capítulo 5.1
Increíblemente el sistema de genética de aquel sitio iba rápido. Los resultados no tardaron más de una hora en estar disponibles y todo aquel tiempo en espera, Colin no paraba de mirarme.
Habíamos tomado asiento uno frente al otro divididos por una mesa de cristal en forma de hoja y podía notar, incluso con ese pequeño obstáculo de por medio, como él me miraba desde las piernas hasta los ojos y vuelta a empezar... me ponía muy nerviosa su intensidad.
Ahora sin embargo, con los resultados entre mis dedos, sus ojos asustados conectando con los míos y el corazón latiendo apresurado pidiendo por favor que no seamos hermanos, los nervios se deben a esa otra circunstancia que definirá muchas cosas en mi vida... El jodido ADN.
Cuando fui a abrir el sobre, me de tuvo su repentino acercamiento y sus manos cayeron sobre las mías al tiempo que se sentaba a mi lado, girando su rostro hacia el mío.
—¡Por favor, no lo abras!
La súplica me llegó como la había hecho, casi en un quejido y nos sostuvimos la mirada unos segundos.
—Colin, tengo que hacerlo y sabes que no sería saludable seguir adelante si no lo hago —sus ojos parecieron entristecer.
—Quiero tener más tiempo contigo. En serio quería conocerte, sabes que lo que tuvimos fue especial. No puedes negarlo, casi mágico.
—Sí, lo fue hasta que me tiraste dinero a la cara y me trataste como a una zorra —no pide evitar reclamar.
—Es que, entiende —pidió con la voz en un hilo —, me mentiste. Te mentiste a mi cama, sin decirme algo tan importante como tu inocencia.
Mis ojos caen sobre mis párpados con decision propia. Él habla tan bajito. Tan despacio. Tan cerca...
—Yo no planeé irme a la cama contigo —me excuso ni siquiera sé por qué —. Y a mi inocencia le has dado más importancia tú que yo, que fuí quien la perdió.
—Joder —brama irritado y toda su actitud cambia. Incluso da paseos frustrado y se tira del pelo —. Es que haces que parezca que no te importa. Estoy por creer que eres una cazafortuna.
—Y tú un gilipollas. Mira Colin... —musito irritada —,vete a la mierda.Las cosas han cambiado y tenemos que asumirlo. Podríamos ser...
—¡No lo digas, Dios, no lo hagas!
Se sentó nuevamente y me obligó a llevar la vista para verlo inclinado sobre mí, perdiendo la paciencia y haciéndome preguntarme : ¿Cómo puede alguien enamorarse en una sola noche y odiarte en el mismo espacio de tiempo?
Había sido una sola noche para mí, la única en la que me había permitido ser alguien que no era, y cuando sus ojos y los míos conectaron todo cobró sentido y me sentí en mi sitio. No sabría explicarlo pero él me hizo sentir suya, incluso antes de serlo y cuando me tuvo, me entregué tanto que me enamoré de él y estoy segura de que lo sintió también, porque su mirada enternecida no miente. Aunque pase del amor al odio en el mismo minuto.
Suspirando hondo y tomando valor de no sé dónde, quité la pegatina de mi sobre y saqué el documento viendo como él aún sostenía el suyo en su mano sin abrir y completamente sellado.
Mis ojos viajaron tan rápido como pudieron por aquellas letras y cuando encontraron la frase importante, conectaron con los de él por unos segundos en los que el tiempo parecía detenerse.
Su pecho subía y bajaba por dentro de su camisa y el mío imitaba su acción por distintos motivos. Le veía tan sexy, tan hermoso, tan... no lo sé, le veía tan mío que dolía.
—¡Dilo!
Su voz asustada hacía armonía perfecta con mis labios temblorosos.
Se acercó nuevamente a mí y poniéndose de rodillas entre mis piernas, apoyó sus palmas en mis muslos llevándolas casi hasta mis caderas, y murmuré...
—Tú y yo, no somos familia, Colin.
Como si de una película se tratara, lo tuve encima de mí en el siguiente segundo.
Su sobre quedó olvidado por alguna losa de aquel pulcro suelo y sus labios tomaron los míos con pasión.
Enredó los dedos en mi pelo, encorvando mi cuello hacia atrás y me abrió la boca con su lengua para entrar a beber en mis labios todos los deseos que ambos teníamos contenidos.
No podría decir si alguien nos observa o no, pero a ninguno parecía importarle. Solo estábamos nosotros y nuestras ganas allí. Ganas de no ser más que amantes porque la pasión que habíamos parido entre los dos, no iba a aplacarse solo por lo que dijera un papel. Eso había quedado claro minutos antes en el coche.
Y allí estábamos otra vez, comiéndonos a besos como dementes.
Gemiamos, nos mordíamos y finalmente nos saboreabamos las sonrisas en la miel de la alegría.
Nuestras pieles se reconocían y los dos teníamos poco control con nuestros deseos. Eramos dinamita juntos y nos moríamos por explotar en placer.
No éramos hermanos. De acuerdo.
Pero...Y entonces, ¿Qué éramos?