pagada además, siendo simplemente una mesera con sueldo mínimo.
Pienso en la ausencia de mi padre, y la cantidad numerosa de veces que le pregunté por él y siempre me decía que murió antes de nacer yo.
Recapitulo en episodios de mi vida, cuando me di cuenta de que una vez al mes mi madre salía y volvía tarde en la noche y jamás supe a dónde o a qué iba. Así como todas las veces que la empujé a tener una pareja y nunca quiso hacerlo, siempre dijo que éramos solo nosotras pero ahora, con este hombre con el que pasé la noche más increíble de mi vida hablando en mi casa pienso, que quizás mi madre era amante de su padre y nosotros cometimos un acto asqueroso denominado: incesto.
—¡Oh, Dios mío!, esto no puede ser.
Me levanto asustada. Tapo mi rostro y deambulo a ciegas a mi alrededor completamente descolocada porque no me puedo creer ni sé como aceptar lo que está pasando.
—Creo que lo mejor es que vayamos ahora mismo a salir de dudas.
La voz de Colin me llega muy cerca y cuando abro los ojos y quito las manos de mi cara, le veo delante de mí, desmayado cerca y tomando mis caderas entre sus calientes palmas.
—Si esto es cierto voy a necesitar una lobotomía porque no consigo olvidarte —los dos cerramos los ojos y mis manos van a su pecho, tratando de frenarle y terminan caminando por sus pectorales —te sigo tocando, y besando y poseyendo cada vez que cierro los ojos. Alhana, necesito que no seas mi hermana. ¿Puedes preguntarle a tu madre si eso es cierto?
Evitando cualquier nuevo juego entre los dos y sin poder olvidar lo que hizo aquella noche explico apartándose de él...
—Mi madre murió ayer —sollozo.
—¡Oh, lo siento!
—Gracias.
Nos quedamos pensando cada uno en sus temas y suspiramos a la vez, con algo de pesar en común.
Trato de salir de mi trance y presiento que él hace lo mismo porque carraspea y entonces decreta.
—Nos vamos ahora mismo a mi casa... irán a hacernos los exámenes allí y en unas horas sabremos si somos hermanos o no.
—¡No puedo! Y ya te dije que no iré contigo a ningún sitio.
No quería decirle que tenía que ir a hipotecar mi casa porque me aterraba que pensara que ahora que podía ser la hija de un tipo con dinero, me quería aprovechar de la situación.
Asi que decidí callarme esa parte pero él, sus celos y las inseguridades que no tenía derecho a tener me lo ponían difícil.
—Te quieres ir con él, ¿Verdad? —me reclamó avanzando hasta mí —¿Le quieres?...¿Cómo pudiste olvidar lo nuestro cuando yo no consigo dejar de pensar en ello?, y peor, Alhana, ¿ Cómo pudiste meterte a la cama conmigo teniendo pareja? Encima siendo virgen. Eso no me lo esperaba. Es un poco...
—No lo digas —le amenazo interrumpiendolo y alzando un dedo para él —. No te atrevas a juzgarme cuando no tienes ni idea.
—¿Le quieres...?
—Basta, Colin —susurro evitando responder.
Ambos notamos que he dicho su nombre de pila y me arrepiento de marcar un punto de cercanía entre los dos.
Él me mira y noto la molestia en su expresión.
Está asumiendo que tengo un enamoramiento con Boris y como no lo saco de su error su frustración va in crescendo hasta que explota de la peor manera posible.
—Pues tendrás que verlo en otra parte porque esta casa está a nombre de mi padre, y todo lo suyo ahora me pertenece, así que técnicamente estas en la calle —le miro más dolida de lo que él puede saber y me remata diciendo —así que a partir de ahora, vivirás conmigo y a ese tipo en mi casa no lo quiero. Vámonos.
—¡No!—bramo furiosa.
Me mira incrédulo y siento por primera vez desde que lo conzoco, que no sabe lo que hace y que todo el despliegue de seguridad del que siempre parece presumir, está agotado por el momento y no sabe que hacer o esperar.
—Me quedaré con él, en su casa.