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Provocaciones

Helena Carter

Me estoy muriendo del asco aquí dentro. Por Dios, que pereza de lugar.

Sí, la casa es un maldito mausoleo y el lujo es sobrehumano pero tanta pijería me pone enferma. Como se nota que el dueño es un estirado millonario. No hay un solo pedazo de este sitio que no apetece a dolares. Incluso el garaje está repleto de coches. Por Dios, ¿Cómo se puede tener tanto dinero?

El Jet lag no me ha dejado dormir bien y he estado dando vueltas por la cama hasta que he decidido calentarme un poco de leche. Quizás así logre conciliar el sueño. No dejo de pensar en lo que pasó y me aventuro a encender el teléfono. No puedo seguir escondida del mundo por mucho tiempo y tengo que hablar Amelie.

Como me ha aislado al otro lado de la casa, bajo en bragas a buscar la leche al frigo  y quizás haya alguna galleta o algo. Me pongo una bata de encaje por encima. Nada más. Soy bastante liberal y rodearme de trapos no me gusta. ESte cuerpo ha sido diseñado para disfrutarlo y no me mato en el gimnasio para estar de pudorosa luego.  A Lester le encantaba que anduviese desnuda y a mi hacerlo. Maldito hijo de puta que me ha jodido la vida.

El mármol del suelo es frío, perfecto para mi calor natural. Estoy ardiendo. Es una tortura y estoy por lanzarme a la piscina. No sé que me pasa.

¡Que ganas tengo de echar un polvo!

Después de atravesar medio planeta para llegar al refri, lo abro y veo que está repleto. Se ve que la asistenta sí que sabe hacer la compra. Subo y bajo la vista por todo el menú que se dibuja frente a mi y las posibilidades mejoran por momentos. Cambio de idea en cuanto veo el bote de helado de chocolate con chispas de vainilla y lo saco, busco en una estantería un poco de crema y entonces...

—¡Pero, tía...!¿Qué coño haces? —el sexy madurito me sorprende y me doy la vuelta exaltada —.¿Podrías cubrirte los pechos?

Se tapa los ojos en un gesto tan infantil que me da risa.

Hago caso omiso de sus palabras y en su defecto abro el helado y meto un dedo para probarlo.

—¡Mmm!¡Delicioso! —gimo provocativa. Me gusta descomponer la fachada de hombre serio de Adrian.

—Cúbrete, por favor —ahora lo dice clavando la vista en los picos erectos.

—¿Por qué ? —me abro más la bata y se me endurecen todavía más  los pezones con el fresco, pongo una mano en mi cintura y le digo divertida —...¿te ponen?

—Eres mi sobrina —sostiene y se acerca hasta cerrarmela y sus dedos tocan mi abdómen. Como me gustaría que me tocara más abajo.

¡Joder, que mal me pone!

—No lo has negado —meto mis pulgares en la cinturilla de su pantalón tirando de él y reteniendolo cerca de mi viéndolo alzar una ceja —. Yo que voy a ser tu sobrina por favor...cuando yo era pequeña tu estabas  montándote bacanales sexuales por todo el mundo, luego me mandaron al internado y te volviste un monje, ahora eres el tío que me presta su mansión para pasar unos días —le restriego los pechos un poco más y creo que lo oigo gruñir —. Poco más...si no te gustan mis tetas no las mires, pero es que yo creo que podrían llegar a gustarte ¿eh?..., son muy lindas, ¿quieres tocarlas?

Me encanta la cara de tormento que pone. Si supiera que solo estoy jugando no se estaría excitando y provocando que me guste más este juego prohibido.

¡Que mala soy!

—Por favor, Helena —me aparta y se da la vuelta —, compórtate...

El tono en su voz es duro. Una regañina en toda regla y me hace rodar los ojos a pesar de que lo que deseo verdaderamente es morderle esa boca protestona que tiene.

Siempre me ha gustado...desde hace bastante más de lo legalmente posible.

No puedo dejar de admitirlo. Es tan sexy...

—Que si, que me disculpo por herir tus sentimientos tan frágiles...¿me das un abrazo de disculpa?

—Basta ya de esto —brama dando un manotazo a la encimera —, estás en modo pánico y no voy a ponerme en medio de tu despecho.

Hasta aquí hemos llegado. ¿Quien se cree que es para meterse en mi vida?

Mi padre está a kilómetros de distancia y este idiota no tiene ningún problema en querer ser uno para mi, incluso si no se lo he pedido.

Solo estoy jugando un poco, provocando que me mire como una mujer y me de la caña que necesito para pasar por esto pero no quiero ni puedo salirme de mis problemas como él de seguro cree.

Puede que verme con un bote de helado le haga pensar que soy la típica mujercita que se deprime y recurre al azúcar pero no...ni estoy deprimida ni falta de helado.

Estoy jodida y no se imagina cuánto.

—Vete a la mierda, Adrian.

Le doy un empujón con mi hombro cuando paso por su lado y me marcho furiosa. No tenía derecho a mencionar mi problema y tampoco a dirigir el curso de mis intenciones. Sí, es cierto que he estado jugando un poco con él y que quería ponerlo cachondo pero con decir no me pones, basta. Hablar de mi herida aún sangrante no tenía por qué.

Tiro la puerta de la habitación y me lanzo a la cama desnuda, tomo mi teléfono que alumbra delante de mí y otro mensaje amenazante llega.

Hace dos días que alguien me envía notas de amenazas de muerte y no le he dicho nada a mi padre. Justo por eso he venido pero nadie lo sabe. Solo se lo diré a Amelie cuando logre verla y le cuente todo lo que me está pasando y lo que he hecho incluido lo que tengo en el maletero de mi Mercedes en dos maletas enormes...pero mientras tanto, espero que su hermano me mantenga segura además de ser un capullo conmigo. Esta familia pertenecía a la jodida mafia, él estuvo en prisiones y peleas clandestinas y cosas turbias, mientras mi padre llega, aquí estaré a salvo por muy imbécil que él intente ser conmigo.

¡Podré contigo Adrian Douglas!

Si he podido joder a mi ex lo suficiente, robándole cien kilos de cocaína a su familia, y no temblarme el pulso bajo las continúas amenazas, podré contigo y minaré tus defensas hasta obtener lo que quiero de tí.

Soy una mujer con las ideas fijas y ahora mismo tengo dos: primero, follar contigo y segundo, venderle la merca de Lester a Muriel, el enemigo más grande de mi ex en toda la jodida Italia.

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