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Capítulo 3 Sálvame.

Farid tenía una leve idea de donde vivía la joven, el día anterior Leila le había dado las indicaciones, fue así como se detuvo fuera de la casa de los Assad, la cual estaba cubierta por las altas paredes de rocas y una gran puerta pintada de azul como la mayoría de las casas, aun con la molestia dentro de él golpeó la puerta, siendo recibido por una mujer que aparentaba más años de los que tenía por la dura vida que llevaba.

— Jefe Farid. — dijo con asombro al tiempo que inclinaba su cabeza.

— Hola señora Misha, ¿podría entrar a su hogar?, necesito ver a su hija. — ante las palabras de Farid, el cuerpo de la mujer convulsiono al tratar de contener el llanto que pugnaba por salir, lo único que pensaba Misha era que los malos chismes habían llegado a los oídos del jefe y ahora venía a reclamar la vida de su joven hija.

Aun así, no podía negarle la entrada al futuro Jeque, con el corazón en la boca abrió el portón que le dio paso al patio delantero, Farid pudo observar que era grande, se notaba que los rumores eran ciertos, se decía que Said Assad había obligado a su esposa a comprar aquel lugar con su dote, algo que no era bien visto, ya que la dote que se le da a la novia el día que parte de su hogar es solo para ella, para que tenga un respaldo si en algún momento de la vida llega a quedar sola, pero la suerte no estuvo con Misha antes y tampoco ahora, ya que tenía una gran casa, pero era ella y su hija las que debían ocuparse de todo, cuando se veía que ese lugar necesitaba muchas más manos para que estuviera en orden.

— Señor Khattab, ¡Qué gran honor tenerlo aquí! — la voz ruidosa de Jamil no se hizo esperar, Farid podía ver que el hombre que tendría su misma edad, parecía que lo estaba esperando incluso con alegría.

— Jefe Khattab, esperábamos su visita. — escucho la voz de Said, que se acercaba a él a paso apresurado.

— ¿Es así Said? — pregunto apretando los dientes, algo que el hombre hacia cuando algo le molestaba.

— Por supuesto jefe, se los rumores sobre mi hija… — la mirada fría de Farid lo silencio, mientras Misha no soporto más estar llorando en silencio y hablo.

— Mi señor, no son ciertos, yo conozco a mi hija, la eduque bien, ella no ha hecho nada malo. — comenzó a decir ahora dejando ver la desesperación que sentía, y es que, para esta madre, por más que la tradición reclamaran la vida de su hija, ella no lo permitiría, preferiría ser repudiada por todos o inclusive tomar el lugar de Leila en el castigo.

— No tiene nada que decir Misha, porque se perfectamente que Leila no hizo nada malo, solo fue un accidente, el hombre tropezó y cayó sobre ella. — Farid sonó tranquilo mientras le daba una mirada dulce a esa mujer que reflejaba tan bien el dolor de muchas de las mujeres que vivían allí, las cosas debían cambiar, su padre lo estaba haciendo bien, pero todavía quedaba un largo camino.

— ¿Qué? — Jamil no se veía contento con lo que Farid había asegurado.

— Es así. — repitió con firmeza Farid.

— No, no lo es, yo lo vi. — Farid observo con asco a Jamil, él era el hermano mayor de Leila, se supone que debía cuidarla y protegerla, sin embargo, parecía que quería que la joven muriera a toda costa.

— ¿Qué fue lo que tus ojos vieron Jamil? Y piensa muy bien lo que dirás. — la voz de Farid sonaba acerada, tanto que daba miedo.

— Seguí a mi hermana como mi padre ordenó, ella se casará pronto con Mashal, por lo que debemos cuidar que no quiera hacer nada indebido, fue allí donde la vi en el acantilado norte, con su amante, ellos pensaban suicidarse como enamorados, pero solo basto que Leila se entregara como una… — Farid levanto su mano y la dejo caer con toda su fuerza sobre el rostro de Jamil, quien lo vio con miedo desde el suelo polvoriento.

— Ten cuidado de como hablas de Leila, ella no hizo nada malo, no se entregó a nadie, ninguno de los dos se iba a suicidar, solo estaban hablando y él se resbalo. — dijo ahora con los ojos tan negros que Jamil tembló un poco más.

— ¿Es eso señor Khattab? ¿o es el hecho que usted quiere implantar las ideas de su padre? — rebatió Said con los puños apretados al ver a su hijo aun en el piso y sin poder defenderlo, pues estaba frente al próximo jeque.

— Es así, porque yo estaba con Leila. — Said abrió sus ojos con asombro, jamás supo que su hija conociera al futuro jeque de la tribu. — Y otra cosa Jamil, Leila se va a casar, pero no con Mashal, Leila será mi esposa, de eso estábamos hablando, le pedí que les informara que vendría mañana jueves como manda la tradición por su mano. — Misha llevo ambas manos a su corazón, el cual latía con tal fuerza que creía que se saldría de su pecho, su hija se había salvado, sus plegarias fueron escuchadas.

— Le pido me disculpe jefe, no sabía que usted veía a mi hija. — dijo Said, aún más furioso con su hija por no decirle que tenia de pretendiente al futuro jeque, pero también dejando a la vista la clara insinuación.

— Lo repito Said, lava bien tus oídos, y presta mucha atención, yo NO visitaba a tu hija, me enamore de ella solo con verla de lejos, y ella se enamoró de mí, pero solo ayer fue que pudimos hablar, nuestro amor nos guio al mismo lugar, ahora tú y Jamil, le explicaran a la tribu que tan pura y buena es mi futura esposa, porque si estas habladurías ensucian así sea un poco su honra, tú y tu hijo pagaran por ello. — ambos hombres temblaban de miedo, pues en los oscuros ojos de Farid se veía que hablaba en serio.

Jamil se arrepentía de haber obedecido a su padre, y de haber esparcido ese chisme sobre su hermana.

Said era un hombre despreciable, a tal punto que entregaría a su hija al anciano Mashal, solo para sacar ventaja del mercado que este dirigía, además de que sabía que el mercader estaba interesado desde hacía años en su hija, era un maldito degenerado, si no fuera por la ley que el jeque Marwan puso en vigencia, hubiera casado a Leila cuando tenía 10 años, ahora el mercader había bajado la dote con la excusa de que era muy mayor, pero Said creía que si lo hacía ver que otros jóvenes deseaban a su hija, Mashal subiría la dote, ahora estaban perdidos, ambos, padre e hijo.

— ¿Dónde está Leila? — Farid no se olvidaba del porqué de su visita en aquel lugar.

— Ella no está en este momento. — dijo Said, y Farid vio la cara de odio con el que lo miraba Misha.

— Said, si yo dijera que fui mal recibido en tu hogar hoy, que tú y tu hijo me trataron mal, ¿crees que alguien pediría piedad por ti? — Farid tenía fama de ser bueno y generoso como su padre Marwan, eran la primera vez que amenazaba a alguien, pero debía ser así, él era el futuro jeque, no debía mostrar debilidad cuando estaba entre personas como Said y Jamil.

— Está en la habitación, la última a la derecha. — dijo Said y bajo la cabeza. — Yo creí lo que mi hijo dijo.

Farid no quería pensar el significado de esas palabras, pero supo que estaba mintiendo, no fueron solo palabras de Jamil, era Said quien había inventado cosas de más, lo descubrió cuando Jamil lo vio con reproche, pero ya luego se ocuparía de ellos, en ese momento ya no tenía fuerzas para fingir tranquilidad, Farid corrió hasta la habitación señalada, y sus ojos casi se salen cuando vio a una joven delgada, pequeña, de piel color oliva, acostada boca abajo con su espalda desnuda, la cual estaba herida horriblemente con decenas de latigazos.

— Leila. — dijo en un susurro lleno de horror. La joven apenas pudo abrir sus ojos, el dolor no la había dejado dormir en casi toda la noche.

— Farid, perdón por no llegar a nuestra cita. — susurro con una sonrisa, ella sonreía y la tranquilidad bailaba en sus pupilas.

— ¿Cómo puedes mostrar ese rostro en un momento como este? — respondió en un lamento mientras se acercaba a la cama de la joven y trataba de contener su furia.

— Porque sé que tú me salvarás Farid, tú serás el gran jeque Khattab, y mientras esté detrás de ti, nadie volverá a golpearme. — aseguro en un suspiro mientras sus ojos se cerraban sin poder evitarlo, el dolor la había llevado a su límite, necesitaba descansar, su cuerpo se lo exigió y ella solo se dejó ir.

— Tu no estarás atrás de mí, tu estarás a mi lado Leila, y tu voz tendrá tanto poder como la mía, te lo juro.

Farid sabía que ella dormía, pero aun así acaricio su cabello y dejo salir su promesa, porque en ese momento comprendió que Leila estaría siempre a su lado, él sería su amigo, Farid prometió convertirse en el hermano que ella merecía tener; Misha estaba en la puerta, su alma podría descansar tranquila ahora, al fin estaba lista para irse de este mundo, su hija estaría bien, cuando Farid dio la vuelta, encontró a la que sería su suegra viéndolo con gratitud y comprendió que en esa casa, la única que amaba a Leila era su madre.

— Mi esposo y mi hijo tuvieron que salir. — dijo con vergüenza, ambos eran unos cobardes que no querían enfrentar en ese momento la furia de Farid.

— Es mejor así, no quiero que sepan esto. — Farid saco de su saco la caja negra y se la extendió, luego un sobre.

— ¿Qué es esto jefe? — preguntó curiosa la mujer.

— Me estoy asegurando que nada me separe de Leila y eso incluye la tradición, es un reloj de oro, si alguien pregunta, dirás que aun tenías un poco de tu dote y lo compraste con eso, y esto es para que compres medicina y un vestido que cubra sus heridas, hablare con Nelya, le diré que irán por todo lo necesario para la novia, vestido, invitaciones incluso para la noche de henna, yo pagare por todo. — el rostro de Misha se puso rojo y sus lágrimas llenaron sus ojos. — Sé que esto no es lo correcto, no quiero faltarles el respeto, por lo menos a usted, pero entienda, Leila debe casarse conmigo, por favor, madre. — en el momento que el futuro jeque dijo aquella palabra, Misha comprendió que Farid ya daba por seguro la boda, lo que significaba que, si alguna de las dos partes se oponía, los jóvenes recurrirían al suicidio, para tratar de realizar su amor en otra vida.

— Será como tu digas.

— Una cosa más, solo me interesa su bendición, no la de Said, le juro que la cuidare con mi vida, Leila jamás llorará de tristeza a mi lado, le daré la vida que se merece, puede estar segura madre, ella será feliz a mi lado.

— Tienes mi bendición hijo. — dijo aquellas palabras sabiendo que el día que vengan por su hija, ella debía guardar silencio, como tantas mujeres, no se le tenía permitido hablar.

Farid estaba ansioso, las tradiciones y costumbres eran muchas, y él quería sacar a Leila de ese lugar lo antes posible, la noche paso lenta y tortuosa, hasta que al fin partió a la casa de Leila, la tradición exigía que fuera acompañado por la persona más vieja y también la más joven de su familia, por lo que iba con su madre y su padre, solo eran ellos tres, si Marwan hubiera tenido otro hijo antes que él, Farid podría haber escapado de su responsabilidad de jeque, pero solo eran ellos tres.

Llevaba las rosas más bonitas que pudo conseguir y las movía nervioso de un lado al otro, su padre lo veía divertido, creía que eran los nervios de ser rechazado, ¡como si alguien se atrevería a rechazar a un futuro jeque! lo que Marwan no sabía era que el joven temía que Said le dijera que había visitado la casa el día anterior, eso no era bien visto, en una cultura donde la fortuna y felicidad de un matrimonio se rige por las tradiciones nada podía estar fuera de lugar.

Apenas llegaron fueron recibidos por Misha, se la veía feliz, cansada, pero feliz. Luego de las presentaciones de rigor, llego la hora del café, por lo que Misha fue a la cocina, donde aguardaba Leila.

— ¿Cómo te encuentras? — gracias al dinero del jefe, su hija estaba bajo los efectos de calmantes, por lo que su rostro no dejaba ver malestar alguno.

— Feliz. — para Leila, era estar un paso más lejos de su padre y más cerca de la calma.

— ¿Cuál es el café de jefe Farid? — Leila apunto la taza. — Ponle sal.

— ¿Por qué? — pregunto sorprendida, las tradiciones para el matrimonio, aun no se las habían enseñado, tampoco tenía familiares que quisieran su presencia cuando se llevaba a cabo un compromiso, gracias a su padre Said, toda la familia era repudiada.

— Es la tradición, ponle más, el novio debe de beberlo sin hacer ni un gesto de desagrado, siempre debe tener una gran sonrisa en su rostro y debe beberlo todo, eso demuestra el alcance de su amor por la novia y el deseo que tendrá de sobre ponerse a cualquier adversidad que tengan en su matrimonio. — Leila se preguntaba si Farid sabia de aquello o si lo desconocía como ella.

Con miedo le entrego el café, se preguntaba si Farid lo bebería, quizás puso demasiada sal, ¿y si lo escupía? ¿Si eso era suficiente para terminar el compromiso antes que comenzará? estaba a punto de salir corriendo de los nervios que sentía, pero se tranquilizó al ver el rostro de Farid, cada vez que bebía de su café su sonrisa se hacía más y más grande, y sus ojos brillaban, lo que Leila no se daba cuenta, era que Farid hacía aquello solo por estar viendo su rostro, estaba roja como un tomate y sus ojos color caramelo trasmitían la dulzura que al café le faltaba, una pequeña carcajada salió de los labios de Farid al tiempo que agradecía tan delicioso café, dejando de esta manera satisfecho a los presentes, al fin llego el momento en el que el compromiso fue aceptado, donde solo los padres hablaron, las alianzas unidas por un lazo rojo fueron cortadas con gran felicidad por Misha y Leila entrego el reloj de oro a Farid, nadie pregunto de donde salió el dinero, simplemente aceptaron todo con calma, para Said esta unión significaba que su suerte estaba a punto de cambiar, desconociendo al completo lo que Farid tenía preparado para él y su hijo.

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