capítulo 3.1
Colin Slatham
Una vez al año se realiza el congreso de arquitectura y no puedo dejar de asistir. Todos cuentan con mi presencia allí y aunque en esa ocasión mi padre estaba muy enfermo, él mismo me motivó a ir.
Fueron seis días de trabajo y el último, la cena de cierre con su posterior fiesta.
Allí, la conocí a ella. No sé si fue una alucinación mía, o su belleza la que me encandiló tanto que no pude ver nada más durante la cena y la perseguí por todo el evento hasta que la tuve entre mis brazos y la hice mi mujer durante toda la noche, pero el caso es que no he podido sacarla de mi sistema desde entonces.
Esa noche estaba demasiado prendado por su belleza poco habitual y la manera tierna y hasta inocente en que se dejaba hacer por mí.
No fui consciente de su inocencia hasta que no amaneció al día siguiente y entendí que me la había jugado.
Busqué mientras ella dormía entre sus cosas y encontré un pin de camarera del hotel. Solamente tenía su apellido en él y al ver que su identificación personal no estaba allí, sospeché que quizás tenía la intención de cazar a un millonario estúpido como yo que cayera en sus redes y luego pudiese chantajear con relaciones rosas a las que no estoy acostumbrado para nada.
Cada gemido suyo, la entrega, la manera especial en que se abrió a mi y me dejó verla al desnudo de cuerpo y alma, siguen grabados a fuego en mi memoria.
Sin embargo no he podido dejar de odiar la manera en que destruyó mi ilusión.
Todas las mujeres que se me acercan quieren lo mismo de mí y conocerla a ella me hizo creer que tal vez podía ser distinta y estaba dispuesto a intentar acercarme a ella luego pero lo que descubrí al día siguiente me enfureció.
Me gustaba mucho. La miraba perdido en su belleza. En aquellos ojos verdes que alumbraban como si fueran luciérnagas en medio de la noche. Sus labios rojos, combinando con el color de su pelo largo hasta la cintura y suelto por la piel de su espalda desnuda. Ella me había dejado extasiado.
El destino caprichoso sin embargo, tenía otros planes para nosotros.
...Ese mismo día, horas más tarde yo estaría arrodillado al lado de mi padre, en su lecho de muerte escuchando una historia que cambiaría mi vida para siempre.
Papá llevaba un tiempo enfermo y sabíamos que era terminal, no quedaba dudas pero siempre tuve la sensación de que viviría más. Él era un hombre muy fuerte.
Yo era su único hijo, mi madre había muerto hacía años y la familia no era muy grande. Solamente estaba vivo su hermano, mi tío y su único hijo que era el más imbécil de todos los imbéciles que jamás he conocido. Siempre detrás de la fortuna de mi padre y tratando de meter las narices en mis negocios, como si fueran los suyos.
—Colin hijo...
Recuerdo como mascullaba mi padre como podía buscando a tientas mi mano, ya estaba ciego del todo desde hacía dos meses —Tengo que pedirte algo muy importante.
Y así empezó mi calvario. Aquellas palabras suyas significarían el inicio de mi locura por ella...
Mi padre no pudo decir nada más.
Simplemente empezó a tocer, tuvo un paro respiratorio y las siguientes dos semanas estuvo en coma profundo, hasta que murió dejándome roto, dolido y con más preguntas que respuestas.
Luego supe que hasta dentro de dos meses no puedo leer su testamento y que dicha chica está contemplada en el y eso me hace creer, que el único motivo por el que mi padre y mi madre discutieron aquella noche y la sirvienta dejó la casa, es porque él había cometido un desliz y esa chica, es mi hermana. No se me ocurren otras razones.
Y sin embargo, otra vez el destino me juega una mala pasada poniéndome delante a la única mujer que no querría jamas que fuera nada mío, que no fuese justamente eso: Mi mujer. Mía para poseer.
Desde ese día la pienso. A pesar de todo, de las dudas y los miedos sigo oliendo su cuerpo. Sigo saboreando su piel en mis sueños y me vuelve loco saber que fuí el primer hombre en su vida, aunque al parecer ahora haya otro.
Nunca me había acostado con una mujer virgen justamente para poder salir corriendo a la mañana siguiente, pero ella, ella fue como una especie de ambrosía que soy incapaz de olvidar, muy a mi pesar.
Es la dueña de mis sueños desde ese día y resulta, que es la misma que podría resultar ser mi hermana y de la que estoy profundamente prendado.
Incluso dos semanas después la encuentro y me tiembla el cuerpo solo de verla. Enloquezco de celos al saberla en brazos de otro y me muero de la tristeza de pensar que jamás podré volver a hacerla mía y que he cometido incesto, con la única mujer que me ha llevado a la locura más extrema y que no consigo sacar de mi cabeza.