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Capítulo 2 Era yo.

El jeque Marwan Khattab se encontraba en su hogar, en una habitación que funcionaba como oficina, aunque él la usaba más para pensar.

Desde que había asumido como jeque, poco a poco, como una vez le juró a su hermana, él estaba cambiando las leyes, aunque luchar contra las tradiciones era aún más difícil, ya algunas de sus normas le habían generado ganar enemigos, pero debía continuar y confiar que su hijo seguiría con su legado, ese que buscaba salvar a las mujeres, algo que no pudo hacer con su hermana, ¿Cuál fue el pecado de Leila Khattab? Enamorarse de un hombre pobre, un campesino, ¿Cuál fue la solución que encontró la pareja? Ambos escaparon ¿Cuáles fueron las consecuencias? fueron perseguidos y asesinados por la tribu, por su propio padre, 25 años habían pasado de aquel día, y Marwan aún seguía tratando de cumplir lo que le prometió a su hermana sobre su tumba. Pero habían tradiciones de las cuales ni el jeque podía escapar, ni su familia, y su hijo era el que ocupaba la mente del mayor en este momento, como se reusaba a casarse, sin importar a la joven que se le mostrara, los rumores comenzaban a circular, esos que aseguraban que algo estaba mal con Farid, y el hombre se preguntaba si llegado el caso de que sean verídicos aquellos dichos, si su corazón soportaría aplicar las leyes y tradiciones en su propia sangre, ¿Cuántos pecados más tendría que cargar en su alma vieja y cansada? No lo sabía.

— Señor. — lo llamo un empleado de suma confianza que tenía Marwan.

— Pasa, ven, cuéntame ¿Qué has averiguado? — el jeque hizo una seña con su mano y el empleado ingresó en la oficina cerrando la puerta tras él.

— Vieron al joven Farid en el acantilado del norte. — el mayor respiro con fuerza, al tiempo que su piel se ponía de gallina, ¿sería que no tendría que matar a su hijo? ¿Farid era tan buen hijo que incluso le quitaría ese peso de encima?

— Él… — el jeque no podía decir aquellas palabras, no sin demostrar lo mucho que le dolía.

— El joven Farid se encontró con una joven, el empleado dice que ambos estaban dispuestos a saltar, pero luego hablaron y ella se fue… muy alegre, al igual que el joven Farid.

Marwan estaba confundido, muchos le habían asegurado que su hijo tenía algo mal, que no era “normal”, pero ahora no comprendía que era lo que sucedía, hasta que unos golpes en la puerta le devolvieron la calma.

— Padre, ¿estas ocupado? Necesito hablar contigo. — dijo de forma agitada su hijo y Marwan le hizo un gesto con la mano al empleado para que se retirara.

— Para ti nunca estaré lo suficientemente ocupado hijo. — el corazón de Farid se agitó y sintió vergüenza una vez más por traerle preocupación y problemas a su padre.

— No me casare con la hija de Ryad. — dijo con voz firme.

— Farid… no puedo despreciar la oferte del jeque Ryad… — Farid cerro sus ojos y recordó los ojos de Leila, la valentía en ellos, y como pasaron de estar opacos a brillar como si fueran caramelo derretido.

— Estoy enamorado y solo me casaré con la mujer que amo. — sus palabras salieron tan seguras que sonaron a verdad todo en ellas, Farid no solo salvaría su vida, también salvaría a Leila.

Marwan observo sorprendido a su hijo, ¿acaso seria la joven con la que estuvo en el acantilado? ¿su hijo estuvo a punto de suicidarse por amor?

— ¿Quién es? — preguntó el mayor con verdadero interés.

— Leila Assad, la hija del campesino Assad.

Marwan guardo silencio, hacia 25 años que no escuchaba ese nombre, Leila, ¿acaso era una señal? Que su hijo se fijara en la hija de un campesino no era bueno, por lo menos no para la tribu, ¿Qué podía ofrecer una joven analfabeta al futuro jeque? Pero también estaba el hecho de que su hijo jamás había mostrado interés por una mujer.

— Leila Assad, ¿de dónde la conoces? ¿cómo sabes que la amas? ¿hace cuánto se ven? — Marwan no sabía que sería peor, que las especulaciones sobre la orientación sexual de su hijo sean ciertas o que su hijo haya deshonrado a una joven.

— No sabía que la amaba, la había visto a lo lejos, no sabía qué era lo que me llamaba la atención de ella, creo que es su alegría, pero era una niña, hace poco la volví a ver, tiene 16 años y sé que aún es una joven, pero cuando hoy me informaste que me casarían con la hija de Ryad, yo lo único que veía era su rostro, tanto que salí decidido a terminar con mi vida. — Farid bajo su cabeza por la vergüenza que sentía, no solo por mentirle a su padre, también por decirle que estuvo a punto de matarse.

— Y si es así… ¿Por qué aun estas aquí? — Marwan no pudo evitar ser duro con sus palabras, pero el dolor y el enfado le provocaba querer golpear a su mal agradecido hijo, la vida era el regalo más preciado que tenían y Marwan creía a verle explicado aquello.

— Por ella, Leila llego, pensaba matarse… por mí, ella me ha amado en silencio durante el último año y como sabe que nadie nos apoyara, no quería continuar. — Farid hizo una nota mental de informarle de esa mentira a Leila, cuando la encontrara en el jardín de té.

Marwan decidió ver aquello como una señal, que la joven tenga el mismo nombre que su hermana, que sea pobre, era repetir aquella trágica historia de hace 25 años atrás pero ahora el poderoso y rico era su hijo y la pobre y marginal era la joven.

— Si es así… debemos prepararnos para pedir su mano. — Farid miro con asombro a su padre, no creyó que aceptara aquello tan rápido.

— ¿Me das tu bendición padre? — pregunto aun incrédulo.

— Lo hago.

Farid respiro con alivio, con esa seguridad que le decía que viviría un día más, gracias a Leila, ella lo había salvado.

Farid se levantó temprano en la mañana, tenía muchas cosas por hacer, la noche anterior había sido un caos en la mansión del jeque, los grito de su madre Zayane, se oyeron por todo el lugar, estaba seguro que cada uno de los empleados ya estaba al tanto de lo que sucedía, el futuro jeque de la tribu Khattab, se casaría con la hija de un campesino, que lo más probable sea que se convertiría en la vergüenza del pueblo, alguien sin estudios que no podría ayudar en nada al jeque, más que para tener descendencia, claro que Farid sabía que eso tampoco iba a ocurrir.

— Buenos días, madre. — saludo con una sonrisa conciliadora, pero solo obtuvo la mirada dura de Zayane.

— ¿Qué tienen de buenos? ¿acaso te alegra matar de un disgusto a tu madre? Porque te juro por Alá, Farid, tú te desposas con esa campesina y prepara mi entierro. — Farid se sintió dolido con aquello, pero también sabía que lo que verdaderamente mataría a su madre, fuera que su padre lo matara frente a sus ojos.

— Madre, créeme cuando te digo que, antes que tus ojos se cierren, seré yo quien parta de este mundo. — Zayane sintió un dolor tan grande en su pecho, que por un momento tuvo miedo, que las palabras dichas por su hijo se hicieran realidad.

— Deja de decir esas cosas, mejor ve, sal a pensar muy bien lo que harás.

Farid obedeció a su madre, pero no salió a pensar, fue rumbo a la mejor joyería que había en sus tierras, las cuales eran muchas, tan extensas que se necesitaría dos días de viaje en automóvil sin descanso para ir a un lado, y cuatro días para ir al contrario, ellos manejaban uno de los pueblos más grandes, Farid sabia la gran responsabilidad que tenía sobre sus hombros, o mejor dicho que tendrían, ya que una vez que se case con Leila, su padre le sedería el mando, él se convertiría en el jeque Khattab Farid.

Respiro saboreando el aroma de su tribu, por primera vez en muchos meses se sentía bien, ingreso a la joyería y selecciono los anillos de compromiso, nada extravagantes, pero tampoco sencillos, fue en ese momento que reparo en que Leila le tendría que entregar un presente a él, el día del compromiso, esa era la tradición, él debía llevarle rosas a la novia y las alianzas de oro, las cuales estarían unidas por un lazo rojo que la madre de Leila debía cortar aprobando su compromiso y Leila debía hacerle un regalo que tuviera oro, se acostumbraba que fuera un reloj.

— Disculpe, además de las alianzas, necesito un reloj de oro, lo más económico que tenga.

Sabía que su madre se molestaría porque Leila le daría algo barato, pero Farid contaba con que su padre creyera que Leila realmente había comprado ella ese obsequio, las tradiciones y costumbres se debían cumplir si querían que el matrimonio fuera duradero y feliz, porque de eso estaba seguro Farid, el matrimonio de un jeque era para toda la vida, él ataría a una joven de 16 años a su lado, suspiro con culpabilidad, tomo las cosas y salió, el viaje había sido largo y agotador, ya casi era la hora que había pactado con Leila, dejo todo en su camioneta y solo bajo con la caja del reloj, mientras esperaba a su futura esposa, se planteaba si eso era realmente lo correcto, él tenía 20 años y ella 16 años, una niña aun, pero no podía retractarse, no ahora, él había dado su palabra y si bien le gustaban los hombres, él también era uno y tenía palabra, solo Leila podía retractarse y con un poco de tristeza, se dio cuenta que así era, Leila no llegó, aun cuando Farid la espero una hora más de lo debido.

Subió a su camioneta y regreso enojado a su hogar, lo sabía, él lo sabía, ella era muy joven aun, seguro que pensó con cuidado las cosas, ¿Qué mujer se quería quedar con un hombre que jamás la tocaría? No, ninguna mujer desperdiciaría de esa manera su juventud, su vida, su felicidad, seguro que había conseguido que sus padres desistieran de casarla con el anciano, iba sumergido en sus pensamientos al momento que ingresó en la cocina, tanto así, que no reparo en que estaba la hija de una de las empleadas.

— Dile a Misha que por más bueno que sea este ungüento que le envió, si Said golpeo de esa forma a Leila no le aseguró que no le queden marcas. — la empleada hablaba en susurros con su hija, la joven no tendría que estar allí, dentro de la cocina de la familia del jeque.

Leila, el nombre de la joven, sonó en la cabeza de Farid como si lo hubieran gritado y no susurrado como estaba sucediendo.

— ¿Leila? ¿de qué Leila hablas Antara? — pregunto al tiempo que giraba para observar a ambas mujeres.

— Leila Assad, es la amiga de mi hija y nuestra vecina. — explico con nerviosismo la empleada.

— ¿Qué le sucedió? — pregunto lleno de preocupación, pero las mujeres solo se miraron y quedaron en silencio. — ¿Acaso mi voz es una brisa sin importancia que pasa por este lugar? — dijo Farid con un poco de molestia.

— Es que ella… parece que estaba saliendo con alguien y el señor Said lo supo. — Farid miro a la joven con la confusión grabada en el rostro, ¿acaso Leila no les había dicho a sus padres que el iría a pedir su mano?

— ¿Podrías ser más precisa? — ordeno y la joven bajo la mirada al piso de piedras, si el señor Farid supiera lo que se decía, ¿exigiría que se restaurara la honra de la familia Assad?

— Disculpe a mi hija señor Farid, Leila es su amiga, por eso quiere protegerla, resulta que ayer alguien la vio en el acantilado norte… y… estaba con un joven, las malas lenguas dicen que el hombre estaba sobre ella en el suelo. — Farid abrió los ojos con sorpresa, alguien los había visto, pero habían mal interpretado todo. — Pero le juro señor Farid que Leila es una joven muy buena, ella jamás se entregaría a nadie… — la desesperación en la voz de la empleada Antara era lógica, a la joven podrían matarla solo por las habladurías.

— Por supuesto que Leila es una joven buena y obediente, y ayer no estaba haciendo nada malo, solo fue un accidente, el hombre tropezó y cayó sobre ella, pero claro, la gente dañina no espera a ver todo para que sus ojos entiendan, prefieren salir corriendo y que sus lenguas venenosas esparzan mentiras por todos lados. — Antara veía al hombre frente a ella y trataba de recordar si alguna vez el joven se había molestado tanto por un chisme, no lo recordaba.

— ¿Cómo sabe que el hombre tropezó? — la voz de la hija de Antara le hizo recordar de su presencia.

— Porque ese hombre era yo. — Farid salió de la cocina dejando a ambas mujeres con la boca abierta, pero el corazón tranquilo, por lo menos el nombre de Leila no estaría en boca de todos y nadie podría reclamar nada.

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